Gruta Helada de Lecherines
Viernes, 18 de abril de 2014
Se dice que el agua es la luz del
sol condensada. Pero si a eso le añadimos bajas temperaturas constantes,
todavía se condensa más, se hiela, se petrifica, pero a diferencia de la roca
que le ha permitido filtrarse, se muestra más clara, más limpia, más
transparente. Hay un lugar donde el tiempo se afila en cortinajes de curiosas
formas, donde el tiempo se detiene, donde el tiempo se destila lentamente,
donde la oscuridad y el silencio son cómplices de un atractivo que no podemos
dejar de venir a contemplar. Como si de una peregrinación a los orígenes se
tratara, acudimos simbólicamente al útero de estas calizas montañas, acudimos
al santuario de hielo del valle del Aragón, acudimos… a la Gruta Helada de
Lecherines.
Barranco de los Meses |
Hay que madrugar para no
encontrarnos mala nieve, sobre todo a la vuelta. Algo pasadas las siete y
media, partiendo de Canfranc, emprendemos la subida por el barranco de los
Meses. La mañana está fresca, buena. Nos adentramos por un bosque que despereza
y que contagia buen rollito. Llegamos a la pista que de Villanúa sube a
Gabardito, y la seguimos. Fuente de los Abetazos, a la que le presentamos
nuestros respetos. Bien puesto el nombre. En una hora nos presentamos en este
paraje de Gabardito, aunque hay quien lo llama el de las praderas de Heidi, que
desde que no están sus rebaños están desapareciendo pasto de los erizones, los cardos y
las roseras silvestres. Lástima.
Por el bosque |
Cruzamos el barranco de Aguaré y
nos metemos de nuevo en el bosque, pasando ya por los primeros neveros. El
monte está generoso, muy generoso, y lo demuestra lo crecido de los barrancos,
que no hacen fácil el paso por algunos sitios. Al salir de nuevo a cielo
abierto, el panorama que se nos abre a la vista es espectacular. Lecherines,
Tortiellas y su cordal ante nosotros, dándolo todo. La presencia ya constante
de nieve a la altura de la majada nos recomienda el uso de crampones. Pronta
está ya la llegada al tubo que nos conducirá al gran sumidero donde se aloja la
entrada de la gruta.
Casi hora y media de un lento,
pero disfrutón ascenso median hasta él, a través de una empinada cuesta que nos
ofrece algún rellano intermedio para darnos resuello. En el último tenemos el
desvío para subir por la derecha al llamado paso del Sarrio, que tiene la llave
para cruzar por Estiviellas a Canfranc Estación. Pero eso será en otro momento,
eso será cuando se vayan las nieves que hacen peligrosa la aérea travesía.
Tomamos ya la última rampa, que por la izquierda nos deposita en ese gran
plató, en ese gran sumidero que alberga la entrada de la cueva.
Desde el interior de la cueva |
Sólo con haber llegado hasta
aquí, sólo con asomarnos al interior, ya daríamos cumplida cuenta a nuestros
deseos. Pero no nos conformamos con ello, con cuidado vamos bajando por las
huellas dejadas en la nieve por anteriores visitantes. El desnivel es
importante. Una vez abajo, el silencio y el tiempo detenido te engullen. Nos
encontramos unas columnas de hielo que destilan la nostalgia del invierno en
una adelantada primavera, y que el capricho de las filtraciones y de las
corrientes de aire ha diseñado unas formaciones únicas e irrepetibles. Con el
mismo origen, el agua, las circunstancias externas cambian el resultado. Son
leyes inmutables, y que afectan a todas las manifestaciones de la vida. Sí, a
todas. Las formas cambian, la esencia no. Las formas desaparecen, se
transforman, la esencia no. Es formidable la lección que nos da siempre el Gran
Libro de la Naturaleza Viviente.
Mediodía de reloj. Bocado, trago
y a desandar lo andado. La nieve está totalmente transformada, lo que hace más
cómodo el descenso. Parada a quitarlos los crampones donde los habíamos puesto,
y a continuar el regreso. Tras pasar por el gran plató de la majada, nos metemos
de nuevo en el bosque, que nos da un respiro de nuevo en Gabardito, para volver
a dejarnos engullir por él hasta dar con nuestros pasos en Canfranc.
Casi siete horas, de las que algo
más de cuatro y media han sido en movimiento, para recorrer los casi 17 km, con
1.550 m+ y lo mismo de descenso, en una mañana que nos ha permitido tratar de
tú a los hielos cavernarios del alto valle del Aragón, en el dominio de
Lecherines, y que recomendamos visitar antes de que desaparezcan un año más.
El reportaje completo de fotos,
en:
El trac, en:
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=6635317
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