domingo, 26 de junio de 2016

Por las tierras altas de Maella

IXOS MONS
Los Hermanos/Chermanells (497 m)
Fachina (430 m)
Rincón de Tremps (505 m)
Tremps (521 m)
Martes, 21 de junio de 2016







Es hondo tu silencio de olivares,
hondo el ocaso entre tus huesos;
hermosa hasta en el cierzo y en el hambre
y en el oscuro verso.
Hermana, tierra amiga, cuerpo seco,
donde ladran los perros y los vientos.

Olivos centenarios
            Hermosos versos de Pilar Navarrete, inspirados en no sabemos qué tierras, pero que bien pudieran ser éstas. Tierra dura como el pan duro, espinosa como el dolor, ajada como la reseca soledad. Tierra que imprime, que ha imprimido carácter a sus gentes. Unas gentes que han sabido tratarla, que han sabido sacar de ella lo mejor, y no ha sido mucho, pero que les ha traído hasta aquí. Pequeñas tablas, viejos olivos, corrales espaldados, olvidados esfuerzos, que el monte se va tragando ayudado por las barzas, los cierzos y el olvido. Tierras que, mediadas por el Matarraña, cuando no lo consiguen de éste, bajan a beber al viejo Ebro. Tierras que saben auparse hacia estrechas sierras, por anchas vales, preludio de más altos puertos en los que con envidia se miran. Tierras donde anida el polvo. Tierras que no hay que dejar de arrullar, de acariciar, de mimar. Y ahí hemos estado, con el amigo Sergio, para tratar de aportar nuestro granito de arena a todo ello.


Escudo de Maella (Wikimedia)
            “Mano de ella”, "Mà d'ella", Maella. Cuyos orígenes se ven envueltos en leyendas de doncellas, señores de castillo, amoríos y represalias, con tan hondo calado que esa mano todavía permanece en su escudo. Y alrededor de esta población, abrazada al Matarraña, han discurrido nuestras andanzas de hoy. Una tierra que no se prodiga precisamente en su promoción turística, especialmente en cuidar, marcar y difundir sus senderos, porque haberlos, seguro que los hay, aunque hoy no los hemos encontrado. No obstante, con senderos o sin ellos, hemos hecho un esfuerzo para auparnos a alguna de sus atalayas. Teníamos pensado ir al Tremps, que con sus 521 metros es monte que hace muga con Mazaleón, que no sólo es otro municipio, sino otra comarca (Matarraña), incluso otra provincia (Teruel), pero su punto más alto no es compartido, de modo que hemos tenido que cambiar de objetivos sobre la marcha.



Puertos de Beceite
            Los Hermanos/Chermanells. Junto a la plaza de toros, parte el camino de Maella a Calaceite, por el que comenzamos, dejándolo a nuestra izquierda al poco de arrancar. Seguimos por la Val de Calaceite, que también dejamos, para incorporarnos a la de Graciola. La inconfundible silueta de los Hermanos, o “Chermanells”, como llaman por aquí, va bailando en nuestra vista según las vaguadas que vayamos tomando. Son dos características lomas, con vértice geodésico en la más alta de ellas, a la que nos acercamos por polvorientos caminos agrícolas que serpentean entre melocotoneros tardíos, olivos y almendros. Recorremos como unos 4,6 kilómetros hasta dejar el vehículo en un apartadero, desde donde proseguimos nuestra andadura, ya cabalgando sobre nuestros propios medios. Dejamos a nuestra izquierda un viejo pozo en el que antaño, cuando era más generosa, se almacenaba el agua.

Los Hermanos/Chermanells
            Tomamos ya la directa, por entre almendreras y viejos olivos, hasta ir adivinando ya una ruta que nos lleva a lo más alto, desde donde tenemos una magnífica vista sobre las vales que circundan este monte, entre las que destaca la del Matarraña, que hace comarca muy cerca de aquí, lindando ya con Calaceite y las primeras sierras que hacen muga con la vecina Tarragona, con esos puertos de Tortosa – Beceite. Buena atalaya la que nos ofrece el enclave de este vértice geodésico. En dirección a Maella, nuestra vista se detiene en el próximo objetivo, La Fachina. Volvemos sobre nuestros pasos hasta el vehículo, y con él hasta Maella, habiendo recorrido 12,3 km, con 300 m de D+ y D-, con 1h 30’; la andada ha sido de 3,1 km, con 115 m de D+ y D-, y 55’ de tiempo total, del que 40’ han sido en movimiento.



