viernes, 28 de julio de 2017

Grand Billare Occidental y Oriental, le grand crête du coq Lescun

AQUERAS MONTAÑAS
Grand Billare Occidental (2318 m)
Grand Billare Oriental (2315 m)
Sábado, 22 de julio de 2017



            Las nieblas cubrían con un halo de misterio un tesoro preciado, un tesoro velado, un tesoro acariciado en el fondo de ese valle de Lescun. Y allí nos dirigíamos un buen puñado de amigos mayencos, a desvelar ese escenario con ayuda del astro rey, el ser más poderoso que existe debajo de la capa del cielo… al menos del explorado. Porque en él teníamos confianza al salir de ese túnel que horada el Summus Portus, y que cruzamos en dirección contraria a esos romanos que vinieron de las Galias. A ellas nos dirigimos, concretamente a ese valle que comparte confines con los antiguos reinos de Navarra y Aragón. Once mayencos, decimos, pero amigos por encima de todo, Julio, Javier, María, Carlos, Paco, Manuel, Otal, José, Gustavo, y el más veterano de todos, Carlos Peñarroya, partimos en busca de ese pequeño gran macizo de los Billares, que los caprichos geológicos le han sabido colocar en medio de este precioso circo de Lescun, para auparnos, si nos lo permite, a las dos cimas del Grand Billare. Vamos a lo más alto de esa cresta del gallo de Lescun. Vamos, pues.

Con los siete velos, así nos recibe la montaña

La magia continúa
            Llegamos a esta bonita localidad montañesa al filo de las ocho de la mañana, una mañana que se hace la remolona con la excusa de verse envuelta en esas nieblas de verano que traen consigo una jornada lluviosa que las precede, pero más persistente que ellas somos nosotros, y nos aventuramos a dirigirnos hacia nuestro objetivo, en la confianza de que nos sabremos sobreponer a ellas. La localidad tiene varias salidas hacia el valle, hacia el circo. Tomamos la dirección al Plateau Sanchèse, y como a 2,5 km se detiene la pista asfaltada para continuar de tierra. En ese punto dejamos los vehículos, para no profanar ese lugar mágico que da reposo al cuerpo y al espíritu bajo la cascada del barranco d’Anaye que también a sus pies se rinde.

Comienza la fiesta

A nuestro paso por el bosque
            Sí, es el único reposo que nos da el camino, desde que dejamos los rodantes hasta abandonar a la izquierda esa cascada tras haber cruzado la extraordinaria campa. Desde esta cota no vamos a tener ya respiro hasta poner bajo nuestros pies a este imponente macizo, que ya nos mira de reojo, que lo ha venido haciendo por entre las nieblas, y que ya lo han dejado definitivamente al descubierto. Le vamos a tener que dar la vuelta para cogerlo un poco desprevenido. Tomamos, pues, el evidente camino que va serpenteando entre la cascada y el Bidet. Un sendero, calzado en algún pequeño tramo, que nos introduce en el bosque de hayas, que se ha aliado con las lluvias de ayer y las nieblas de hoy para mostrarse contagiosamente disfrutón.

Pic d'Anie a la  izquierda, y la cresta rematada por el Countendé 

Progresando ladera arriba
            Como en media hora desde Sanchèse alcanzamos una valla para el ganado, y en diez minutos más una fuente, una providencial fuente, en la que repostamos para seguir nuestra ruta, que enseguida nos saca del bosque para ir mostrándonos en toda su amplitud ese valle d’Anaye, que todavía goza del uso tradicional de los montes, de ese ganado que lo pasta, y que ya anda encaramado por esas laderas próximas a las cabañas de los pastores. Todas estas bucólicas reflexiones nos van entreteniendo, pero la dura realidad nos arranca bruscamente de ellas, cuando llegamos al punto en el que se ha terminado la pendiente propia de subir valle arriba, porque ahora llega la de subir por la ladera. Si hasta ahora hemos subido para respirar… ahora toca respirar para subir.

