IXOS MONS
Peñas Albas (1296 m) y El Raso (1363 m)
Jueves, 24 de abril de 2025
“Hay en el término de esta villa, para la parte del Nordeste, un valle que se llama el Valle de la Plata, en el cual hay minas de plata, cobre, estaño y plomo. Están los pozos de estas minas, algunos arruinados; y otros, aguados. Pero de todos se ha extraído metal y se ha beneficiado principalmente plata, de lo que hay todavía una casa donde se trabaja con los hornos de fundir el metal, cuya casa está a un quinto de legua debajo de la villa, a lo largo del río”. Joåo Baptista Lavanha (1550-1624).
Geógrafo, cartógrafo y matemático portugués, al servicio de los reyes de España Felipe II y III, en uno de sus escritos hacía referencia a estos lugares próximos a la villa de Calcena, regada por el río Isuela que, junto con el Aranda, vertebran la comarca del Aranda, en la cara oculta del Moncayo. También, Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, publicado en 1828, nombra las minas para decir de ellas que “… desde el año de 1826 se hallan abiertas las minas llamadas de Val de Plata, en las que existen trabajando sobre unos 40 hombres diariamente, y de ellas se extrae mineral de azufre, barniz, cobre, plata y plomo”.
Los tiempos han cambiado… y mucho. De todas estas historias tan sólo queda eso, la historia. A esos lugares nos hemos querido acercar hoy para rendir un homenaje a ese pasado que tanto significaría para los sufridos pobladores de estos lares, y ¿por qué no?, para darnos también nosotros el homenaje de transitar por estos páramos de Calcena, y aunque no hemos recorrido el Val de la Plata, sí lo hemos contemplado desde las alturas.
Pero antes… hacemos una breve parada en uno de los lugares que encierran también mucha historia y, también, belleza, como es el Salto del Batán, “situado en el paraje de Pozos Altos, a tan sólo 3 km de Calcena, en la carretera comarcal A-2302. Desde este punto, un sencillo y corto sendero te llevará al Salto del Batán, un lugar de extraordinaria belleza natural que destaca por su bonita caída de agua y entorno pintoresco”.
Un puente medieval nos acerca a todo ello. Un batán es un ingenio hidráulico compuesto por unos recios mazos de madera que, movidos por la fuerza del agua, se empleaban para golpear los tejidos, especialmente de lana, para compactarlos y desengrasarlos. Artilugios de la era preindustrial, hoy en día en desuso y, como el caso que nos ocupa, sólo presente ya en la memoria, porque no se aprecia rastro alguno del mismo, aunque sí de un par de ruedas de molino que servirían para otro aprovechamiento del agua.
Tras el aperitivo, viene el plato fuerte del menú de hoy. Pasado el km 37 de la A-2302, en dirección Calcena, un poco antes de llegar al núcleo urbano, parte una pista a mano derecha, el camino de Juan de Maderos, según los mapas, que en dos kilómetros y medio nos lleva hasta las proximidades del corral de la Loma, donde las Peñas Albas ya nos tienen en su radar, para dar comienzo a la ruta.
Por aquí pasa el GR 90.1, por el que retornaremos, pero que abandonamos en el punto de arranque, para tomar un sendero no muy definido, pero con hitos y que, en diez minutos nos posiciona en la boca de una enorme cueva, de las Grajas la llaman que, siguiendo con Madoz es “… una muy grande cueva donde se refugian multitud de aves nocturnas, de cuyo excremento se aprovechan los vecinos para beneficio de sus tierras…”.
Y de la web de la villa de Calcena extraemos que “… la cueva de las Grajas cuenta con una circular boca de grandes dimensiones de unos 15x13 metros, parcialmente protegida por un muro. En su interior, la gran sala que constituye mayoritariamente la cavidad, que nos impactará por su gigantesco tamaño. Con sus 40x35 metros y un rojizo techo a una altura que ronda los 15 metros, hacen de ella una de las salas subterráneas mayores de la provincia.
Salimos de este magnético lugar para enfilar, ya sin excusas, nuestros pasos hacia esas Peñas Albas, que deseando esperan nuestra visita… o eso creemos y queremos. Tras una dura rampa final, se llega a un collado, por el que pasamos para rodear una de las peñas y llegar a una plataforma, que es la base de otra de ellas, posiblemente de las pocas accesibles. Dejamos los pertrechos y acometemos con cuidado el ascenso.
La cumbre nos ofrece unas espectaculares vistas sobre el entorno, entre lo que destaca la Muela de Beratón, más soriana que zaragozana, la Muela del Morrón y el Morrón propiamente dicho, visitados ya con anterioridad para incluirlos en el libro 100 cimas, 100 paisajes. Aragón comarca a comarca (Prames 2018). Destrepamos, con más cuidado todavía que para subir, y retomamos el camino por una gran planicie, en ligera subida, para llegarnos a su punto más alto, a El Raso, ocupado por un vértice geodésico a los 1363 msnm, que nos parecería el techo de la ruta… pero no, que lo alcanzaríamos más adelante.
Una cima, rasa ella, como su nombre indica, donde confluyen los términos de Calcena y Purujosa, límite por el que cabalgamos en dirección NNE hasta el final de una canal que tenemos que bajar con delicadeza también. De nuevo ya, y definitivamente, en el término de Calcena bajamos por una loma hasta el fondo del barranco de la Covachuela, que transitamos hacia arriba, hasta llegar a un abrevadero, junto al manantial Chapurro, donde aprovechamos para echar un bocado.
Seguidamente, continuamos barranco arriba, hasta dar con una pista, por la que discurre la traza del GR 90.1, y que tomamos a la derecha, siendo éste, sorprendentemente el techo de nuestra ruta de hoy, con sus 1394 msnm. Le damos la espalda a las Peñas de Herrera y nos dirigimos hacia la Tonda, aunque sin llegar ni siquiera a sus pies, ya que abandonamos la pista en el desvío a Talamantes, para seguir por la derecha, admirando el cromatismo de las paredes que, como decía Madoz: “… encierra minerales de varias especies y canteras de pizarras de muchos colores”.
Pues ya sin remedio, nos dejamos engullir, cuasi, cuasi, literalmente, por el barranco de Valdepino, para ir levitando por encima de su incipiente caudal de agua, pero que nos obliga a hacer alguna comedia por algún tramo. Más de una hora haciendo contorsionismo para ir viendo cómo se va ensanchando, y uniéndose al de la Covachuela, y convergiendo con el del ValdelaPlata, que apenas recorremos un tramo para volver a coger del brazo a ese GR 90.1 y subir hasta el collado Somero, desde donde sólo nos queda bajar por el sendero en busca de un tramo final de pista que nos acerca al punto de arranque.
Una ruta austera, como son estos paisajes, pero rica si la sabes apreciar, a la que le hemos dedicado 6 horas de nuestras vidas, para recorrer 14,4 km y salvar un desnivel acumulado en torno a los 825 m D+/- (Wikiloc: 750 m D+/-), lo que da una pendiente media del 5,73%, habiendo alcanzado la altitud máxima en los 1394 m del alcance de la pista y el GR 90.1.
BIBLIOGRAFÍA
Historia de Aragón. Los pueblos y despoblados I. Antonio Ubieto. Anubar (1984)
RECURSOS DIGITALES
Las fotos, con sus comentarios, y el track
Nota: La publicación de la ruta, así como del track, constituye únicamente la difusión de la actividad, no asumiendo responsabilidad alguna sobre el uso que de ello conlleve.