martes, 28 de agosto de 2012

Peña Oroel

ENTRENOS
Peña Oroel (1.769 m)
Lunes, 27 de agosto de 2012


De nuevo en la Cruz, pero de una forma inédita, trotando desde casa. Bueno, trotando o como se pueda, claro.

Salimos poco antes de las 9 de la mañana, que está fresca, pero que le va a durar poco. Hemos optado por subir por Barós, de modo que Puente La Lana y carretera hasta el pueblo. Repostaje en la fuente enfrente de la parroquial de San Fructuoso, románica lombarda de finales del S XI.

El camino se ablanda para meternos ya en la senda que nos lleva hasta el paraje llamado de Las Fuentes de Barós, lugar de captación de agua potable. Aquí, hay una bifurcación, por la izquierda es más bosque, más bonito, pero se aleja del Parador; por la derecha es más empinado, menos bosque, no tan bonito, pero nos acerca al objetivo. Salimos a la pista, que continuándola por la izquierda termina en la carretera, pero que antes se cruza con el camino que sube de San Salvador, y que tomamos, hasta la carretera también, pero en un punto más cercano del Parador (1.186 m), a donde llegamos a los tres cuartos de hora de salir de casa.

Camino del bosque
Continuamos ya por la senda de ascenso a la Cruz. Apenas podemos correr, pero andamos todo lo deprisa que podemos, con la ayuda de los bastones. Otros tres cuartos de hora más para alcanzar el collado, o Las Neveras (1.667 m), que también se llama, y es porque existen unos enormes foratos hechos artificialmente para la conservación de la nieve, y tener ese hielo hasta que aguantara, todo ello en la antigüedad, claro, cuando no había frigoríficos, como mucho neveras.

Otro cuarto de hora más y llegamos a la Cruz de Oroel (1.769 m). Antes de ello nos cruzamos con Fernando Val, que baja. En la cima, tiempo justo para disfrutar de la vista y echar algo al cuerpo. Vemos claramente la pista que hemos tomado al salir de la senda después de Las Fuentes de Barós, y nos planteamos el seguir por ella en dirección contraria a ver a dónde va a parar, a ver, digo, si con suerte tiene salida por el norte. Veremos.

Once de la mañana. Salimos de cumbre, y ahora sí, trotando hacemos el descenso, en media hora al Parador, no sin antes haber alcanzado a Fernando. Descansamos un poco. Llega Fernando, resistimos la tentación de que nos lleve a Jaca en su flamante vehículo. Sí, la resistimos.

Parador de Oroel
Seguimos trotando por la carretera hasta el barranco de San Salvador, que tomamos hasta la pista, que emprendemos a la derecha para dejar de reojo el camino de Las Fuentes de Barós y seguir por ella. Pronto deja de ser cuesta abajo para tornarse cuesta arriba, y cuesta arriba. Va rodeando el monte, hasta que llega a la corona, en la que hay dos o tres mesas y bancos de piedras y un mirador, que apenas puede ejercer su función por lo vestido de la vegetación. También nos encontramos un montón, pero un montón de troncos, bien ordenados, de pino, fruto entendemos de una limpia forestal, pero que si se quedan aquí, poco adelantaremos en caso de incendio. Y lo que nos encontramos también, es lo que no queríamos, es decir, la vuelta al ruedo que da la pista. No hay más descenso que volver de nuevo sobre los propios pasos.

Vuelta de nuevo hasta el barranco de San Salvador, para bajar por él, con la esperanza de que la fuente siga regalando esa fresca agua que acostumbra. Sí, lo hace, en pequeña medida, pero lo hace, y se lo agradecemos, pero mucho. A partir de aquí, bueno por la senda hasta la pista aún se va bien, pero desde el comienzo de ésta, hasta Escolapios, es un verdadero martirio, de calor, de ambiente seco, y de cansancio, sin ganas de correr, pero haciéndolo, para que se acabe antes.

Una vez en Jaca, entramos a saludar a los amigos de Aragón Aventura, y a casa. Calculamos que en torno a 26 km, con cuatro horas de caco, incluyendo unos buenos descansos, y dos mil metros de desnivel acumulado, han hecho la mañana de hoy. Una mañana distinta, pero disfrutando igualmente. 



De este viaje no hay fotos. Las que aquí aparecen son de otra ocasión.

Ibones de Sabocos y Asnos

AQUERAS MONTAÑAS
Ibón de Sabocos (1.905 m)
Ibón de Asnos (2.060 m)
Sábado, 25 de agosto de 2012


Tanto tiempo sabiendo de ella, y tanto tiempo esperando. Pues ya estamos aquí, por fin ha llegado el pateo de La Ripera, y desde luego, no nos ha defraudado, como iremos viendo.

Tras una semana de tórrido calor, en la que ni el mercurio se creía a dónde estaba llegando, tanto de día como de noche, llega el fin de semana en el que nos da un respiro. Nos dirigimos al Valle de Tena, tan cercano y tan lejano, a lo que hay que poner remedio. La ruta de hoy sale desde la estación de Panticosa, y vamos a hacer una circular, encaramándonos por La Ripera hasta acariciar visualmente parte del murallón norte de la Sierra de Tendeñera, y subir al collado de Sabocos, para descender al ibón, y volver a la estación. Es el PR HU-95.

Peña Telera
Y eso hacemos. La mañana sale más espabilada, el viento, que ha rolado de norte, se ha llevado las calimas, y nos trae unas nubes que van pincelando el lienzo azul celeste. Junto al pie de la estación pasan dos ríos, el Caldarés, que ha unificado en el Balneario de Panticosa el fluir de tantos y tantos barrancos que traen las mieles de las altas montañas; y el Bolática, que nace de la unión del Laulot y de la Ripera, en la parte final de este último valle. Y antes de abrazarse, de rendirse, al Caldarés pasan en paralelo a los pies de la terminal de la telecabina de Panticosa, por cuyo costado salimos. Y lo hacemos ya por una empinada y pedregosa senda, que pronto nos permite ir tomando altura, e ir viendo la majestuosidad de la Sierra de La Partacua, con su mayor altura, Peña Telera (2.762 m).

