domingo, 25 de febrero de 2018

El Real del Mascún, la magia de la piedra y el agua

IXOS MONS
El Real del Mascún
Sábado, 24 de febrero de 2018



            Cada vez nos sentimos más y más atraídos por estas tierras que rezuman belleza. Su pasado reciente, su pasado remoto, sus profundos barrancos, sus extraordinarias formaciones rocosas. Una magia depositada en sus caminos, y que de nuevo nos disponemos a dejarnos envolver por ella. Que ¿de qué hablamos? Pues si lo hacemos de Guara podemos hablar de cualquiera de sus rincones, pero quizá haya uno especial, el Real del Mascún lo llaman… por algo será. Ya lo visitamos hace cuatro años, y ahora tocaba hacerlo con quienes del CP Mayencos han decidido hacer una raya en su calendario de actividades.

Rodellar. Dispuestos para la marcha

Bajando al puen d'as Crabas
            Vamos a ello. Con seis grados por debajo de cero, en una mañana que promete, partimos de Rodellar con Toño, Carlos, Olga, Paco, Jose, Javier, Denise y Chema, estos dos últimos bajando drásticamente la media de edad, que no para de subir. Por hacer más atractiva la ruta, optamos por comenzarla bajando al puen d’as Crabas, por el viejo camino a Pedruel, que sin pasarlo continuaba, y lo sigue haciendo, hacia esa localidad atravesando, éste sí, el románico en sus proximidades. Nosotros sí lo pasamos, el d’as Crabas, que ve pasar a un joven Mascún a punto de rendirse al Alcanadre, para ir subiendo ya ese cabezo, alcanzando el llano de las Palomeras, por un terreno de lapiaz por el que se solazan rebaños de cabras asilvestradas.

Puen d'as Crabas

Réplica imaginativa del Pirineo
            Una vez atravesado toca bajar por el paco a un cuello, de San Cristóbal en los mapas, que tomado a la derecha nos lleva al comienzo del barranco de Andrebot. Desde aquí seguimos por debajo de los enormes paredones calizos, que albergan artísticas oquedades en sus alturas, y acrobáticas carrascas en sus fisuras, que nos dicen que luchando se puede salir adelante. Hora y media hasta aquí. En otra media más, el camino nos saca de este barranco a terrenos más soleados, donde nuestros antepasados decidieron poner ese monumento funerario, ese dolmen conocido como de la Losa Mora, con unas vistas, si el día lo permite, como es el caso, sobre el eje pirenaico, que luce sus mejores galas blancas.

En el dolmen de la Losa Mora

Parroquial de San Andrés
            Nos incorporamos al camino y continuamos ruta hacia Nasarre. En poco más de media hora llegamos a sus proximidades, donde nos incorporamos al GR 1, que nos lleva hasta la parroquial de San Andrés, del siglo XI, que restaurada en el XVII y a finales de este pasado, nos ofrece un pequeño edificio de nave única, de estilo románico lombardo, al igual que las lejanas iglesias de Serrablo. Nasarre daba nombre también a alguno de sus habitantes, como a Antonia, según reza en la lápida mejor conservada de su cementerio, Antonia Nasarre Grasa, fallecida a principios de 1958. Si las piedras hablaran. Breve visita al lugar y vuelta sobre nuestros pasos hasta el cruce, para continuar por ese GR 1, aunque bien merece desviarse para conocer el pozo fuente que alberga una pequeña construcción de piedra, en cuyo interior se ve una escalinata que seguro dará acceso a esa surgencia, pero que permanece bajo las aguas, bajo un aspecto de plenitud de las capas freáticas.

Caseta de piedra que alberga el pozo fuente

En la pardina Bellanuga
            Volvemos, ahora sí definitivamente a abrazarnos a ese Sendero Histórico hasta la pardina de Bellanuga que, a juzgar por cómo nos encontramos los suelos de la planta baja de las casas en pie, todavía albergan ganado. Seguimos por ese GR 1 hasta Otín, que dejamos que vaya a Letosa, porque nosotros lo hacemos en dirección contraria, para buscar ya la confluencia con el barranco de Mascún, que pronto conseguiremos. Darse una vuelta por lo que queda de estos despoblados siempre representa un homenaje a sus gentes y sus trabajos, a sus idas y venidas por los caminos que los comunicaban, por sus preocupaciones, por sus sentimientos, por sus ganas de salir adelante en un terreno nada fácil, hasta que se hizo imposible.

