Pic d'Anie (2504 m)
Countendé (2338 m)
Sábado, 4 de julio de 2020
Somos montañeros. Somos
alpinistas. Nos gusta la naturaleza, nos gustan las montañas. Por eso nos
sentimos cómodos subiéndolas y bajándolas, recorriendo los valles que forman,
transitando por los bosques que acogen, respirando sus aires, bebiendo de sus
aguas, dejándonos inundar por su luz, pero sobre todo, compartiendo. Nos
sentimos felices de participar, de sentirnos invitados en tan magnos escenarios,
porque las verdaderas protagonistas son ellas, las montañas. Las montañas y sus
caminos, sus luces y sus sombras, sus espacios infinitos por cuyos pliegues el
alma se cuela y nos viene de vuelta más agradecida, más compasiva, más
radiante, más feliz, y con más ganas de emprender nuevas ocasiones de estar a
su lado, nuevas ocasiones de contemplarlas desde abajo, imponentes, altivas,
sintiendo sus sensaciones de que nos conquistan. También desde arriba, ver lo
que ellas ven y sentir lo que ellas sienten. Sí. Somos montañeros. Somos
alpinistas.
A la izquierda los Billares, y a la derecha el Pic d'Anie y el Countendé, nuestros objetivos |
No se puede por menos que contemplar el panorama |
Y por más que lo intentemos, no somos
poetas ni cronistas, es por ello que tenemos que acudir a los que sí lo son,
para introducir un pequeño elemento que nos ayude a ponernos en situación. José Manuel Anglada, gran alpinista
catalán, decía: "Quien siente la
montaña no necesita explicaciones y mientras existan paredes, agujas y aristas,
habrá quien las escale, disfrutando de lo que hace, aunque no comprenda
exactamente por qué". Y es cierto, porque no es que no se necesiten
explicaciones, es que es difícil darlas, porque las pasiones son un misterio,
no se pueden razonar, solo transmitir, y solo así se comprenden. Somos montañeros. Somos alpinistas.
Una nueva ocasión, decimos, para
echarnos al monte, y esta vez, somos 18 los mayencos que damos cumplimiento a
otro hito del programa de actividades de la Sección de Montaña del Club, el ascenso al Pic d’Anie, rodeándolo y subiendo al Countendé… no sé, porque está ahí. Vamos.
En una fresca mañana, listos para salir |
EL GRAN VALLE DE LESCUN Y LA APROXIMACIÓN
En pleno GR 10, el gemelo del GR 11 español |
El valle de Lescún es grande y bello, quizá el que más de todos los
subsidiarios del valle d’Aspe. Es
verde, alberga grandes espacios abiertos, todavía humanizados, frondosos
hayedos y altivas montañas que surgen con estrépito para el asombro del
caminante. En un mundo de karst, aparentemente caótico, se yergue una de esas grandes
montañas, una de aspecto piramidal, que se deja ver a leguas de distancia desde
todos los puntos cardinales. Hablamos del Pic
d’Anie, que con sus 2504 metros de altitud no tiene competencia desde que
la cordillera comienza a ponerse en pie en el Cantábrico. Una cota que le
aporta unas impresionantes vistas sobre el entorno, tanto cercano como lejano.
El bosque encantado |
Superado el bosque |
Abrazados a las marcas
rojiblancas del GR 10, salíamos el
numeroso grupo del aparcamiento del refugio de l'Abérouat, con un excepcional telón de fondo muy ocupado por los Billares, que dejaban asomarse también
a nuestros objetivos de hoy. La incursión en el bosque es inmediata. No sabemos
cómo son los bosques encantados, pero intuimos que son muy parecidos a este, húmedo,
frondoso, con unos seres que le dan vida, unos magníficos ejemplares de haya
que impiden la penetración del sol, manteniendo el piso lleno de barro, que
tenemos que sortear, pero es parte del camino, es parte de la montaña.
