MEDIO AMBIENTE
Entrevista a Daniel Gómez
Doctor en Biología
Instituto Pirenaico de Ecología
Miércoles, 27 de mayo de 2020
En estos tiempos,
en los que parece que se pone en valor el trabajo de los científicos, nos
acercamos al centro que tenemos en Jaca, el IPE -Instituto Pirenaico
de Ecología-, integrado en el CSIC -Consejo Superior de Investigaciones
Científicas-, para conversar con uno de sus miembros, Daniel Gómez, Doctor en
Biología, que lleva años observando estrechamente el comportamiento de las
especies vegetales, muy sensibles al cambio climático, especialmente en las
montañas, principal escenario de sus investigaciones científicas.
P. Daniel, ¿desde cuándo formas parte del IPE y cómo fueron tus inicios?
R. Comencé a
colaborar sin ningún vínculo laboral en 1980 cuando inicié mi tesis doctoral bajo
la dirección del Profesor Pedro Montserrat y me incorporé como funcionario de
carrera en 1987. En ese periodo trabajé como “free lance” en distintos
territorios y temas de investigación que incluyeron la apicultura,
praticultura, la prospección florística y la cartografía de la vegetación.
P. A lo largo de
todo ese tiempo, tuviste algún cargo de responsabilidad, ¿no?
R. He formado parte
de la dirección entre 2006 y 2018 coincidiendo con el cambio al nuevo edificio
que ahora ocupa el instituto
"... fuimos el primer gran herbario europeo en completar la informatización..."
P. ¿Hay alguna
especialidad que se pueda unir en tu currículo de Doctor en Biología? Actualmente,
¿cuál es tu función, a qué te dedicas en el IPE?
R. Mi especialidad
es la flora de los Pirineos y más en general, la botánica y la ecología vegetal.
Tratando de buscar la aplicabilidad de la investigación (que ahora llamamos
transferencia), he participado o dirigido proyectos de ordenación y gestión de
zonas de montaña y planes de ordenación, sobre todo de territorios pastorales. Mi labor más intensa la he hecho en el "Herbario JACA" que es el tercero más importante del país tras los de Madrid y
Barcelona. Fuimos el primer gran herbario europeo en completar la
informatización (más de 300 mil plantas y 600 mil registros de flora) y editamos
la flora de Aragón “on line” con acceso al público en general y, recientemente,
la de los Pirineos.
"... se le debe a José Mª Albareda la elección de la sede en Jaca..."
P. Háblanos un poco
de sus primeras épocas, de esa Estación de Estudios Pirenaicos, de sus fundadores,
de los objetivos iniciales… También de cómo se han ido adaptando estos a los
tiempos.
R. Precisamente el
año pasado celebramos el 75 aniversario de la fundación de la Estación de
Estudios Pirenaicos que al cabo de pocos años pasó a ubicarse en Jaca para dar lugar
al Instituto de Estudios Pirenaicos y el Centro Pirenaico de Biología
experimental y, tras su fusión ya en los años 80 al actual Instituto Pirenaico
de Ecología. Es un largo trayecto con muchas personas e instituciones
involucradas que resulta difícil de sintetizar en unas pocas líneas. Quienes
estén interesados en conocer los principales acontecimientos de esta historia
que ha dejado una huella profunda en la ciudad, puede consultarla en el
semanario “El Pirineo Aragonés” o,
más en detalle, en un libro que editamos en 2018 con motivo de la efeméride.
Cabe resaltar el hecho de que un instituto como el nuestro se ubicara
precisamente en Jaca. Si se observa la localización de los centros de
investigación se ve que la mayor parte se sitúan en las grandes ciudades. Jaca
tiene que estar orgullosa de tener la sede del IPE, el único centro de
investigación especializado en ecología de montaña que existe en nuestro país.
Y para el CSIC, disponer de la sede de Jaca supone tener un punto de apoyo en
el corazón de los Pirineos.
En una perspectiva
“histórica” creo que cabe destacar el espíritu integrador y la vocación
internacional con la que el aragonés (de Caspe) y profesor de investigación José María Albareda diseñó el
instituto. A él se debe que Jaca fuera el lugar elegido y así se le reconoce en
la calle que tiene dedicada. Al margen de su categoría científica y capacidad
organizativa creo que cabe resaltar en la persona del Profesor Albareda el
espíritu de “reconciliación nacional” en los difíciles años de la posguerra con
que quiso impregnar el CSIC para que la investigación científica fuera la punta
de lanza en ese objetivo y el afán “internacional” en plena época de
aislamiento de nuestro país. Por este último objetivo la sede en Jaca se
potenció y se celebraron distintos congresos pirenaicos con carácter
transfronterizo.
P. Desde aquellos
ya lejanos tiempos de su fundación, ¿cuál habría sido vuestra aportación más
relevante para la ciencia?