Fachina
            Fachina. De vuelta a Maella, cruzamos el Matarraña, que comienza ya el largo estiaje, trayendo apenas las esencias de El Parrisal, conde nace. Un Matarraña que se ha visto jalonado por el marcaje del Sendero Natural del Matarraña – Algars, que con sus 205 km previstos se abraza a él desde su nacimiento. Por la A-221 nos dirigimos dirección a Caspe, hasta tomar a la izquierda el camino de Monclús, por el que nos adentramos como 3 km en coche. Al ir aproximándonos van destacando a nuestra izquierda visual varios montes que se pueden confundir con el objetivo. Dejamos el vehículo a pie de monte, y por olvidados caminos de olvidadas tablas, que albergan olvidados olivos, y sin sendero trazado nos abrimos camino por entre resecos matorrales a los que no les gusta nuestra visita, a juzgar por la poca hospitalidad que muestran.

Sorteando los riscos de arenisca en la bajada
            La vegetación va fagocitando el otrora terreno humanizado. Hoy, sólo los restos de algún tapial quedan en pie. Algún bloque de arenisca tenemos que ir superando a cuatro patas para llegar a lo alto de este monte que, junto al cercano Pantorrillas, dibuja el horizonte. Cuatro piedras señalan el punto más alto, desde donde se divisa en derredor los campos robados al monte, y que siguen dando mientras se les atiende. El descenso lo hacemos por la cara sur, menos vegetada, pero más enriscada, por donde tenemos que ir adivinando bien por dónde echamos los pasos y las manos. Llegamos al coche, y con él hasta Maella, habiendo recorrido 7,5 km, con 180 m de D+ y D-, con 1h 25’; la andada ha sido de 1,5 km, con 95 m de D+ y D-, y 45’ de tiempo total, del que 30’ han sido en movimiento.



Ermita de Santa Bárbara
            Rincón de Tremps. Así hemos bautizado a un altozano que hay junto al Tremps, y que no hay duda que su alto está integrado en el TM de Maella, aunque bien es cierto que rozamos, incluso penetramos un poco en Mazaleón. Regresamos al pueblo, para tomar el camino de la ermita de Santa Bárbara, situada en el monte Calvario, que dejamos en un alto a nuestra derecha, para continuar por la llamada Vereda del mismo nombre. Camino del Pinar, que por polvoriento rodar, jalonado por olivos y almendreras, nos va llevando hasta meternos por un ramal a mano izquierda, justo antes de una pequeña balsa, Llana, la llaman y completar los casi 11 km que median hasta donde dejamos de nuevo el coche para echarnos a andar lo poco que nos queda.

Tremps
            Un camino terminal nos acerca hasta el pie de monte, que al tentón vamos subiendo, hasta alcanzar su punto más alto, señalado con un montón de piedras. Volvemos sobre nuestros pasos, y de regreso ya con el coche circulamos por debajo del Tremps. El camino por el que vamos hace de muga. Nos adentramos en territorio vecino para auparnos al vértice geodésico de este monte. No podíamos faltar a esta cita. Y poco más. Con las mismas, de nuevo en Maella, habiendo recorrido 22,5 km, con 340 m de D+ y D-, con 1h 15’; la andada ha sido de 0,85 km, con 30 m de D+ y D-, y 20’ de tiempo total, del que 15’ han sido en movimiento.




            Y así finalizan nuestras andanzas por las tierras maellanas, que con casi dos mil habitantes es la segunda población de la comarca de Bajo Aragón-Caspe/Baix Aragó-Casp, de la que dista 21 km. Con episodios convulsos en su historia, especialmente en las guerras carlistas, tiene orígenes íberos en sus proximidades, concretamente en el Tossal Gort. Maella es cuna del escultor Pablo Gargallo, en cuya casa natal tiene habilitado un pequeño museo, estado gran parte de su obra en el palacio de Argillo, en Zaragoza. El sol cansino deja su impronta en el Mar de Aragón, y en él nos reflejamos también, mientras hacemos recuento de la tarde de hoy. En total, han sido 42,3 km, con 820 m de D+ y D-, y 4h 10’. Andando, han sido 5,85 km, con 240 m de D+ y D-, y 2h de tiempo total, del que 1h 25’ han sido en movimiento. Sierras calladas, abrazadas al Matarraña, a caballo entre sus puertos y el padre Ebro.



