AQUERAS MONTAÑAS
Castillo d'Acher (2384 m)
Castillo d'Acher Sur (2347 m)
Pico Secús (2351 m)
Miércoles, 24 de agosto de 2022
Hoy traemos una de las perlas del alpinista francés Gaston Rébuffat (1921-1985): “… es al alba o al crepúsculo cuando el sol las visita o las abandona. ¡Qué generosidad universal posee el amanecer cuando los rayos del sol acarician las aristas, qué brote de vida! ¡Qué abandono patético la tarde, cuando la bola de fuego cae detrás de una cresta occidental, como si el cielo no pudiese sujetarla más!”.
¿Es o no es bonita la prosa poética?
Cuánto placer da leer y releer párrafos como este, de uno de los grandes, de uno de los históricos y universales hombres de las montañas, cuando su descubrimiento estaba rodeado de una aureola de romanticismo, casi de misticismo, podríamos decir, en los que hemos querido vernos reflejados, salvando las distancias, naturalmente. De esta raza de hombres hemos aprendido a conocer, a respetar, a amar las montañas como parte de un todo, quizá lo más sublime de ese Todo, ya que son los monumentos naturales que se alzan hacia el infinito, como los brazos de un niño buscan a los de su madre. Así nos sentimos cada vez que acudimos a las montañas, alzando nuestros brazos hacia ellas, para ser acogidos en su seno, buscando reciprocidad en ese infinito amor que les profesamos.
LA APROXIMACIÓN
Hoy nos hemos ido a alzar nuestros brazos, en este caso, además, de forma literal, a una gran montaña que eleva un sinclinal colgado, monumento geológico sin par, y que, aislada, se alza altiva, casi inexpugnable sobre el corazón del Parque Natural de los Valles Occidentales, a una de esas montañas visitadas por propios y extraños, pues ejerce una atracción magnética, sólo de mirarla ya te quedas prendado de su belleza, y te invita a ascenderla y dejarte conquistar por ella. Estamos hablando, y ella lo sabe, del Castillo d’Acher, ascendido ya en varias ocasiones (la última), no viéndose debilitados nuestros lazos con él en ningún momento, al contrario, cada vez nos parece más bello, igual al amanecer que al atardecer, tanto de cerca como de lejos, tanto desde abajo como desde su impresionante valle colgado.
Bueno, que si no, no empezamos. Entendemos que ha quedado claro que hoy visitamos el Castillo d’Acher, pero lo que no habíamos dicho aún es que lo íbamos a hacer por la puerta de atrás, por la brecha Sudeste, también llamada chimenea Ledormeur, ya que se le atribuye a este pirineísta francés, de nombre Georges, la primera ascensión cuando una densa niebla le impedía ascender a la montaña por la ruta normal. Pero es que, además, si se buscan los “poyaques”, se encuentran, ¿habrá alguno hoy? Ahora sí, arrancamos. Valle de Hecho, Selva de Oza, Guarrinza, aparcamiento de lo Barcal, ¿situados? Dejamos el vehículo y nos adentramos en el barranco homónimo, por una fuerte pechugada de inicio, que se va calmando una vez tomada cierta altura. Al cabo de algo más de media hora, y sin dejar de ser vigilados por nuestra montaña de hoy, dejamos a la izquierda una caseta forestal.
CASTILLO D’ACHER
Media hora más y dejamos el sendero que suba a la collada de lo Barcal, y nos desviamos a la derecha para tomar un incipiente sendero que nos va subiendo, también con jadeos, hasta otro pequeño collado, al pie del extremo sureste del imponente macizo, donde tomamos resuello en un aparente asome sobre el barranco del Borreguil d’Acher, sobre el que se alza otro altivo macizo, una impresionante rallera caliza, de nombre la Costatiza. Sobre ella, visualmente, el cordal de los Agüerris, que caen con la peña Valencia a la Boca del Infierno. Eso como más próximo, que si nos liamos a contar todo… Detrás de nosotros, la hora de la verdad, la segunda parte de la excursión, la ascensión por la chimenea, a la que nos vamos acercando por una pendiente con delicados pasos sobre el patio que se nos va abriendo.
