jueves, 29 de junio de 2023

Sierra de Icún, mirador de la otra cara de La Partacua

                                                      Año XII. Entrega nº 827


IXOS MONS
Punta d'Enmedio (2010 m)
Punta d'Icún (2141 m)
Sábado, 24 de junio de 2023

            “El barquero de Siddhartha decía: “el río me enseñó a escuchar”. Hay mucho Pirineo capaz de comunicarnos significados, donde sus voces o susurros no están todavía tapados por el creciente barullo”. Eduardo Martínez de Pisón.



            Sabias palabras que sólo podían salir de labios de un sabio que, a sus 86 años sigue repartiendo sabiduría, conocimiento, experiencias, y todo acompañado por su sonrisa, sencillez y simpatía. Tres “eses” a la que añadimos la de “siempre”, porque así ha sido a lo largo de su muy dilatada vida de docencia, investigación y divulgación de los valores del paisaje, como geógrafo de profesión y ecologista de vocación. Los que no hacíamos más que mirar en el paisaje, con él hemos aprendido a ver, a conocer, a valorar, a amar, en definitiva. A lo largo de su vida se ha hecho merecedor de numerosos premios, el último de ellos, el de Medio Ambiente de Aragón 2023, concedido por el Gobierno de Aragón, a petición de varios colectivos conservacionistas, pero que no fue entregado por razones espurias, y por ello, lo que quizá hubiera sido un acto institucional, frío, y sin mayor relevancia, gracias a la convocatoria de esos grupos, en connivencia con el Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Zaragoza, se convertía este lunes pasado en un entrañable y emotivo acto con la asistencia de un numeroso público entregado, que abarrotaba el Aula Magna del Paraninfo. Larga vida al homenajeado, y larga vida a los valores que promulga.


            Hemos acudido a sus palabras del primer párrafo, porque encuadran el acercamiento de hoy a las montañas, a esos Pirineos capaces de comunicarnos significados, voces, susurros, alejados del barullo. Un barullo que devora muchos de nuestros valles en las temporadas estival e invernal. Pero hay otras temporadas, hay otros valles, que se escapan a todo ello. Hoy, en una de esas contra temporadas, visitamos uno de esos valles que no tienen los atractivos turísticos de masas y que, por ello, los hacen más seductores para los que buscamos la sencillez del paisaje susurrante, tratando de que nuestra alma vibre al unísono con la de él. 



            Algo que reúne esas condiciones es el valle de Acumuer, perfilado por el río Aurín, que acoge las tierras de media docena de pequeños pueblos, hoy despoblados, como Asqués, Bolás, Isín y Asún, más los poblados de Acumuer y Larrés, en la cabecera y pies del valle respectivamente. Otros despoblados más antiguos son los considerados en el libro Geografía Medieval de Serrablo, de José Miguel Navarro (Ayto. Sabiñánigo, Instituto de Estudios Altoaragoneses y Museo Ángel Orensanz, 2000), como de esta misma cuenca como los de Ataguás, Güe, Orzandué, Senés y Siricata. Del mismo tratado, extraemos la información de la existencia en el valle de varios cenobios, como los de san Juan de Arguisal, santa María de Arrasul, san Cristóbal de Aurín o san Martín de Cercito. El río, tras nacer en la cuenca del ibón de Bucuesa y recorrer todo el valle, desemboca junto a la población homónima de Aurín, en el Gállego, tras 25 kilómetros de recorrido.