Saliendo de Otín

Monumentales robles en el Cajigar
            Seguimos nuestra ruta, y tras atravesar uno de los barrancos que conforman el paisaje, y que daba vida a extensos campos, nos aprestamos a entrar a uno de los tramos mágicos del itinerario, el Cajigar, con gran número de ejemplares caducos y marcescentes, entre los que destacan algunos con un porte impresionante, cuyo tronco no se abarca con tres personas. Nuestro mayor respeto y admiración a estos seres eternos encerrados en rugosos cuerpos cuyas ramas albergan los vientos y los soles desde hace centurias, quizá algún milenio.

Primeras imágenes del barranco del Mascún
Formaciones de la Ciudadela
            Enseguida damos vista ya al barranco principal, que se afana en agradar mostrando esas formaciones de roca caliza que el tiempo y los elementos han sabido labrar, y lo siguen haciendo de forma imperceptible, esos pináculos que con forma fálica se aúpan por encima del lecho, como grandes tubos de este gigantesco órgano que lanza su sinfonía perpetua a los cuatro vientos, y que poco a poco nos van engullendo mostrándonos su verdadera dimensión. La Ciudadela llaman a este lugar, mágico también sin duda, donde sobresale la Cuca Bellostas.

Más Ciudadela, con la Cuca Bellostas

Acompañando al barranco de Mascún
            Una vez en el fondo del barranco, sólo nos queda rendirnos a su juego de cruzar una y otra vez el curso de un agua que también lucha por sobrevivir sobre el ávido lecho calizo que la fagocita. Veinte minutos acompañando al agónico cauce hasta llegar hasta donde se hace verdaderamente mayor el Mascún, hasta llegar a la fuente que vigorosa surge de las entrañas de la roca bajo la atenta mirada de ese delfín en lo alto de la roca, que nos queda como vestigio quizá de la vida de sus congéneres por estos otrora lechos marinos.

En la surgencia, bajo el delfín que preside el Mascún inferior
            Y en menos de otra media hora más alcanzamos Rodellar, punto de partida de esta magnífica circular por la Guara profunda, visitando lugares asombrosos, por encima y por dentro de sus entrañas, con un recorrido de 18 km, que hemos hecho en 6h 50’ de tiempo total, del que 5h 5’ han sido en movimiento, con un desnivel acumulado de 1100 m D+/-, en una mañana de lujo, con una compañía de súper lujo.  






domingo, 11 de febrero de 2018

Santa Quiteria, San Cristóbal y la Virgen de la Peña, de santidad rupestre por Bolea y Aniés

IXOS MONS
Ermita de Santa Quiteria
Bolea (670 m)
Eremitorio de San Cristóbal 
Aniés (935 m)
Ermita de la Virgen de la Peña 
Aniés (1050 m)
Sábado, 10 de febrero de 2018



            ”Habiendo un caballero militar de los que guarnecían el vecino castillo de Loarre, salido a caza por aquellos montes y sierras con un halcón, soltólo contra una perdiz distante. La cual, huyendo de su cruel enemigo, se arrojó dentro de la mencionada hondura a donde en seguimiento de la perdiz prosiguió su vuelo el halcón…”.

            Según nos cuenta el maestro Antonio Gª Omedes en su web romanicoaragones.com, así es como da comienzo la narración del Padre Faci acerca de los orígenes legendarios de la ermita de la Virgen de la Peña de Aniés, que como tantas y tantas de nuestras montañas han quedado grabadas en el subconsciente colectivo desde hace siglos, y que aún perduran… Pero a eso ya llegaremos, porque el arranque para esa nuestra visita de hoy viene de lejos.

Explotación trufera con la ermita y sus dependencias como telón de fondo

Peñas que albergan el eremitorio de San Cristóbal
            De nuevo huyendo del mal orache pirenaico para refugiarnos en la antesala de la sierra Caballera, donde también hacía lo suyo… pero menos. Hace poco más de un mes que estuvimos por estas tierras, y volvemos para completar el recorrido. Entonces fuimos desde Bolea hasta el eremitorio de San Cristóbal volviendo sobre nuestros pasos hasta el pueblo, y nos quedamos con las ganas de seguir ruta hasta llegar al santuario de la Virgen de la Peña de Aniés. Pues hoy nos hemos quitado esas ganas, y no sólo hemos llegado hasta Aniés, sino que hemos vuelto hasta Bolea. Bueno, a decir verdad, hasta la ermita de Santa Quiteria, donde damos comienzo y fin a esta circular.