R. Los Pirineos son
la segunda gran cordillera de Europa tras los Alpes y el segundo centro de
biodiversidad. Los resultados de estos 75 años de labor investigadora están
plasmados en la revista PIRINEOS que
edita el propio instituto desde los años 50 del pasado siglo y, además, en
centenares de artículos en revistas de investigación de todo el mundo. Como
resultado de esas investigaciones, el IPE es probablemente la principal
institución de referencia para la documentación de la cordillera pirenaica sobre
la geomorfología, el clima, la diversidad y muchos otros aspectos sobre sus
riquezas naturales sobre el “cambio global que incluye el Cambio Climático
ahora tan en boga.
"...la investigación científica exige universalidad, cooperación..."
P. Formáis parte del CSIC, ¿qué nivel de autonomía tenéis?
R. Administrativamente
y para la obtención de plazas y mantenimiento de las infraestructuras, dependemos
totalmente de ese organismo que es el mayor dedicado a la investigación en
nuestro país. Gozamos de total libertad para acometer líneas de investigación,
aunque lógicamente tenemos una historia que ha dado lugar a un patrimonio de
publicaciones, colecciones y conocimientos, una realidad natural en los
Pirineos y en Aragón que nos marca prioridades y oportunidades por su
proximidad. Además, hay líneas de investigación preferentes según marquen las
situaciones y problemáticas de cada época.
Aparte de esto,
nuestro organismo, como todos los que promueven la investigación, exige
resultados relevantes que den lugar a patentes o bien que se publiquen en
revistas de prestigio científico. Para conseguir financiar la investigación hay
que acudir a convocatorias competitivas nacionales o internacionales donde hay
que justificar el interés de los temas que se proponen y la capacitación de los
equipos solicitantes.
Pero la
investigación científica no pretende autonomía en el sentido de “separación”
sino todo lo contrario: universalidad, colaboración e integración con
científicos y grupos de investigación de cualquier lugar que coincidan en sus
líneas de trabajo y permitan abordar mejor los objetivos. No puede ser de otra
forma porque la ciencia, cada vez más compleja, requiere para su desarrollo el
acceso a la información que se genera en cualquier tema y en cualquier parte
del planeta.
"... el IPE tiene dos sedes, en Jaca y en Zaragoza..."
P. Hay otro centro del IPE en Zaragoza, ¿qué dependencia tenéis con ellos? ¿Hay
más centros de esta índole en España?
R. Ambos centros
conforman el mismo instituto; es decir, el IPE tiene dos sedes, una en Zaragoza
y la otra en Jaca; no hay ninguna dependencia y los grupos de investigación
están formados por investigadores de ambas sedes. Por cuestiones logísticas, la
dirección y administración radica ahora en Zaragoza y también hay allí mayor
número de personas; en parte, por la preferencia de parte de la plantilla de vivir
en la ciudad.
"... se lideran proyectos reuniendo equipos de los cinco continentes..."
P. ¿Qué tipo de
relación tenéis con otros centros similares en el ámbito internacional?
R. Los proyectos de
investigación son, en muchos casos, transfronterizos y este hecho supone una mayor
oportunidad de conseguir financiación para esos proyectos y abordar objetivos
más ambiciosos. Por ejemplo, uno de los proyectos actuales del instituto,
liderado por la Dra. Sara Palacio que es investigadora en la sede de Jaca,
reúne equipos de los cinco continentes y aborda el estudio de ecosistemas
similares en España, EEUU, México, Argentina, Irán, Turquía, Australia y Sudáfrica
entre otros países.
P. Decías que hace poco habéis celebrado un aniversario redondo en el IPE...
R. SÍ, el 75 aniversario;
así que los jóvenes del instituto son ya la cuarta generación de investigadores
y técnicos en el estudio de los Pirineos y otras cordilleras.
"... dos grandes grupos de investigación, con unos 20 científicos..."
P. ¿Cómo está
estructurado el instituto? ¿Con cuánto personal cuenta el centro? ¿Qué es lo
que hacéis?, investigaciones, divulgaciones, publicaciones…
R. El IPE tiene
actualmente dos grandes grupos de investigación, uno que se centra en la conservación
de los ecosistemas naturales, la biodiversidad y la restauración ecológica y el
otro que estudia el Cambio Global y el Cambio Climático abarcando distintas
escalas de tiempo. Además de los investigadores –unos 20- hay personal técnico
y administrativo, becarios que realizan sus tesis doctorales, personas
contratadas que participan temporalmente en los proyectos de investigación. En
conjunto y en las dos sedes, alrededor de cien personas.
"... de ignorados a encumbrados..."
P. Creo bastante
extendida la opinión de que una institución de este tipo es algo opaco, que
está compuesta por un grupo de "cerebritos" que se pasan la vida
investigando, haciendo informes y como que pasáis desapercibidos. ¿Os sentís
vinculados a la sociedad? ¿Qué utilidad tiene el centro para el conjunto de la
ciudadanía? ¿Con qué argumentos os gustaría daros visibilidad?
R. Es cierto que,
durante mucho tiempo, la investigación científica, más allá de la aplicación de
sus resultados, ha permanecido alejada del gran público. Esto ha sido así en
parte porque los propios investigadores no sentían la obligación de divulgar
sus trabajos y porque la propia sociedad mostraba poco interés en conocerlos.
Sin embargo, esto ha cambiado radicalmente en los últimos años con el interés
de los medios de comunicación, sobre todo en relación con los avances en
medicina, en el cambio climático y, en estos momentos, en la pandemia. La
imagen de los científicos por parte de la sociedad ha pasado ahora, de ser
ignorada a encumbrada. Todos los extremos suelen resultar inadecuados.
En el IPE
realizamos cada vez más actividades de participación en foros de discusión,
patronatos, etc... y divulgación. Tenemos redes con más de doscientos colaboradores
en nuestro trabajo en lo que se denomina “ciencia ciudadana” y que son
imprescindibles para realizar algunos proyectos de investigación. Hay varias
personas en Jaca que forman parte de estas redes y otros que colaboran muy
estrechamente en la prospección de terreno aportando valiosos datos,
fotografías, etc.
"... la ciencia surge de la curiosidad..."
P. Siempre me ha llamado la atención vuestro trabajo. Supongo que habrá líneas
de investigación permanentes, pero también las habrá ocasionales, incluso
nuevas, ¿cómo y de quién surge la necesidad?
R. La ciencia en
general surge de la curiosidad por comprender lo que nos rodea, por tratar de
responder a las grandes preguntas que nos hacemos como especie desde la noche
de los tiempos. Somos una especie “curiosa”. Esta propiedad es quizás uno de
los principales rasgos que nos define como especie y una cualidad que los
científicos tienen que tener muy desarrollada junto a la capacidad de
imaginación que también comparten los artistas. Al margen de esta finalidad
primigenia que define la “ciencia básica”, las líneas de investigación se
actualizan tratando de responder a los retos que aparecen en cada momento. Esto
también supone que la ciencia tiene sus “modas” y que no está libre de “intereses”.
En general, podemos enmarcar nuestra tarea en el objetivo de tratar de entender
cómo funciona la naturaleza, sobre todo en las interacciones entre el medio
físico (geología, topografía, clima) y el biótico (flora, fauna, usos humanos)
con el objetivo de fomentar su conservación que es condición “sine qua non”
para nuestra propia supervivencia y para tratar de mantener y mejorar las
prestaciones que esa naturaleza nos da, lo que ahora se denomina “servicios de
los ecosistemas” que incluyen bienes materiales, culturales y espirituales.
"... hay que tratar de suplir las carencias con el esfuerzo..."
P. ¿De qué modo os
han afectado los recortes de la última década? ¿Se ha quedado algún proyecto
importante inconcluso? ¿Cuáles son los principales proyectos en los que estáis
inmersos en estos momentos? ¿Y algún otro de inminente acometida que se pueda
desvelar?
R. Los recortes
atañen a todas las actividades y en todo momento (sistema sanitario, judicial,
enseñanza…). Creo que, mirando los déficits en estos otros sectores, hay que
quejarse solo lo justito y entender cuáles son las prioridades de la sociedad
en cada momento. En nuestro campo de trabajo de la ecología, hay que tratar de
suplir las carencias que siempre están allí con el esfuerzo, la pasión y la
imaginación, como hicieron muchos de nuestros predecesores tantas veces. La
investigación es un trabajo pasional, no se cuentan las horas de trabajo y, en
general, no se persiguen intereses económicos a nivel particular. La
deficiencia más grave que tenemos es la del relevo generacional; hay muchos
jóvenes investigadores muy bien preparados que han tenido que ir a trabajar a
otros países y tienen una difícil perspectiva para su reincorporación por la
escasez de plazas que se dotan. Es una pérdida de “material humano” en cuya
formación el país ha invertido mucho esfuerzo y ahora no se puede rentabilizar.
Nuestras
principales líneas de trabajo tienen que ver con el conocimiento y la
conservación y restauración de la naturaleza y con el cambio global resultante
de nuestras actividades. En el instituto hay numerosos temas de investigación
en marcha que no puedo detallar en poco espacio. Quienes tengan curiosidad por
conocerlos quedan invitados a las jornadas de puertas abiertas que se hacen
cada año y en las que se explican esos proyectos.
P. Por la situación que vivimos de alerta sanitaria, parece que se está
poniendo en valor en la opinión pública la labor de los investigadores, ¿hay
alguna aportación específica de este centro a la actual situación?
