IXOS MONS
San Antón (1482 m)
Punta Fajal (1462 m)
Presín (1430 m)
Lunes, 23 de diciembre de 2019
Seguimos dando
culto a la España vaciada, al Aragón vaciado, al Alto Aragón vaciado… al
Pirineo vaciado. Dos grandes depresiones de terreno, no solo demográficas, y
entre ellas una modesta sierra, que merece toda nuestra atención hoy. Dos
valles, el del río Matriz, con
poblaciones como Aquilué y Caldearenas, entre otras. Y el de la Garona, con Rasal y Bentué de Rasal.
Entre ellas, la sierra de Javierre,
entre la de Bonés y el propio cauce
del Gállego, al que rinden los dos
ríos mencionados. Mucho terreno y poca población, en consecuencia poca
actividad agropecuaria… pero aún queda.
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A punto de salir de Caldearenas |
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Comenzando la Senda de Izarbe |
Hace tiempo
que le teníamos echado el ojo a esta larga ruta, pero hasta hoy no se habían
dado las condiciones. Con los amigos, Marisa, Toño y Jesús nos dirigimos a
Caldearenas, cabeza del municipio homónimo, que alberga a otros diez núcleos de
población, de los que en dos ya no humean chamineras,
y en otros dos, para calentar a menos de 10 personas entre los dos. En total, poco
más de 200 habitantes que luchan por sobrevivir.
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Una ruta muy bien señalizada |
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Por la ribera del Gállego |
Tras mes y
medio de ver cómo borrasca tras borrasca llenaba los pantanos y favorecía la sementera,
pero nos robaba el buen tiempo para salir al monte, no hemos querido esperar a
que se despidiera esta última y con pueril impaciencia lo hemos hecho. Las
nueve de la mañana nos dan ya en marcha, dirigiéndonos hacia la Senda de Izarbe, por casi
impracticables pistas agrícolas, en algún tramo incluso con restos de la
invasión de un Gállego que aún baja con muchos humos. Seguimos las indicaciones
de esta senda decorada por la artista Maribel Rey, y con un resultado opinable.
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Paso bajo las vías del Canfranero |
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Junto a uno de los viejos caxicos |
Cruzamos el
río Matriz y las vías del Canfranero por debajo. Una muy agradable pista nos va
abriendo las vistas hacia el norte, presidido por la Peña Oroel y su solana,
que va dejando entrever las nevadas montañas pirenaicas. Una pista, decimos,
por entre bojes y grandes caxicos,
con algún panel interpretativo de flora y fauna, que nos lleva a la primera
paridera habilitada como pequeño museo, que encontramos cerrada. Nos
incorporamos a la pista, que al poco sale a otra y que tomamos a la izquierda,
donde comienza un duro ascenso que hay que tomarse con tranquilidad.
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La Peña Oroel y su solana |
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En la segunda paridera |
Enseguida nos
encontramos con una segunda paridera, acondicionada para el mismo fin, y que
tampoco podemos visitar. Media hora escasa por la misma pista y su ascenso,
para dejarla y tomar un sendero a mano derecha, que nos hace formar parte más
íntima del bosque, que va fagocitando los corros que se adivinan con un pasado
productivo. El sendero se empina más y más. También se cierra más y más. A lo
lejos, la espesura deja entrever que el horizonte va bajando, pero que nunca
llega. Hasta llegar a él, el último tramo nos hace jabalinear un poco, pero finalmente lo alcanzamos. Llegamos a esa
línea de horizonte, la tenemos bajo nuestros pies, así como todo el valle que
descubre, el de la Garona, ese río que nace en las faldas del Peiró y sin llegar a la juventud vierte
toda su tierna infancia en el Gállego, con el que funde sus aguas poco antes de
embalsarlas en el pantano de La Peña.
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Vestigios de la vieja humanización, convertida en bosque |
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Primer asome sobre la Garona |
Tras dos horas
y tres cuartos, y setecientos metros de desnivel, podemos decir que hemos
subido a lomos de esta sierra, por la que vamos a cabalgar en las próximas dos
horas y media. Momento fotografía, momento contemplación, momento visual de
montes, esos que siempre están ahí, pero que hay que reconocerlos desde
distintas perspectivas. Momento, en definitiva, de echar al propio tiempo un
bocado para reponernos del esfuerzo y poder seguir adelante.