            Nos presentamos, pues, en Acumuer (ayuntamiento en 1834, al que se le unen Asqués, Asún, Bolás e Isín en 1845, pasando al de Sabiñánigo en la década de los 60), para dar comienzo a nuestra ruta incorporándonos al GR 15, o Senda Prepirenaica, por una vereda entre viejos campos que rumian su memoria porque ya nadie rumia por ellos. Como una hora enredados entre arbolado y arbustos, para salir finalmente a la tasca, cubierta parcialmente por ese erizón que coloniza el suelo, y que hoy nos ofrece sus mejores galas. Al poco, dejamos el GR 15 que siga a la derecha, para ir tomando a pecho la subida por las pendientes lomas que se nos presentan y que, para darnos un respiro, nos asomamos a nuestra izquierda, donde se nos abren vistas hacia la cabecera del Aurín y más allá. Estamos ascendiendo a la sierra d’Icún, y su punto más alto ya nos tiene en su radar, pero hay que ganárselo.



            Como a dos horas del arranque, tomamos la pista, que va acariciando la loma. Una loma a dos aguas, que las reparte entre en barranco de san Bartolomé a nuestra izquierda, que rinde al Aurín, y el del Aso, a nuestra derecha, que da vida al Sobremonte, a caballo ya, no solo por el parteaguas sino por el límite municipal entre Sabiñánigo y Biescas. Una de las cotas por las que pasamos sin apenas darnos cuenta, es la de la Punta d’Enmedio, con su elocuente nombre. Todas las sierras son parteaguas, naturalmente, pero hay una que nos lo está recordando permanentemente, es la de Partacua. Perteneciente al numeroso grupo de las Sierras Interiores del Pirineo, se extiende de NW a SE, estando limitada al oeste por la cuenca de Bucuesa, y al este por el río Gállego, su fiera cara norte la ofrece al valle de Tena, y su no menos agreste cara sur, al barranco de Merdacero o del Puerto, que es la que se nos presenta con todo su esplendor, con toda su crudeza.




            Un estéril, en apariencia, paisaje, pero que cumple su función sobre la vegetación, la fauna y el clima. La Peña Gabacha, en las estribaciones meridionales de la sierra, se funde visualmente con esta, debiendo prestar atención para distinguirla, dignificando, de ese modo, su entidad propia. Entre nosotros y ella, accidentes geográficos dignos de mención. El collado de Petruso, entre la Peña d’Icún (Cerro de las Canales en los mapas), y la Peña Petruso, que hace de bisagra entre esta sierra que hemos recorrido y la de Limés, recorrida hace cuatro años, y que se extiende con la misma orientación que la norteña Partacua, y en la que destaca la Punta de Burrambalo. Entre el Petruso y la Gabacha, otro collado, conocido como el Pilón de Acumuer, que hace de cabecera entre dos valles, el del Cecutar, que vierte al Aurín, y el de Merdacero, o del Puerto, que lo hace directamente al Gállego. Cabeceras en las que reina la paz en los llanos del Plan d’Igués y de Usabas, respectivamente.






          Tenemos que acudir a estas descripciones geográficas porque se lo merecen, y porque no hay mucho que contar, o no sabemos qué, de estas humildes sierras que tanto trasiego han vivido. Si dirigimos nuestra mirada hacia poniente veremos el pequeño ibón de Lacuna bajo la Punta de Moscatuaro, al que teníamos pensado visitar, pero a falta de saber si tiene conexión con el valle principal acortando terreno, lo hacemos sólo con la mirada. Volvemos, pues, sobre nuestros pasos, que los dejamos para continuar por la pista hasta el Estacho Plano, donde nos incorporamos al GR 15 dirección Acumuer, descendiendo por los aleros del barranco del Val, por entre un extenso manto amarillo de erizones. Siguiendo las indicaciones, el GR 15 abandona la pista y continúa por un sendero a la izquierda, que va ganando ya desnivel, pasando por un refugio forestal y convergiendo con el camino de subida, para llegar finalmente al punto de partida.




            Un bonito recorrido por solitarias sierras que contemplan agrestes y bellos paisajes, que nos ha llevado 6 horas y 10 minutos, para hacer 12,8 km y salvar un desnivel acumulado de en torno a los 1000 m D+/-.


