domingo, 27 de julio de 2014

Leo evolutivo

LEO evolutivo
22.jul.14 21:41
23.ago.14 04:46
(hola solar)



            Con Leo nos situamos en el centro del verano. Como venimos haciendo, tras definir con sendas frases sus arquetipos involutivo y evolutivo, pasamos a dar unas pinceladas de lo más destacado atendiendo al nivel de evolución del individuo.




            El Arquetipo Involutivo es: “que existan otras formas, yo rijo porque soy yo”, porque el individuo de Leo busca su propia individualidad, su propia autoconciencia, su propia autopercepción, que necesita para su propio conocimiento.  El Arquetipo Evolutivo es: “yo soy ese y ese soy yo”, que para poder superar su sentido de la ambición y del poder, tiene que desarrollar cualidades positivas, como impersonalidad, tolerancia y eclecticismo, que le ayuden en el sentido de la colaboración y el humanitarismo.

            El Tipo Inferior de Leo es un tipo poco integrado, su alma joven le propicia debilidad de carácter, y poca conciencia de su voluntad, dejándose llevar fácilmente por sus sensaciones y dispersiones. Conforme va madurando va adquiriendo fuerza y poder, pudiendo llegar a un alto nivel de vanidad y ambición. Orgulloso de sí mismo, con sentimientos de grandeza, y exceso de autoestima. Generalmente siente inseguridad internamente, por lo que busca gran apoyo social, necesita ser apreciado, admirado. Necesita ser el centro de atención, ser exhibicionista, destacar, brillar, para lo que no duda en despreciar o ridiculizar a los demás. Necesita permanentemente alimentar su ego, recurriendo si es preciso a una dramatización pública de las situaciones con tal de atraer la atención de los demás. Ampuloso y snob, combativo y tiránico si ve peligrar su prestigio. De pasiones intensas, la gran efusividad de su cuerpo astral, le impide tener lucidez en sus percepciones mentales, mermando su objetividad y sentido crítico.

            El Tipo Medio de Leo es un individuo fuerte y sano que va al encuentro de la vida, confiado, feliz, natural, con abundancia vital, seguridad en sí mismo, audacia, dominio y sana ambición, que le moviliza su fuerza interior al servicio de una pasión, que se convierte en el alma de su vida, en el centro de su existencia. Ambicioso pero no despiadado, inclinado a los grandes negocios, y a destacar en política. Busca su propia identidad, madurando poco a poco conforme la va consiguiendo. Alto sentido del poder, del mando y de la jerarquía, del honor y de la dignidad personal. Recto, responsable y cumplidor de su palabra, llega al corazón de los demás. Noble, sincero y franco. Detesta la infidelidad, tanto de colaboradores, como de amigos, incluso de la pareja. Va a lo grande, descuidando un poco los detalles. De gran agilidad y discernimientos mentales, que con su excesivo fuego temperamental, impide que en ocasiones tenga paciencia para los cuidadosos procesos lógicos y racionales.

            El Tipo Superior de Leo, llega a ser consciente cuando cree en el propósito del alma, de una vida auto programada y dirigida en el desarrollo de su propia personalidad y de volcarse en los demás. Es consciente de su protagonismo en ese plan. No acepta fácilmente medidas disciplinarias impuestas, sino que acude siempre a su auto disciplina. El despotismo manifestado en etapas anteriores, se convierte en dominio sobre sí, en temple y en orientación hacia lo moral y espiritual. La voluntad de iluminar le impele a ese autodominio y el intelectualismo positivo a una voluntad encaminada a regir y dominar, en el buen sentido de la palabra. Esa superación del poder egoísta del hombre insanamente ambicioso le produce un cambio gradual del enfoque de la atención, apartándose de “aquél que permanece solo”, proyectándose en el ambiente grupal. Cuando sabe renunciar a su egocentrismo, se hace sensible a las condiciones del mundo, y su conciencia individual pasa a transformarse en conciencia altruista que le convertirá en servidor mundial.

            Bien amig@s. Así son ell@s y así hay que quererl@s. Muchas felicidades a l@s Leo y que este tránsito os sea propicio a tod@s vosotr@s.



                 
                El orto del sol al comienzo y final de Leo, es (hora solar):
22 de julio           amanece 05:03
23 de agosto      anochece 19:01

                Las lunas de este mes de Leo, son (hora solar):
·         Nueva, en Leo                                Sábado, 26 de julio, a las 22:43
·         Creciente, en Escorpio                 Lunes, 4 de agosto, a las 00:51
·         Llena, en Acuario                           Domingo, 10 de agosto, a las 18:10
·         Menguante, en Tauro                     Domingo, 17 de agosto, a las 12:27

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Fuente del texto: Apuntes extractados de Antroponomía y Vitacultura
Imágenes: Extraídas de diversas web


sábado, 26 de julio de 2014

Tres refugios, tres valles, un corazón

AQUERAS MONTAÑAS
TRAVESÍAS VARIAS JORNADAS
Ruta 3 Refugios
Martes 15 a jueves 17 de julio de 2014




            De nuevo al monte. En esta ocasión con un mucho más reducido, pero selecto grupo. Con Sara y Javier nos vamos a dar la vuelta al macizo del Posets, ese anillo marcado como GR 11.2, una variante de la Senda Pirenaica que sin hacer cumbres visita los más altos puertos para cambiar de valles, de cuencas, de aires, para cambiar de paisaje. Y lo hacemos en una semana en la que hay un brusco cambio en lo meteorológico. Se han alejado las borrascas que nos acariciaban, llegando incluso hasta el azote, dejando libre un pasillo por el que se está colando una lengua infernal de tórrido viento sahariano, que incluso por estas alturas se deja notar en las horas centrales del día, y estamos pensando en un amplio espectro de ellas. Fagüeño le llamamos en el Valle del Ebro a este viento sureño. Entraremos y saldremos por el puente de San Jaime, en las puertas del valle de Estós, incorporándonos al circuito en el ibonet de Batisielles, de modo que haremos el giro en el sentido de las agujas del reloj, es decir, anticiclónico. Sí, tres valles y un corazón, acompasado su latido con el del paisaje de estas montañas. Todo ello en el Parque Natural de Posets Maladeta, del que participa otro espacio natural protegido, el Monumento Natural de los Glaciares Pirenaicos. Venga, al turrón.





