NO ES UN ERROR
No, no lo es. Desde febrero llevamos inscritos a esta dura prueba, celebrada ayer, y que deberes familiares han impedido el poder participar. Recordando la del año pasado, os ofrezco la crónica.
Seis de la mañana. Madrugón de
espanto. Patio de armas del Castillo de Aínsa. Cerca de 300 guerreros, con
alguna guerrera, afilando armas para la madre de todas las batallas. Han sido
varios meses de duro pelear, haciéndose hueco entre trabajo, familia y sentido
común. Es el momento. Nada de todo eso tiene ya importancia, sólo la fijación
mental de lo que ahora comienza. Aquí estamos Isis, Franky, Olguia, Luisiz y
Chemai, servidor, dispuestos a continuar por esa GR-19 que como una cremallera
recorre uno de los dos grandes valles del Sobrarbe, y que el año pasado
comenzamos en Abizanda y el agobiante y sostenido calor nos impidió pasar de
aquí.
Salida plaza Aínsa |
La mañana promete, a estas horas
y sin frío. Últimas palabras recordando alguna de las claves de la prueba y un
emotivo silencio para que nos escuche Irene, en donde esté, y hacerla partícipe
del momento. Sin más, se da la salida neutralizada a una prueba de resistencia
que se viste de medieval en sus primeros compases, hasta llegar a cruzar el
Cinca, que melancólico se nos lleva el glaciar del Perdido a golpe de cambio
climático, y que no volverá, hasta la próxima glaciación. Ese Perdido que
desperezándose rompe la silueta del horizonte, bien visible desde nuestro paso
por el puente que nos deja en la margen izquierda, para seguir por una pista
asfaltada un buen tramo todavía, más de lo que los pies quisieran. Estamos a la
cola del grupo, y nos vamos recolocando. Franky se queda con Isis, Olguia
Luisiz y Chemai nos vamos adelantando. Nos encaramos ya valle arriba, con el
enorme centinela de la Peña Montañesa que no nos quita ojo, un poco celosa
porque este año se ha quedado sin carrera, dejándola bianual, como la que
estamos emprendiendo. Por entre barranqueras y terreno descompuesto llegamos al
primer núcleo, El Pueyo de Araguás, 5 km que dejamos atrás. Son las 7 y el
macizo del Perdido ya se ve beneficiado, y gozando, se podría decir, de esos
primeros rayos de sol, que de recién nacido, como los humanos, es precioso,
pero que de mayor, puede hacer estragos, y creo que hoy es uno de esos días.
Monte Perdido desperezándose |
En el 10, Araguás, parada y
fonda, que breve ha de ser si quieres que te cunda. Seguimos nuestro trotín
trotando. Nos alcanza Franky, y no sólo eso, sino que se va a hacer bueno todo
el entreno que llevamos este año. Nosotros tres nos metemos en un grupeto, que
vamos subiendo y bajando barrancos, todo un rompepiernas que no está en los
escritos, quiero decir que no cuenta en el desnivel anunciado… nos
sorprenderíamos. Un poco antes del 15, la estirada serpiente multicolor teje
una bufanda a Laspuña, después de habérnosla comido y bebido un poco. Nos
dirigimos al puente, pero justo antes, entramos en un camino a la derecha para,
ya abrazados al río, emprender un delicioso camino de soto bosque en el que la
sensación de que los invisibles habitantes del entorno salen a saludarte y a
darte ánimos, es constante. Son en torno a 9 km en este pletórico estado que
tiene su fin cuando el camino nos devuelve a la cruda realidad, al pedregoso
lecho del río Irués, que recoge las aguas de la vertiente norte de Peña
Montañesa. Es en este momento cuando acaba lo bueno, para empezar lo regular.
Cruzamos el río y pasamos por debajo de Badaín. Un poco de carretera, para que
no se nos olvide que el asfalto también existe y llegamos a Lafortunada, donde
nos espera otro avituallamiento y los bastones, que tanta falta nos van a hacer
a partir de ahora, aunque todavía no nos hacemos una idea. A Franky ya no le
hemos visto el pelo. Por aquí seguimos los tres, aunque por poco tiempo, porque
comienza una dura ascensión que sólo a lazadas se puede hacer, y en la primera
ya se ve el ritmo de cada uno, Olguia y Luisiz se van viendo cada vez más
pequeños, cada vez a más lazadas vista arriba. Me doy cuenta de la verdadera
dimensión que para mí tiene esta prueba, me doy cuenta de que la frescura que hemos
traído hasta aquí se va a convertir en sufrimiento desde ya mismo, de hecho ya
lo está haciendo. De repente, ya lo ha hecho. Estrecha senda que nos deposita
en una pista, que al ganar en anchura se tiene la tentación de poder ganar también
en velocidad, pero no, no es posible. Primer aviso de la mañana de que hay una
lumbalgia latente que descoloca las neuronas, llevándolas a terrenos muy
peligrosos. Hay que reconducir la situación, queda mucho por delante, mucho, y
no podemos permitir ese tipo de autonomía neurocelular. Aquí, o todos a una, o
no llegamos.
Edelweiss en el puerto |
Disimulando el sobo |
Suelo calizo y dos mil metros, es el hogar de la
edelweiss, y no nos defrauda, aquí está. En poco ya llegamos al collado. Es la
una del mediodía, y la vista que nos ofrece sobre el valle de Pineta es
espectacular, como la bajada que nos espera hasta su fondo. Control de paso y a
ponerse el traje de bajador, pero después de casi 7 horas, 35 kilómetros y 800
metros de desnivel en las últimas 2 horas, parece que no encaja bien, haciendo
la bajada, casi como si fuera subida. Desde luego, ya se ha tomado la decisión
de no pasar de Bielsa, porque si esta subida ha sido la que ha sido, la
siguiente va a ser de casi 1.200 metros, y el cuerpo no da más de sí. Pero
tampoco ha supuesto mucho esfuerzo la decisión, el crono ya la había tomado por
uno, aunque no nos habíamos enterado. Ante nosotros, otros 1.000 metros de
desnivel descendente, que no van a gustar a la mayor bisagra que tenemos, las
rodillas, pero tendrán que resistir la hora y media larga que nos queda hasta
Bielsa. Monte pelado, piedra suelta, lazadas y más lazadas, y gente tocada, muy
tocada, es el entorno en el que nos movemos. Se termina la piedra y comienza la
tasca, que agradecen los maltrechos pies. Luego bosque, asfixiante bosque, que
nos recibe con una bolsa de calor agobiante, será la de Bielsa?, y que nos
deposita ya en esta meta para unos y paso para otros, para los ultrahombres y
ultramujeres que el tiempo y las fuerzas les permiten seguir. Como Olguia y
Franky, que continúan para Plan. Luisiz de simbiosis con la espumeante rubia en
un velador, junto a Sole y Enrique. Isis, feliz, muy feliz, también la traerán
por aquí sus pasos.
Hasta aquí hemos llegado, más de
8 horas de esfuerzo continuado dejan a cada uno en su sitio. ¡Qué sabia es la
naturaleza! ¿Qué sería de nosotros si no existiera el dolor, el cansancio? La
terquedad nos aniquilaría.
Línea de meta en Bielsa |