Termina la piedra y continúa el camino por un piso más propio de bosque, más blando, más sereno, más amigable. En menos de media hora nos presentamos ante un puente, de La Zoche, le llaman, que busca una armonía con el entorno, y que no acaba de encontrar, pero que hace su papel de pasarnos a la margen izquierda del Bolática. Tras otra cuesta, el arbolado va dando paso a los pastizales de La Selva, otrora suministradores de frescos pastos y otros productos, pero que hoy, debido a la escasa ganadería extensiva, apenas sirven de lecho para cardos y rosales silvestres. Laderas a uno y otro lado del barranco dejan al descubierto antiguas morrenas de los grandes protagonistas de estos valles hace unos miles de años, de esos glaciares que llegaban hasta las mismas puertas de Sabiñánigo.

Valle de La Ripera
Algo más de una hora llevamos andando, cuando el discurrir lógico del camino nos lleva a otro puente que de cruzarlo nos dejaría en la pista de La Ripera, pero no lo tomamos, porque todavía tenemos más sendero para disfrutar. Ya llegaremos, ya, a la pista, algo que hacemos a los veinte minutos, a través de una pequeña palanca. Ya hemos virado bruscamente hacia el sur, lo que nos da vista al esplendor de La Ripera, un valle alpino total, con esos paredones de la cara norte de la Sierra de Tendeñera, que son francamente cautivadores, se te vienen encima, conforme te vas acercando te vas sintiendo más y más pequeño ante tanta y tanta belleza que te cautiva, y que te obliga a ser muy digno de recibirla. No sé si lo conseguiremos.

Hasta aquí hemos llegado compartiendo nuestros pensamientos y sentimientos con el entorno. A partir de ahora, también con una solitaria montañera, Celia, cuyo propósito es llegar al final de este recóndito valle y volverse, y que se ve contagiada por el ambiente, por el momento, y decide terminar la circular.

Son felices
Ganado vacuno, mucho ganado vacuno, que nos ve pasar como ve pasar al tren, donde lo hay, claro, y que pastan a sus anchas por estos lugares, sin tener mucha conciencia del privilegio del que disfrutan. Seguimos subiendo por el valle, acercándonos más y más a las inmensas y verticales paredes. Extasiándonos en ello, y apenas sin darnos cuenta, la pista va languideciendo y se va convirtiendo en sendero que, girando hacia el oeste va enfilando el ascenso ya hacia el collado de El Verde, que da paso a un pequeño paraje del mismo nombre, y que de ese color le queda sólo eso, el nombre, porque no es ajeno a lo agostado que en general está todo el monte.

Vista desde el Collado de Sabocos
Este lugar es de transición, porque pronto alcanzamos el collado de Sabocos (2.083 m), el punto más alto de la travesía de hoy, al menos de momento. Ya damos vista al Valle de Tena. Al poco de bajar ya se va abriendo ante nosotros el Ibón de Sabocos (1.905 m), al que nos llegamos, y comprobamos que podemos decir con mayúsculas lo de ibón, porque no está represado, sus aguas salen pacíficas configurando el barranco de A Trabenosa. A sus pies hay un refugio, que en caso de emergencia puede venir muy bien.

Punta Faceras
Seguimos nuestra andadura, y ya nos topamos con el terminal de un telesilla, con todo lo que ello conlleva. Pero no debemos quejarnos, ya sabíamos que estamos en su terreno, aunque se puede decir que antes ha invadido el de todos. Un panel interpretativo nos dice que hemos rodeado la Punta Faceras (2.141 m). Al incorporarnos a la pista que sube desde Panticosa, vemos el desvío hacia el Ibón de Asnos (2.060 m), que está fuera de nuestra ruta, pero que no dudamos en incluirlo. Quien no lo duda tampoco es Celia, quien opta por lo contrario, bajando ya hacia la estación.

Subimos pues hasta el ibón, también libre de aprovechamientos hidroeléctricos. Hay dos chicos y una chica, que han subido en bicicleta, vaya pechugada, pero el descenso será mejor que el del caminante; sin duda. En dirección oeste se ve un collado, y una senda que lo alcanza. Se trata de Cuello Bazuelo (2.110 m), y claro, no podemos consentir el no asomarnos. Y lo hacemos, nos llegamos hasta él, y lo hacemos. Unas marmotas van anunciando nuestra llegada. Damos vista al Valle de Tena, a la altura de La Partacua. El cielo se torna amenazante, incluso nos demuestra con un pequeño goteo lo que es capaz de hacer de ahora en adelante, pero afortunadamente se queda en eso.

Vista desde Cuello Bazuelo
Teníamos la esperanza de que pudiéramos descender por ese barranco sin alejarnos demasiado de Panticosa, pero nos tememos que iríamos a dar a parar a Hoz de Jaca, por lo que desandamos el camino hasta el ibón, y con mucha resignación, ¿he dicho mucha?, comenzamos el descenso por la pista, rodeado de remontes, y lo hacemos tratando de esquivar los extremos de las lazadas, atajando por los caminos ya establecidos. Llegamos, y pasamos, por el terminal de Petrosos II, y seguimos nuestro descenso por la derecha, alcanzando el bosque y siguiendo por él, sobre un camino preparado para descenso en BTT, para descenso suicida en BTT, decimos. Las Argualas siguen en las nubes.

Finalmente, llegamos de nuevo al punto de partida. Cerca de 6 horas, para hacer los 23/24 km del recorrido más el añadido, y con más de 2.000 metros de desnivel acumulado, son el resultado de la actividad de hoy, por lugares inéditos para uno, y que teníamos ganas de que dejaran de serlo. De hecho ya no lo son. Como siempre, gracias a todos y a todo. 

Ibón de Asnos

El reportaje completo de fotos, en:

miércoles, 22 de agosto de 2012

I Vuelta Último Bucardo

CARRERAS MONTAÑA
I Vuelta Último Bucardo
Domingo, 19 de agosto de 2012



Supongo que hay varios métodos para saberse uno vivo. Se me ocurre el de explorar los propios límites. Siempre nos ha atraído la primera edición de cualquier carrera a pie, especialmente si es por montaña. Y como desde el primer fin de semana de junio, con la Trans Monegros Trail no habíamos probado suerte, pues eso, que ya tocaba. Sí, nos atraía el que era la primera que organizaban; nos atraía el nombre, Último Bucardo, a que suena bien; nos atraía el pueblo, Linás de Broto; nos atraía el entorno, puerto de Cotefablo; nos atraía el recorrido, mayor cota el Pelopín, con poco más de dos mil metros, mucho tiempo oyendo de él y con ganas de visitarlo; en fin, todo un capricho que no estábamos dispuestos a perdernos.