Cuenca de Lhurs, rodeada de grandes montañas

            Sin más, tras el susto de tener que subir por un descomunal canchal, el sendero nos lleva a su vera, por unas lazadas herbosas que van suavizando el enorme desnivel, que no siempre lo consiguen. Como a hora y diez alcanzamos una plataforma, el único respiro en todo el recorrido, donde aprovechamos para echar trago y recomponernos, porque a partir de ahora aún se empina más. Veinte minutos más de subida y llegamos al collado, que a sus más de 2200 metros de altitud nos da ya vista sobre la bellísima cuenca de Lhurs, que conforma nuestro macizo de hoy, y montes como el Dec de Lhurs, el Pèneblanque o la Table de Trois Rois. Una cuenca provista de ibón y cabaña. También se asoma sobre el monte bajo domesticado con ese mosaico de verdes cultivos allá, en el fondo del valle.

Progresando por la cresta  (foto de Julio)

La brecha
            A partir de aquí la cosa se pone más seria. Tras un breve tramo de loma herbosa se vislumbra roquedo, un cresterío que hay que ir remontando para alcanzar las dos cimas del Grand Billare. Nuestro veteranísimo Carlos, que ha hecho un gran esfuerzo por llegar hasta aquí decide vernos disfrutar, y hacerlo él mismo del paisaje a dos aguas que nos brinda esta cota. Continuamos, pues, rumbo a nuestro objetivo por esta cresta, que vamos acariciando a uno y otro lado. En veinte minutos, el camino nos deja al pie de una pequeña brecha que nos obliga a volver a echar manos para superarla, pero la fiesta continúa. Otro tramo de cresta disfrutona y nos presentamos en esa primera cima, la Occidental, que pasamos de largo para llegarnos hasta la segunda, la Oriental, entre las que media un gran corte en la roca, que hay que bajar para luego subir y acercarse, ya sin mayores dificultades a esa segunda cima, dejando a nuestra derecha unos importantes foraos, con alguna mancha de nieve todavía.

Tránsito entre las dos cimas

Extraordinario entorno
            Mucho más importante y severo es el corte que hay hasta el Petit Billare, que ni vamos a pasar ni estaba en nuestros planes, de modo que damos por finalizado este duro ascenso, que lo ha sido porque la subida no da cuartelillo, pero henos aquí disfrutando del lugar y del momento con los amigos que han hecho posible esta magnífica jornada de montaña, que concluiremos con el consiguiente descenso por la misma ruta. Pero antes de que eso ocurra, lo que decimos, a disfrutar. Sí, a disfrutar de un extraordinario entorno, de un mundo mineral que se ha sabido abrir paso entre la depresión aquitana y la alta montaña pirenaica. Un mundo mineral, tirano, duro, calizo, que esconde en sus tripas toda el agua que recoge. Un mundo mineral que los despachos han repartido entre los antiguos reinos de Francia, Aragón y Navarra, aunque él no lo entienda. Un mundo mineral en el que se suceden enhiestos picos, enormes canchales, profundos valles, que el tiempo y los elementos han sabido modelar y alternar en este enorme y exigente escenario.

De vuelta, pasando a la cima Occidental

Seguimos cresteando en el descenso
            Alternancia en el espacio, sí, pero también en el tiempo. Tras vivir nuestro momento, llega el de volver, y de hacerlo con cuidado de nuevo hasta la otra cima, que con 2318 es algo más alta que ésta. Destrepe de brecha y enseguida al collado, donde ya todos juntos retomamos el descenso… aunque lo de todos juntos es por poco rato, porque hay quien se decide a romper la paz del canchal sacando como media hora de ventaja hasta el fondo del valle a los que desandamos justamente lo andado para subir.

El bosque nos aguarda

Cascada d'Anaye
            Reagrupados de nuevo, ya todos mu relajadicos y mu monos nos dejamos envolver de nuevo por el hayedo que todo lo calma, hasta llegar a ese Plateau Sanchèse, donde nos arrimamos a ver qué nos cuenta esa cascada, que ha salido de las tripas d’Anaye para recorrer las últimas decenas de metros haciendo las delicias del visitante. Y en poco más a los vehículos, tras haber recorrido 12,8 kilómetros, en 6h 50’ de tiempo total, del que 4h 35’ han sido en movimiento, para salvar un desnivel acumulado cercano a los 1500 metros D+/-, concluyendo así una extraordinaria jornada mayenca, con el agradecimiento a todos los asistentes, como a los que por diversos motivos han manifestado su intención y no lo han podido hacer, pero especialmente a Julio, por descubrirnos otro de los magníficos rincones de nuestro maravilloso Pirineo. Gracias.





jueves, 13 de julio de 2017

Las Muelas de Beratón y del Morrón, la Corona Norte del Aranda en la Cara Oculta del Moncayo

IXOS MONS
Muela de Beratón (1582 m)
Muela del Morrón (1663 m)
Domingo, 9 de julio de 2017



Cabecico del Moncayo
A cuántos pueblos mantienes
Unos con cargas de leña
Y otros con cargas de nieve
¡Aivá!