Abrazados al río
            Primera jornada. San Jaime – Batisielles – Collado Pllana – Ref. Ángel Orús. Ayer llegamos a Benás (patué de Benasque), y nos alojamos en la Escuela de Montaña, uno de esos lugares en donde capacitan a la juventud que quiere dedicarse profesionalmente a este duro y bonito oficio que es el de Guía de Montaña. Nos dirigimos hasta el aparcamiento arriba del puente de San Jaime, para incorporarnos desde aquí a esta extraordinaria vuelta. Siete y media de la mañana, y con un solo dígito en el termómetro. Vamos.

Andanzas por el bosque
            Obviando el efecto cemento de la primera visual al poco de entrar en el valle, todo por aquí está que se sale. Las coronas de rey terminando su floración, y su vida, en consecuencia, nos saludan al pasar. La vegetación está exuberante, y el agua sale por doquier. Se atropella en el río Estós, tiene prisa por marchar… y por volver. Parece como si los montes no se miraran el calendario. Palanca de Aiguacari, cabaña de Santa Ana, esa imagen del río y su dulce ribera derecha que nos roba el alma cada vez que pasamos, colgada de los pináculos del Perdiguero y de la tuca Gargallosa. Fuente Coronas, con su sol y su luna, con su padre y su madre. Ya lo tenemos todo, sólo falta llegar al desvío.


El rosario de ibones de Batisielles
se suceden en la ascensión
          Llegamos. Y lo tomamos. Una hora desde el arranque, y nos dejamos acariciar por el bosque y su sendero. Esto se empina. En poco menos de otra hora llegamos al ibonet de Batisielles. Es un lugar habitado por los dioses, porque de haberse ido se lo hubieran llevado. Ya lo hemos escrito en otras ocasiones, y no somos capaces de mejorarlo. La conjunción de este pequeño ibón, en un entorno boscoso, con las tucas de Ixeia empinadas para asomarse en él, hacen de este espacio un lugar como pocos en el Pirineo. Un lugar, decimos, en el que nos topamos con el anillo del GR 11.2 para incorporarnos a él dirección sur. Al NW se iniciaría en sentido contrario, es decir, hacia el refugio de Estós, por el que pasaremos en dos días. Junto al lecho de agua discurre la senda para subir a los ibones de Escarpinosa, que ahí se queda.

Duras rampas
            Dejamos la cabaña atrás y seguimos. Unos caminos de piedra nos van indicando ya que la amabilidad del reino vegetal se va quedando atrás, que la amabilidad del bosque se va quedando atrás, anunciando que entramos en la tiranía del mundo mineral, del mundo granítico, duro, áspero, que nos va a acompañar a lo largo de toda la jornada de hoy. Bajo la mirada indiferente de las tucas de Ixeia, vamos discurriendo poco a poco por este extraordinario valle de Batisielles, partido en dos por las agujas de Perramó, cuya base vamos alcanzando y que dejamos a la  izquierda, no sin antes haber llegado a ese otro ibón, el grande, el rey, el Gran Batisielles, a una hora del príncipe. Un amable corro vegetal nos saca de este entorno de agua, y nos mete en la dura piedra. Un puñado de pino negro lucha por sobrevivir, consiguiéndolo la mayoría. Duras rampas. Nuevos ibones. Nos encaramos ya a subir al collado, que alcanzamos al cabo de cinco horas y cuarto desde el arranque.

Abandonando el mundo Batisielles
            Desde aquí, collado de la Pllana, una última mirada al mundo Estós, al mundo Batisielles, al mundo Maladetas al fondo. Todo se queda atrás. Por delante el mundo Grist (patué de Eriste) se abre a nuestra vista y a nuestros pies. Un amplísimo circo que tenemos que recorrer para llegar a nuestro destino de hoy, que ya tenemos a nuestro alcance… pero sólo visual. Vamos perdiendo altura. Ibón de la Pllana. Y al llegar al de Grist, no podemos dejarlo escapar. Nos llama, nos enamora, nos cubre. No podemos por menos que darnos un capucete en sus heladas aguas… pero habiendo sol, poco importa. Un sol que ya nos va haciendo guiños, que ya se esconde de sí mismo en las nubes que va formando. Un juguetón, este sol.



Posets, con un rosario de ibones a sus pies
            Más raté estaríamos, pero no puede ser. Seguimos. Una hora más hasta el cruce donde dejamos el circuito para acercarnos al refugio, al que damos alcance en otra media. Hemos llegado. Casi ocho horas y media desde el arranque han bastado para recorrer un entero valle de Batisielles y el circo completo del de Grist. Se activa el protocolo. Recepción, ducha, algo de colada, terracita, cerveza, contemplación del panorama, incluidas unas negras nubes cada vez más espesas… y la mula Francis, comebancos, que no deja de perseguirnos. Cena y a dormir. Primera etapa: San Jaime – Collado Pllana – Ref. Ángel Orús. Distancia: 14,9 Km. Tiempo total: 8h 25'. En movimiento: 5h 40’. Desnivel positivo acumulado: 1.675 m. Negativo: 880 m.