Llamo el viernes a Olga y no me cuesta mucho, más bien nada, hacerla cómplice de esta ocurrencia. Domingo. Segundo día de esta otra vuelta de sofocante calor que nos achicharra vivos, con subidas de mercurio de 25 grados a las siete de la mañana en Jaca. Ni los más viejos del lugar. A pesar de ello, para allí nos dirigimos. Alea jacta est.

Ocho y cuarto de la mañana, de una mañana que nace entre nubes, que lo mismo alivian el calor, que aportan un grado extra de humedad, y en consecuencia de más y de peor calor. Inscripciones, estiramientos, calentamiento, saludos a los conocidos, Luis Lardiés, Orosia…, y al turrón. Han repartido algo más de cien dorsales, aunque probablemente no se hayan presentado todos.

A punto de dar la salida
Nueve y media de la mañana. A sus puestos, bueno, a nuestros puestos. Vemos a dos voluntarios con una escoba en la mochila. Todo el mundo tiene sus fantasmas particulares, estos son los nuestros de hoy. Por delante, calculamos que cuatro horas de sufrimiento, si no son más, pero en nuestro medio, y de forma voluntaria, que siempre es menos sufrimiento.           

           Echamos la mirada en lontananza al hemiciclo oeste y pocos montes habrá que no vayamos a pisar. Sirena de salida, y con una idea clara, pero que muy clara: el “enemigo” a batir no son los que llevemos delante, para tratar de alcanzarlos; ni los que llevemos detrás, para tratar de que no nos alcancen. No, la lucha no es contra ellos, esta batalla es entre uno mismo y la montaña, entre uno mismo y el desnivel, con la dosificación como árbitro, y con la capacidad de sufrimiento como único aliado para ir superando esas cuestas arriba y abajo que se nos antojan técnicas, muy técnicas.

Se sale de El Llano, donde está situada también la meta, pradera en el barrio alto de Linás. Damos una amplia vuelta para estirar la carrera, ya que enseguida entramos en el camino de Buxosa, luego pista del mismo nombre. Un rompe piernas constante nos lleva a la pista de La Selva, camino de Fragen. De nuevo se empina la senda, para subir por la Selva de Fragen al Serrato de Yosa, donde damos vista ya al patio sur.

Serrato de Yosa, con el Pelopín
No llevamos una hora de carrera y ya tenemos la cota máxima a la vista, el Pelopín (2.007 m), pero… anda que no queda nada, porque hay que volver a bajar, por una estrecha senda por el bosque de Bucona. Un empinado descenso que nos deja de nuevo en la pista de Buxosa, para recorrer algunos metros en contra dirección de esta mañana. Concretamente, nos encontramos con el km 8. Seguimos frescos, y a la espera de lo peor…

Una fuerte cuesta en dirección sur por el Cerro y Punta de Cotatiata (1.520 m), para, a renglón seguido, iniciar el fuerte ascenso al Pelopín, cuyos últimos compases se interpretan en una despiadada y empinadísima rampa de lajas sueltas, con un 30% de desnivel, que nos va dando vista a varias antecimas, entre donde se encuentra el kilómetro 12, y enseguida, la cumbre. Hasta ahora hemos ido con Olga mano a mano muy a gusto, pero el comentario de un voluntario en el control, acerca de su posición hace que se enchufe a la carrera, y a partir de aquí haga la suya propia. A ver, a ver, si caza la perrica.

Cumbre del Pelopín
Son las 11:45, y llevamos dos horas y cuarto de carrera, y contentos, muy contentos de estar ya aquí, en la cota más alta del recorrido, y con más de la mitad de la distancia ya en las piernas. Vamos haciendo alguna foto, y paramos a contemplar el panorama que se abre a nuestra vista, que era uno de los objetivos al llegar aquí. Eso hace que a cada momento vayamos viendo a nuestra compañera más y más alejada. Nos quedamos con el espectáculo, la Sierra de Tendeñera, magnífica, con Sabocos, Tendeñera, Otal… Ordesa, con todo el cordal del Marboré, visitado la semana pasada, Gabietos, Taillon, Brecha, Treserols… Y hacia el sur, a nuestros pies, el Sobrepuerto olvidado, algún día hablaremos de él, se lo merece, con el abandonado pueblo de Otal. Canciás, Oturia… en fin, con toda la calima bailando entre ellos, y aún así bello.

Omnipresente Ordesa
En dirección noroeste se inicia un fuerte descenso por tasca, para subir otra pequeña tachuela, llamada A Fazera, será la última hoy?, y girar en dirección norte para llegarnos hasta el alto del Puerto de Cotefablo, cresta divisoria entre las poblaciones de Linás de Broto y Yésero, desde donde tenemos privilegiada vista hacia el valle de Sorrosal al este, y Tierra de Biescas al oeste.

Pista de Toronzué, y bosque de La Cercosa en el kilómetro 18. Arizones y piedras son nuestros nuevos compañeros de viaje, de un viaje en el que quedan algo más de 4 todavía, y que se hacen altamente asfixiantes entre bojes. La humedad es alta y el calor sofocante. Hay muchas piedras sueltas; en algún tramo, la senda y la barranquera son una misma cosa. Un mal paso nos proporciona una torcedura de tobillo que nos hace ver las estrellas en pleno día, y que nos cuesta un breve parón para recuperar. Pasan varios corredores que traíamos cercanos. Estos cientos, miles de pasos haciendo equilibrios con los pies, mirando, cuidando dónde se pisa, va bien para los tobillos, refuerza los ligamentos, si no te lesionas, claro. Seguimos.