viernes, 17 de junio de 2016

Tres Mojones y Ermita, en la Sierra de la Virgen

IXOS MONS
Tres Mojones (1.421 m)
Ermita (1.418 m)
Miércoles, 15 de junio de 2016



            Villarroya de la Sierra, cuyo nombre no es preciso explicar, tiene un pasado medieval convulso, que a partir de 1120, con la reconquista de la zona, comenzó a ser tierra cristiana. Muy próxima a la muga con Soria, sólo la reunificación de Aragón con Castilla por los Reyes Católicos le trajo algo de estabilidad y desarrollo, estando hoy en día en franco declive demográfico, con lo que sus moradores no están muy conformes, aferrándose a su pasado y a su destino en la tierra que les ha visto nacer. Esta villa ha sabido vivir a orillas del Ribota, entre las sierras de Armantes y de la Virgen, que vierte a aquél y al Aranda. Una sierra que forma parte del Sistema Ibérico Zaragozano, y que la cobija de los cierzos más airados. Una sierra que ha visto pasar el tráfico de la época a través de la histórica Vía Romana Saguntum – Bilbilis, que unía el Mediterráneo con tierras aragonesas, y posterior enlace al Cantábrico y a Francia, y por la que se trazó la N-234 que nos ha traído hasta aquí. Una sierra a la que hoy, con José Antonio, visitamos para auparnos a las máximas alturas de ella en esta comarca de la Comunidad de Calatayud.


Cuidados viñedos
            La idea es hacer la segunda y tercera cumbres de la sierra, que son el Tres Mojones y el Ermita, con apenas tres metros de diferencia. Partimos, pues, de Villarroya, de donde sale el PR-Z 96, que con 14 kilómetros lleva al caminante hasta la misma cumbre de este segundo monte, que alberga, además del complejo del santuario varias instalaciones de antenas de comunicaciones. Un PR que circula por la pista, que hasta la mitad está asfaltada. Esa primera parte discurre entre cultivos de almendros, cerezos y vides, y nos lleva al comienzo del monte Salcedo, donde el terreno comienza ya a empinarse y a cubrirse de pinos. En uno de esos claros del bosque, y a punto de dejar el asfalto, dejamos el rodante, para seguir por la pista de tierra, con nuestro llamativo objetivo a la vista.

Tomando el GR 90.2
            Tras una amplia lazada a la izquierda, y como a kilómetro y medio recorrido, encontramos a mano izquierda un viejo letrero que nos indica la toma de un atajo, una tentación difícil de resistir. Lo tomamos, y por un incipiente sendero vamos ganando altura, hasta que se pierde, pero al tener las antenas a la vista, no hay ningún problema de pérdida. A lo que llegamos a los primeros riscos, que para salvarlos ya estábamos buscando visualmente la canal más adecuada, volvemos a encontrar esa traza de sendero, que no dudamos en seguir, pero que nos lleva faldeando en dirección este, hasta dar con la pista una vez superado el collado de la Cruz de Piedra, donde nos incorporamos al GR 90.2 en el tránsito entre Aranda de Moncayo y Viver de la Sierra, justo antes de la última curva para llegar ya arriba.


Llegando al santuario
            La llegada a la planicie cimera es sorprendente, porque te abre unas espectaculares vistas sobre el Aranda en primer plano, con su vega y su embalse Maidevera, y el Moncayo y sus dominios después. No menos espectacular es el recinto que tenemos en la cumbre. Ese complejo que alberga al santuario de la Virgen de la Sierra, en cuyos legendarios orígenes no ha faltado ni el pastor ni la aparición, cuenta con la iglesia y un buen número de edificios anejos, que desvelan un pasado lleno de actividad. Se dice que hasta sanatorio para enfermedades de pulmón llegó a ser, al margen, claro está, de hospital de peregrinos. La romería desde Villarroya es el sábado de Pentecostés, y desde Calatayud el último domingo de agosto. Pero en lo alto del monte tenemos además varias antenas de telecomunicaciones, nada integradas en el entorno.


Tres Mojones y la Grajera
            Nos encaramamos al vértice geodésico, aupado a una zapata de varios metros de altura, desde donde damos un vistazo rápido a todo ello, y tras un bocado rápido, bajamos al collado por la pista, con la intención de ir al monte de al lado, al Tres Mojones, no sin antes subir a otro que tenemos antes, la loma de la Grajera, al que nos aupamos en cuatro patadas. Y desde él, al segundo objetivo real, que con un gran mojón, su nombre hace mención a tres, y es porque confluyen los términos municipales de Villarroya de la Sierra, Aniñón, y el de Jarque, en la comarca ya del Aranda.   