Bibliografía:

Historia de Aragón. Los pueblos y los despoblados, I. Antonio Ubieto Arteta. Anubar (1984)

Geografía medieval de Serrablo. Ayto de Sabiñánigo, Instituto de Estudios Altoaragoneses y Museo Ángel Orensanz y Artes de Serrablo (2000)

El Alto Pirineo. Eduardo Martínez de Pisón. Ibercaja (2002)

Web:

Senderos FAM 

Wikipedia  

Wikiloc   

RAE  

IGN 

Geamap 

Hijo de la Tierra  

El Pirineo no se vende 





Las fotos (las del acto de Eduardo Mtnez. de Pisón son extraídas de las redes) y el track

viernes, 23 de junio de 2023

El valle de Ordesa, por la ruta de las cascadas

 Año XII. Entrega nº 826


AQUERAS MONTAÑAS
El valle de Ordesa
Jueves, 22 de junio de 2023

            “Ordesa es la maravilla natural más grandiosa de los Pirineos, porque allí se han reunido toda serie de encantos para que el hombre quede admirado y absorto: las graníticas moles, caprichosas y altivas, que rasgan el blanco cendal de las nubes; la fría pureza de las nieves perpetuas; la variada gama verdosa de sus tupidos bosques, sus rientes praderas, el tornasolado fluir de las fuentes, el ronco estruendo de las aguas, espumosas e inquietas cuando se despeñan en cascadas o transparentes en su impetuoso discurrir y en los tersos remansos; el penetrante aroma de las brisas, el azul intenso del cielo, el ardor brillante del sol que pone una neblina sutil sobre el horizonte y la dulzura y la paz del luminoso y dilatado paisaje”. Santiago Broto Aparicio.



            Este gran divulgador de las bellezas de nuestras montañas, nos contaba en este pasaje, encontrado en su libro sobre el Parque Nacional de Ordesa (Ed. Everest 1969), una oda sobre este valle, símbolo del Pirineo aragonés, no en vano fue declarado el segundo espacio natural protegido de España en el año 1918, pocos meses tras el primero, el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga (hoy Parque Nacional de los Picos de Europa). En su retahíla de bondades, aunque no acierte en todas, algunas de ellas porque este más de medio siglo ha hecho mella en el paisaje, no queda empañada su visión sobre el valle, llena de sensibilidad y amor por cada uno de los aspectos que describe. Y en uno de ellos queremos hacer hincapié hoy, porque hemos ido precisamente a verlo, a sentirlo, a vivirlo, a impregnarnos de su fuerza motriz, de su fuerza vital, de ese prana que penetra todo en la naturaleza salvaje de este valle. Hablamos del agua, elemento vital, básico, fundamental para la vida en el planeta, y de cuya conservación y buen uso tenemos la responsabilidad los habitantes llamados racionales. 


            Pues hoy era el día ideal para hacerle una visita a este valle, para contemplar sus cascadas. Días antes, con tormentas; y a partir de mañana solo en bus se puede subir a la pradera, de modo que… sí, hoy es el día, en cuya madrugada dan los últimos coletazos las borrascas que, ininterrumpidamente nos vienen visitando desde hace semanas. Aun así y con todo, nos presentamos en un valle de Ordesa invadido por las nieblas, fruto de la humedad, y con una ligera llovizna, pero con la seguridad de que la fuerza del sol va a cambiar el ambiente que, por otra parte, parece sacado de un cuento de hadas. Allá vamos.



            Salimos por el sendero adaptado para comenzar cruzando el río Arazas por el puente de los Cazadores, al pie de esa otra ruta que nos subiría al mirador de Calzilarruego, para continuar por la Faja de Pelay, que en otras ocasiones hemos recorrido, y que hoy teníamos previsto, pero el temor a que hubiera barrancadas dispuestas a complicarnos el paso, hemos desestimado por prudencia. Seguimos, pues, por ese sendero, que se abre paso entre un impresionante hayedo pletórico de humedad y agradecido por toda la reserva con la que cuenta para enfrentarse al estío. Dejamos a la derecha la llamada “A Piedra d’as Siete Faus”, un conjunto de siete hayas que crecieron entre unas rocas, de las que quedan únicamente dos. En quince minutos llegamos al término del camino pavimentado, que invita a acercarse al mirador que está en línea del barranco de Cotatuero, al otro lado del río pero que, apenas apreciamos al estar nosotros a la altura del río.