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La parte occidental del valle, con la Garona basculando hacia La Peña |
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Ya se van viendo los puntales de la sierra |
A partir de
aquí, y ya a dos aguas, nuestro deambular por lo más alto de la sierra nos
permite no perder ojo sobre ambas vertientes, con el fin de saborear
visualmente todo lo que nuestra vista alcanza, que es mucho… hasta el nevado
Moncayo se deja ver. Al cabo de una hora disfrutando de ese placer, llegamos al
primero de los tres puntales de esta sierra, el de San Antón, donde nos
encontramos vestigios de lo que pudo ser un abrigo pastoril. Media hora más, y
en la zona del Fajal, alcanzamos su Puntal, con la misma historia en piedra.
Otra media hora para llegar al Presín, con su vértice geodésico.
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Dos buenos amigos, con el valle que se dirige a Arguis, y el Peiró que lo vigila |
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Cuidada senda de regreso |
Seguimos como
un cuarto de hora más hasta que tenemos que abandonar las extraordinarias
vistas sobre el valle de nuestra derecha, que pronto bascula hacia el este,
regado por el Isuela, que alimenta
al pantano de Arguis, el más antiguo
de Aragón. Descabalgamos, pues, de lomos de esta sierra para tomar una senda
que luce ancha y limpia, seguramente para que discurra esa Traschinepro, la prueba de trail por montaña que organiza el
ayuntamiento de Caldearenas, de hecho, al cabo de media hora encontramos la
tablilla del km 15, que ya por la del 10 habíamos pasado tras el San Antón.
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Pozo nevero |
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Entrada de la Cueva de la Mora |
Un cartel de
pozo nevero nos hace desviarnos unos minutos para visitarlo. Está en buen
estado y vallado. Volvemos sobre nuestra senda y el barranco nos brinda un gran
espectáculo al ofrecer una gran caída inclinada de agua abierta a los cielos y
a la mirada de los transeúntes. Siempre baja con agua, pero nunca con tanta. Al
poco, otro desvío sale a nuestro paso, el de la Cueva de la Mora, que también visitamos, aunque esta vez más alejada
del sendero. Nos lleva al mismo seno del barranco y lo que nos encontramos es
una gran tosquera con una pequeña
entrada por la que se accede a rastro
a un interior mucho más amplio, pero que sabemos por oídas.
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Ermita y casa contigua, de la Virgen de los Ríos |
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Fuente bajo la ermita |
De regreso al
sendero, al cabo de un cuarto de hora, nuestro sendero rinde a la pista de la
ermita de la Virgen de los Ríos, a
la que también nos desviamos para su visita, aunque nos toca mojarnos los pies,
ya que el vado de acceso está bozao y
pasa medio palmo de agua por encima. De robusta factura, fue construida en el
siglo XVIII, y lo fue en un lugar un tanto peculiar. Su origen fue bastante
común al resto de ermitas o lugares santificados, ya que fue un pastor quien
encontró una imagen de la Virgen, alzando allí el santuario, y el conflicto
vino porque estamos en la confluencia de los términos de Javierrelatre y Aquilué,
lo que hizo que a los primeros se les llamara furtasantos. Tanta fue la discordia que en el siglo XIX se tuvieron que constituir los estatutos de la Virgen de los Ríos, que marcaban el reparto de
los lugares para comer el día de la romería. Ermita y otra casa en buen estado
constituyen la arquitectura del lugar. Una fuente debajo completa el conjunto.
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Peirón compartido |
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Llegando al cierre de la circular |
De vuelta a la
pista, de vuelta al vado, de vuelta a la mojadina.
Continuamos por la ancha pista camino ya de Caldearenas. A los diez minutos, un
peirón marca el desvío para un sendero a mano izquierda, que nos acerca ya al
punto de origen. Al cabo de media hora pasamos las vías de nuevo por debajo y
al poco rato cerramos la circular, estando ya muy cerca de la población, a la
que llegamos al filo de las cinco de la tarde, habiendo recorrido 21,3 km, en
ocho horas de tiempo total, del que 6h 15’ han sido en movimiento, para salvar
un desnivel acumulado de 1000 m D+/-, en una ruta auténticamente recomendable
para dar culto a una sierra olvidada, así como sus usos tradicionales.