Entrada a Purujosa, bajo la ampliación
de su albergue
            Hoy comenzamos con esta coplica, a modo de jota, de Cecilio Lumbreras, que a principio del siglo pasado ya ensalzaba las bondades de estos lugares en los que una localidad, Purujosa, que en aquella época, tampoco hace tanto tiempo, era habitada por unas 450 personas, como diez o doce veces más de los actualmente censados. Y decimos de los actualmente censados, porque son los considerados de derecho, ya que de hecho deben andar en torno a la decena. Entre unos y otros han aunado esfuerzos en los últimos lustros para no dejar morir a esta villa, consiguiendo que no perdiera su municipalidad. Más purjosanos adoptivos que nativos a la postre, pero todos con unas ganas inmensas de participar, de no dejar morir esa esencia celtíbera de aquellos pueblos prerromanos tan pegados a la tierra, a una tierra hoy cuasi olvidada en ésta la llamada Cara Oculta del Moncayo. Unos purjosanos, de una u otra índole, que orgullosos están de su Padre Francisco, el ermitaño de la ermita de la Virgen de Constantín, próxima al casco urbano. Unos purjosanos que, como curiosidad podemos decir que viven en el pueblo más pequeño del mundo con semáforos, sí, porque hay dos para ocho calles.

Panel informativo del GR 90, señalizado como Sendero Turístico de Aragón,
a su paso por Purujosa

Información sobre las muelas de Purujosa
            Cuando hablamos de la Cara Oculta del Moncayo no es porque tenga algo de qué avergonzarse, no, ni muchísimo menos, todo lo contrario, muestra con gran celo, pero con enorme orgullo sus valores medioambientales y paisajísticos, hoy en día incluidos en ese espacio natural protegido del Parque Natural del Moncayo. Muestra con enorme orgullo su rico pasado, desde la Edad del Bronce hasta nuestros días, pasando por la intensa época medieval, en la que perteneció al Monasterio de Veruela, donado por Alfonso II en 1177 con ese "Laudo etiam atque concedo vobis Perillosam cum terminis heremis et populatis scilicet, a Pinna de Águila usque ad Pinnan Perforatam et castello de Oliveto usque ad Chovas de Alondas..., en el que se pueden reconocer los límites a la sazón, asombrosamente coincidentes con los municipales de los de hoy en día. Su casco urbano, con gran acierto llamado “Nido de Águilas” colgado desde hace centurias de unos grandes riscos en la cabecera del Isuela, llama la atención del visitante que por aquí se acerca a disfrutar de él y de su entorno, o sencillamente va de paso a las cercanas tierras sorianas, con las que comparte ese singular vivir a las faldas del macizo del Moncayo, que alberga en el pico de San Miguel la mayor altura del Sistema Ibérico, tan abrazado, y no sólo etimológicamente, al padre Ebro.

Muelas de Beratón y del Morrón, sobre el barranco de la Virgen

Purujosa, el "Nido de Águilas"
            ¿Y por qué hablamos tanto de un pueblo en un blog de montaña? Pues porque el paisaje no se entiende sin el paisanaje… y viceversa. Porque el paisaje, junto con los fenómenos naturales, ha sido labrado por el paisanaje. Porque el paisaje forma parte de la cultura. Porque el paisaje forma parte de la historia. Hoy, con los amigos Paco y José Manuel, del club ISUARA de Illueca, grandes conocedores de ésta su tierra, y de sus inmensas posibilidades, nos adentramos en este paisaje, nos adentramos por estos pliegues de la montaña, donde se aúnan grandes mesetas de suaves laderas por un lado, pero cortadas a tajo por otro, con profundos barrancos por los que discurre la poca agua que las entrañas del Moncayo no se guardan para sí filtradas por el terreno calizo que lo compone, nos aupamos a esta Corona Norte del Aranda, donde emprende el vuelo la comarca. Hoy, con los amigos Paco y José Manuel, decimos, nos acercamos a Purujosa para dar comienzo y fin a una espectacular circular que conjuga ambos escenarios, subimos al cielo de la comarca, las muelas de Beratón y del Morrón, y bajamos a uno de los barrancos más asombrosos, el Valdecongosto, cuyo nombre es su mejor tarjeta de presentación.