           Retomamos el camino bajo espléndidos ejemplares de haya, hasta llegar al puente de Arripas en menos de media hora más. Un puente que nos permite cruzar de nuevo a la margen derecha del río y poder disfrutar por segunda vez de su bravura, de sus prisas por llevar sus esencias a tierras bajas. Al ir dejando atrás el cauce del río el camino se va empinando y, en poco ya llegamos al desvío para visitar la cascada de la Cueva, que tomamos, naturalmente, para volver a tomar contacto con esas atropelladas aguas. De vuelta al sendero, para volvernos a asomar al río, esta vez para contemplar la cascada del Estrecho. Una hora desde el arranque. En cinco minutos nos incorporamos al GR 11, o Senda Pirenaica, que discurre por la pista del fondo del valle, la que nos va a conducir ya hasta el circo de Soaso. Pero vayamos poco a poco, que hay mucho que saborear.



            Seguimos por la pista, regada por algunas escorrentías de la generosa lluvia de estos días. Dejamos atrás el desvío para dar comienzo a la Faja de Canarellos. Justo al pie de las Gradas de Soaso, donde el camino que daba un respiro va a comenzar su ascenso para irlas superando, nos encontramos una placa conmemorativa del Meridiano 0, también llamado Meridiano de Greenwich, establecido en la Conferencia Internacional del Meridiano, convocada en 1884 por Chester Alan Arthur, vigésimo primer presidente de los Estados Unidos, en un afán de unificar los ya establecidos en uno de referencia internacional. Se trata de una línea imaginaria que une los dos polos, pasando por Greenwich, en concreto por el Real Observatorio de este distrito londinense. A diferencia de los paralelos que, como su nombre indica, lo son, los meridianos, al converger todos en ambos polos, no lo son, sino que podríamos imaginarlos como los gajos de una naranja. El principal paralelo es el Ecuador, que delimita la latitud (norte y sur), y el principal meridiano, la longitud (este u oeste). El de Grenwich atraviesa la península ibérica de norte a sur, pasando por Aragón, también de norte a sur. 


            En estos momentos, se podría decir que vamos casi perpendiculares a él, con rumbo NE. No estamos hablando injustamente de esas aguas que se precipitan por las gradas, y creemos que es momento de hacerlo. Para empezar, acudiremos a la toponimia. En el libro Ordesa, álbum ilustrado, naturaleza y cultura popular, escrito por Luis Miguel Bajén e ilustrado por Chema Agustín (Prames 2022), leemos: “Las gradas son escalones en el terreno, generalmente de estratos rocosos. Estas Gradas de O Suaso son formadas por el río Arazas en la Val de Arazas, conocida actualmente como valle de Ordesa”, y continúa: “Los suasos o soasos son zonas de yerba fina y de calidad que se reservan para engordar a los corderos y las suasas, las ovejas destinadas a la venta. Hay dos famosos suasos: O suaso de Linars, en Linás de Broto, y O Suaso d’Arazas, en Torla, cuyo uso es mancomunado con Vallivió, y donde están estas famosas gradas”. Pues ya tenemos el significado, de gradas, que estaba más o menos claro, y de saso, que igual no tanto, y que le da nombre a la porción alta del río, y a su espléndido circo, famoso por la cascada de la Cola de Caballo, a la que nos dirigimos.