        
De vuelta
             Volvemos de nuevo al collado, y nos incorporamos al PR-Z 96, cuyas señales amarillas nos acompañan por la pista ya hasta el vehículo, contabilizando una distancia de 13,6 km, con 4h 30’ de tiempo total, del que 3h 20’ han sido en movimiento, con casi 700 metros de D+ y correspondiente descenso. Si hubiéramos hecho el recorrido íntegramente andando, nos hubieran salido 30,9 km, con 1.100 metros de D+. Un lugar emblemático, sin duda, de un bello rincón de la comarca de la Comunidad de Calatayud, recorrido en buena compañía.

  


domingo, 12 de junio de 2016

Las Peñas de Herrera y La Tonda, la diadema de Talamantes

IXOS MONS
Peñas de Herrera
Del Camino (1.542 m)
Alto del Picarrón (1.591 m)
La Tonda (1.498 m)
Sábado, 11 de junio de 2016







El más sombrío y triste
de los páramos cruza;
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.

Las Peñas de Herrera nos aguardan
            Acertadas rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, que bien pueden definir estos páramos donde los dioses anduvieron listos para poner cada cosa en su sitio, donde el azul, el verde, el marrón y el blanco hacen girar las estaciones en derredor de ese monte cano, de ese Moncayo. Tierras mágicas sin duda, que atraen al visitante, y que no ponen resistencia a mostrar sus encantos, todos sus encantos, sólo si con gran respeto y admiración se está dispuesto a escudriñar. Y esa es la actitud que hemos querido tener hoy frente a este paisaje, austero pero lleno de riqueza, tosco pero amable, sobrio pero ebrio de belleza, callado pero elocuente en su mirar. Paso a paso, verso a verso, nos hemos acercado a una de sus manifestaciones más virulentas, más salvajes, más llenas de rasmia, de poderío. Sí, de vosotras hablamos, de las Peñas de Herrera, grandes muelas en las encías de estos montes. Con los amigos de la Asociación Senderista de La Huecha las hemos visitado, y como La Tonda nos miraba de reojo, también la hemos contentado.


Un alto en el camino
            Talamantes. Siete de la mañana. En nuestro llegar a ese lugar y a esa hora ya hemos visto la cumbre del Moncayo auparse para dejarse ver sobre un espeso manto de brumas, al propio tiempo que los cielos no vaticinaban una jornada soleada. Preparativos para salir del pueblo. Un ambiente rosáceo envuelve esas peñas, nuestro destino de hoy. Partimos por el GR 90.1, que nos mete por el barranco de Valdeherrera, o Fuendeherrera. Aquél no le es fiel a éste, y nosotros sí. Pero se da cuenta y sale a nuestro encuentro al mismo tiempo que nosotros del barranco. Breve parada para agruparnos, y con las peñas desnudas ya ante nuestra vista nos vamos acercando a ellas describiendo las zetas que marca el sendero.

Moncayo y barranco de los Moros
            Peñas de Herrera. Son varias. Cuatro las mayores. Amigas, hermanas todas, pero les gusta marcar distancias. De SW a NE, de izquierda a derecha de nuestra vista, van de más alta a menos, y ante la escasa toponimia oficial unificada, se denominan con los números romanos, del I al IV. Hay quien les pone nombres: Alto del Picarrón, del Camino, del Medio, y de la Gotera, por ese orden. Todas asumibles sin ningún problema, excepto la del Camino, la más grande, que no la más alta, y que para acceder a ella hay que superar una chimenea muy estrecha con algún bloque empotrado, provista de una cuerda con mejores anclajes, para superar el II+/III- de dificultad y poder auparse a lo más alto. Eso es lo que hacemos un reducido grupo de cinco personas tras superar el collado que, entre la II y la III da vista al Moncayo, con el barranco de los Moros en primer término.


Sorprendente planicie cimera
            Mientras el gran grupo sigue el sendero, nosotros nos salimos de él para tomar un no sendero que acompaña nuestro jadeo para arrimarnos a la pared. Enseguida se nos muestra esa desafiante chimenea, que sólo con decisión hay que acometer. “Si me quieres superar, por aquí has de pasar”, sentimos todos en lo más íntimo. Tras superar una pequeña zapata rocosa nos metemos ya de lleno en ella, y ayudados por la cuerda y sus nudos vamos trepando por oposición para alcanzar la salida, que nos ofrece un sorprendente altiplano donde la vegetación se pace a sí misma. Felicitaciones, contemplación y visión amenazante sobre el Alto del Picarrón, esa Peña I de Herrera, que ostenta la mayor altura de todas.