Comenzamos la ruta

Barranco de la Virgen
            Dejamos el vehículo en el mismo pueblo, para tomar el GR 90, recientemente señalizado como Sendero Turístico de Aragón, que cruza el casco urbano, con el permiso del semáforo. En la cara norte del pueblo nos asomamos al espectacular escenario de nuestros pasos de hoy,  ya dominado por esas enormes muelas, nuestros objetivos, la de Beratón, compartida con esa localidad soriana, y la del Morrón, compartida en este caso con Añón, de la comarca de Tarazona. Visualmente entre ellos, a nuestros pies, el enorme tajo del barranco de la Virgen, labrado por la erosión de milenios entre este terreno calizo.

Oficios perdidos

Primavera del Moncayo
            Seguimos las marcas rojiblancas, hasta que al cuarto de hora las dejamos que sigan hasta el fondo de ese barranco hasta encontrar el peirón de la Virgen de la Leche, para adentrarse en el barranco de Cuartón. Unas marcas que pasan con gran devoción por este recién restaurado pilón, que llaman por aquí, al igual que lo hacían antaño las gentes que se dirigían por este viejo camino de Tarazona, antes de la construcción de la carretera. Si echamos la vista atrás podremos contemplar ese "Nido de Águilas" con el que se denomina a esta villa colgada en sus riscos. Continuamos pues barranco arriba por entre la profusión de una primavera tardía. El poco tránsito por esta zona hace que la vegetación se entregue al visitante.

Progresando por el bosque

Aproximándonos al objetivo
            La entrada a unas viejas pistas hace que se vaya empinando el trazado. Tras el paso por una red de pistas que bien conocen los paisanos, llegamos a un punto en el que cambiamos lo empinado de esta última, bajo la imponente mirada de los acantilados, por el más empinado todavía tránsito por el bosque campo a través, hasta dar con una senda que nos arrima a la pared, que ya nos exige más atención, llegando incluso a usar las manos en algún paso. Un último esfuerzo para subir a la muela, una enorme planicie cortada a pico por esta vertiente y gran parte de la otra. Vamos al filo de la muga con Beratón, y en consecuencia con la provincia de Soria, que unos metros cruzamos para poder decir que a los 1582 metros, hemos hecho cumbre en la llamada Corona Alta, gozando de unas vistas extraordinarias, entre otras cosas hacia nuestro siguiente objetivo, la Muela del Morrón.

Asalto final

Al filo de la muga, al filo del abismo
            Sin perder mucho tiempo, vamos bordeando el acantilado NW en busca de una vía de descenso poco comprometida. Damos vista al Alto de San Mateo, donde se encuentran restos de construcciones dispersas por todo el cerro, destacando los derrumbes de piedras que podrían corresponder a las antiguas murallas de un despoblado medieval, mezclado con los restos del castro celtibérico. Al pie ya de los enormes murallones de roca de la Muela de Beratón, que albergan grandes oquedades sin duda empleadas antaño como apriscos, tomamos una senda que por encima de un barranco tributario del de El Hoyuelo, nos lleva hasta el collado de la Atalaya, entre la muela y el pico homónimo. Continuamos por tierras sorianas, por la curva de nivel de los 1500 que nos deja el collado, para meternos a nuestra comarca al filo de la de Tarazona en la muga con Añón y auparnos por el calizo terreno de esta otra muela, la del Morrón, que en el mismo filo del acantilado, es el techo de la del Aranda, que la tiene toda al sur, a sus pies.

En la Corona Alta, cumbre de la Muela de Beratón

Oquedades en la cara NW de la Peña de Beratón
            Las Peñas de Herrera actúan como telón de fondo en nuestro descenso. Unas peñas que también son disputadas por las comarcas de Tarazona, Borja y Aranda, y que se aúpan para dejarse ver entre las nubes. Bajamos hasta el collado de la Estaca, donde retomamos el GR 90 (antiguo GR 90.2) de vuelta ya a Purujosa. Por viejos caminos que burlan la pista, en un cuarto de hora llegamos a uno de los puntos de agua más significativos de este entorno calizo, la fuente del Col, donde aprovechamos para echar un bocado. Estamos en la cabecera del barranco de Valdecongosto, al que luego accederemos a través del de Hoya Barrán.