            Cuando se cumplen dos horas desde el comienzo, ya damos por superadas las gradas, abriéndose a nuestra vista y espíritu ese saso de tasca fina, como mencionábamos, por el que discurrimos por un camino pavimentado artificialmente para que el personal no se salga de él, preservando de ese modo esos suelos tan ricos en nutrientes para el ganado, y más en las condiciones en las que están, henchidos de agua que, a su término, nos hace desviarnos del camino en alguna ocasión para evitarla. Finalmente llegamos al fondo del valle, al circo formado por Tobacor al NW y la sierra Custodia al SE. Al excepcional estado del río y de los barrancos que lo alimentan, se une el que nos encontramos auténticamente solos ante esta maravilla de paisaje, cuyas dimensiones y belleza nos abruman, así como lo hace también esa famosa cascada, cuya cantidad de agua se amontona precipitadamente impidiendo mostrar, en toda su amplitud el significado de su nombre. Colica de burro la hemos llamado cariñosamente en las ocasiones en las que apenas ofrecía agua, pero ahora, que recuerda esos momentos, nos ofrece orgullosa todo su poderío dándonos una lección diciéndonos aquello de “nunca dudes de mí”. Pues eso haremos, no dudar nunca de ella.


            Gran parte de los tres cuartos de hora que estamos contemplándola, los pasamos solos, lo cual añade un plus a la generosidad que estas montañas han derramado sobre nosotros hoy, último día de acceso a la Pradera en vehículo propio, ya que mañana comienza la campaña del bus. Todos los astros, pues, se han alineado para ofrecernos una jornada realmente histórica. La tierra mojada, la abundante agua, el aire puro, y la luz… la luz que lo cubre todo, que lo ilumina todo, justo en las horas, casi minutos, previos al tránsito de la primavera al verano, de Géminis a Cáncer, signos de aire y agua respectivamente, justo de lo que estamos rodeados hoy. También de personal, que comienza a hacer acto de presencia, invitándonos a marchar, aunque con duelo, pero con agradecimiento.



            Tres horas y veinte minutos, justo lo que, luego vimos, nos costaría llegar al punto de arranque en la Pradera. El regreso, que estaba pensado hacerlo por la ruta normal, se adaptaría a un cambio de última hora, al paso por el desvío para la Faja de Canarellos, huyendo del gentío que nos íbamos cruzando. Al contrario, por este sendero, apenas unas pocas gentes de marcado perfil montañero vs turista. Hora y veinte hasta terminar la faja en el puente del barranco de Cotatuero, habiendo pasado por hayedos primero y bajo los roquedos después. Este barranco, quizá el de más aporte al río Arazas, no era ajeno al estado general del valle, con un impresionante caudal que salpicaba al paso por el puente. Naturaleza en estado puro. Enseguida nos incorporamos al sendero que va, o viene, según le dé, de la Faja de Racón, y más arriba, de las famosas clavijas de Cotatuero, y ya en franco descenso, en cincuenta minutos más nos incorporamos a la pista de Soaso y su GR 11, a la altura del peirón de la Virgen del Pilar, restando tan solo unos minutos hasta terminar esta preciosa ruta en el punto de arranque.







            Una preciosa ruta, como decimos, enriquecida por una gran presencia de agua como hacía mucho, mucho tiempo que no sucedía, y que ha venido a paliar una pertinaz sequía que auguraba un más seco verano. Hemos recorrido el valle de principio a fin, hemos disfrutado con sus cascadas, hemos discurrido junto al río, y también nos hemos aupado más de mil metros sobre él, recorriendo 18 km en 6 horas y 40 minutos, salvando un desnivel acumulado total de en torno a los 1300 m D+/-.


Bibliografía:

El Parque Nacional de Ordesa. Santiago Broto Aparicio. Editorial Everest (1969)

Ordesa. Luis Miguel Bajén y Chema Agustín. Prames (2022)

Web:

Senderos FAM 

Enjoy Zaragoza  

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El Pirineo no se vende 





Las fotos siguen sin salir como a uno le gustaría

El track tampoco se ajusta a la realidad ni en el perfil ni en los desniveles