AQUERAS MONTAÑAS
TRAVESÍAS VARIAS JORNADAS
Montes Tatras, el techo de Eslovaquia
Jueves 1 a martes 6 de agosto de 2013
En un mundo dual como el nuestro, las montañas se
prestan para hacer una analogía con el triángulo equilátero inferior de la
Estrella de David, ese que apoya su base en el suelo y apunta su vértice hacia
arriba. Así son ellas, apuntando hacia lo alto, en busca de la divinidad, y
entrecruzándose con su triángulo hermano cuya dirección canaliza las energías
que vienen de lo más alto. Así son ellas, interactuando sus propias energías
telúricas con las cósmicas que fluyen del espacio. Así son ellas, albergando
los ricos bosques a sus pies, depositarios de ese prana, de esa energía vital
fruto de ese intercambio. Así son ellas, que permiten nuestro acercamiento en
pos de la serenidad, en pos de la tranquilidad, en pos del silencio, en pos de
la sabiduría, en definitiva.
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Estrella de David |
Sí, así son ellas, custodiando nuestros sueños, aupándose
para estar más cerca de su patria. De firme roca, azotadas por los vientos, los
soles y las aguas, conservando la esencia de todo ello para nuestro deleite,
para nuestra humildad, para nuestra admiración, y para contribuir en gran
medida al aprendizaje en nuestro deambular por este rincón del Universo. Un
afamado montañero de la antigüedad dijo que las montañas se suben porque están
ahí. Con el debido respeto, hoy podemos decir que no es sólo por eso.
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Torre de la iglesia de
San Martín, en Bratislava |
Nos extenderemos más en una de esas publicaciones de más empaque, aunque no sean
fáciles de terminar de elaborar. Pero podemos empezar diciendo que la buena
experiencia mantenida con ese numeroso grupo con el que recorrimos parte del
Valle d’Arán, nos ha animado a aunar de nuevo esfuerzos para patear lo más
significativo del Tatras, ese extremo más occidental de la cordillera de los
Cárpatos.
Sí, el Tatras es mucho Tatras, y lo cierto es que nos
costó entenderlo, que si el Alto, que si el Blanco, que si el Bajo, que si el
Mala… pero creo que ya lo tenemos claro, entre otras cosas porque en mayor o
menor medida los hemos visitado todos. Lo escarpado del terreno denota una
cordillera joven, aunque bien es cierto que el granito es un material duro, hay
crestas, cordales, aparentemente infranqueables.
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En la Intermodal de Zaragoza comienza un largo día |
Jueves,
1 de agosto. Primera jornada de tránsito a la ida. La historia
parte de una trasnochada con sabor a madrugada, en la que el grueso del grupo,
formado por 8 personas, nos reunimos en la Intermodal de Zaragoza para tomar un
autobús que nos lleve hasta la estación de Sants, y de allí un tren de
cercanías nos acerque, valga la ‘rebundundancia’ hasta el Prat. En Sants se nos
une Fernando, y en el aeropuerto lo hace Benito, el guía de alta montaña que
nos proporciona Aragón Aventura, organizadora del viaje. Todos juntos ya, y a
la espera de embarcar, nuestra Sta. Piedad nos impone la cinta de la Virgen del
Pilar, una medida barrada que nos acompañará durante los próximos días y
noches.
Tránsito aéreo hasta Viena, donde nos recoge Ondrej,
el responsable de la agencia local, guía turístico y amante y buen conocedor de
estas montañas, quien junto a Peter, muy ligado también a este mundillo, nos
recogen en dos furgonas para llevarnos ya de tiro a Bratislava. Poco o nada
vemos de Viena, sólo a través de los cristales. A la vuelta. Veremos.