Se viene oyendo la megafonía de meta, y algún claro del bosque ya nos permite ver Linás, por lo que nos parece, incluso, que vamos llegando, pues no, sólo son las ganas, porque el itinerario gira de nuevo hacia el norte, para llegar al puente de Torunzué, donde se vuelve al sur para dirigirnos, ahora ya sí, al pueblo, al que accedemos junto al río, por debajo de la carretera nacional, a través del barrio de La Bajera, la última sorpresa de la jornada, porque todavía hay que superar una fuerte pendiente, más que fuerte nos parece fortísima, en los últimos cien, doscientos metros. Estas últimas decenas de metros son auténticamente demoledoras, el calor sobre el pavimento es abrasador. Pensábamos que veníamos mal, y veníamos mal, pero aún nos queda algo de energía para animar a los que nos han pasado mientras esperábamos la recuperación del tobillo, que nos los topamos subiendo, y que vienen verdaderamente en las últimas.

Sierra de Tendeñera
Finalmente, y con muchas ganas ya, desde luego, llegamos al punto de partida, a El Llano, donde se encuentra la meta, en la que nos reciben voluntarios y público con un fuerte aplauso, que correspondemos con un agónico esprín en los últimos 8 ó 10 metros. Ya. Se acabó. A pesar de todo, no venimos mal de piernas, los bastones han hecho su papel. Pero llegamos deshidratados, y eso cansa mucho, agota. Bien se vale que nos resarcimos en el generoso avituallamiento de meta, pero bien resarcidos, más de líquidos que de sólidos. Bien resarcidos, digo.

Los datos, puesto 56 de 77 llegados, con 3:47:01, y con un desnivel acumulado de 2.600 metros. El extraterrestre del primero hace 2:05:54, poco más de la mitad de tiempo. Y el sufridor del último, en 4:49:07; así es que contento, muy contento, como no puede ser de otra manera, porque el objetivo era no pasar de 4 horas y que el de la escoba no la empleara con nosotros, y los dos se han conseguido. Orosia, cuatro minutos antes; Olga, diez minutos, y por cierto, el tercer puesto en veteranas como recompensa a su esfuerzo; y Luis, diecisiete. Fenomenal.

El balance, como decimos, positivo, muy positivo. Como conclusión, podemos decir que sí, que efectivamente estábamos vivos, que la hemos terminado, pero que por la tarde estábamos muertos. Muertos, pero a gusto, muy a gusto.

Las últimas palabras, para hablar de la organización que, desde luego, se ha volcado con el participante, tanto antes de salir, como después de llegar. También a lo largo de todo el circuito, en el que no han faltado controles de esos que te dan ánimos y confianza. La señalización, también muy bien, cuasi, cuasi de más, que diría aquél. La carrera ha sido exigente, muy exigente, en la que ha habido mucho desgaste físico, y si se ha echado algo en falta ha sido algún avituallamiento más de sólidos, y especialmente, y debido a las altas temperaturas, también de líquidos. Lo decimos de buen rollito, como a plantearse para próximas ediciones. El corredor, bastante tiene con lo que tiene, y es muy gratificante el sentirse en todo momento bien acogido y bien tratado, y en esta primera Vuelta del Último Bucardo, se ha conseguido. Nuestra enhorabuena a todos.




El reportaje completo de fotos, en:

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miércoles, 15 de agosto de 2012

Los Gabietos olvidados

AQUERAS MONTAÑAS
Gabietos por la arista SW
Occidental (3.036 m),
Oriental (3.034 m)
y Pico Blanco (2.919 m)
Sábado, 11 de agosto de 2012



El ensordecedor ruido de la vieja avioneta no impide contemplar a vista de pájaro este enorme macizo, con sus profundos cañones, Ordesa, Añisclo, Escuáin, lástima que sea en blanco y negro, aún no se ha inventado el color… ¿Estaremos para verlo? Atención!!! aterrizaje de emergencia, suena el despertador.

Tres y media. Hay madrugadas y madrugadas. Esto es otra cosa. Con los guías, ya se sabe, cuanto antes vayas, antes volverás, y… menos mal, porque dieciséis horas de puerta a puerta… Estamos Javier (il capo), Josemari y Rafa, que salimos desde Jaca, a las cuatro. Se incorpora Miguel en Biescas, y Joserra en Torla. El haber planificado la vuelta por Carriata, y el estar restringida la circulación para vehículos en Ordesa, hace necesario que dejemos un coche en el aparcamiento de Torla, y subir con otros dos a Bujaruelo, nuestro punto de partida. Por el camino, la menguante luna, que poco ha recorrido todavía desde el horizonte, nos desvela que va a ser un grande y bello día de montaña, pero que no nos va a ver llegar. De ahí lo de grande.

Estamos en el último día de una feroz ola de calor. Estamos en otra salida al monte, de este nuestro Club Mayencos, tutelada por Aragón Aventura. Y estamos también en un cambio de programa, porque los Gabietos, no sé… es algo que a muchos nos apetecía. También a Javier. Pues ahí vamos.

Subiendo por Sandaruelo
Bujaruelo duerme, claro, cinco y media de la mañana. Con la noche como aliada nos dirigimos hacia la entrada a Sandaruelo, por un bosque en letargo, a la espera del día, que le haga cambiar su ciclo vital. La primera hora alumbrados por los candiles. Luego, el alba va haciendo desperezarse, poniendo luz donde no la había, a esa sierra próxima de Tendeñera, que va afilando sus agujas diciéndonos que están ahí, desde hace miles de años. Sí. Están ahí.

Con estas reflexiones hacemos la primera parada para echar un bocado. Va a ser un día largo y no hay que descuidar la ingesta, y la bebida, sobretodo la bebida.

Consultando mapas en el Puerto
Gabietos, Escuzaneta, Mondarruego, caen a pico hacia el oeste, son los paredones que tenemos a nuestra derecha, y que tras un largo tramo de pedrera tienen compasión del caminante y ofrecen el pastizal a sus pies, a nuestros pies. La senda deja el lecho del barranco para tomar altura, y poco a poco nos vamos aproximando al Puerto de Bujaruelo (2.273 m), al que no llegamos por poco, pues hay que encaramarse ya, en dirección opuesta a la traída hasta ahora, a las zapatas de este macizo, cuyas cimas vamos a visitar. Lugares muy poco transitados, que obligan a estar permanentemente pendientes de mapas y brújulas.

