La Collarada (2.886 m)
Domingo, 29 de julio de 2012
Otro día más, otra
madrugada más, otra mañana más de montaña, con buena compañía, esta vez con
Juan, Ramón y Danielle, un grupo humano un poco diverso, pero con algo en
común, y es ese amor, esa pasión por las montañas, por esa manifestación del
medio natural que se empina como antenas hacia el infinito.
Una noche serena da paso
a una desnuda mañana en lo celeste, y de eso nos damos cuenta subiendo por la
pista hacia la Trapa (1.750 m). La verdad es que da un poco de miedo pensar que
nos va a caer a plomo el sol durante todo el recorrido, ya que no hay más
sombras que las que hacemos nosotros. Veremos.
La mañana se despereza en la Trapa |
Una pareja de jabalíes
con sus jabatos, ajenos a todas estas reflexiones, se ven sorprendidos por las
primeras luces del alba hozando en el lecho de unos rastrojos. Bien de mañana y
ya están ganándose el pan. Cuánto tenemos que aprender los humanos. Continuamos
nuestro rodar hasta la Trapa, a donde llegamos sobre las siete y cuarto de una
mañana que, como digo, a cualquier persona extrañaría lo absolutamente
despejada que está, pero es Ramón quien dice que todos los pronósticos
consultados daban nublado, e incluso fresco, a media mañana.
Emprendemos la marcha por
los pastizales que hay detrás del refugio, hasta alcanzar la base de la canal,
que hay que ganarse, por seguridad, a puro de ayudarte con las manos por las
cadenas. En muy poco tiempo se suben unas decenas de metros que permiten
ampliar la visión sobre todo el patio circundante. Comienzan a salir nubes por
detrás de Collarada, pero bueno, no pasa nada, no? La mañana sigue serena, y
con un ambiente limpio, puro, que ayuda a apreciar más, si cabe, todo esto que
sentimos por la montaña… y ella lo sabe. Unas flores de Edelweiss llaman
nuestra atención, qué frágiles, qué humildes, cuánta belleza! Un
quebrantahuesos planea sobre nuestra posición. De lo mejorcico del mundo animal
y floral sale hoy a nuestro encuentro. Nuestro reconocimiento y respeto.
Edelweiss |
Seguimos nuestro ascenso
sin perder de vista la cumbre, y eso es recíproco. Una cumbre que se la ve un
poco triste, no sé, si es el día, que poco a poco se va apagando, o es el
déficit de agua, pero parece como si nos quisiera decir algo.
Con paciencia, nuestras
botas van acariciando todas esas zonas herbosas que vamos encontrando a nuestro
paso. Las nubes, desperezándose, van ya yendo y viniendo de un lugar a otro, de
un valle a otro, confiriendo unos juegos de luces y sombras que invitan a estar
pendientes de las montañas que se ven y de las que no se ven, que van alternando
constantemente. Quién pudiera estar allí arriba con ellas, con esas nieblas que
se desplazan con extrema facilidad… Pero ese don, no lo tenemos en éste nuestro
cuerpo físico, que lo tenemos aquí, en este lugar que hemos elegido hoy para
darnos el homenaje de participar de estos paisajes y de esta montaña, y por
ella, y sólo por ella, tienen que discurrir nuestros músculos, nuestros huesos,
hasta con humildad domesticarla y ponerla a nuestros pies.
En plena canal cimera |
Un poco antes de llegar a
esa enorme roca que marca el comienzo de la canal cimera, paramos a echar un
bocado y a abrigarnos, porque la ausencia de sol y el viento hacen que se
sienta fresco, bueno, frío, que admitimos todas las opiniones. Enseguida nos
metemos en esa canal, cuyas fauces calizas nos engullen y alertan de que hay
que extremar las precauciones, porque hay muchas piedras sueltas. Una vez en el
collado, se abre nuestra vista al dominio Ip, con todos los picos del circo
pugnando por asomarse en el ibón, que no lo tienen fácil debido a la reducida
lámina de agua. Tiene que llover; también por aquí.
La última y breve trepada
y cima, que después de tres horas de ascensión, nos recibe con cara de susto
por todo lo que ve en la atmósfera, que no es otra cosa que amenazantes nubes
que le privan de la vista. También a nosotros. Esas nubes no vienen solas, que
rachas de viento las acompañan, y poco a poco van esparciendo al éter los
escritos de unas banderas de oración. Es el Hom Mani Padme Hum que invita a los
seres humanos a ser compasivos, entre ellos y con el medio.
Ibón y circo de Ip |
No querríamos salir de
aquí, pero sabemos que hay que hacerlo, y lo hacemos, pero no por la canal,
sino por el camino hacia el collado de Ip, al que no llegamos, ya que a unos
1.650 metros de altitud, y justo donde la caliza cede el protagonismo a la arenisca,
el capo Juan nos saca del camino y nos lleva por la pedrera, en paso horizontal
y dando vista ya al valle del Aragón, hasta casi alcanzar el camino normal de
subida, por donde continuamos ya la bajada. Es un tramo en el que hay que estar
muy atentos porque hay muchas piedras sueltas y tiene un considerable desnivel,
pero… no sé, es distinto, es agradecido este paso Bazán.
Enfilando el descenso |
El descenso. El descenso
lo hacemos dando un repaso a los distintos puntos de vista que tenemos los actores que convergemos en estos
escenarios, escenarios de comedias y tragedias, concluyendo que estos son muy
grandes, y que han de tener cabida para todos, y que entre todos tenemos que
ser capaces de aunar esfuerzos para vivir y dejar vivir, para beneficiarnos
todos y no perjudicarnos ninguno. No sólo hay motivos materiales, ciertamente,
no sólo está la explotación ordenada de los recursos, también hay que dar
cabida a los del placer, a los del esfuerzo, a los de la superación, a los de
la pedagogía y a los de contagiar a propios y extraños nuestro amor por las
montañas, que en definitiva es un medio para ensanchar el alma fortaleciendo
todos sus resortes. Que nadie sienta que el monte, el bosque, la montaña, los
espacios abiertos, en definitiva son propios; y que todos sintamos que hay, o
puede haber, más agentes operando en el mismo territorio. Respeto, mucho
respeto entre todos y especialmente con el medio.
Bajar la canal y recorrer
el pastizal es lo que nos queda para terminar esta agradable ascensión a esta
montaña, que mira a todas las demás por encima hasta que le alcanza la vista al
tan próximo reino de los tresmiles.
Casi dos mil
cuatrocientos metros de desnivel acumulado, que nos han permitido, en menos de
seis horas, subir, disfrutar, charlar, integrarnos en este seco, pero bonito
territorio y finalmente bajar. Otra bonita mañana con mal tiempo, que nos
miraba pero sólo de reojo, y que en definitiva nos ha permitido, junto con una
buena compañía, un mejor disfrute. Como siempre, gracias.
En la cima de la Collarada |
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