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Puente Nový Most, en Bratislava |
Bratislava es una de esas ciudades que se deja mecer a
orillas del Danubio. Un Danubio que luce esplendoroso en un día que andamos
gastando como un hermoso regalo. Un Danubio que acoge dócilmente a unos grandes
barcos con el único cometido de transitarlo con ávidos viajeros de los cruceros
fluviales. Bratislava, sí. Bratislava es monumental. Bratislava ha hecho, y
sigue haciendo verdaderos esfuerzos para cortar esos lazos que todavía la
retienen de los oscuros años del soviet, y que se bate entre esos viejos,
sucios y feos edificios y los señoriales que se esfuerza en mantener. Tiempo y
paciencia, es lo que necesita, por no hablar de dinero, mucho dinero. Una breve
vuelta por el corazón de la ciudad, antes de comer, es lo que nos da cuenta de todo
ello.
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Esculturas urbanas |
Tras comer en un mesón de la cerveza fuera de
programa, pero que nuestros organizadores, amablemente, han incorporado,
retomamos ese paseo por los alrededores, contemplando el ir y venir de las
gentes, las calles, plazas, fuentes, edificios, y más edificios. Sus callejas estrechas,
con rancio sabor a antaño. Vemos la catedral de San Martín, cuya torre ostenta
esa corona de 300 kg, que con orgullo le dice al mundo a 85 metros del suelo,
que han sido coronados 19 monarcas húngaros. El castillo, declarado Monumento
Nacional Cultural en 1961, se alza altivo en una loma con raíces en la
prehistoria, albergando el Museo Nacional Eslovaco. Desde su entorno se domina
visualmente lo que llaman el ‘ufobridge’, o puente del ovni, por la forma de
platillo volante en la que culmina una estructura vertical, que sirve para asir
unos largos tirantes, y cuyo nombre oficial es el de Nový Most, y que separa, o
une, según se mire, la ciudad antigua con el barrio de Petržalka, y los
arrabales construidos en la época de dominación soviética. Tras algo más de
callejeo, nos trasladamos al hotel Barónka, donde nos albergamos esta noche, y lo
haremos en la de la vuelta. Pronto tenemos que acostumbrarnos a los horarios,
la cena es a las 7.
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Vlkolinec |
Viernes,
2 de agosto. Segunda jornada de tránsito a la ida. Ondrej y Peter
nos trasladan hacia sus tierras, hacia los pies del Tatras, hacia la región de
Poprad… Pero antes, visitamos Vlkolinec, un antiguo poblado de ganaderos,
habitado en época estival para la confección de sus quesos, y que hoy en día es
un reclamo turístico. Se trata de una agrupación de 40 ó 50 pequeñas casas de
madera, adornados sus jardines con profusión de grandes esculturas aprovechando
viejos troncos de árboles. La raíz ‘vlk’ significa lobo, y ya se puede entender
el por qué. El conjunto, dotado también de iglesia bajo la advocación de la
Virgen María, está declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1993.
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Nuestra llegada al Reitmayer |
Hora de comer, y lo hacemos en un parador de
carretera, con un cuidado sabor invernal. Finalmente, tras pasar por Poprad,
que inicialmente iba a albergar nuestros huesos, un cambio de última hora ha
hecho que avancemos más en esa aproximación a las montañas y nos alojemos a
unos pocos kilómetros, en el Nový Smokovic, concretamente en la llamada Fonda
Reitmayer. Un hotelillo pequeño por fuera pero grande por dentro, que cubre
todas nuestras expectativas con creces. Una verdadera delicia de sitio y entorno,
entre floridos jardines, mediando entre los Altos Tatras y la depresión del río
Váh, que los separa de los bajos. Con el paso de los días, nos daremos cuenta
de la amabilidad de sus gentes y de lo bien que hemos estado en este lugar. Un
gran acierto, sí señor. Tiene un edificio contiguo con apartamentos, y en uno
de ellos se cobijan los dos matrimonios oficiales. Los otros tres, los
temporales, lo hacemos en el principal. Con Javier nos ha tocado el gallinero,
tres pisos para ir aclimatando, pero un ‘buhardillón’ tremendo, que porque no
jugamos al fútbol, porque hasta la moqueta es verde.