Pared oeste de Gabieto
Contrafuertes de Gabieto, que en su cara oeste, en invierno, ofrecen corredores de hielo que atraen a los escaladores en esta disciplina. Un camino que sale a nuestra izquierda, y que no tomamos, debe de ir hacia ellos. Otra breve parada para que nuestra caldera gástrica siga teniendo combustible, y que haga buenas migas con el comburente que el respiratorio aporte sin cesar.

Seguimos la marcha. Seguimos por pedrera, aunque la senda se suaviza, hasta entrar a un circo que se nos presenta hacia el este, y que nos subirá hasta la Forqueta del Gabieto (2.520 m), que nos da vista hacia Bujaruelo, a donde llegamos después de tres horas ya de marcha. De nuevo, consulta de mapas, para continuar por nuestra izquierda, por pasos delicados y pegados a la roca, hasta llegar al comienzo de una canal bicolor. Austera, preciosa. Sobria, preciosa. Solitaria, preciosa. El lado izquierdo del barranco (derecho de la visual), aporta el blanco de las calizas; y el derecho (izquierda de la visual), el royo de las areniscas.

Canal que nos lleva a la Forca
Hasta ahora, sólo un numeroso grupo ha compartido camino hasta aquí. No se meten en la canal, y siguen por la derecha, quizás al Mondarruego. Por delante, casi ya a mitad de canal, dos personas, a las que damos alcance ya en la Forca del Gabieto, donde la palabra enmudece y el sentimiento se atropella, donde el alma se expande y el cuerpo se petrifica con el entorno, en perfecta simbiosis, para tratar de comprender esta inmensa grandeza, para tratar de comprender qué es lo que pasa por la cabeza de tan magno paisaje, de tan bello entorno, con sus altas cumbres y sus hondos valles, con sus luces y sus sombras; para tratar de comprender, en definitiva, cuál es nuestro papel en todo esto.

Avanzando en la arista
Se impone otra parada para repostar, porque a partir de aquí empieza lo bueno. Hasta ahora, a dos patas, pero en adelante ya será a cuatro en alguno de los pasos de esta cresta sudoeste de los Gabietos, que nos va a llevar hasta sus máximas alturas, la Occidental primero, o Gabieto Sur (3.036 m), y la Oriental después, o Gabieto Norte (3.034 m). Así es que a enfundar los bastones y al turrón. Enormes tumultos de escarpada roca, con delicados pasos y chimeneas que nos ofrecen presas donde se necesitan, todo ello a caballo entre la vertiente de Sandaruelo al oeste, y la de Carriata al este, dominada esta última por el Taillon (3.144 m), más despejado que cuando lo visitamos hace una semana, aún lo recuerda. Al sur de éste, a sus pies, la arenisca da paso de nuevo a la clara caliza, es por eso que le llaman Blanco, al collado y al pico que se aúpa, y que entra en el objetivo nuestro de hoy. Veremos.

Imponente Taillon
Hora y media cresteando. Hora y media palpando, saboreando, viendo, oliendo, de cerca esta magnífica cresta. Hora y media a caballo entre dos mundos, para alcanzar las cimas de los Gabietos, donde hacemos sendas paradas para seguir empapándonos de tanta y tanta belleza a nuestros pies. Un tresmil es un tresmil. Y esto son dos, pero son más que el doble.

Camino al Pico Blanco
Mediodía de reloj. Abandonamos la oriental para bajar, dando vista ya a Carriata, dando vista ya a Ordesa. Enfrente de nosotros, el mundo Marboré, el mundo Treserols. Nos dirigimos hacia el Collado Blanco, que nos va a dar acceso al Pico Blanco (2.919 m). En el primero, estamos en poco más de media hora, y tras otro breve bocado, por terreno muy descompuesto, alcanzamos la cumbre de esta singular montaña, que ve circular a mucho personal a media distancia, pero a pocos que se le acerquen a rendir culto. Hoy estás acompañada, hoy estamos aquí, y desde luego, tu respuesta es magnífica, la panorámica que nos presentas es para contarla y que se animen más a visitarte. Gabietos, Taillon, Dedo, Falsa Brecha, Bazillac, Brecha, Casco, Torre, Picos de Marboré, Perdido, Soum de Ramond, Punta de las Olas, Tres Marías, Gruta de Casteret, Góriz, Llanos de Millaris, Paredes de Cotatuero, a pico, Circo de Carriata, también, Escuzana, Mondarruego, y tantos y tantos más a nuestro alrededor. En lontananza más y más, que reconocemos y que no, debido a la calima que persiste.

Espectacular vista desde Pico Blanco
Un gran baño de emociones, que como todo, debe terminar. De nuevo al collado, y con pocas ganas, eso sí, de comenzar el descenso, que va a ser de en torno a mil seiscientos metros, sí, te lo pongo de otra manera, para que no haya dudas, 1.600 metros de desnivel, que nos separan de la Pradera de Ordesa. Terreno cárstico, que esconde traicioneras dolinas en invierno, pero que ahora se quedan al descubierto, como casi todo en verano. Nueva parada y repostaje de agua. Importante.

Torre de Lassus
El Barranco Blanco, hoy seco, alimenta una zona inundable, los llamados Llanos de Salarons, en cuyo desagüe se encuentra un hito súper gigante, como de dos metros de altura, llamado Torre de Lassus (2.370 m), un noble francés que la mandó construir para delimitar sus territorios. Los actuales tiempos son los que son, pero afortunadamente, aquellos ya pasaron. Una pequeña pared rocosa, nada complicada de destrepar, nos deja en otro de los muchos parajes del Pirineo, llamado de Aguas Tuertas, donde damos vista a varios ejemplares de sarrio, y muy de cerca, por cierto. Estamos muy próximos al comienzo (o final, según se mire) de la Faja de las Flores, y para celebrarlo paramos de nuevo a echar otro bocado, creo que el último.