           Y con esa intención bajamos con sumo cuidado asiéndonos a la cuerda. Flanqueamos por lo más corto el espacio interdental de una a otra muela. Le damos la vuelta, y por su cara más SW encontramos una herbosa y cómoda subida, que se le supone artificial para dar acceso a ese castillo de Ferrera, que da nombre al entorno. Tierras fronterizas, tierras de batallas, de conquistas, de disputas por la fe y el territorio.


            Bajamos de nuestras particulares disputas con la roca, la fe y el territorio, y nos incorporamos al grupo, que dándoles la espalda a estas imponentes peñas, tenemos ya frente a nosotros el siguiente objetivo, La Tonda, a la que vamos accediendo por ancha pista, con excelentes vistas a dos aguas… o más. El día parece que se ha olvidado de sus amenazas mañaneras y nos va acompañando amablemente. Llegamos a un cruce de caminos, donde hay que vencer alguna tentación, porque nos muestra uno directo a Talamantes. Se vence. Un poco más adelante, se incorpora el ascenso de la Calcenada de Primavera, ya andado en otra ocasión. Un camino que viene de Calcena por Valdeplata.


Duras rampas para subir a La Tonda
            Unas duras rampas, como la paciencia que tenemos que ir ablandando, nos separan de esta nueva cumbre que no tardamos en hollar, tanto como media hora. El nombre de Tonda nos sugiere redonda. Así es este monte, en cuyo alto convive un vértice geodésico y una pequeña caseta con gran antena y placa solar. Y algo más, un decorado cuadrilátero de blancas piedras, con el nombre de Eva en su interior y un crucifijo, nos hace suponer que es lo que parece.

Talamantes a la vista
            Al margen de todo ello, fotos, alegría, y para abajo, dirección ya Talamantes, al que tardamos como hora y media en llegar. Por pista primero, y por sendero después, adentrándonos en otro de los bellos y fecundos barrancos, el de Valdetreviño, que confluye en este pueblo que heroicamente aún resiste en esta montaña. Un pueblo que vamos viendo ya según bajamos para incorporarnos de nuevo al GR 90, que abandonamos parcialmente para seguir por sendero entre silencioso bosque, donde nos encontramos una menos silenciosa fuente, la del Boticario.

            A la entrada ya en Talamantes encontramos la ermita de San Miguel, de origen románico tardío (siglo XIII), llegando al pueblo por el GR 260, sobre la una de la tarde, habiendo cubierto 18,1 km, con 5h 40’ de tiempo total, del que 4h 25’ han sido en movimiento, y con en torno a 1.200 metros de desnivel positivo acumulado. Una generosa vuelta por estos montes, en buena compañía. Muchas gracias a todos.
  

  

El track, en:           http://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=13652098

viernes, 10 de junio de 2016

Sierra de Lupera, el balcón del Alcanadre

IXOS MONS
Sierra de Lupera (1.436 m)
Jueves, 9 de junio de 2016



            La magia es algo inmaterial, que tiene sus defensores y sus detractores. Y tan inmaterial es, que su concepto es etéreo, como ella misma. Nosotros la definiríamos como la capacidad de transformar, de mejorar las cosas, los seres también. Estamos ante unos paisajes duros, hoscos, con profundos cañones y altivos escarpes, que albergan escasos, pero amables corros de tierra otrora humanizados, y que se ven transformados diariamente por esa luz, por esos vientos, por la lluvia, por el tiempo que se escapa entre sus dedos, y que sin duda los hacen más atractivos. Eso es lo que sentimos cada vez que volvemos a estas tierras, a esta Sierra de Guara, justamente protegida como Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara, porque toda magia, toda transformación debe ir siempre en la buena dirección.


Mansas aguas del Mascún
            Hoy, la volvemos a visitar para impregnarnos de esa magia, para ser partícipes de ella y de sus encantos, para comprobar de primera mano cómo esta primavera, en su fugaz visita, ha sido capaz de despertar lo que el invierno ha sabido guardar celosamente. Y antes de que el estío venga con sus lenguas de fuego, aquí hemos estado con el amigo Javier, para subir a una de las sierras, quizá menos visitadas y que se ha sabido aupar entre dos bellas y profundas gargantas, la del Alcanadre y la del Mascún, cuyas aguas a él vierten. Hoy nos vamos a Lupera.