Negociamos la hora de la cena, y conseguimos
retrasarla a las 8 para todos los días, todo un logro. Hasta entonces, una
breve toma de contacto por el pueblo, por su zona comercial, y con sus baretos,
que no nos es fácil encontrar uno con sitio para echar una cerveza 10 sedientas
‘gorgas’. A cenar y pronto a dormir, que mañana comienza lo bueno. Peter se nos
va, y no lo volveremos a ver hasta los últimos días.
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Nový Smokovic |
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Zelenom plese |
Sábado,
3 de agosto. Primera jornada de monte. De toma de contacto. La
mayor parte de esta singular cordillera es de granito, pero tiene una zona, la
más oriental, que es caliza, y por ello la llaman los Tatras Blancos, o los
Belianské Tatry, en paisano, y hoy va a ser el día que más próximos vamos a estar
de ellos. Se nos incorpora un colaborador nuevo, Mariano, que con su microbús
amarillo en el que cabemos todos nos va a hacer el servicio de aproximación
diario a la base de las montañas. Hoy lo hace a un lugar llamado Biela Voda,
donde encajamos el primer impacto, y es el producido por unas enormes calvas
arbóreas en el seno de un frondoso bosque, y nos explica Ondrej que se debe a
un tornado ocurrido en 2004. Nuestras pesquisas posteriores nos han llevado a
informarnos de que fue en la tarde del viernes 19 de noviembre de ese año, y
que afectó a 24.000 ha del Parque Nacional del Tatras, quedando bien reflejado
en este vídeo de la Televisión Eslovaca: http://www.youtube.com/watch?v=ScOkCQiAexU,
causando
innumerables pérdidas tanto económicas como ecológicas.
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Multicolores Tatras Blancos |
Con Benito al frente, marcando un paso cansino para
comodidad de todos, nos adentramos en el bosque, o lo que queda de él. En dos
horas y media nos presentamos en el primer lago, el llamado Zelenom plese, o
Lago Verde, en el fondo de una preciosa cubeta, al pie de un espectacular circo
rodeado de grandes cumbres. A sus orillas, un refugio, en el que hacemos una
breve parada. En una hora escasa cambiamos de cuenca y nos presentamos en el
Velke Bielo plese, o Gran Lago Blanco, donde nos acomodamos para echar un
bocado y admirar esa porción de Tatras Blancos, sí, los calizos. Los 1.610
metros de altitud de este precioso lago es la cota más alta de hoy, por lo que
nos sabe a cumbre. Hora y media más entre exuberante vegetación nos deja en la
chata Plesnivec, un refugio lleno de gente, en el que tardan para servirnos la
piva de turno (cerveza). Seguimos bajando, encontrándonos más zonas de enormes
árboles abatidos por una enfermedad. Sones de jotas se enredan entre ramas de
pinos, abetos y alerces. A las cinco de la tarde damos con nuestros huesos en
el autobús amarillo de Mariano, que nos recoge en Tatranska Kotlina y nos
deposita en nuestro Reitmayer particular. A partir de ahí, el ritual que se
hará habitual, ducha, colada, cerveza, cena… y a dormir pronto. Para el que le
gusten los datos, como a mí, los daremos todos los días. Distancia: 20,7 Km.
Tiempo total: 8h 30'. En movimiento: 5h 40'. Desnivel positivo acumulado: 820
m. Negativo: 970 m. Aunque es bien cierto que los dos GPSs no se ponen muy de
acuerdo… bueno, nada de acuerdo, igual es porque hay algún satélite soviético porculizando
por ahí.