Llegando a la Muela del Morrón

Las Peñas de Herrera
            Dejamos atrás este atractivo rincón, dotado además de una pequeña balsa para la lucha contra incendios. Continuamos un tramo por la pista, que abandonamos para tomar un sendero a la izquierda que nos mete a éste último barranco mencionado, que transcurre por unos ya abandonados bancales. Al confluir con el principal vemos más cercana esa Peña del Tolmo de la Cina, que ha estado presente durante toda la mañana, y que separa ambos barrancos. La entrada al de Valdecongosto se hace suave, sin estridencias. Poco a poco te va llevando al filo de sus aguas bajo unos acantilados que van jugando con nosotros, haciéndolo cruzar en innumerables ocasiones, hasta que la estrechez se come la senda, teniendo que circular por el mismo lecho en el tramo final debido a la proximidad de las paredes.

Valdecongosto. Impresionante


            Media hora de tránsito por este espectacular barranco es suficiente para salir a la carretera, que en menos de un kilómetro, nos conduce los pasos al pueblo, dando por finalizada esta extraordinaria circular de 20,7 km, a la que le hemos metido 5h 40’ de tiempo total, del que 4h 50’ han sido en movimiento, para salvar unos 1260 metros de desnivel acumulado D+/-, en una bonita mañana de monte por los sorprendentes parajes de esta Cara Oculta del Moncayo, que hoy se ha mostrado más familiar, gracias a la buena compañía que hemos llevado, y que agradecemos enormemente.





martes, 4 de julio de 2017

El Cabrera y la Peña Café, al filo de la Sierra de la Virgen

IXOS MONS
Cabrera (1428 m)
Peña Café (1412 m)
Domingo, 25 de junio de 2017



“… las vicisitudes que dieron lugar en el siglo XIV al denominado Cisma de Aviñón y llevaron al papado, con el nombre de Benedicto XIII, a «aquel don Pedro de Luna, la voluntad más tenaz de su época y tal vez de todos los tiempos»…”.


Illueca
            Hoy comenzamos nuestro relato con este pequeño fragmento de la novela “El Papa del Mar”, de Blasco Ibáñez, en la que habla de la vida de este controvertido personaje histórico aragonés nacido en Illueca, que con sus más de 3100 habitantes, es la capital de una comarca cuya economía tradicionalmente basada en la agricultura y la ganadería, el siglo pasado basculó considerablemente en favor de la industria del calzado, que da empleo a la mitad de la población activa. Como decimos, esta población es conocida por ser la cuna de Pedro IV Martínez de Luna, el único Papa aragonés, que lo fue bajo el nombre de Benedicto XIII, cuyo castillo palacio se yergue en lo alto de una roca dominando el conjunto urbano, y rompiendo un paisaje horadado por el río Aranda, que da nombre a la comarca.

Cielos del Aranda

Amparados por el PR-Z 73
            Pero vamos a lo nuestro, que es el monte. La Sierra de la Virgen es una más de las estribaciones del Sistema Ibérico zaragozano. Su trazado NW-SE hace de divisoria entre el Aranda y su comarca, y el Ribota, en la de Calatayud, ambos tributarios del Jalón. Su máxima altura es el pico Cabrera, coronado por un vértice geodésico, que con sus 1428 metros de altitud se aúpa orgulloso sobre la vertiente de Illueca, a cuyo término municipal pertenece, aunque confluyen también los de Gotor y Sestrica, también en la comarca del Aranda, y Aniñón en la de Calatayud. Es una sierra que invita a recorrerla en base a varias combinaciones. Por nuestra parte, decidimos hacer una circular subiendo por el PR-Z 73, que se va entrelazando con la señalización de la Ruta del Papa Luna, cuya sexta edición se acaba de celebrar con gran éxito. El descenso se realiza por la Peña Café y el barranco de Valdecongosto. Vamos.

