El Pazino (1.965 m)
Domingo, 29 de junio de 2014
No es un monte grande. No es un
monte alto. Por mucho que se aúpe no llega ni a los dos mil. Pero lo compensa
con ganas de agradar. Sí, es agradecido. A cambio de menos de hora y media de
pausado ascenso, te colocas en una cima que pivota entre el valle de Tena y la
cubeta a los pies de una de las sierras que lo delimitan, la de la Partacua.
Selva de Sallent |
Con Silvia, dejamos el coche en
el cementerio, y unos acelerados cientos de metros por la orilla de la
carretera, dirección norte, nos acercan hasta la entrada de la pista, donde
tenemos ya una indicación del PR HU-91, para comenzar a dirigirnos ya hacia el
monte. Lo hacemos entre viejos campos, hoy convertidos en pastos para el ganado
vacuno. Al alcanzar un desvío, hay que seguir por la izquierda, y ya pronto nos
metemos en la Selva de Sallent, un hayedo, no muy grande, como el monte, pero
con las mismas ganas de agradar que él. Un bosque, éste, que no es que sea de
Vivaldi, no, pero que hemos visitado ya en las cuatro estaciones, y no sabríamos en cuál recomendar, de modo que hay que venir en las cuatro, en cada una te
susurra cosas diferentes. Sobrepasamos a una pareja de franceses con paso
cansino.
Al salir del bosque, tenemos
enfrente la alta torre que se hacía visible desde la carretera, y que es de
descompresión que controla el caudal de agua que parte del embalse de Escarra y
acaba en la central hidroeléctrica de Sallent de Gállego. Comienza una
serie de cómodas lazadas, que nos llevan hasta el collado, a 1.825 metros de
altitud, unos 470 de desnivel sobre los iniciales, pero que en ningún momento
se han notado. Aquí se nos abre la vista hacia el embalse de Escarra y todos
sus alrededores. El viento sigue insistiendo, como si no nos hubiéramos dado
cuenta de su presencia.
Embalse de Escarra |
Estamos al pie de la prominencia
cimera, que acometemos sin mayor problema por sendero bien definido, aunque no
en todo su recorrido. Pronto se superan esos 140 metros de diferencia hasta la
cima, donde un montón de escombros del antiguo vértice geodésico nos espera.
También el viento. La vista desde aquí es completa. Las sierras de Tendeñera y
Partacua se han dejado hacer un tajo por el que se cuela el Gállego llevando
sus esencias tensinas hacia las tierras de Biescas y más allá. A nuestros pies,
y tan solitarios como el que pisamos, tenemos al herboso Tarmañones, al agreste
Cochata, y a la Peña del Cantero, que desde aquí se funde visualmente con el
anterior, y que engorgan a un barranco que sale del mismísimo embalse.
Formigal y Sallent |
Apenas se ven los montes de la
Partacua. Apenas se ven los montes de Formigal, ni los de Sallent, ni los
panticutos. Todos ellos andan con la cabeza sumida en esos nubarrones que nos
trae este fugaz frente de norte, pero no se lo tenemos en cuenta, no va a
privarnos de nuestro disfrute. Mientras tanto, llegan los franceses. Y llegan
para quedarse… con nosotros. Dominique y Jesús, de padre navarro éste último.
Les contamos nuestra intención de volver dándole la vuelta al monte, y ahí los
tenemos.
Lanuza |
Mucho viento, y frío, nos echa
literalmente de la cumbre, con el recuerdo de que en otros momentos, aquí
mismo, se nos han comido las moscas. Bajamos, ya los cuatro, hasta el collado, que
nos hace de remanso y nos da mejor estar. Seguimos por el PR HU-91, ya con el
embalse enfrente, pero ceñidos a la ladera. La observancia de las plantas,
flores y demás bicho viviente, enlentece la marcha, lo que aumenta el disfrute.
Al cabo de una hora desde el collado, nos encontramos el desvío a Escarrilla,
que eludimos, claro. Desde un poco más abajo del collado es sendero común hasta
aquí, de los dos bucles, el que llevamos, y el que con salida y llegada en
Escarrilla, visita Tarmañones, Cochata y embalse.
Continuamos por bosque, admirando
enormes ejemplares de coníferas que no acertamos a saber cuáles son. Llegamos
al collado, para dar vista ya al valle de Tena, a Lanuza, Sallent… y al viento.
La bajada por aquí es más larga y tediosa, el firme está perjudicado por el
ganado, pero siempre es agradable volver por otro itinerario. Una del mediodía,
los franceses han frambres y se quedan a remediarlo. Nosotros, seguimos,
seguimos. Hasta dar justo al cementerio, tras 11,3 km, con 800 metros de
desnivel positivo acumulado, y otro tanto de descenso, en cinco horas y cuarto
de actividad, de las que tres y veinte han sido en movimiento. Un bonito paseo
en una cuña de mal tiempo…que no ha sido tan malo.
Las fotos, en:
El trac, en:
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