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Vuelta con sabor a cima |
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El Velické pleso se queda atrás |
Domingo,
4 de agosto. Segunda jornada de monte. Hoy empezamos de distinto
modo, y lo hacemos tomando un tren que recorre la cordillera en paralelo, no
adentrándose en ningún valle, como lo hace el canfranero. Lo tomamos en el apeadero
cercano de Sibír, que traducido literalmente es Siberia, y por qué será? En
poco nos lleva hasta Tatranska Polianka, donde nos recogen un par de
todoterrenos que nos acercan hasta otro lago, el Velické pleso, donde se
refleja un poco agraciado edificio que alberga el hotel Sliezsky. Comenzamos ya
a andar desprovistos de bosque, aunque sí que es cierto que abundan unos pinos
bajos, como si fuesen arbustos, pero que no nos hacen sombra, aunque de momento
tampoco hace falta. Vamos dejando atrás el lago, acercándonos a unos murallones
de roca. Más subida, y más apertura de valle. Ya vemos el fondo del circo. Ya
vemos el collado de los Polacos. Ya vemos el Dihe pleso, o Lago Largo, en el
que no nos detenemos, haciéndole la promesa de hacerlo a la vuelta.
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Comenzando el tramo de cadenas |
Hoy es día de cumbre, y nuestras botas parecen
saberlo. Van más alegres, no sé, más animadas, porque saben además, que antes
de eso tienen un divertimento especial. Hay una zona equipada con cadenas y
alguna escala, para ayudarnos a alcanzar el llamado Polsky Hreben, que lo
hacemos al cabo de dos horas y media desde el arranque. Ante nosotros, en la
otra vertiente, más lagos, más montañas, y al cabo del segundo cordal, Polonia,
de ahí el nombre del collado. En poco más de media hora alcanzamos el Vychodna
Vysoka peak, que con sus 2.428 metros es
la cota más alta de hoy. Y ya se sabe cómo terminan estas cosas. A bajar. Y lo
hacemos hasta las mismísimas orillas del Lago Largo, donde paramos a dar buena
cuenta de las viandas que nos preparan diariamente en el Reitmayer. Amenizados
por la presencia de una buena cabaña de sarrios, terminamos con lo nuestro
poniendo de nuevo los pies en el camino de vuelta, que en este caso no va a
concluir en el punto de arranque, no, sino que vamos a continuar bajando por el
valle, pero burlando la pista asfaltada gracias a un camino lateral, que en
hora y media nos deja en Tatranska Polianka, donde nos espera Mariano. Los datos
de hoy son: Distancia: 13,4 Km. Tiempo total: 9h 20'. En movimiento: 5h 35'.
Desnivel positivo acumulado: 760 m. Negativo: 1.450 m.
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En la cumbre del Vichodna Vysoka (2.428 m) (foto de Javier) |
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Subiendo al Velké Hincovo pleso |
Lunes, 5
de agosto. Tercera jornada de monte. Los nativos se siguen
sorprendiendo de la cantidad de días que llevamos sin mojarnos. Lo cierto es
que nosotros también, porque veníamos advertidos de que son frecuentes las
lluvias por aquí. Aguantamos de momento, aunque las tardes lo vienen
anunciando. Hoy nos deja Mariano junto al apeadero del Popradské pleso, lago
que tenemos ligeramente apartado de nuestra ruta, pero que iremos de propio a
visitar a la vuelta. Casi una hora nos cuesta andar ese trozo de pista
asfaltada. A partir del cruce, cambio de registro, de nuevo los bolos de
granito vuelven a adquirir protagonismo. Nos vamos metiendo en otro magnífico
valle de este Parque Nacional, y en tres horas y media desde la salida nos
presentamos en el Velké Hincovo pleso, o Gran Lago, que con sus 20 Ha de lámina
de agua es el mayor lago de alta montaña del país.
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Collado y pico del Cobre |
Aquí ya tenemos a la vista nuestro siguiente objetivo,
y el siguiente y último, también. Son el Koprowski hreben y el pico del mismo
nombre, del Cobre. La subida al collado, a pesar de las apariencias, es muy
cómoda, y descubre nuevos lagos escondidos tras crestas contiguas. En cuarenta
minutos lo alcanzamos, y en cincuenta más la cumbre, que no se muestra muy
hospitalaria con nosotros. De hecho es el punto más alto de un cresterío muy
roto, y apenas hay sitio para acomodarnos. Como compensación, la vista es impresionante.
