lunes, 21 de abril de 2014

Santuario de Hielo en el Valle del Aragón

MONS CON NIEU
Gruta Helada de Lecherines
Viernes, 18 de abril de 2014



           Se dice que el agua es la luz del sol condensada. Pero si a eso le añadimos bajas temperaturas constantes, todavía se condensa más, se hiela, se petrifica, pero a diferencia de la roca que le ha permitido filtrarse, se muestra más clara, más limpia, más transparente. Hay un lugar donde el tiempo se afila en cortinajes de curiosas formas, donde el tiempo se detiene, donde el tiempo se destila lentamente, donde la oscuridad y el silencio son cómplices de un atractivo que no podemos dejar de venir a contemplar. Como si de una peregrinación a los orígenes se tratara, acudimos simbólicamente al útero de estas calizas montañas, acudimos al santuario de hielo del valle del Aragón, acudimos… a la Gruta Helada de Lecherines.

Barranco de los Meses
            Hay que madrugar para no encontrarnos mala nieve, sobre todo a la vuelta. Algo pasadas las siete y media, partiendo de Canfranc, emprendemos la subida por el barranco de los Meses. La mañana está fresca, buena. Nos adentramos por un bosque que despereza y que contagia buen rollito. Llegamos a la pista que de Villanúa sube a Gabardito, y la seguimos. Fuente de los Abetazos, a la que le presentamos nuestros respetos. Bien puesto el nombre. En una hora nos presentamos en este paraje de Gabardito, aunque hay quien lo llama el de las praderas de Heidi, que desde que no están sus rebaños están desapareciendo pasto de los erizones, los cardos y las roseras silvestres. Lástima.

Por el bosque
            Cruzamos el barranco de Aguaré y nos metemos de nuevo en el bosque, pasando ya por los primeros neveros. El monte está generoso, muy generoso, y lo demuestra lo crecido de los barrancos, que no hacen fácil el paso por algunos sitios. Al salir de nuevo a cielo abierto, el panorama que se nos abre a la vista es espectacular. Lecherines, Tortiellas y su cordal ante nosotros, dándolo todo. La presencia ya constante de nieve a la altura de la majada nos recomienda el uso de crampones. Pronta está ya la llegada al tubo que nos conducirá al gran sumidero donde se aloja la entrada de la gruta.

            Casi hora y media de un lento, pero disfrutón ascenso median hasta él, a través de una empinada cuesta que nos ofrece algún rellano intermedio para darnos resuello. En el último tenemos el desvío para subir por la derecha al llamado paso del Sarrio, que tiene la llave para cruzar por Estiviellas a Canfranc Estación. Pero eso será en otro momento, eso será cuando se vayan las nieves que hacen peligrosa la aérea travesía. Tomamos ya la última rampa, que por la izquierda nos deposita en ese gran plató, en ese gran sumidero que alberga la entrada de la cueva.



Desde el interior de la cueva
            Sólo con haber llegado hasta aquí, sólo con asomarnos al interior, ya daríamos cumplida cuenta a nuestros deseos. Pero no nos conformamos con ello, con cuidado vamos bajando por las huellas dejadas en la nieve por anteriores visitantes. El desnivel es importante. Una vez abajo, el silencio y el tiempo detenido te engullen. Nos encontramos unas columnas de hielo que destilan la nostalgia del invierno en una adelantada primavera, y que el capricho de las filtraciones y de las corrientes de aire ha diseñado unas formaciones únicas e irrepetibles. Con el mismo origen, el agua, las circunstancias externas cambian el resultado. Son leyes inmutables, y que afectan a todas las manifestaciones de la vida. Sí, a todas. Las formas cambian, la esencia no. Las formas desaparecen, se transforman, la esencia no. Es formidable la lección que nos da siempre el Gran Libro de la Naturaleza Viviente.



            Mediodía de reloj. Bocado, trago y a desandar lo andado. La nieve está totalmente transformada, lo que hace más cómodo el descenso. Parada a quitarlos los crampones donde los habíamos puesto, y a continuar el regreso. Tras pasar por el gran plató de la majada, nos metemos de nuevo en el bosque, que nos da un respiro de nuevo en Gabardito, para volver a dejarnos engullir por él hasta dar con nuestros pasos en Canfranc.

            Casi siete horas, de las que algo más de cuatro y media han sido en movimiento, para recorrer los casi 17 km, con 1.550 m+ y lo mismo de descenso, en una mañana que nos ha permitido tratar de tú a los hielos cavernarios del alto valle del Aragón, en el dominio de Lecherines, y que recomendamos visitar antes de que desaparezcan un año más.




El reportaje completo de fotos, en:


El trac, en:
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=6635317

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