AQUERAS MONTAÑAS
La Collarada (2883 m)
Sábado, 13 de octubre de 2018
Hay artistas que dicen que a
pesar de llevar décadas haciéndolo, aún sienten un cosquilleo en el estómago
antes de salir al escenario. Mucho menos que ellos… bueno, en realidad nada de
artistas nos sentimos, pero hay que confesar que sí que nos parecemos en lo del
cosquilleo. No sé, quizá porque el escenario es más grande, que lo es, quizá
porque cada día es una obra nueva, que lo es, máxime cuando se interpreta por
distinto itinerario, no sé. Sin espectadores, sin aplausos… o quizá sí. Bueno,
el caso es que en cada despertar de cada madrugón de cada jornada de montaña,
se nos viene lo mismo a la cabeza, eso de que “… vaya sobo que tenemos por delante… y qué bien nos vamos a sentir
cuando esté hecho… ojalá llegara ya ese momento…”. Pero no, ese momento no
llegará si no se gana, y esa es la magia de la montaña, hay que pasar por ese
trance, hay que quererlo, hay que vivirlo, hay que disfrutarlo, hay que
compartirlo. Pura magia.
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Oscuro arranque de la jornada |
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Una pausa tras duras rampas |
Vamos a ello. En este mundo de
las montañas, la familiaridad con ellas contrae un puntito de riesgo, parece
que como están cerca, como las vemos todos los días, pues eso, que nos van a
tratar mejor que a otros. Nada más lejos de la realidad. En la montaña NO HAY
QUE RELAJARSE NUNCA. Creemos que es un acto de soberbia el pensar que conocemos
la montaña. Nuestro acercamiento a ella debe estar colmado de humildad y con
predisposición siempre para aprender cada día de ella, porque nunca es la misma…
tampoco nosotros, y esa simbiosis hay que construirla cada día, ese maridaje
hay que currárselo cada una de las jornadas que a ella acudimos, y no pensemos
que por haberla tratado ya va a ser más fácil.
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Ya se deja ver la montaña |
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Por el bosque, a media luz todavía |
En esta ocasión, y como colofón a
una buena temporada estival de montaña, el CP Mayencos, con 17 de sus miembros,
ha vuelto a subir a la Collarada, la reina del lugar, la joya de la corona de
Ip. Hollada en las cuatro estaciones, familiar, cercana, conocida creemos, pero
como las personas, tiene sus recovecos, tiene sus aspectos más íntimos que hay
que escudriñar. De modo que ahí vamos, a uno de ellos, a la vía Russell, ese
conde que anduvo y anduvo por los Pirineos.
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Pasos de ballet, ya con luz |
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... y sigue y sigue... |
En esta época del año, y ante una
vuelta de tal tamaño, hay que ganarle la partida al alba, al menos por una
hora, así es que ahí estábamos, a las 7 de la mañana, los 17 mayencos en el
puente de arriba de Canfranc, donde arranca el sendero de la Besera para
ascender al ibón de Ip. Un tramo de camino común a la vuelta, pero solo algo
menos de media hora, porque hay que tomar el desvío que marca nuestra
ruta. Una vez que te atrapa ya no te suelta, conoce tu firme decisión de
recorrerlo y sabe que no te vas a echar atrás. Apuesta fuerte pues, desde el
principio comienza a empinarse.
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Primera vuelta de otoño |
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Uno de los pasos, quizá el más comprometido |
El amanecer deja al descubierto
negros nubarrones que acechan, pero esperamos que no pase de ahí si hacen caso
a las predicciones, que los sujetan otro día más. Lo que también deja al
descubierto el orto son unos grandes patios, creando ya ese ambiente de alta
montaña que nos va a acompañar todo el día. Se van intercalando los tramos de
trepada por las rocas con los tranquilos por el bosque, cuyos claros nos
permiten ampliar las vistas hacia ese barranco de Ip, o hacia el valle del
Aragón al que vierte.
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Tramo de afilada arista |
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Última canal antes de llegar a los "llanos" |
En hora y veinte desde el desvío
alcanzamos una canal, dotada de sirga, que nos saca ya de este terreno
disfrutón y aéreo en ocasiones, para situarnos ya en los llamados “llanos de los Campaniles”, que nos
creemos lo de los Campaniles, porque estamos debajo, o al menos eso suponemos,
ya que están con la cabeza entre las nieblas. Lo de los “llanos”, no, eso no nos lo creemos tanto. Suponemos que es una forma de
diferenciarlo del terreno que hemos dejado atrás que, claro, es menos llano…
mucho menos llano. Bien, a partir de aquí hora y media más de tránsito por las
faldas de esta gran montaña, con el crujir bajo nuestras botas de los restos de
los primeros retazos de nieve de la temporada, hasta alcanzar esa gran roca que
guarda el comienzo de la canal cimera, de la que guardamos no muy gratos
recuerdos de la última vez que la descendimos este invierno.
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Meta volante |
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Canal cimera |
Finalmente alcanzamos la cota
máxima de Collarada al filo del mediodía. Y no es en esa dirección ni en
ninguna otra que la niebla nos permite ver, pero no es óbice para que
disfrutemos como si viéramos todo ese entorno de montañas y valles que desde
aquí se alcanza visualmente. Algún bocado, algún trago, alguna foto, y
comenzamos el descenso, que lo hacemos por la cara este, en dirección al
collado de Ip, que alcanzamos en media hora, y desde donde nos espera un
vertiginoso descenso por una incómoda pedrera, que no es lo peor que tiene,
sino que es el peligro que se origina a cada paso cuando las piedras adquieren
vida propia por la empinada pendiente.
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Bajando hacia Ip |
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Cabaña de piedra |
Los cuatrocientos metros de desnivel hasta casi llegar a la lámina del
embalse, lo soluciona la montaña con un par de plataformas, que te dan un
respiro en el vertiginoso descenso. Situados ya al final de ese descenso, el
sendero coge, por fin, la curva de nivel, dirigiéndose hacia la presa, donde
nos volvemos a reagrupar para tomar ya el camino definitivo por el lado
del paco del barranco, para pasar por la Besera y su mágico bosque, alcanzando finalmente el
punto de partida.
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Musgos en elbosque |
Completamos así otra extraordinaria
jornada de alta montaña con el sello del CP Mayencos de Jaca, tras algo más de
9 horas de tiempo total, del que 6h 10’ han sido en movimiento, para cubrir
16,3 km, con casi 2000 metros de desnivel acumulado D+/-.
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