Estamos a un cordal de Polonia, pero los montes, que no entienden de eso se
muestran francos, a nuestro servicio y para nuestro disfrute físico y psíquico.
La nubes de evolución van creciendo, y cada día más y antes. No nos
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Tatras. Impresionante Tatras |
entretenemos demasiado y emprendemos la bajada. De nuevo al collado y al Gran
Lago, a echar un bocado. En hora y media alcanzamos la pista asfaltada, y en
consecuencia la entrada al Popradské pleso, en cuyo refugio damos buena cuenta
de unas buenas jarras de cerveza. Es la recompensa del día. En otra hora vemos
a Mariano, que nos arrima al Reitmayer. Otro día más, y otro día menos. Distancia:
19,8 Km. Tiempo total: 10h 15'. En movimiento: 7h 20'. Desnivel positivo
acumulado: 1.150 m. Negativo: 1.150 m. Sin contar, claro está, el asalto al
apartamento de los casados para degustar una botella de licor local de no sé
cuántos octanos, pero muchos.
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En la cumbre del pico del Cobre (2.365 m) |
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Spisská Sobota, en Poprad |
Martes,
6 de agosto. Jornada de descanso activo. Y tan activo, no sé qué
cansa más. Nos recoge Mariano, como de costumbre, y nos lleva a Poprad, donde
visitamos uno de los barrios viejos, el llamado Spisská Sobota, que
literalmente significa Mercado del Sábado, y ya nos podemos imaginar por qué.
Aquí nos encontramos unas anchas calles con viejas casonas que han corrido toda
la clase de suerte a lo largo de su historia, de su turbulenta historia, pero
lo más significativo, y donde más tiempo pasamos es atendiendo las
explicaciones que nos da Ondrej sobre la iglesia de San Jorge, que son
detalladas en su interior. Muy próximo a ella, una estatua de la Virgen del
Pilar. Bueno, pues entre el santo y la virgen, como en casa.
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Sinagoga de Kezmarok |
Nuestra siguiente parada es en Kezmarok, ciudad cuyo
nombre deriva del alemán käse, queso para nosotros, y es porque también eran
muy populares los mercados de ese producto. Aquí nos encontramos con una joya
digna de mención. Es una iglesia luterana, declarada Patrimonio de la
Humanidad, por la Unesco, en 2008. Totalmente construida de madera, tanto el
exterior como el interior, aunque bien es cierto las fachadas están remozadas.
En la inmensa mayoría de iglesias no permiten fotografiar ni filmar dentro, y
en este caso no será por robarles el alma a los santos, porque no hay ni uno.
Junto a ella está la basílica de la Santa Cruz, con su torre independiente, a
modo de minarete, habiendo albergado a las tres religiones monoteístas a lo
largo del tiempo. También una sinagoga no muy lejos de ella. Y cómo no, su
castillo, que alberga historias feudales de los orígenes de esta ciudad y de
las primeras incursiones a los Tatras por parte de algunos nobles.
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Castillo de Spis |
La comida la hacemos en los sótanos de unas antiguas bodegas
de vino, lo que hoy es el restaurante Arkada, en Levoca, donde visitamos luego
el ayuntamiento y la enorme iglesia de Santiago. Luego al castillo, que queda
retirado del pueblo. En una tarde en la que nos arrastramos por el asfalto que
no hace el autobús, llegamos a este gran emplazamiento donde se erige esta gran
construcción del castillo, que domina toda la vega circundante. Hora y media le
metemos a la visita a muchas de sus dependencias, museo, capilla, cuartos de
los horrores, en fin. Vuelta a Poprad, a refrescarnos en una galería comercial.
Y a casa, donde se ha quedado hoy el GPS, aunque hubiera estado bien saber lo
que nos hubiera dicho. Ya lo creo.
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Recreación de la cocina, en el castillo de Spis
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