Canal Fonda
          Segunda jornada: Ref. Ángel Orús – Collado Grist – Ref. Biadós. La mañana amanece despejada, y nada fresca. Veremos. En los planes estaba el subir hoy el Posets por Canal Fonda, pero el desgaste de ayer aconseja dejarlo para una mejor ocasión en la que se acometa fuera de la travesía. Algo pasadas las siete, y con la foto de salida hecha, nos disponemos a desandar el camino de ayer hasta el cruce, en el que nos reincorporamos al circuito. Unas duras rampas nos meten en el barranco, que se va abriendo bajo la atenta mirada de una luna que ha madrugado más que nosotros y que cansada ya se va a dar lección a otra parte. Un hoy manso barranco que ha tenido sus momentos, como indica una retorcida y atormentada palanca metálica que convertimos en plató fotográfico.

El ibón duerme bajo los hielos
            Pasamos por la entrada a la Canal Fonda, que hay que adivinar, porque le falta la señalización. Y pasamos también justo por enfrente de esa canal que enseña sus fauces por las que hay que pasar para subir a la segunda cumbre pirenaica, al Posets, o tuca Llardana. Pero eso será en otro momento, y bien desde aquí, desde Biadós o desde Estós. Habrá que ver. Seguimos en nuestro camino, que nos lleva al ibón de Llardaneta, al que llegamos una vez cruzamos un bravo barranco que baja de este gran macizo, y que es a partir del que se va nutriendo aquel por el que vamos viniendo, porque lo asombroso es que el ibón no tiene su salida natural por aquí, sino por el lado contrario, es decir, hacia el interior del circo.



Un respiro en la cresta
            En una de las orillas, provista parcialmente de nieve, igual que la lámina de agua, hay unas campas de las que sale una buena cuadrilla de gente joven con pinta de haber pernoctado. Es una escena poco habitual, la de ver a la juventud por las montañas, y nos alegramos de ello. Momento relax, refrescón y bocao, que hay que acometer la dura subida de hoy, la del puerto, la del collado de Grist, que hacemos por el canto derecho subiendo, con el único apoyo de unos descompuestos esquistos, y que es preferible a las zetas de un sendero poco definido por su enorme inestabilidad. Corta pero intensa esta subida. Media hora. Al no haber subido al Poset, parece que los pies se resisten en no seguir hacia arriba, y con Javier nos encaramamos a la cresta en dirección al pico de la Forqueta, que no alcanzamos por haber perdido visualmente a Sara en el collado, y pensar que nos iba a llevar como una hora más. Así es que, de nuevo al collado destrepando lo trepado.

Bajando el nevero
            Tres horas largas calculamos que nos quedan todavía de descenso. Neveros que no eludimos aceleran nuestra bajada, hasta llegar a un gran plató, desde nos asomamos al ibón de Millás y aprovechamos para echar otro bocao. De nuevo sobre nuestros pasos para acometer otro gran tramo de bajada, que es por sendero pendiente y descompuesto, hasta el cruce para visitar los ibones de Millás y Lenés, que dejamos de lado. Arroyo cerca, calor, ecuación perfecta para refrescar los pies. Seguimos, y ya en poco volvemos al mundo vegetal, siempre más amable. Grandes extensiones de rododendros floridos nos acompañan en nuestro descenso hasta el barranco que viene de los Espadas a rendir cuentas al de la Ribereta. Lo cruzamos y nos volvemos a meter en el bosque, ya hasta dar con la cuenca del Cinqueta de Añes Cruzes, cuya palanca cruzamos para subir a Biadós. A Biadós y sus granjas, que atravesamos hasta llegar al refugio.

Atardeceres de Biadós
            Dos y media de la tarde. Calor. Refugio más amigable. Gentes más amigables. Entorno más amigable. Nos acomodamos, y a echar la tarde entre duchas, tendedores, paseos, estiramientos y contemplación, mucha contemplación, faltaría más. Ocho de la tarde, hora de la cena, a la que había quedado en llegar Josemari con un amigo. Ni se presenta a las ocho ni con un amigo, que lo hace algo más tarde y con dos. Bienvenidos. Llevan idea de subir mañana a algún pico de los tres Grist. Es en el cordal de la Forqueta, en la que hemos estado cerca esta mañana. El refugio petado. El comedor petado. A cenar, hablar de monte, y a reír, tres ingredientes básicos que no pueden faltar en un lugar como éste. Segunda etapa: Ref. Ángel Orús – Collado Grist – Ref. Biadós. Distancia: 12,8 Km. Tiempo total: 7h 30'. En movimiento: 4h 40'. Desnivel positivo acumulado: 1.100 m. Negativo: 1.490 m.  




Subiendo por Añes Cruzes
            Tercera jornada: Ref. Biadós – Puerto Chistau – Ref. Estós – San Jaime. Las primeras luces del alba se cuelan por entre las renclijas que a una vieja ventana le va dejando el tiempo. Afuera, el sol quiere comenzar a bañar el macizo por el otro lado, como todos los días. Por allí le saluda, y por aquí se despide. Es de costumbres fijas. Desayunamos los seis. Nos hacemos fotos los seis, y cada trío a su camino, que hoy son opuestos. Por nuestra parte, la subida por el barranco del Añes Cruzes se va haciendo tranquila, en principio no hay grandes desniveles, hasta tener que superar un salto de agua, y que una vez conseguido, el sendero nos deja ya en el plató donde giramos bruscamente hacia el este, para acometer las duras rampas iniciales en busca del puerto de Chistau, al que llegamos cruzando también algún nevero.

