Ruta de las Ermitas de Sta Orosia
Yebra de Basa
Sábado, 5 de abril de 2014
En esto del discurrir por las
montañas hay algo que nos da vértigo, verdadero vértigo, y no son precisamente
los abismos, no. No lo son. Lo que más tememos es al andar sin pasar, al mirar
sin ver, al oír sin escuchar, al tocar sin sentir, al querer sin amar, en
definitiva.
Fuente de la santa |
La esencia de la vida son los
intercambios. Sí, la vida es un puro intercambio, y eso no es otra cosa que un
tomar y dar. Hoy hemos elegido esta ruta por eso porque tiene especial
relevancia ese dar, ese renunciar a algo. Hoy vamos a lomos de la historia, a
lomos de la tradición, a lomos de la leyenda, porque abordamos una ruta
atractiva y pintoresca donde las haya. En una tierra forjada a espada, en una
tierra forjada con sangre y lágrimas, en una tierra de abismos históricos y
geográficos, hay un monte de tres caras. Una se mira hacia los interiores de las
castigadas tierras del Sobrepuerto, y las otras dos están regadas por las aguas
del Basa y del Gállego, al que rinde. Estamos hablando de los puertos a los
pies del monte Oturia. Estamos hablando del monte de Santa Orosia.
Capilla de Arrodillas |
Aunque no lo parezca, los tiempos
no han cambiado tanto. Cuando no se puede vivir de lo natural, hay que hacerlo
de lo sobrenatural, y para eso, la tradición ha estado siempre muy atenta, muy
ocupada. Se dice que Orosia era una princesa de lejanas tierras, que en el
siglo VIII vino a España a casar con un príncipe visigodo. A su paso por los
Pirineos con su gran séquito, fue descubierta por las tropas islámicas, que a
la sazón comenzaban a conquistar la península, algo que ignoraban. Aben Lupo,
cabecilla de las tropas que la interceptaron, se enamoró de su juventud y
belleza, queriéndose desposar con ella. Orosia, por no renegar de su fe
cristiana, se negó, siendo entonces sometida al terror de ver cómo decapitaban
a su hermano y tío que con ella viajaban. Se reforzó su negativa, y es algo que
colmó la paciencia del sarraceno, que terminó por martirizarla y decapitarla.
Endemoniados (rondadors.com) |
Ahora, las noticias se difunden
casi antes de que se produzcan. Antes, no. Este caso tardó trescientos años en
darse a conocer al pueblo. Y lo hizo a través de un pastor en las cercanías de
Yebra de Basa, quien encontró su cuerpo incorrupto en una cueva, unas reliquias
que el recién creado cabildo de la catedral de Jaca reclamó para sí, reclamó
para su gloria, encontrándose con la oposición de los habitantes de este pueblo.
La solución de semejante conflicto de intereses encontrados fue la de que el
cuerpo fue a parar a la que comenzaba a ser la capital del reino, y la cabeza
se quedaría en Yebra.
Desde entonces, su fama se vio
acrecentada por la creencia popular que le atribuía especiales poderes para el
tratamiento de los endemoniados. Se venera su culto el 25 de junio, y es fiesta
grande en las dos localidades, pero es en Yebra, es en torno a Yebra, donde más
huella ha dejado en el territorio, con un rosario de ermitas y capillas que
marcan el itinerario hasta o puerto, donde el 25 de junio de cada año se reúnen
cientos de romeros y cruces de decenas de pueblos de la redolada, para dar
culto a la santa.
Evocadores caminos |
Sumidos en esos caprichosos pliegues
de la historia, comenzamos una ruta por estos montes envueltos en ese halo de
tradición, misterio y santidad, en una mañana de pura transición en lo meteorológico,
pasando de fuertes lluvias en los días precedentes, a otros de forzado ambiente
veraniego. De la mano de Santa Orosia arrancamos justo donde la carretera vieja
entra al casco urbano, arrancamos, decimos, en la ermita de Langusto. Cruzamos
el barranco y nos metemos por entre las margas, que también como pliegues del
terreno, nos acompañan hasta bien entrados en el monte, donde nos encontramos
la capilla de Escaroniellas, abierta al barranco de Santa Orosia, formado por
el milenario discurrir de las aguas que del puerto bajan.
Interior de la ermita de la Cueva |
Seguimos por el bien marcado
camino, y nos encontramos otra capilla, que en realidad es una pequeña
construcción en torno a una gran piedra con unas concavidades, en las que se
dice que la santa posó sus rodillas, llamada por ello de Arrodillas. Obligado
es cruzar el barranco, que lo hacemos por un rudimentario, pero suficiente paso
de tablas cruzadas en dos troncos. El
sendero, ya por la margen izquierda, está salpicado de paneles informativos de
su fauna terrestre y avícola, de su flora también.
Cascada de la cueva |
Tras un tramo de más duro
desnivel, poco a poco vamos tomando contacto visual con ese gran salto de agua,
más calmado en tiempos de estiaje, pero que ahora se torna más vivo que nunca,
al expulsar al vacío esas aguas que los puertos ya no pueden retener. A cada
paso que damos, se va acrecentando su grandeza, y las joyas rupestres que hay
tras su velo. Llegamos ya al núcleo central de este itinerario de ermitas y
capillas en torno a este sagrado territorio. Llegamos ya a las paredes de
conglomerados que albergan a las ermitas de la Cueva y la de San Cornelio.
Llegamos, decimos, a la mayor estación de esta ruta orosina, y no es tanto el
culto a la santa como el reconocimiento a los cientos, a los miles de personas
que a lo largo de los siglos ha atraído hasta aquí. El respeto a esas personas,
a sus creencias, a su devoción, es algo de lo que estas piedras están
impregnadas.
De todo ello queremos participar,
pero antes, mucho antes, que esos romeros, que esos acompañantes, que esas
cruces de todo el territorio comenzaran a pasar por aquí, llenando de contenido
esta ruta, la tierra, el agua, el aire y la luz, que hoy contemplamos ya se
conjugaban armoniosamente en torno a estas cuevas que los conglomerados
propician, y que por una de las fajas que forman nos dejan paso para continuar
nuestro ascenso, en el que nos encontramos otras dos ermitas, la de San Blas
primero, y la de Santa Bárbara después.
Alcanzamos ya la cornisa donde la
piedra deja paso a la hierba, a la tasca del puerto, donde tenemos otra
capilla, la llamada O Zoque, junto a una cruz cuya mirada busca a su hermana
mayor de Oroel, al final del monte de suave pendiente oriental. Esta cruz, de
Santa Orosia, como no podía ser de otra manera, goza de la extraordinaria visión
de la Balancha y de la Val Estrecha, ambas separadas por los Capitiellos. Una visión
que el sol bien conoce en su diario caminar de este a oeste.
Caminos de cielo |
Estos montes, estos puertos, hoy
en día tienen la vocación de integrarse en un por declarar espacio natural
protegido, aunque dicho proceso esté pendiente del impulso correspondiente para
poner de acuerdo a todas las partes implicadas, y que bien podría ser la
prolongación oriental del ya existente como Paisaje Protegido de San Juan de la
Peña y Monte Oroel, de cuya formación geológica participa.
Aquí tenemos la joya de la
corona. Aquí tenemos el santuario de la santa, donde según la tradición fue
martirizada, justo en el lugar donde una fuente de tres caños nos lo recuerda.
De tres caños y de tres caras, de las que surgen unas aguas que prisa tienen
por volver, pero que antes han de sacrificarse despeñándose frente a las cuevas,
su historia y sus creencias.
Ermita de Santa Bárbara |
Puertos de entrada a las
malditas, a las mal decidas durante unas décadas, tierras del Sobrepuerto, a
caballo entre las grandes cuencas del Ara y del Gállego, entre el Sobrarbe y el
Viello Aragón, aquí donde las gentes marcharon con lo puesto, llevando y
dejando partes iguales de soledad y amargura, de incomprensión y de abandono,
de rabia y de impotencia, que es algo que todavía se masca cuando penetras en
sus valles, en sus pueblos sin alma, en sus casas de corazón arruinado. El
monte Oturia sabe mucho de eso, ha visto mucho de eso, conoce mucho de eso. El
monte Oturia domina estos puertos. El monte Oturia también venera a la santa, que
poco pudo hacer por evitarlo.
La Balancha, entre el cielo y la tierra |
Nos quitamos el virtual traje de
romeros para volver sobre nuestros pasos desandando lo andado, para descender y
pasar de nuevo por ese rosario de ermitas rupestres y capillas que recuerdan
otros tiempos, pero que los actuales habitantes de estos lugares no están
dispuestos a dejar en el olvido. Ha sido una mañana rica en sentimientos y
evocaciones, rica en el disfrute de unos montes como tantos otros, pero
distintos por su significado, por su simbolismo, porque en ellos están puestas
las miradas y el corazón de cientos de personas que vibran con ellos.
Cinco horas y cuarto, de las que tres
y media han sido en movimiento, para hacer los más de 13 kilómetros que estos
montes y sus recovecos nos han obligado a hacer, superando en torno a 850
metros de desnivel positivo acumulado, en una mañana diez. Totalmente recomendable.
El reportaje completo de fotos,
en:
El trac, en:
las historias de estas tierras hay que contarlas y contarlas para enlazar a las generaciones, y que se conozca la profundidad de lo que se ve
ResponderEliminarSí, y ahí estamos nosotros. Gracias.
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