Bajando las clavijas de Carriata
Nos adentramos ya en el descenso por el Circo de Carriata, y hay que elegir entre hacerlo por la Fajeta o por las Clavijas. Si no lo habéis hecho nunca por estas últimas, no se os ocurra decirlo, porque será por donde bajaréis. Eso hacemos, por bocazas. Se trata de dos tramos, cortos, pero verticales, en los que los paticortos bajamos más apurados. Y en uno de los barrancos que baja, casi seco, por cierto, volvemos a llenar las cantimploras gracias a una pequeña surgencia de agua junto a él. Nos queda ya poco para entrar en el bosque, que nos cuesta como hora y media recorrerlo, y un cuarto de hora más desde Casa Oliván, que te deja la senda, hasta la Pradera de Ordesa, a donde llegamos a las cinco de la tarde, y como es buena hora para celebrarlo, pues eso, que lo hacemos con unos pedazos de jarras de cerveza que colaboran en la hidratación y dan un buen gustazo a los maltrechos cuerpos.

Porque tú lo vales


Poco más. Autobús hasta Torla, y transfer de coches de Bujaruelo. Una jornada en la que hemos descubierto aspectos menos vistos de las montañas, hemos visitado el extremo más occidental del, podríamos llamar, cordal bilingüe del Marboré. La dureza no la han puesto los kilómetros, tan sólo algo más de 20, la ha puesto la duración de la actividad, once horas y media, y el desnivel acumulado, que calculo entre 3.500 y 4.000 metros. 

Desde luego, un día para no habérselo perdido. Como siempre, gracias a todos y a todo.

En la cumbre del Gabieto Occidental (foto de Josemari)
En la cumbre del Gabieto Oriental
















En la cumbre del Pico Blanco (foto de Josemari)

El reportaje completo de fotos, en:

miércoles, 8 de agosto de 2012

La Alta Ruta de los Perdidos

AQUERAS MONTAÑAS
Travesía macizo Mte. Perdido
Jueves 2 a domingo 5 de agosto de 2012



Buen comienzo de agosto. Primer día. Primera tarde. Quedada en Sabi para estrenar la nueva carretera, durante décadas demandada, que paralela a la cordillera une las comarcas de Alto Gállego y Sobrarbe, une los valles del Gállego y del Ara. Llegamos a Pineta. El sol nos despide alumbrando a las cimas de las Tres Marías. Se va a dar lección a otra parte. La luna viene a darla aquí, y lo hace con toda su plenitud en nuestro paseo de la cena. Paseo sereno en noche serena.

Jueves y nuestro primer día de ruta. No se puede decir que la mañana amanece como la tarde se fue, que ha traído unas nubes que van pincelando los cielos, y que son presagio del mal tiempo que se avecina en un par de días. Se incorpora Olga al grupo, que con Isabel y Fran, nos disponemos a comenzar esta travesía de cuatro días alrededor de uno de los macizos más importantes, más altos, más bellos de todo el Pirineo.

Collado de Añisclo
Comenzamos mirando de reojo al collado de Añisclo, más de 1.200 metros de diferencia en altitud nos separan de él. Habrá que tener paciencia, mucha paciencia para su abordaje. Junto al refugio una brava fuente, como de cañones recortados, esparce agua a raudales, es algo que contrasta con el cauce del río, que baja seco, a pesar de la cascada del circo de Pineta, cuyo caudal debe filtrarse buscando el nivel por el subterráneo.

Grandes repechos, con tramos de echar las manos. Primero por bosque, luego al raso. Mucho desnivel, lo que hace que se gane altura con rapidez, pero no sin esfuerzo. Pinos, hayas, nos dicen que hace tiempo que no les llueve. Paciencia, no hay otra. A un poco más de mitad de camino, tanto en tiempo, como en altitud, sobrepasamos el desvío para entrar en la Faja Tormosa (1.900 m), que lleva hasta la Cascada del Cinca, al final del circo, y que quizá tomemos a la vuelta. Un pequeño y vivaracho manantial se apresura a decir a nuestro paso que está listo para saciar nuestra sed y para refrescarnos la piel. Hidratación por dentro y por fuera, que le agradecemos. El Parador Nacional, cada vez más pequeño; buena señal. También los llanos de Lalarri, ese valle colgado al nordeste de Pineta. El lienzo celeste se ve cada vez más cargado de nubes de varios tonos de la paleta, más bien oscuros. Los últimos paredones y ya estamos en el collado, tras 4 horas y cuarto desde el refugio.

Vista aérea del Cañón de Añisclo
Estamos en el collado de Añisclo, un muy amplio paso entre la Suca o Pico Pequeño de Añisclo (2.802 m) y la Punta de las Olas (3.022 m). Ante nosotros la espectacular vista del Cañón de Añisclo, con una imagen que siempre nos ha evocado la figura del planeta golpeado contra el suelo, contra un suelo, y que, como una sandía se ha resquebrajado, siendo visible la precisión con la que encajarían los entrantes y salientes de roca enfrentados y separados por el cañón. Espectacular. Como espectacular es también el valle de Pineta, de cubeta glacial, y que abandonamos por unos días.

Bajando por las cadenas
Nubes, más nubes emborronando el lienzo azul. Nubes que traen viento, frío en ocasiones. No hay que despistarse, porque el tentador camino te arrastra al fondo del circo; es el camino de GR-11 normal, que pasando por la Fuen Blanca trepa por el barranco de Arrablo hasta su collado, a donde nos disponemos a ir, pero sin bajar, sin perder altura, por la Faja de las Olas. Es por eso que hay que estar atentos a tomar el camino de arriba, el de nuestra derecha, que se vuelve a asomar a Pineta. Hay que seguir subiendo, unos 300 metros, para coger la faja, a la que se accede atravesando un barranco que hay que cruzar con ayuda de unas cadenas. El Cañón de Añisclo, que muestra sus fauces, sigue atento nuestros pasos presto a engullirnos, cual planta carnívora, si nos falla la precisión en alguno de estos delicados pasos. Máxima atención, especialmente por el viento.

Ordesa desde el collado de Arrablo
El alcanzar nuestra vista ya el collado de Arrablo, o Superior de Góriz (2.343 m), consigue ir aflojando la tensión. Lo alcanzamos, y enseguida la visión del valle de Ordesa y del circo de Góriz y el refugio (2.200 m), al que llegamos sobre las 4 de la tarde, tras 8 horas de subir y bajar montes. Más, bastante más subir que bajar, hoy. 2.200 metros de desnivel acumulado. Para facilitar las cosas, restricciones de agua en el refugio, como siga sin llover, ni para beber… El barranco de Góriz, seco. El barranco de la Cola de Caballo, seco. Todo está seco a nuestro alrededor.