Valle de Estós
            Hora y media hasta el plató, y otra larga hasta aquí. Estamos en la divisoria entre Añes Cruzes y Estós. Un mundo se cierra y otro se abre. Calima en los horizontes. La sudada es considerable. Banderas al viento. Bocao, y para abajo, que otros varios neveros nos esperan. El primero de ellos, al límite de poner crampones. Con sumo cuidado se pasa. Los siguientes, más bajos, con nieve más blanda, con menos caída, mejor pisados, se pasan bien.

Entre flores
            Al entrar al reino vegetal, un inmenso manto de flores nos sorprende, el tímido verano no termina de instalarse y también sorprende a la vegetación en pleno apogeo. Una auténtica sinfonía de colores y aromas hace las delicias del caminante, que hasta aquí viene sin ver agua en este barranco de Estós que únicamente es el de Clarabide el que comienza a alimentar el río que poco a poco se va formando, recogiendo las agua que surgen sin pedir permiso de las laderas. Espectaculares las fauces de este barranco del Clarabide, sí. Remojón y bocao.


Admirando las fauces del
barranco de Clarabide
            Enseguida nos metemos ya en el bosque y llegamos al refugio de Estós, en el que teníamos previsto quedarnos esta noche, pero debido a la corta etapa de hoy y la de mañana, optamos por seguir. Cabaña del Turmo, desde donde tenemos ya pista, que burlamos para meternos en los miradores de las Gorgas Galantes. Son tres, y el primero de ellos está situado por encima de ellas, justo en un puente encima de la primera cascada. Espectacular. El segundo y tercero ya están más abajo, tomando otra perspectiva de los saltos de agua. Y ya todo es bajar y bajar por la pista entre el bosque, con más gentío a medida que nos vamos acercando. Aigüeta de Batisielles y cruce por el que nos metimos hace tres días. De modo que a partir de aquí repetimos camino, pero a la inversa. Fuente Coronas, con su sol y su luna, cabaña de Santa Ana y embalse, que nos da paso ya al aparcamiento, donde nuestros pies se liberan de las botas… que ya tenían ganas. Tercera etapa: Ref. Biadós – Puerto Chistau – Ref. Estós – San Jaime. Distancia: 20,4 Km. Tiempo total: 7h 55'. En movimiento: 5h 45'. Desnivel positivo acumulado: 1.390 m. Negativo: 1.780 m.



            Tres días. Tres intensos días cabalgando por puertos y caminos, por mantos vegetales y por duras piedras, entre el cielo y la tierra, disfrutando de la luz, del sol, y del agua de barrancos e ibones. Tres días y un corazón, como decíamos al principio, porque hemos acompasado nuestro latir con el del paisaje, un paisaje que hemos tratado de dibujar y de humanizar. Un paisaje de la alta montaña pirenaica, exigente, duro, pero franco, que nunca defrauda. Por estos caminos se ha quedado nuestro sudor y las ganas que teníamos de ello. Pronto las recuperaremos de nuevo para seguir disfrutando entre amigos. Tres días, decimos, en los que en total hemos recorrido más de 46 km, en 23h 50' de tiempo total, de las que más de 16 han sido en movimiento, para salvar 4.160 metros de desnivel positivo acumulado, y los mismos en descenso. Varias veces hemos hecho esta ruta, siempre igual, siempre distinta. Sólo resta agradecer a Sara y Javier la compañía, la amistad y los momentos vividos.




El reportaje completo de fotos, en:

lunes, 21 de julio de 2014

Ribagorza sin fronteras

AQUERAS MONTAÑAS
TRAVESÍAS VARIAS JORNADAS
Ruta 3 Valles
Lunes 7 a viernes 11 de julio de 2014



            Cuando se apagan las luces de los sueños y se encienden las del camino sólo nos queda recorrerlo. Así podríamos comenzar esta nueva historia. Una historia compartida por una zona histórica de nuestro Pirineo. Una historia compartida por una Ribagorza sin fronteras. Una historia compartida por tres de sus numerosos valles. Una historia, compartida, en definitiva, entre un numeroso grupo de jóvenes viejos, o de viejos jóvenes, como prefiráis, pero con un corazón que se acompasa para latir unido en torno a esta pasión de andar, de ver, de conocer, de reír y de disfrutar de este gusto por las montañas, por estos viejos condados, a través de una ruta organizada por la agencia Free Flocks, de Pont de Suert, ese fluir libre que nos ha permitido unir, en sentido ciclónico, los valles de Bohí, Barrabés y Castanesa. Vamos.





            Primera jornada. El Pont de Suert – Erill la Vall. Con la tradicional burla al colesterol en forma de blanco por fuera y amarillo por dentro, como dice la adivinanza, 18 de los 23 iniciales, pero todos en el corazón, partimos del hotel Cotorí de El Pont de Suert, con la promesa de volver al cabo de cinco días, y de hacerlo, además, con el mismo entusiasmo y con la misma alegría que ahora, pero también con más conocimiento del medio y de las personas con las que vamos a compartir caminar y camino. Esta primera etapa discurre abrazados al Camí de l’Aigua, uno más de los Caminos Naturales que tenemos a nuestra disposición en todo el territorio nacional, y que señalizada con vistosa cartelería metálica de color granate hace fácil su seguimiento.