Preparados para la marcha desde la ermita de Santa Quiteria

Gendarmes que custodian la entrada al barranco
            Pues sí, desde esta ermita de Santa Quiteria, de la que tan orgullosos están en Bolea nos abrazamos ya de entrada al PR-HU 111, que con suavidad y sin estridencias se deja transitar metiéndonos poco a poco en ese barranco que el incipiente Sotón ha ido labrando a lo largo del tiempo. Vamos dejando visualmente al otro lado del barranco unos viejos bancales que, cansados de dar, sin nadie que los anime, se emperezan rindiéndose al entorno que agradablemente los va engullendo. Son pequeños corros de tierra que cuando se hacía corto con la del llano, había que ganarle al terreno para engrosar esa economía de subsistencia. Esos del llano, más cercanos al pueblo aún sobreviven la mayoría con almendros y centenarios olivos que hemos dejado atrás.

Acrobático eremitorio de San Cristóbal

Cuidadín!!!
            El desnivel entre el lecho del río y el sendero se va acortando, hasta que en una hora convergemos debajo mismo de los paredones de conglomerado que albergan el viejo eremitorio de San Cristóbal. El sendero se vuelve gorga y el piso hielo, lo que hace transitarlo con sumo cuidado, al igual que el cruce del barranco antes de iniciar el repentino ascenso al otrora lugar santo que supieron aprovechar en las oquedades que ofrecen estos paredones, que sin vértigo alguno se empinan enhiestos sobre el barranco. Unas escalinatas robadas al vacío es preciso subir si queremos visitar el interior.

            Queremos.

            Lo hacemos.


Interior de la estancia
            Se respira respeto ante el crujir del tiempo, que ha ido dejando un poco a su aire el viejo altar, una pintura mural, y otros elementos de la exigua estancia, cuyo fondo invita a salir al exterior y asomarse al vacío… que también hacemos, contemplando los alrededores desde las alturas. Unos minutos de estancia y retomamos esas escalinatas que desafían al vacío para incorporarnos al sendero que, bajo un enorme morrón de la roca, emboscado sube hasta ese pequeño circo que alberga tramos de hielo, próximos a nuestro camino.

En uno de los puntos del exterior

Camino nevado hacia la Virgen de la Peña
            Una vez fuera del bosque echamos un bocado mientras admiramos las extraordinarias vistas que nos ofrece la atalaya. Un cuarto de hora más de ascenso sorteando el pequeño arroyo que helado se muestra a tramos, media hasta llegar a la pista, no sin antes pasar por lo que queda de unos viejos corrales y los campos que guardaban. La parcialmente nevada pista nos va sacando hacia dar amplitud de vista sobre el somontano de esta sierra de Caballera y la Hoya de Huesca en todo su esplendor, en un prolongado tramo junto al vallado de una finca trufera. En una de las revueltas que da, ajustándose al terreno, en media hora más, llegamos al arranque del sendero que sube al santuario de la Virgen de la Peña, otro de esos privilegiados emplazamientos en los que los vapores de la recurrente leyenda de apariciones marianas han hecho de esta espectacular atalaya un lugar de culto.

Luminoso sendero de subida a la ermita

            Nos encontramos la puerta cerrada… así es que… de vuelta por el mismo sendero hasta la pista que se dirige al pueblo, y que burlamos por una trocha en los últimos compases. Atravesamos Aniés y tomamos el GR 1, que coincide con el Camino Natural de la Hoya de Huesca, que por 5 kilómetros de pista nos acerca hasta las proximidades de Bolea y de su ermita de Santa Quiteria, donde concluye esta bonita circular por el somontano de la sierra de Caballera.


Y desde Aniés de vuelta camino de Bolea

            Una bonita circular, decimos, que en buena compañía y alejándonos de los zarpazos que el mal orache lanza sobre el Pirineo, hemos completado recorriendo 14,7 km en 5 horas de tiempo total, del que 3h 45’ han sido en movimiento, con un desnivel acumulado de en torno a 770 m D+/-.