Entre olivos y almendros

Arranque del sendero
            Una corriente de aire frío en altura viene a reemplazar unos días de muy intenso calor, lo que ha provocado episodios tormentosos muy fuertes y localizados en estas jornadas pasadas. Hoy, parece que no va a ser menos, pero de momento se sujeta. La A-1503 parte de El Frasno, y recorre el eje del Aranda hasta tierras sorianas, dejando Illueca a mano derecha; a la altura de la población, más o menos en el PK 21,3 se toma una pista asfaltada a mano izquierda. Como a 700 metros, dejamos el vehículo, comenzando la circular, que por pista agrícola entre campos de olivos y almendros se va acercando a la montaña. Recorrida durante casi 3 km, sale a la izquierda un sendero señalizado. Vamos bien. La subida ha sido constante pero suave. A partir de aquí, más constante y menos suave. El sendero muy bonito de transitar, por pinar y carrasca, con jara buscando su hueco entre ellos.

Refugio de Valdejuén

El roquedo sustituye al bosque
            En menos de una hora se llega al refugio de la Sierra de la Virgen, o de Valdejuén, situado en el límite municipal con Gotor, y desde el que se divisan hasta 10 pueblos de la comarca; de acceso libre, por lo que se puede hacer uso de él en caso de necesidad, pero con la recomendación siempre de respetar las instalaciones. Bajo nuestros pies, la depresión del Aranda, y al norte las estribaciones del Moncayo. Continuamos por la senda señalizada que sigue picando para arriba. Comienza el roquedo, y con él más y más jaras, que aumentan considerablemente su tamaño. La pista se cruza en varias ocasiones. En hora tres cuartos vemos bajar el horizonte y asomar el vértice geodésico, al que le han añadido unos metros más en la pintada. Según el IGN tiene 1428.

Llegando a cima

Hacia el Moncayo
            Las vistas desde aquí son extraordinarias. Al norte tenemos la depresión del Aranda, con las Peñas de Herrera y el Morrón como antesala del Moncayo. Al sur la del Ribota, con la sierra de Armantes. Si nos movemos un poco hacia el oeste podremos ver el Alto de los Tres Mojones, a continuación la ermita de la Virgen de la Sierra, ambos visitados con anterioridad. En dirección contraria, al este, y también visitado, vemos el pico del Rayo, en la sierra Vicor. Estamos pues situados en el centro de esa espectacular panorámica, sobre un pico, el Cabrera, que es el más alto de esta Sierra de la Virgen, bastante poco frecuentada, injustamente a nuestro modo de ver. Este punto, decimos, que pertenece al municipio de Illueca, pero donde confluyen otros tres más, el de Gotor y Sestrica, del Aranda, y el de Aniñón, de Calatayud.

Ermita de la Virgen de la Sierra

Vista desde la Peña Café
            La mañana se empieza a estorbar, de hecho, en varias ocasiones ya nos ha llovido levemente en alguna ocasión en el ascenso. Comenzamos pues el descenso por la loma que se dirige hacia levante, pasando por las indicaciones de los neveros, que no visitamos al no saber su cercanía o no. Seguimos, y nos topamos con la Peña Café, a la que no nos cuesta auparnos. A su derecha, sin señales ya del PR, aun llevando track cuesta encontrar los hitos que dan comienzo al descenso, que se hace por un cortafuegos sin limpiar en el que sin camino definido hay que ir buscando los hitos para no perderse. Esto nos lleva casi media hora.
Descenso por el cortafuegos

Fuente de Valdecongosto
            Salimos a una pista, donde está señalizado para subir al Cabrera o al Guzmán, otro de los bastiones de esta sierra. A partir de aquí el sendero ya está definido y más fácil de transitar. Discurre por bosque mixto. Enseguida salimos a la pista, junto a la fuente de Valdecongosto. A partir de aquí está menos visible la entrada de nuevo al sendero, que sigue por el pinar y paralelo ya al barranco, seco barranco, que se cruza, saliendo de nuevo a una pista, que tomándola a la derecha nos lleva a un cruce donde confluyen cinco. Hay que tomar la tercera de la derecha, o segunda de la izquierda, para seguir bajando. Nos topamos con los corrales de la Mesa, donde volvemos a encontrar señales blancas y amarillas, que nos llevan hasta el punto de partida.

Sorprendiendo a la fauna local


            Una mañana por esta Sierra de la Virgen, conocida por la otra vertiente pero no por ésta, y que merece la pena visitar. Finalmente le hemos metido algo más de 4 horas de tiempo total, del que 3 han sido en movimiento, para recorrer en torno a 11 km, con un desnivel acumulado total de 850 metros D+/-.