Noche de refugio, está dicho todo. En el exterior, noche serena. Y algo más, cinco tíos que comenzaron el circuito en Pineta esta pasada medianoche en dirección contraria a la nuestra, que ya están aquí, y que quieren seguir hasta Pineta otra vez. Toda la travesía en una jornada!!! Está a punto de anochecer, pero la luna les guiará. Espero.

Cadenas del Paso del Sarrio
Es viernes, y nuestro segundo día en ruta. La despejada noche se ha dejado enredar por unos nubarrones que asoman, precisamente por donde tenemos que dirigir nuestros pasos, y que nos impiden ver el Taillon, la Brecha, el Casco. Con ese ánimo emprendemos la faena. Llanos de Millaris, su collado, o Cuello del Descargador (2.454 m). Seguimos en la Luna. Dirección norte y fuerte repecho para dar culto a la Gruta Helada de Casteret (2.640 m), restringida a uso científico. Bocado y seguir marcha, con una niebla que impide ver más allá de dos hitos de piedra, necesarios en este caos de rocas, que ven pasar nuestros pies con una cierta preocupación para no salirnos del camino. Se deja a la derecha el que sube al Casco (3.006 m). Pronto, el Paso del Sarrio, con cadenas que acompañan, más la cabeza que los pies, pero ahí están.

Brecha de Rolando
Cuando las caprichosas nieblas lo permiten, vamos viendo ya la Brecha de Rolando (2.807 m). Como esta etapa es corta, la idea es subir al Taillón (3.144 m), pero la absoluta falta de visibilidad lo desaconseja. Brecha y gente, gente y Brecha, son inseparables, aun en días absolutamente de perros, como hoy. Sin parar, nos despedimos de Ordesa sin parar. Sin parar, saludamos el nuevo patio sin parar. Dominio Serradets, apenas se ve el refugio. Este lugar es un tótem para los franceses, ello hace que el camino esté auténticamente reventado. La rápida reducción del glaciar es apabullante. Lo que tendría que notarse en generaciones, se nota de año en año. Descorazonador. Lo es.

Llegada al refugio de Serradets (2.587 m), y lo típico en estos casos, sólo que al llegar antes hay más tiempo para hacer las mismas cosas. Próximo al refugio se encuentran unos abrigos construidos de piedras, que recuerdan los que hacen los baltíes, en el glaciar del Baltoro, para pasar la noche. Estamos en un valle colgado que vierte al Circo de Gavarnie. Su Gran Cascada nos lo anuncia, aunque débil, muy débil. Al ser cara norte, la escasez de agua, es menor a este lado de la cordillera, pero también es patente.

La Brecha bañada por la suave
luz crepuscular
El sol se quiere despedir antes de irse a otros pagos. Nos asomamos al collado de Serradets (2.587 m) para hacerle los honores. Lo capta, y nos ofrece una luz bañada en bellos y cálidos colores, que suavemente esparce por mil y un horizontes. Cordal de Marboré, Brecha, Bacillac, Taillon, su exiguo glaciar, son ajenos a este bello espectáculo plástico para nuestra vista, no tanto para nuestro espíritu, tanto en cuanto representa la decrepitud y el ocaso.

De nuevo al refugio. Coincidimos en la cena con una pareja que destilan tranquilidad, que destilan confianza, que parecen buena gente. Él, Alex, toda una autoridad en el Parque Nacional de Aigüestortes y Lago de San Mauricio, y que a lo largo de la grata conversación, el oírlo hablar de ello hace que vaya creciendo enteros esa vieja aspiración de visitarlo. Balance. 4 horas, 20 minutos, con 800 metros de desnivel acumulado. Corta y suave etapa. Mañana será otro día. Mañana será otra cosa.

En la cima del Taillon
Sábado y nuestro tercer día de ruta. No se nos quita de la cabeza el plantón que le dimos ayer al Taillon, igual nos está esperando, pensamos. Las condiciones atmosféricas persisten, pero no podemos quedarnos con ese cargo de conciencia. Sin mochilas, eso sí, volvemos a subir a la Brecha, y nos dirigimos, acompañados por Alex, hacia este sencillo tresmil, que no podemos dejar de subir aun a sabiendas de que no nos va a mostrar sus encantos. Bueno, no tanto así, porque nada más llegar a la cima, como si lo hubiéramos dejado programado, se abren los cielos para mostrarnos todo su esplendor a los cuatro vientos. Gracias sean dadas por ello. A pesar de todo, frío subiendo y frío bajando, una bajada que hacemos con una cierta rapidez, ya se me entiende.

Posando con la Gran Cascada
De vuelta a la Brecha y al refugio. Coger las mochilas y a comenzar la verdadera etapa de hoy, con el paso por las llamadas escaleras como espada de Damocles. Un par de tramos de gradas con las que la naturaleza ha solucionado el enorme desnivel entre la cornisa que se asoma al Circo de Gavarnie y su fondo, y que siempre es mejor cogerlas de subida que de bajada, pero es lo que tenemos hoy que lidiar, y eso haremos. Hay varios caminos, el que hay que tomar es el de más a la izquierda. A la vista la Gran Cascada de Gavarnie, y el fondo de su circo. Panorámica auténticamente espectacular, con caída libre de varios cientos de metros. Es imprescindible tomar bien el camino, un despiste puede ser crítico. Una vez bien cogido ya es prácticamente imposible dejarlo, unas señales amarillas y rojas se encargan de ello.

Bajando las "escaleras"
Primer tramo de escaleras, unas llanadas, y el segundo, donde se desatan las hostilidades en forma de granizo, lo que las hace más peligrosas si cabe, pero con sumo cuidado, fijando bien cada paso que se da, finalmente conseguimos terminar de descender este segundo tramo. Estamos ya en la pedrera, fuera de peligro. El circo nos va engullendo poco a poco. Hace tiempo que tenemos a la vista el pueblo de Gavarnie, el Hotel del Circo, y nuestro refugio de esta noche, el de Espuguettes (2.030 m), pero para llegar a él hemos de alcanzar el fondo del circo. Deja de granizar y comienza una lluvia intermitente. Un enorme nevero, con un gran puente de nieve, al pie de la Gran Cascada, deja pasar por debajo sus aguas, que continúan junto al hotel, que nos recibe con mucho personal y algunos caballos que hacen el servicio de porteo desde el pueblo.