Finalmente llegamos a esa ancha brecha, nos dejamos engullir por ella para estudiar la situación, que no es otra que unos breves pasos, pero complicados por escasas presas y muy pulidas. Está equipada con un viejo cintajo, que da más miedo que seguridad, y una sirga, de modo que, alguno, más bien de corta estatura, necesitamos una ayudita extra. Bueno, superado el trance, renacemos al exterior, plenamente al sinclinal cimero, desde el que nos dirigimos a la cima que, con sus 2384 msnm es la cota más elevada de la almena norte del castillo y de todo él. Con menos de tres horas hasta aquí, nos ofrece unas vistas increíbles a los cuatro costados que, por más veces contempladas, no dejan de sorprendernos y que, por ver, hasta los coches aparcados más de mil metros por debajo de nosotros. En este mismo cordal, esos más de media docena de asomes hacia Guarrinza, como queriendo escapar de ese enorme sinclinal colgado.
PICO SECÚS
Volvemos sobre nuestros pasos y no dejamos escapar la cima Sur sin visitarla, para incorporarnos de nuevo al sendero y bajar por la empinada canal de la vía normal. Un poco antes de llegar al sendero del fondo del valle, nos desviamos a la izquierda para ir a su encuentro, y dirigirnos hacia levante para alcanzar la collada de lo Barcal, desde donde se puede pensar en bajar ya por el barranco o en otra cosa y, claro, siempre hay otra cosa. La verdad es que, pensar, pensar, no se piensa mucho, el pico Secús nos lleva viendo prácticamente todo el día y no nos deja escapar, nos atrapa con su mirada sin darnos opción a resistirnos. Pues, aunque personalmente ya había estado, allá que vamos, faltaría más. Continuamos por el sendero sobre las rojizas margas hasta alcanzar el puerto d’Acher, que es donde situamos el achar de los Machos, a pesar de la confusión que hay sobre ello. Es el paso entre el cordal del Ñatera (Anatera en los mapas, otro foco de confusión) y Marcantón, con el pico Secús, que alegre contempla ya nuestra subida.
Un precioso portillo da paso al puerto que, aunque pequeño, tiene su encanto. Le damos la espalda a la fiereza de la Costatiza para ir subiendo poco a poco hacia esas tres cuevas artificiales bajo el paredón del Secús. Unas cuevas que no sabemos para qué función serían horadadas, pero lo que sí sabemos es que guardan relación con un búnker próximo, del que desconocemos su ubicación exacta, pero que será una muy buena ocasión para tratar de localizarlo. Bueno, en cinco minutos nos alzamos sobre la lomera de esta montaña, que recorremos hasta el final, donde está la mayor cota, custodiada por ocho o diez franceses, con los que departimos. La panorámica desde aquí tampoco es despreciable, lo más próximo, las Arrallas, la sierra de Secús-La Portaza, y el gigante local, el Bisaurín arbitrando su entorno como él sabe.
Bueno, pues entre tanto mirar, al final vemos, y ¿el qué?, pues el búnker, y a él que vamos. Situado en una atalaya, algo desviado de la ruta de bajada, y dominando el mundo de la Roya, se trata de un escondrijo, con entrada casi colapsada, y dos cámaras interiores, la primera, ciega, y la principal la que domina visualmente todo el valle. Poco a poco nos vamos incorporando al itinerario de subida para pasar de nuevo por el portillo y bajar hasta el achar de los Machos, desde donde comenzamos el descenso por el Rincón de la Roya (Rueda en los mapas, más confusiones) hacia su barranco, su agónico barranco que, en cincuenta minutos nos deja ya al paso del GR 11. Recorremos el idílico paraje del Agua Tuerta, que no pasa por sus mejores momentos hídricos, y llegarnos a visitar el dolmen para, a través del achar de Agua Tuerta, descender ya, primero por sendero y por pista después hasta el vehículo.
De esta forma, cerramos una preciosa circular por estas montañas bicolor y sus barrancos, por sus aguas, aunque no muchas, sus aires y su luz, habiendo recorrido unos 17,6 km, en ocho horas, con un desnivel acumulado total en torno a los 1385m D+/-.
Bibliografía: