IXOS MONS
Camino del Solano
Jueves, 25 de octubre de 2018
“Las tierras pertenecen a sus dueños, pero el paisaje es de quien sabe
apreciarlo”.
Hoy comenzamos con esta reflexión
de Upton Sinclair, un escritor estadounidense ya fallecido, cuya vida y obra no
tenía mucho que ver con nuestro mundo de las montañas, pero que con esta frase
dio en el clavo, y no solo se la compramos, sino que la hacemos nuestra, porque
¿quién no se ha entusiasmado con un buen paisaje?, ¿quién no se ha enamorado de
él?, ¿quién no se ha alimentado de él?, porque, es cierto, es de uno mismo si
lo sabes apreciar, si lo sabes reconocer, si lo sabes agradecer, si lo sabes
compartir, si sabes formar parte de él… si te fundes con él. ¿Qué tienen las
montañas que tanto nos atraen? A ellas acudimos y de ellas somos, con
veneración, con humildad. Participamos de sus silencios. Montañas, paisajes con
alma… la nuestra.
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Parte de los llamados Mallos Pequeños |
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Impresionante Mallo Pisón, con el Puro |
A estas alturas no vamos a descubrir
nada nuevo de Riglos, no vamos a contar nada nuevo de esas desproporcionadas
formaciones rocosas que se saben protagonistas de la historia, que se saben
protagonistas del espacio, que se saben protagonistas de ese Reino de los
Mallos, que brevemente lo fue, pero que dejó su impronta. Esos mallos, rojizos
como la sangre de Aragón, esos mallos, bravos y orgullosos como la gente de
esta tierra, con rasmia, con carácter, con nobleza. Esos mallos, que enhiestos
surgen hacia las alturas, erigiéndose como una de las mayores verticalidades que
se conocen. Descomunales monumentos naturales fruto de la desecación de ese
gigantesco mar que existió en lugar de los actuales Pirineos, cuyo fondo se
elevó en la Orogenia Alpina cuando sus cantos rodados se dirigieron hacia el
Valle del Ebro… pero no todos, que algunos se quedaron en este lugar para
admiración del visitante, y para reto de escaladores.
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Peña Rueba y Mallos de Riglos, desde el Mirador de los Buitres |
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Caminando hacia el barranco de la Mota,
bajo el Paredón de los Buitres |
Unas peñas que, junto con sus
vecinas más occidentales, se han integrado en el Espacio Natural Protegido del
Monumento Natural de los Mallos de Riglos, Agüero y Peña Rueba, cuyo decreto de
declaración se aprobó el 24 de noviembre de 2016, con 188,43 hectáreas, aunque
solo se incluyen, y esperamos que de momento, sus espacios verticales, quedando
inconexos. Habrá que seguir peleando para que dejen de ser tres lagunas independientes
y pasen a ser un espacio único, contemplando del mismo modo parte del
territorio anexo, porque no solo hay caminos verticales, también los hay
horizontales.
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Desvío para la Peña Don Justo, y su ferrata de Os Fils |
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Llegada al cruce de caminos |
Los anillos de Riglos
Un buen ejemplo de ello es el
Camino del Cielo, que da la vuelta a los Mallos Grandes. ¿Pero puede haber algo
más alto, más grande y más bonito que el cielo? ¿Sí? ¿Dónde? También en Riglos,
porque hay otro sendero, otro anillo que no sólo abarca los Mallos Grandes,
sino también los Pequeños, incluso el Paredón de los Buitres. Un sendero señalizado como GR 1 en el arranque del pueblo, y que discurre abrazado al barranco de la
Mota, dejando atrás el desvío a la izquierda para ese Camino del Cielo, y más
adelante a la derecha el que nos conduce al corazón de Os Fills, a ese otro
pequeño mallo de la Peña de Don Justo. Entre ésta y el enorme Paredón de los
Buitres mencionado se abre camino ese barranco de la Mota, por el que vamos
tomando altura hasta salir a una pequeña pista que nos conduce a un cruce. Estamos en el Camino del Solano.
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Peña Don Justo |
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Señales del Camino Natural de la Hoya de Huesca |
Al cabo de una hora llegamos a
esta encrucijada de caminos. Dejamos que el GR 1 y el Camino Natural de la Hoya
de Huesca se dirijan hacia el sur, camino de Linás de Marcuello, en el
somontano de estas espectaculares peñas. De frente sale otro ramal que va en
busca del barranco del Forcallo hacia Escalete. Pues ninguno de ellos hay que
tomar. Hay que bajar hacia una explanada bien visible a la izquierda, para
continuar por la pista en pendiente como un cuarto de hora, hasta tomar un
desvío y meternos en el sendero cuyo arranque está señalizado con nuestra ruta.
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Surcando caminos |
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Buen ambiente |
Una vez en él, lo vamos siguiendo
sin temor a equivocarnos. En pocos minutos se nos presenta a la izquierda como
una proa en dirección a esa Peña Don Justo, al otro lado del barranco, y no
resistimos la tentación de ir hasta su misma cornisa para ver lo que poco más
alto que nosotros unos buitres, sin el menor esfuerzo ven, nada menos que una
vertical sobre el barranco de unos cientos de metros. Volvemos sobre nuestros
pasos en busca del sendero. Lo seguimos, hasta que damos con un segundo asome,
más cercano al camino, y que también gustamos.
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La luz nos pone en comunicación con las montañas,
en este caso con el Moncayo |
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En la cornisa del primer asome, con Peña Rueba al fondo |
Hora y cuarto desde que la pista
se convierte en sendero, para llegar al anillo menor, al Camino del Cielo, tras
un tramo de bajada. Dos horas y media desde el arranque, por el seno del
barranco de la Mota primero para recorrer el Camino del Solano y confluir con
el del Cielo, por el que seguimos, parando de nuevo en un tercer mirador. Casi
cien metros de desnivel hay que salvar para subir a las campas de Roseta, donde
nos aguarda otro de estos impresionantes asomes sobre la trastienda de los
mallos.
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Arte y Naturaleza |
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Parte de los Mallos Pequeños |
Continuamos ya en franco descenso
en busca de un collado que parte aguas hacia el circo y la zona de El
Forniello, camino también a Escalete. Pero antes, hay que culminar el paso por
esa serie de miradores, uno sobre el propio circo, a media altura de los mallos
grandes, entre el Pisón y el Firé que enmarcan un auténtico óleo protagonizado
por el Gállego, cuyas aguas recién reposadas en el pantano de La Peña van
buscando mansamente la tierra llana.
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El río Gállego y la tierra llana, encuadrados por el Pisón y el Firé |
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El Mallo Firé y sus cinco puntas. Al fondo la Peña Rueba |
Y ya en poco está. Terminar de
bajar el camino por el circo dejándote engullir por esos enormes paredones de
enfrente, y el mallo Firé y sus apabullantes cinco puntas. Y ya a pie llano
acercarnos al pueblo pasando por la base del Puro, muy hospitalario él, que raro
es el día que no alberga visitas. Una vez ya en Riglos, habremos completado una
magnífica circular, ésta del Camino del Solano, de 11,4 km, en 4 h 20’ de
tiempo total, del que 3 h 10’ han sido en movimiento, para salvar un desnivel
acumulado de en torno a 830 metros D+/-, habiendo disfrutado de una jornada
extraordinaria en lo meteorológico, al lado de unos gigantes, y en una compañía
también de gigantes.
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