Grandes seres
            Partimos pues, tras la foto de familia, de uno de los puentes que une ambas orillas de esta Noguera Ribagorzana, que pronto abandonamos para seguir por uno de sus vástagos, dicen que el principal, por la Noguera de Tor. Una vez fuera del casco urbano, travesía de la carretera incluida, nuestros pasos se encaminan ya por agradable sendero, en dirección a Caldes de Bohí, y en una hora pasamos por uno de los puntos, sin duda, con historia. Se trata de la Ermita del Remei, un conjunto de pequeña capilla, casona en ruinas y románico puente, el del Castillo de Tor, buen escenario para una foto de grupo. Un par de horas más de robledal y de lluvia nos sacan del bosque a la carretera de Irán, donde aprovechamos para echar un bocado y airear nuestras prendas. Seguimos dirección descendente, y al poco de nuevo al sendero, que en otra hora y media nos lleva hasta el Salencar de Barruera, un pequeño oasis junto a ese ensanche artificial del río que ha ido alojando los sedimentos de su vida a raíz de la construcción de la presa de Cardet, y que es un comportamiento ejemplar de la naturaleza para adaptarse a las agresiones del homo sapiens (¿??). Bocao y trago… y que la bota no pare…

Viejos condados en el más viejo
aún reino del granito
            Un largo paseo domesticado a la ribera del río nos lleva hasta Barruera, donde un curioso monumento a base de una gran roca madre de granito, de la que maman diez chicorronas, nos recuerda que estamos no sólo en la Vall de Boí, sino también en su municipio, a uno de cuyos núcleos hemos llegado, y al que nos acercamos para ver, aunque sólo por fuera, su iglesia románica de San Feliu (S XI y XII). Una hora más de incómodo pisar por los bolos de la orilla del río, y tras ser engullidos por un tubo intestino metálico bajo la carretera, y cuyos peristálticos movimientos corren por nuestra cuenta, nos acerca ya a destino.

Santa Eulalia, en Erill la Vall
            Llegamos a Erill la Vall, y no  nos es difícil acercarnos, es más, nos lo pide el cuerpo, a su iglesia de Santa Eulalia, bello ejemplo del románico de estos valles, con su esbelta torre de 6 pisos, que visitamos uno por uno, y donde tenemos ocasión de ver el entorno a través de sus ajimezadas ventanas. En el portal de entrada a la iglesia, reposan apoyadas en la pared como una cincuentena de grandes antorchas cuidadosamente arregladas, y que entre esta jornada y la siguiente terminaríamos comprendiendo su significado y utilidad. El interior del templo es pequeño, pero repleto de antiguos objetos robados a la historia, con unos paneles informativos, a los que no se les hace mucho caso, pues los cicerones Maribel y Luis se encargan de ponernos al corriente. Estamos hablando de un monumento histórico-artístico desde 1962, y que ha ido reencontrándose con su cronología constructiva gracias a unas excavaciones arqueológicas en su subsuelo y alrededores, que le han afianzado su identidad.

            Casa Pernallé, a la que llegamos guiados por una mocica homónima de la santa del lugar. Buena cena. Buena compañía. Buena armonía. Primera etapa: El Pont de Suert – Erill la Vall. Distancia: 19,7 Km. Tiempo total: 7h. En movimiento: 4h 55’. Desnivel positivo acumulado: 1.293 m. Negativo: 883 m. (según mi GPS. Y 849 y 436 según la agencia).





Largas sombras a primera hora
            Segunda jornada: Erill la Vall – Aneto. La mañana está serena. Las lluvias quedaron atrás. Salimos para enfrentarnos al barranco del Basco, previo al Port de la Gelada, cumbre de hoy. Nos adentramos en el barranco por su margen izquierda, que pronto abandonamos en busca de un tortuoso sendero que con esfuerzo nos va subiendo, ofreciéndonos como recompensa unas buenas vistas sobre valle de Bohí. El bosque nos da un respiro, que aprovechamos para echar breve bocao y trago, que nos sirven para acometer el último tramo, unas poco definidas lazadas por entre la tasca, y que en casi dos horas desde el arranque nos dejan en el collado, a casi dos mil metros, desde el que damos vista ya al siguiente hito, y punto más alto de la jornada de hoy. También lo hacemos a las altas cumbres del Parque Nacional de Aigüestortes y Estany de St. Maurici.

Subida hacia el collado del Basco
            Por delante, el rodeo de un circo en el que se van intercalando sucesivos barrancos que todavía albergan restos de neveros de un invierno atropellado por una breve primavera y un perezoso verano. Aguas, todas ellas, que confluyen en Berruera. En una hora alcanzamos el Port de la Gelada, que desde sus 2.070 metros es una excelente atalaya sobre el valle de Barrabés, al que desde aquí se puede decir que comenzamos su visita. El fuerte, y nada de este tiempo, viento empuja al grueso del pelotón a ir perdiendo altura en pos de uno de los refugios, quizá la Artica Longa, para darle gusto al gastro. Mientras tanto, unos cuantos nos acercamos, dirección sur, a uno de los picachos que flanquean el collado, el que en principio pensamos que es Les Pales del Port, pero que igual no lo es, siendo un apéndice hacia el SE, que aparece en los mapas como l’Estalliró, a unos 2.250 metros. Y por eso de que detrás de un monte siempre hay otro monte, aún nos acercamos hasta el siguiente, hasta los 2.400 del Cap de la Gelada.