Collado donde abandonamos el GR 10, con el Soum Couy al fondo |
EL KARST Y EL ASCENSO
Asomados al vacío |
Al cabo de algo más de una hora salíamos
a los soleados pastos, pasando por la cabaña
de Cap de Baitch, habitada en verano por pastores de cuidan de su ganado y
de la fabricación de quesos, donde abandonamos el GR 10, para seguir por la HRP, hasta alcanzar en otra hora una
especie de collado en el que mientras nos reagrupamos, aprovechamos algunos para asomarnos al circo contiguo. De vuelta al collado, dejamos las marcas rojiblancas y
nos dirigimos ya decididamente hacia ese tirano mundo mineral de materiales
calizos, blandos, fácilmente erosionables, pero duros a la vista y al trato, de
incómodo acercamiento, que forman un desierto pétreo, desolado, de difícil
asimilación, pero que transitamos con gran respeto y atención. Dejamos atrás el
Soum Couy, otra imponente mole. El Anie
es una montaña franca, no esconde nada, desde el principio te muestra sus
intenciones, que no son otras que las de engatusarte, las de conquistarte. Se adivinan
los caminos que vienen de la Piedra de San
Martín por el karst de Larra, con gentes que vienen a hacer el Auñamendi, que es como lo llaman desde esa vertiente. La “montaña del cabrito” vendría a
traducirse del euskera.
El Soum Couy, quizá un próximo objetivo |
Un empinado tramo en el camino |
Convergen en el que llevamos, y
con el que rodeamos por el oeste este gran peñasco, para acometerlo por el sur
a través de una pendiente cuesta cimera. Una cima que encontramos acompañada,
muy acompañada por decenas de personas y con las que tenemos que compartir
espacio y tiempo, ambas cosas generosas, pero limitadas. Obligado es reponer
fuerzas al tiempo que compartimos visualmente unos enormes espacios abiertos a
los cuatro costados. Fotos de rigor y abandonamos el lugar y sus gentes
contemplando el despegue de un parapente, del que nos gustaría ir colgados todos
para poder disfrutar también de estos aires, pero… seguiremos disfrutando de
los caminos.
El Countendé, que nos aguarda en el descenso |
EL TRÁNSITO Y ASCENSO AL COUNTENDÉ
El karst de Larra, con un mar de nubes al fondo |
Los primeros compases del
descenso se realizan por el mismo itinerario, hasta que al pronto se abre a la
izquierda un desvío que hemos de tomar para continuar rodeando el macizo y dar
cara de nuevo al gran valle por el que hemos iniciado la ruta. Un nevero
intercepta el sendero, y lo logramos rodear para retomarlo. Al cabo de una hora
de bajada, con algún tramo algo delicado, llegamos al cruce para acometer el Countendé,
en el que se queda algún efectivo tratando de recuperar, la jornada está siendo
durilla. El resto subimos.
La Pene Blanque y la Mesa de los Tres Reyes, con su Tabla |
Superando la primera chimenea |
Los 140 metros de desnivel hasta
la mayor cota de esta gran rallera se
hacen rápido, son muy verticales. Comienzan con un pendiente sendero, al que le
siguen dos cortas, pero verticales y descompuestas canales que dan acceso a la
cima, desde donde se tienen unas vistas similares a las de su hermano mayor Anie,
pero merece la pena subirlo, tiene su aquel. Se impone el descenso, siempre más
delicado, los compañeros de abajo esperan, aunque solo han sido tres cuartos de
hora.
En el Countendé, con el Pic d'Anie al fondo |
EL REGRESO
De regreso por el bosque |
Una vez
reagrupados, toca continuar el descenso. A los diez minutos cerramos la
circular, y en poco ya pasamos por el collado, para incorporarnos a la HRP, que
nos lleva a la cabaña Cap de Baitch, donde nos volvemos a abrazar al GR 10, que
enseguida nos vuelve a meter en el bosque, para devolvernos al punto de
partida. Una extraordinaria jornada de montaña, otra más, salida de la factoría
de la Sección de Montaña del CP Mayencos, en la que hemos invertido un tiempo
total de 8h 20’, para recorrer 17,7 km, y salvar un desnivel acumulado total en
torno a los 1350 m D+/-, en un entorno y con una compañía de lujo.
Hola Chema.
ResponderEliminarSon dos montañas que quería subir individualmente, pero veo que unirlas en una sola jornada, es más que factible, me has dado una idea.
Un saludo
Es una lástima, pudiendo pasar a menos de media hora de subir la segunda, no se suba. Sí, se pueden hacer las dos perfectamente... con la forma física adecuada, claro.
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