Hotel en el Circo de Gavarnie
Se termina la tremenda bajada de hoy. Comienza la subida al refugio. Hora cuarenta y cinco indica en un cartel, trataremos que sea menos, la situación atmosférica exige que hagamos este último esfuerzo. El camino se adentra en el bosque, y a tramos pasa por unas fajas de roca. Un poco antes de salir de él, nos sorprende lo que en Himalaya llamaríamos una casa de té. Se trata del Chalet Le Pailha (1.800 m), de la ASPTT, la asociación de correos y telégrafos, con un rancio estilo alpino. Encantador, tanto es así que nos hubiéramos quedado, pero hay que seguir. Ya no queda mucho. Hay que seguir. Es lo que nos dice la imponente cara norte de los Astazus, a cuyos pies está nuestro destino de hoy.

Chalet Le Pailha
Tras una pendiente herbosa, hay que descender al fondo del barranco, para afrontar el último tramo de subida hasta el refugio, que altivo nos va viendo llegar. Ganado, mucho ganado por aquí, que se agita en los momentos previos a que de las alturas nos regalen otra buena vuelta de granizo, que hace que nos pasemos de revoluciones para alcanzar lo que cada vez parece más lejos, en lugar de más cerca. Finalmente llegamos al porche del refugio, al mismo tiempo que un par de mulos, que también se refugian en él.

Refugio y cordal de la Brecha
2.700 metros de desnivel acumulado, en 7h 10’, contando la ida y vuelta al Taillon, es el resumen de la actividad de este día que, en el fondo no nos ha tratado tan mal en lo meteorológico, para lo que podía haber sido, claro. Todo ello para llegar a este refugio de Espuguettes (2.030 m), situado en una atalaya privilegiada, con unas vistas que no son para contarlas. La parte superior del Circo de Gavarnie, con la Torre de Marboré, el Casco, la Brecha, el Bacillac, el Dedo, el Taillon, Gabietos, Puerto de Bujaruelo… bueno, bueno, hay que verlo. Más al norte, su majestad el Vignemale.

Las nubes altas, las negras, van y vienen, a su bola; las nieblas a la suya, el viento las sube y baja del fondo del valle, a veces nos dejan visibilidad, a veces nos engullen. Momentos realmente mágicos. Cae la noche sobre el lugar.

Continuación del día de ayer
Domingo y cuarto día de ruta. La noche ha sido toledana. Poco dormir y mucho rugir, dentro y fuera. Relámpagos, truenos, fuertes rachas de viento, lluvia, granizo. Nos levantamos con la esperanza de que se haya cansado ya de todo ello y de que nos deje en paz a lo largo de esta jornada que comenzamos. Esa esperanza tenemos cuando nos asomamos a la ventana. Esa esperanza vemos truncada al ver el panorama, un panorama de extraordinaria belleza plástica, pero que veremos cómo va evolucionando.

Salimos del refugio más abrigados de lo que lo hemos hecho hasta ahora. El cielo está francamente amenazante, de hecho va soltando agua en pequeñas dosis, pero la va soltando.

Hourquette d'Alan
En una hora nos presentamos en la Hourquette d’Alans (2.400 m), que nos asoma al Circo de Estaube, que hemos de recorrer en parte para encarar la ascensión a la Brecha de Tucarroya (2.700 m), una vertiginosa canal, normalmente con nieve, que alcanzamos en compañía de un numeroso grupo de amigos montañeros, valencianos y menorquines, con los que compartimos charla y mantel en el refugio libre de la brecha. Un refugio del Club Alpin Lourdes, situado a 2.666 metros de altitud y que una imagen mariana vigila día y noche. Volvemos a estar en la muga, volvemos a dejar el lado francés, el lado norte, para acometer el descenso, el largo descenso ya hasta Pineta.

Lago Helado de Marboré
Aquí, cuando las nieblas lo permiten, vemos a nuestros pies el Lago Helado de Marboré (2.590 m), al que descendemos, y bordeándolo por la izquierda hidrográfica seguimos como podemos los hitos, envueltos en unas nieblas, como decimos, con muchas ganas de quitarnos de encima, porque estamos todavía lejos de nuestro destino de hoy y no podemos permitirnos despistarnos. Hay un pequeño conato de ello, la diversidad de caminos, de hitos, lo hacen posible, pero teniendo en cuenta de no dejar de ir hacia la izquierda, nuestros pasos se encaminan finalmente hasta el llamado Balcón de Pineta (2.540 m), desde donde dejamos ya las nieblas atrás, arriba, y vemos con total nitidez el trazado en forma de zetas que tenemos que recorrer hasta llegar al fondo del circo. A nuestros pies, el espléndido Valle de Pineta, y en su extremo norte, el Parador Nacional.

Valle de Pineta
A partir de aquí poca dificultad y mucha paciencia. Vueltas y más vueltas hasta alcanzar el fondo, hasta alcanzar el bosque, que nos llevará hasta el circuito de esquí nórdico, y por casi tres kilómetros de carretera hasta colarnos por un camino lateral que nos lleva al refugio, que nos lleva a los vehículos siguiendo un cortafuegos que alberga una línea de cables.

Fin de la jornada. 7h 15’ y 2.650 metros de desnivel acumulado han hecho la actividad de hoy. Fin de la travesía. 26h 45’ en total, contando la subida al Taillon. Sin ella, han sido poco más de las 24. Hay quien se la hace en menos tiempo, pero en una misma jornada. Casi 50 kilómetros, con casi 8.500 de desnivel acumulado en total.

Qué más añadir, totalmente aconsejable, ver y recorrer este enorme macizo por sus cuatro costados es algo verdaderamente impresionante, impactante, alucinante. Y que no nos despedimos de volverlo a hacer. Como siempre, gracias a todos y a todo.



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