En el Cap de la Gelada
            En el descenso tratamos de recuperar el tiempo invertido. De nuevo al collado, para seguir dirección a la cabaña donde nos espera el resto del personal, bien comiditos y reposaditos. Ahora nos toca a nosotros, pero más breve. Todos juntos ya, nos incorporamos a la llamada Ruta de la Fauna, un atractivo turístico de Senet, a donde llegamos y damos buena cuenta del espacio expositivo e informativo de La Serradora, un centro que nos acerca a los usos y costumbres de las gentes de estos valles, de cómo el hombre se ha aprovechado del medio para su subsistencia, y no para su depredación y especulación como hacemos ahora, una vez que nos hemos cargado esa otra forma de vida. Un vídeo sobre la formación y los aspectos más importantes de esta cordillera que tanto amamos, nos recoge en una pequeña aula, donde la ama del lugar nos pseudo secuestra para pasarnos un documental sobre las fallas, esa fiesta típica de los
Barrabés, valle compartido
pueblos del valle, que nos traslada inmediatamente a las antorchas que vimos en el atrio de la iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall. Son tradiciones que en los últimos años se han preocupado de recuperar y de incorporar a las ofertas turísticas, poniéndose de acuerdo los distintos núcleos para no celebrarlas el mismo fin de semana, de modo que se puedan recorrer las de varias localidades. Es la fiesta del mallo, la del fuego, la de la purificación… en fin, la de tantas y tantas tradiciones, con tantas y tan diversas formas, pero con el mismo contenido, con el mismo sentido, que no es otro que el de recordar que formamos parte de la tierra y de sus latidos.

Antigua parroquial de San Clemente,
en Aneto
            Cuarenta minutos desde Artica Longa, y cuarenta más en este centro. Cruzamos el río y la raya virtual administrativa. Unos pocos cientos de metros de carretera local nos suben a Aneto, y no podemos por menos que acercarnos hasta una ermita que hay a la entrada, y que alberga el viejo cementerio, que reza a San Clemente y que fue parroquial. Nuestros huesos llegan ya al alojamiento de hoy… y el de mañana. Casa Moliné, donde nos enteramos de que mañana hay una coincidencia onomástica. Buenas noches. Segunda etapa: Erill la Vall - Aneto. Distancia: 13 Km., (con los dos picos, 16,4 Km). Tiempo total: 8h 45'. En movimiento: 5h. Desnivel positivo acumulado: 1.468 m. Negativo: 1.358 m. (según mi GPS. Y 1.012 y 910 según la agencia).






En un ambiente desapacible y frío
salimos del embalse de Llauset
            Tercera jornada: Embalse de Llauset – Embalse de la Baserca. Etapa fuera de programa, y que sirve para adentrarnos en la tiranía mineral, granítica, exigente y bella de la alta montaña pirenaica. Con salida y llegada igualmente en Casa Moliné de Aneto, los rodantes nos echan una mano para comenzar y terminar la jornada, que empieza acercándonos hasta el embalse de Llauset por esa serpenteante carretera construida para tal fin, y que nos cuesta recorrer casi media hora. Y terminan, llevándonos desde el término del barranco de Salenques, en el embalse de la Baserca, de nuevo hasta Aneto.

La entrada al barranco nos coge en frío
            La de ayer fue una jornada de regalo en lo meteorológico. La borrasca nos hizo un guiño, y lo disfrutamos. Hoy es distinto, hoy vuelve a enseñar sus fauces, hoy vuelve a agarrarse la raca a las altas cumbres, y hasta aquí llegan sus bramidos en forma de frío, viento y alguna goteta suelta. Pero no nos va a parar. Foto de salida, cánticos, y a las furgos, que hay un largo y espectacular camino por delante. La llegada al embalse no es de lo más amable que se pueda esperar, más viento, y más frío nos reciben con ganas de no hacernos agradable el arranque, pero lo suplimos con ganas, con coraje, con pitera. Vamóóóóóós!!! El arranque es bajo roca,
Y qué contentas se ponen al llegar al sol
por un túnel que acrecienta más si cabe esa sensación de frío que está instalada en estos montes, y que sólo una esperanzada salida al sol puede aliviarnos. Es lo que hacemos. Por el GR 11, o mejor dicho, por una de las dos variantes que hay desde el ibón de Cap de Llauset, subimos hasta el collado de Angliós, donde ya podemos ir disfrutando del cálido sol y de las vistas que al grupo de ibones nos ofrece.

Embalse de Llauset
            Menos de una hora para alcanzar el collado, desde el que se divisa la vertiente que dejamos atrás, que reposa con el embalse de Llauset a los pies, y el collado de Vallibierna en uno de sus lejanos altos. Por delante, una extraordinaria cubeta que alberga un rosario de pequeños y grandes ibones, llamados de Angliós, a los que tras las fotos de rigor, y ya al sol que más calienta, vamos bajando lentamente, como si nos hiciera duelo perder altura. Una vez abajo, repaso de mapas y viandas, para ir recorriendo el fondo de este inmenso plató de ibón en ibón, hasta el último, a cuyas orillas dan reposo algunos cuerpos, mientras otros lo buscamos en el afán de subir y subir. De subir y subir. Hasta el Serradet de Angliós nos apretamos, para dar buena cuenta de sus alrededores, entre lo que destaca otro ibón, el de Fe, según los mapas.

La furia de los vientos, sobre Angliós (foto de Fdo. Cebrián)
            Vuelta a bajar y a dar alcance al grupo, ya bien entrado en el barranco de Salenques, que te engulle súbitamente entre pronunciadas pendientes y exuberante vegetación. Sin apercibirnos de ello, nos saltamos la entrada a la cascada del Pi, y seguimos bajando sin remisión, hasta encontrar un lugar algo menos incómodo y pararnos a echar un bocao. Seguimos, hasta que a los veinte minutos nos topamos con el punto de regreso de una pequeña ruta que, saliendo del final del barranco, une los dos márgenes a través de un puente que aprovechamos para hacer fotos y más fotos.