Rodellar
            Poco más de las ocho de la mañana son cuando ya se ve bullir la actividad en este núcleo que capitaliza la actividad de escaladores y barranquistas. Por darle un aire diferente, decidimos cruzar el Mascún por el puente de las Cabras, para lo cual hay que salir del pueblo junto a la iglesia, y nos encontramos la señal del desvío antes de llegar al Kalandraka, refugio y lugar de encuentro de escaladores. Un sendero, que comienza flanqueando viejas parcelas con paredes de piedra seca, nos baja irremediablemente hasta el fondo que se ha sabido labrar el Mascún a lo largo de milenios. Nos sorprende un pequeño, pero bien plantado puente de piedra, de un solo ojo ligeramente apuntado. Dejamos las calmas aguas atrás, y tras su paso por él, nos espera una pechugada para subir una loma, Lobartas, por donde discurren varios senderos, que vamos tomando guiados por el sentido de la orientación más que por los indicadores, que no los hay.

Senderos de paz
            La parte alta está vestida de matorral bajo y de bojes, que heroicamente se van abriendo paso entre el lapiaz. La mayor espesura la aprovechan las cabras silvestres que pululan por estas tierras, y que le dan un mayor aire de autenticidad. Una vez que nos asomamos ya a dar vista a la confluencia del barranco de Andrebot, unas marcadas lazadas nos bajan a su collado, pasando antes por el desvío al de Barrasil, con su descenso sencillo para iniciarse. Desde los llanos del Seral, tomamos la dirección a Nasarre, pasando por debajo de los imponentes paredones del Puntón de Antrebod, que imaginamos esconden todavía muchos secretos. Una ligera subida y llegamos a otro collado que nos abre la vista al Gran Norte, y donde está situado el dolmen de Losa Mora, descubierto en 1935 por el profesor Martín Almagro. Un lugar privilegiado sin duda, lleno de historias y leyendas. Nos recreamos unos minutos y seguimos.


Camino a Lupera
            Abandonamos el camino de Nasarre para tomar el de la izquierda, y dirigirnos ya hacia nuestro objetivo, por definido sendero, que a cosa de 600 metros nos abre otro a la izquierda, que nos enfila ya, en franca ascensión, hacia los acantilados de la sierra. El sendero combina lapiaz con piso más cómodo entre erizones, y encajonado en el barranco en su tramo superior, que nos lleva a una encerrona entre la maleza, por la que tenemos que ir adivinando el paso hasta llegar a una de las prominencias de la sierra. Las vistas desde aquí son auténticamente espectaculares. Por delante tenemos la gran mole del Cabezo de Guara, con imponentes paredones calcáreos y grandes e inclinadas rallas que bajan a beber hasta lo más profundo del barranco del Alcanadre, formando esas Gorgas Negras, palabras mayores ya para los practicantes de barranquismo.


Majestuoso vuelo del alimoche
            La ligera calima reinante no nos impide la vista hacia esa cordillera pirenaica, que se nos muestra en todo su esplendor, desde el Bisaurín, en tierras jacetanas, hasta los confines ribagorzanos. El plácido planeo de los buitres hace nuestras delicias al tiempo que regulamos la respiración y echamos un bocado al cuerpo. Pero hay un ave distinta, no tan grande, blanquinegra, que alza su majestuoso vuelo muy próximo a nuestra vertical. Alimoche, buitre también, pero elegante, muy distinguido.

Delfín del Mascún
            Y con las mismas, tomamos el camino de descenso pasando por los mismos lugares que hemos pasado para subir. Hasta los llanos del Seral, porque vamos a bajar directos por el Andrebot, que nos conduce hasta el mismo lecho del Mascún, que encontramos completamente seco el corto tramo que media hasta la surgencia, que le aporta nuevo y fresco caudal. Los equilibristas de lo vertical andan por sus caminos verticales en este paraíso de caliza, que alberga vías de todas dificultades, siempre bajo la atenta mirada de ese delfín del vacío, vestigio de los que quizá algún día, hace millones de años, tuvieran ocasión de navegar por entre estos fondos marinos.


            No nos queda más que subir hasta el pueblo. Es algo que hacemos, concluyendo esta extraordinaria semi circular por estos bellos parajes, una vez pateados 16,3 km, en 5h 30’ de tiempo total, del que 4h 20’ han sido en movimiento, para salvar los más de 1.200 metros de D+, en una muy buena mañana en lo meteorológico, y en buena compañía.