R. Algunos
investigadores vinculan la expansión de ciertas plagas al deterioro ambiental
del planeta y, en algunos casos, al cambio climático. Eso creo que no está todavía
muy claro en la actual pandemia, aunque
sí que se conoce en la propagación de otras enfermedades. La crisis ambiental
en la que nosotros trabajamos y que ahora ha pasado lógicamente a un segundo
plano, sigue allí y habrá que volver a preocuparse por ella en cuanto se relaje
el actual estrés porque tiene implicaciones de todo tipo y también
oportunidades para el desarrollo. Hay muchos retos, también a escala
socioeconómica y sanitaria, en la investigación medioambiental.
P. ¿Se ha visto
alterado vuestro trabajo por la situación actual?
R. Una parte
fundamental de la investigación consiste en reflexionar y escribir y eso se
puede casi hacer en todo momento y lugar. Incluso creo que el “confinamiento”
ha servido para potenciar estos aspectos. La toma de datos en el campo y
algunos experimentos en marcha sí que se han visto afectados lógicamente.
"... la creciente dependencia de la tecnología ofrece grandes oportunidades..."
P. Llevas toda una
vida dedicada a esto. ¿Cómo ves el porvenir de la institución? ¿Es atractivo
este trabajo para las futuras generaciones de científicos?
R. No me veo capaz
de imaginar el futuro. Ya resulta bastante complicado tratar de interpretar el
presente y analizar el pasado. Además, soy bastante escéptico con los
“escenarios de futuro” cuyo diseño ahora está muy en boga; siempre tengo en
mente la frase de Keynes de que cuando
parece que llega lo inevitable, surge lo imprevisto. ¿Cuántos fueron
capaces de imaginar hace apenas tres meses la pandemia y sus consecuencias?
Lo que sí creo que
nos debe hacer reflexionar es el hecho de que el gran avance científico y
tecnológico de las últimas décadas discurre de forma paralela al aumento de
nuestra vulnerabilidad como especie y como sociedad. Esto nos debería hacer ser
más humildes, menos arrogantes en cuanto a nuestro “dominio de la naturaleza”. Sin
querer ser catastrofista, imaginen que la presente crisis hubiera coincidido
con un periodo de sequía como los que ocurren periódicamente o que hubiera un
colapso de internet o de los sistemas GPS que son escenarios también reales. La
creciente dependencia de la tecnología ofrece grandes oportunidades, pero
también nos puede hacer más débiles.
En cualquier caso,
la ciencia siempre es atractiva para determinados jóvenes y el afán de
descubrir, conocer, y tratar de comprender nos acompañará siempre; aunque,
desde luego, el camino que tienen que seguir los jóvenes investigadores es
arduo, sacrificado e incierto como he comentado antes y por tanto, es necesario
paliarlo con mucha vocación. Pero nunca fue fácil.
P. ¿Hay alguna
cuestión más que quieras compartir con los lectores de Jacetania Express?
R. Como botánico y
humilde conocedor del territorio gracias a mi labor profesional, me permito recordar
a quienes vivimos en este territorio la calidad y extensión del entorno natural
que nos rodea. Caminar por la naturaleza y observarla atentamente es una práctica
muy recomendable en los planos físico e intelectual y nos ayuda a recuperar la
ancestral relación emotiva con la Naturaleza para comprender que formamos una
misma realidad.
No quisiera
despedir este encuentro sin recordar algo que a Daniel se le suele oír en sus
charlas, tanto de aula como sobre el terreno, y que referido a las plantas dice
que “… como seres individuales no se
mueven de su sitio, pero sí como especie…”, dando a entender su labor
colonizadora, para bien o para mal, se podría añadir, y lo sensibles que son al
cambio climático.
Nos
sentimos muy orgullosos de tener en nuestra ciudad este gran centro de
investigaciones científicas, único en su especialidad en todo el país, y
agradecemos finalmente la colaboración de Daniel, con la que esperamos haber
contribuido a dar visibilidad a este colectivo, en íntima relación con el
medio, y ocupado en poner de manifiesto que el comportamiento del ser humano
tiene consecuencias en las múltiples manifestaciones de la vida allí afuera.
Una vida muy sensible a nuestra conducta, que deriva en no ser conscientes de
que formamos parte de ella, con la consiguiente pérdida de respeto,
consideración, admiración, agradecimiento, protección y amor, en suma, hacia
esa naturaleza que nos da la vida. Unos ecosistemas frágiles, agredidos
constantemente, y que tratan de adaptarse con gran esfuerzo para poder
sobrevivir, porque en definitiva la vida, a pesar de todo, siempre se abre
paso, dándonos lecciones de resiliencia, cuya observación está siempre a nuestro
alcance a través de una buena lectura de ese Gran Libro de la Naturaleza
Viviente.