Un respiro en el camino
            Lo salvaje del descenso parece que se suaviza, y ya abrazados al cauce, como decenas de troncos detenidos, vamos perdiendo altura a su ritmo. Una hora larga media para llegar al final de este viaje de agua, donde las que trae este barranco se amansan y se funden con las de la Noguera Ribagorzana en el embalse de la Baserca, allí donde continúa la cuatribarrada del GR 11, pero con otro nombre. Aquí finaliza el tramo aragonés de la Senda Pirenaica, que dejó de ser navarro en Zuriza, a doce jornadas al oeste. Aquí, a pie de pantano, nos recoge Mario y sus hijas, los posaderos, que en varios viajes nos acercan hasta su casa, donde daremos cumplido reposo tras la preciosa jornada de hoy, la más alta, la más alpina, la más bella.

Noche de celebraciones
            Y aquí podía terminar el relato de hoy, pero hay que dejarle hueco para contar lo bien que lo pasamos en la fiesta de cumpleaños que entre todos hemos preparado. Salimos esta mañana, y hemos vuelto con un año más, y el casero también. De modo que corre el cava y los tropiezos de una riquísima tarta de manzana con la que nos sorprende Pilar, la ama de la casa, de una casa en la que, y de la que, vivieron sus antepasados durante varias generaciones.

            Cava, jotas, tarta de manzana, jotas, más cava, más jotas… y sobre todo risas y más risas, en un ambiente de fiesta en el que hacemos partícipes a Pilar Amat, a su hija, también Pilar, y cómo no, a Mario, el otro homenajeado. También a otros tres alojados en el establecimiento. Ahora sí. A dormir. Tercera etapa: Embalse de Llauset – Embalse de la Baserca. Distancia: 9,3 Km. Tiempo total: 6h 45'. En movimiento: 3h 25'. Desnivel positivo acumulado: 460 m. Negativo: 1.230 m.





Espléndido valle de Barrabés
            Cuarta jornada (tercera de la ruta original). Aneto – Castanesa. Una nueva mañana por delante, y que comienza como todas, cabalgando a los sones de la Albada, ese canto mañanero labordetino que “anima a las gentes a comenzar la jornada”, como dice su letra. Subimos a la parte alta del pueblo para salir a la estrecha carretera del embalse, que vamos burlando a tramos, hasta darle esquinazo al monte y encararnos ya hacia el interior del barranco de Llauset. Última mirada al pueblo. Última mirada a Barrabés. Última mirada a una Noguera Ribagorzana con dislexia lingüística, y que hace bueno lo de que nunca una raya en el mapa consiguió no entenderse a sus gentes.

Por el camino verde...
            Ahora toca bajar. Ir bajando poco a poco hasta el fondo de este valle que, como los anteriores, rezuma agua por todos sus poros. Un agradable sendero nos deposita con cuidado en la carretera, que pronto abandonamos, al igual que el GR 11, para seguir por el GR 18 dirección Castanesa, no sin antes pasar por las bordas de Nestui y Moliné. Hace tiempo que venimos ya viendo de reojo el collado de Salinas, nuestro punto más alto de hoy, al que nos vamos dirigiendo. En una evidente pista que sale a la derecha, y cortada por barrera, nos desviamos y detenemos para darnos un respiro antes de acometer ya la subida al collado. Hacemos otro alto en un refugio de pastores, el de Salinas, como el entorno, donde nos cruzamos con Fernando, un viejo amigo que viene repasando el terreno tras haberse celebrado una prueba deportiva por estos caminos.

En un promontorio del collado de Salinas
            Sin perder de vista el objetivo, nos dejamos engullir por el barranco de la Font del Bisbe, que al empinarse demasiado tratamos de eludir. Intenciones que nos despistan y alejan, pero que consiguen que subamos más descansados. Finalmente llegamos al collado de Salinas, que desde sus 2.180 metros nos ofrece ya unas excelentes vistas sobre la cabecera del valle de Castanesa, esa puerta de atrás de Cerler que en alguna pesadilla se nos ha mostrado atacado, invadido, agredido, desprovisto de identidad, en un alarde monopolístico de explotación insostenible y cortoplacista. Pero dejemos las pesadillas y volvamos a nuestros sueños. Sueños de montañas libres, como éstas, aunque la amenaza sigue en el aire.

Verde, que te quiero verde...
y blanco inmaculado
            Estirada al punto más alto del collado y al abrigo del aire para descansar y echar un arranque, más de cuatro horas de ascenso lo merecen. El patio es inmenso, la vista no da alcance a las ansias de devorarlo. Bocao, trago y paisaje, un embudo de sensaciones que alimentan cuerpo y alma. Emprendemos la bajada, y las marcas rojiblancas nos van metiendo a un barranco que vamos dibujando con él su tortuosa trayectoria. Los materiales blandos ceden siempre ante los duros. También las personas. Barranco de Pletillet, que al cabo de una hora acompañando a sus aguas, nos detenemos para echar otro bocao y reposo. Los pies agradecen el remojo.

El agua nos da un respiro.
            Cascadas que desaguan de los altos de las montañas refrescan la visual. Una hora más nos queda para llegar al fondo del valle, donde en un costado de la pista sale el camino para la variante de Denuy (GR 18.1), que ya teníamos decidido no hacer, de modo que seguimos ya por pista hasta Fonchanina, que alcanzamos en tres cuartos de hora más. Aldea que vive del pasado. Iglesia de San Antonio y seguimos, ya por carretera, otra media hora, que se hace eterna, hasta Castanesa Bajo, nuestro alojamiento de hoy. Ca de Graus lo tiene como misión, en donde nos
Un peirón en el camino
acomodamos para a la tarde a visitar el barrio alto, la Vila de Dalt, como la llaman, y recorrer sus rincones, sus calles, sus casas, alguna de ellas de gran porte y hacienda. Iglesia de San 
Martín, con su cementerio. Iglesia de la Virgen de la Nova, con su accesible campanario separado de la nave principal, que nos es mostrada amablemente por uno de los paisanos que mata la tarde a la sombra. Vuelta al alojo, para ponernos a la orden de Alejandra, una rumana con lo suyo bien puesto, y que nos lleva a raya. Más risas, claro. Cuarta etapa: Aneto - Castanesa. Distancia: 21,9 Km. Tiempo total: 8h 50'. En movimiento: 5h 45'. Desnivel positivo acumulado: 1.306 m. Negativo: 1.216 m. (Según mi GPS. Y 1.106 y 1.010 según la agencia).





El bosque nos da un respiro
            Quinta jornada (cuarta y última de la ruta original): Castanesa – El Pont de Suert. El sol se despereza iluminándole el flequillo al Turbón. Es hora de mover. Es el último día, y no será el mejor… eso de perder altura es lo que tiene. Y para ir acostumbrándonos, tenemos por delante un rosario de poblaciones, Ardanuy, Benifons, Noales, Bibiles, Bonansa y Cirés. Ahí estamos. Pueblos que vamos a ir recorriendo hasta acercarnos a El Pont de Suert, nuestro lugar de destino de hoy y definitivo. Foto de familia en el gran perolo de Ca de Graus, y comenzamos la marcheta por caminos de todo tipo, descarnados, emboscados, bonitos rincones, otros no tanto… hasta cachos de carretera… pues eso, no tanto. Los primeros compases están aromatizados por un intenso olor a jara, que hace las delicias de nuestro olfato. Conforme van cayendo pueblos a nuestras espaldas, también lo hace el sol, un impenitente sol que nos recuerda que estamos en verano, que estos días atrás se nos había olvidado.

El bosque, siempre el bosque
            Al llegar a Noales salimos a la carretera, que en unas decenas de metros recorremos en dirección a Castejón de Sos, para tras cruzar un puente sobre el río Baliera, volvernos a meter de nuevo en sendero, que al poco nos lleva a la base de un gran promontorio de rocas rojas que se agarran como lapas a nuestros pies. Y qué mal nos cae a todos… Eso sí, al terminar, encontramos un corro de sombra y llano, donde damos buena cuenta de bocao y trago. Qué delicia, xD.

Santos que ya no amparan
            La idea es parar a comer en Bonansa, y es lo que hacemos, no sin antes detenernos a visitar la ermita de San Roque. Estamos ya en tierras bajas, y eso se nota, el calor comienza a ser insoportable. Sólo nos queda Cirés, que no nos recibe con amabilidad, los trajines de unas obras son los culpables. Un breve tramo de carretera y de nuevo al sendero, que al volver a salir a un codo de la misma enfilamos visualmente nuestra meta de hoy… y definitiva, El Pont de Suert, al que vamos llegando poco a poco para agruparnos y hacer una entrada triunfal todos juntos.

Entrando en El Pont de Suert
            Foto de familia, visita a la agencia, y al hotel, donde Maite y José Luis nos dan una sorpresa con su presencia. Se adhieren a la cena, al alojamiento y al desayuno. Última cena, último alojamiento y último desayuno. Gran velada final, donde no falta el cava, las risas y los parabienes, ni los diplomas, ni las jotas, ni otros rancios ya, pero queridos cantos de juventud. Los últimos también… de momento. Quinta etapa: Castanesa – El Pont de Suert. Distancia: 20,4 Km. Tiempo transcurrido: 8h 30'. En movimiento: 5h 25'. Desnivel positivo acumulado: 824 m. Negativo: 1.447 m. (Según mi GPS. 657 y 1.269 según la agencia).




            Cinco días, cinco. En los que hemos pateado tres grandes valles, el de Bohí, en la Ribagorza catalana; el de Barrabés, compartido con la aragonesa; y el de Castanesa, en Aragón. Participando todos de un mismo conjunto paisajístico, y que ha hecho las delicias del caminante. Y por si fuera poco, lo hemos enriquecido con una etapa central, en la que nos hemos adentrado en la alta montaña granítica y lacustre, salvaje, exigente y bella. Cinco días, sí. Cinco días en los que hemos compartido caminar y camino, pateando bosques y pastos, prados y aldeas de montaña que aún conservan ese ambiente de antaño cuando el hombre estaba más apegado a la tierra, más integrado en el paisaje. Cinco días, decimos, en los que en total hemos recorrido casi 88 km, en cerca de 40 horas de tiempo total, de las que 24 y media han sido en movimiento, para salvar 5.350 metros de desnivel positivo acumulado, y 6.135 negativo. Un verdadero placer. 

            Y con esta foto de cima, terminamos agradeciendo a todos su trabajo e implicación para que esta ruta haya salido como ha salido. Como siempre, gracias a todos y a todo. Y......... yavalepués.




El reportaje completo de fotos, en:

Las fotos de Fernando Cebrián, en:

Y las de Caco, en:

La página oficial de la ruta:

Los tracks, en: