miércoles, 26 de junio de 2019

Ibones de Sabocos y Asnos, de vuelta por el Rincón del Verde

AQUERAS MONTAÑAS
Ibón de Sabocos (1.905 m)
Ibón de Asnos (2.060 m)
Miércoles, 26 de junio de 2019



Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.

           Así comienza uno de los romanceros de García Lorca, y así empezamos hoy el nuestro, incapaces de superarlo, lo tomamos prestado, con su permiso y pidiendo disculpas por hacerlo. Pero es que es eso, hoy lo queremos verde, porque es ahí a donde vamos, a su rincón, al Rincón del Verde. Un precioso circo en el paco de Tendeñera, al final de la Ripera, con su cascada, con su verde, con los imponentes paredones de la Punta de la Ripera, del Mallo de las Blancas, Peña Forato, Mallo de las Peñas, y de otros tantos que caen a peso y que sostienen el gran murallón de la Tendeñera. Un impresionante lugar que hay que visitar antes de compartir semejante visión con quien suba de forma motorizada. Hoy, lo queremos todo para nosotros.

En la base de la estación, junto al Bolática

Tramo empedrado del camino
            Madrugando se ven las cosas mejor. A poco más de las siete ya estábamos en el aparcamiento del telesilla de Panticosa, con una cantidad de grados que no se los merece la mañana, ni nosotros, pero es lo que hay, y con eso hay que trabajar. Sin más dilación nos metemos por ese PR HU-91, un sendero que va coqueteando con el Bolática, ese afluente del Gállego que reposa sus aguas en el embalse de Búbal, y que seguro ha sido recorrido por los paisanos con sus ganados durante cientos de años, incluso conserva algún tramo empedrado.

Progresando por entre el pastizal

El valle se abre ante nuestra atenta mirada
            Puente la Zoche para cruzar a la margen izquierda. El tránsito por viejos campos expande la mirada y el alma. Una mirada y un alma aventada por fuertes rachas de cálido viento. Otro puente, de Aulot en los mapas, cruza el río Ripera, que es el nombre que se le da a la parte superior del Bolática. En casi hora y media nos incorporamos a la pista, para encarar ya este precioso y recóndito valle, que va mostrando sus encantos al final del mismo, en su circo. Sorprendemos una manada de sarrios, como una veintena, en la pista, que al vernos nos ofrecen todo un alarde de subir montañas. En diez minutos, y tras haber dejado a nuestra izquierda el refugio de la Ripera, sin ser necesario, pero sí recomendable, se puede tomar un desvío a la derecha que, cruzando este río de nuevo, nos introduce en unas campas habilitadas como zona de recreo, con sus bancos, mesas, incluso una fuente, saliendo enseguida de nuevo a la pista.

Cuando la Naturaleza habla...

Salto de Tendeñera
            En otros diez minutos, sin dejar de saborear visualmente todo a nuestro alrededor, se pasa por otro refugio, el del Cantal, en cuyos alrededores echamos un bocado. Ya vamos teniendo al alcance el salto de Tendeñera, que precipita las aguas del barranco del Puerto de Tendeñera sobre el río Ripera, que receptivo se muestra para reflejar la luz del sol con todo su esplendor. Unas aguas que apenas caen enteras, ya que las fuertes rachas de viento las atomizan, dispersando sus bondades por doquier.

Impresionantes escuderos de la Tendeñera

Haciendo amigos
            Llegamos al final de la pista calma, parece que ya se rinde frente a los paredones y comienza ahora a ascender con amplias lazadas, que se pueden burlar por sendero. Alcanzando la cota de los 1900 encontramos otro refugio, el del Verde, tan limpio y recogido como el anterior. En clara dirección oeste continuamos sin dejar de asombrarnos por las impresionantes moles que hacen de teloneras a la sierra de Tendeñera. Dejamos a nuestra derecha el Cerro del Morral, con su correspondiente manada de sarrios, otra; y más adelante nos salimos del PR para llegarnos a una privilegiada atalaya desde la que se tiene una amplia panorámica aérea sobre el ibón de Sabocos, nuestro siguiente objetivo, que se explaya en sus 8,7 ha. Pero para alcanzarlo tenemos que volver al sendero y descender hasta la lámina de agua, junto a la que hay otro refugio, el que lleva su nombre.

En el ibón de Sabocos

Las ninfas en plena mutación
            Nos topamos con ”as crabetas con campanetas do mosen”, tres pequeñas cabras que vienen a nuestro encuentro como si fuéramos parte de su almuerzo. Nos siguen hasta el ibón y más allá. Este ibón se encuentra en una cubeta a unos 1905 metros de altitud, y para alcanzar el de Asnos tenemos que subir los más de 150 de diferencia. Estamos ya rodeados de las instalaciones de esquí alpino de Panticosa, que chirrían en el ambiente como ellas saben. Parte por sendero, parte por pista, finalmente alcanzamos este segundo ibón, el de Asnos, algo más pequeño que el anterior, de 6,5 ha., donde aprovechamos para darnos un buen refrescón, y algunos hasta… bueno, en fin, que me pierdo.

Cuando se tiene envidia de un lugar

La Sierra de la Partacua al fondo
            Dos ibones. Dos ojos de mirar infinito. Pasa media hora del mediodía cuando, con dolor de corazón, sabiendo que nos vamos a ver desprovistos de la magia del lugar, salimos de este agradable entorno bajo la atenta mirada de Peña Sabocos, y las Peña Blanca y Roya, tres de los montes más occidentales de esta sierra, con los que hemos hecho un pacto para volver. La siguiente hora y tres cuartos la empleamos en bajar hasta la base de la estación, pasando por pistas bajo pilonas, cables, sillas colgadas, cañones que escupen nieve y demás artilugios que afean en verano el paisaje, intercalado con algún tramo de vertiginoso sendero.

Una última mirada... por hoy

            Un poco antes de las dos y media, y con un calor de espanto, llegamos al final de esta circular, a la que le hemos metido 19,8 km, y empleado un tiempo total de 6h 50’, del que 5h 20’ han sido en movimiento, para salvar un desnivel acumulado aproximado de 1300 m D+/-, en una jornada de las de esta primera ola de calor que llega a nuestras latitudes.

En el ibón de Asnos

Más fotos, y el track

lunes, 24 de junio de 2019

En torno al Picu y Senda del Cares, de nuevo por Picos

AQUERAS MONTAÑAS
En torno al Picu
Sábado, 22 de junio de 2019
Senda del Cares
Domingo, 23 de junio de 2019



            Es algo extraño. Ir a Picos de Europa es como volver al hogar sin que nunca lo hubiera sido. Es como volver al hogar porque sus gentes y sus montañas, sus paisajes y su paisanaje te acogen como al hijo pródigo, que se va sin saber si volverá… pero que vuelve. Una y otra vez, vuelve. Y son esas montañas, esas afiladas crestas, esas paredes de incansables abismos, los presurosos arroyos, esos profundos barrancos, los empinados senderos por donde vas dejando una parte de tu vida, y que ahí sigue una y otra vez que vuelves. Una y otra vez, sí, compartiendo caminar y camino con gentes a las que quieres.

Cara sur del Picu

El Picu ya va mostrando su poderío
            La salida de club del año pasado se tuvo que anular a última hora, porque no terminaban de irse las nieves tardías de los collados, esos lugares de paso que tan buenas vistas nos ofrecen siempre. Este año hemos querido ir para que no nos lo contaran, pero nos hemos topado con la misma situación, y que nos ha hecho replantearnos sobre la marcha la ruta prefijada. Una ruta que le daba la vuelta al Picu en sentido levógiro pasando por el de Horcados y la Bonita, pero que no pudo ser, aunque…a grandes males, grandes remedios. Pero antes…
           
En las cercanías del refugio

Pedro Pidal, imagen de 2.bp.blogspot.com
            El asturiano Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa, que ya en 1904 había escalado por primera vez el Pico Urriellu, fue el ponente en las Cortes Generales de la Ley de Parques Nacionales de 1916, siendo el promotor de la Montaña de Covadonga como primer Parque Nacional de España, apenas unos días antes que el de Ordesa. Fue en 1995 cuando se aprueba la extensión a toda la montaña, que alcanza parte de tres provincias, de distintas Comunidades Autónomas, como son Asturias con 27.027 ha, León con 24.719 ha, y Cantabria con 15.381 ha, todas ellas en la zona central de la Cordillera Cantábrica. Y a ella nos llegamos una docena de buenos amigos, desde las remotas tierras jacetanas la mitad, y desde diversos lugares de País Vasco y Navarra la otra mitad, para confluir en Tielve, una pequeña aldea en el mismo corazón de las montañas asturianas.


Arranque bajo el collado de Pandébano

Majadas de La Terenosa
            Sábado, 22 de junio.- Es de Tielve de donde partimos hacia el aparcamiento del collado de Pandébano para iniciar la ruta. Una ruta que nos lleva primeramente hasta el refugio Delgado Úbeda, en la Vega de Urriellu, debajo mismo del Picu, lo que nos lleva poco más de dos horas, y para lo que nos adentramos en ese barranco que tiene vértigo de sí mismo. Ya nos había ido mostrando tímidamente una pequeña muestra, pero es en el collado Vallejo donde generosamente se ofrece como es, enhiesto, sobrio, soberbio, altivo, con cara de pocos amigos, como que le han dejado ahí los elementos.

El Pico Urriellu

Un alto en el refugio
            Ya llegamos al refugio habiendo pisado nieve en los últimos compases de la ruta, lo que presagia lo que tenemos por delante. Hacemos un alto y continuamos camino hacia el Jou Sin Tierre, un asombroso y gigantesco hueco entre montañas, que si fueran graníticas en lugar de calizas, sin duda estaría ocupado por un gran y profundo ibón. También llegamos habiendo atravesado más neveros, salpicados por todo el territorio. Al llegar a la Garganta del mismo nombre vemos el estado de la montaña, con mucha más nieve de la esperada, con el agravante de que la subida al collado de Horcados Rojos está oculta tras la propia Torre homónima y no muestra la carga de nieve, que presumimos es alta.

En la Garganta del Jou Sin Tierre

De regreso al refugio
            El último tramo de subida está dotado de sirga de seguridad, pero posiblemente estuviera bajo el manto nivoso. En vista de la cantidad y variedad de los componentes, y a pesar de ir pertrechados de material técnico, se toma la decisión de no continuar. La Alta Montaña no se puede acometer con dudas. De regreso al refugio nos topamos con quien de primera mano nos confirma lo de la sirga, lo que afianza lo acertado de la decisión. Una nueva situación que nos obliga a replantearnos la ruta, optando por partir del refugio hacia la que hubiera sido la ruta de regreso de la vuelta.

Entrada a la Canal de la Celada

Progresando por la empinada canal
            Nos metemos por la Canal de la Celada, que limita al Picu por el norte, mostrando esa cara que alberga la primera vía por la que se escaló esta singular montaña, allá por 1904, protagonizada por Pedro Pidal y Gregorio Gómez “el cainejo”, bautizada así, como Pidal-Cainejo, catalogada de Vº. Una canal esta, como todas ellas, muy inclinada, por la que no estamos seguros de seguir el sendero que, en ocasiones, está bajo extensas manchas de nieve, lo que obliga a echar manos en algunos tramos rocosos. Una vez superada, se nos abre otra de esas enormes simas llamadas aquí “jous”, y esta es concretamente el Jou Tras el Picu, porque es ahí donde estamos, detrás del Picu, en esa cara oculta a la gran mayoría de visitantes de estas tierras que solo hacen que llegar hasta el refugio. Es la cara este, la más fácil, por no decir la menos difícil.

Cara norte del Picu

Subida a la Collada Bonita
            Otro gran espacio de gigantescas proporciones se abre ante nosotros. Un espacio rodeado de altas montañas con afiladas agujas y, como decíamos anteriormente, bien serviría de profundo lecho de un ibón caso de estar rodeado de granito en lugar de la permeable caliza. Estamos ante una situación similar a la descrita ante el Jou Sin Tierre, con la diferencia de que aquí sí que vemos la subida a la Collada Bonita, que también está con nieve pero que solo con verla parece que da más confianza. Nos hacemos al ánimo.

Jou Tras el Picu

Cara este del, desde aquí, bicéfalo Picu
            Sí. Nos hacemos al ánimo y a por ella vamos, intercalando tramos de sendero, neveros, trepadas… hasta situarnos ya en su base, donde solo nos queda, y no es poco, subir el corredor, ya desprovisto de nieve, pero con una pedrera totalmente descompuesta y que no es ajena a la ley de la gravedad. Con calma y paciencia alcanzamos esto que, más que un collado es una brecha, un verdadero tajo en la roca, entre la Torre de las Colladetas al sur y la Aguja de los Martínez al norte. El asome es realmente asombroso, a nuestra espalda ese jou, con toda la cara oculta del Picu, que muestra su bicefalia. Y por delante más jous y más montañas, todo un conglomerado salvaje que reclama toda nuestra atención.

Tramos más delicados

Llegando a la Collada Bonita
            Una atención que compaginamos echando un bocado y haciéndonos la foto a los 2380 metros de altitud, que consideramos la cumbre de hoy. Toca bajar, con más cuidado, mucho más cuidado que subir, procurando hacerlo por el itinerario de ascenso, que no siempre conseguimos. Abandonamos esa privilegiada atalaya sobre el jou y nos disponemos a descender la canal, también con mucha precaución, hasta dar con la serenidad del sendero que baja del refugio, y que seguimos ya hasta el aparcamiento del collado de Pandébano, dando así por terminada esta improvisada jornada de montaña en torno al Picu, que si bien no le hemos dado la vuelta, sí lo hemos contemplado por los cuatro costados.

El grupo va alcanzando el collado

            Con tantas idas y venidas no habremos hemos mucho menos de lo que pensábamos, saliendo como unos 17,3 km, recorridos en un tiempo total de 9h 10’, del que 5h 35’ han sido en movimiento, con un desnivel acumulado total cercano a los 1700 metros D+/-. Solo queda volver al Hostal El Duje, que tan bien nos trata siempre.




Salida del Hostal El Duje
            Domingo, 23 de junio.- Para hoy tenemos reservada otra ruta, la clásica del Parque Nacional de los Picos de Europa, la Senda del Cares, transitada por miles de turistas, y para no toparnos con ellos, madrugamos más que ellos. En torno a las 8 de una mañana que anima a los montes a despertar salimos del aparcamiento del funicular de Bulnes, esa solución que tras agrios debates que lo enfrentaban a la construcción de una carretera, ganó finalmente como medio de sacar del aislamiento a los habitantes de esta aldea del municipio de Cabrales. Está excavado en la roca, bajo la Peña Maín, y tras una década desde su proyecto, fue inaugurado en 2001. Como curiosidades, podemos decir que se compone de dos unidades para pasajeros, 48 en total, y otro vagón de carga; el trazado tiene una longitud de 2,2 km y salva 400  metros de desnivel, siendo gratuito el uso para los habitantes de Bulnes.

Garganta de Bulnes, por donde discurre el sendero de acceso al pueblo

La empinada cuesta al comienzo de la ruta
            Bueno, pues hoy tenemos más distancia que ayer, pero más tranquila, mucho más tranquila, puesto que el desnivel no alcanza los quinientos metros. Un itinerario de sobras conocido, y que une la población de Poncebos, del municipio de Cabrales, en Asturias, con la de Caín, del de Posada de Valdeón, en León. Dos municipios, dos provincias, dos comunidades autónomas unidas por un río, el Cares, al que paralelamente discurre un canal de agua para aprovechamiento hidroeléctrico, y este sendero para su mantenimiento, que se ha convertido en uno de los más espectaculares y concurridos de España.

Llegando a Los Collaus, punto álgido del itinerario

Evidencias de la erosión
            Al poco del comienzo nos topamos con el arranque del sendero que sube a Bulnes, el que se ha empleado siempre antes de la construcción del funicular, y que se sigue empleando de forma lúdica. Enseguida nos topamos con un panel informativo de la ruta, marcada como PR – PNPE – 3, que acompañada de momento por el GR 202, que no tiene dificultad alguna, a excepción de la precaución en su tránsito, pues hay tramos en los que la vista se desmaya cientos de metros hacia el lecho del río. Comienza con unas fuertes rampas empedradas, a tramos, hasta llegar a lo que llaman Los Collaus, punto más alto de la ruta, desde donde el trazado se apacigua, pudiendo dejar mecer la vista sobre los más verticales acantilados que el río ha labrado a lo largo de millones de años.

Apacible tránsito por el camino

Cabras por el camino
            Un buen puñado de cabras ya había jalonado el sendero en los alrededores de las ruinas de unos barracones, seguramente asociados a la construcción del canal. Pasado ese alto, ya toca bajar hasta pillar el nivel aproximado de los 500 metros, con el que coquetea la ruta. Una ruta cuyo trazado ha exigido en algún tramo unos buenos bocados a la roca para hacerla accesible y que se empareja con el canal de vez en cuando.
 
Divina Garganta del Cares, como también se llama

La senda va coqueteando con el canal
            Al cabo de casi dos horas nos topamos con el punto donde se desvía el GR 202 o Ruta de la Reconquista, que va en busca de ella allá en Covadonga. Pero nosotros seguimos con la nuestra, junto al canal y al espectacular entorno. Al cuarto de hora, y un poco antes del cambio de término, se pasa por la pasarela de los Martínez,  en recuerdo de la más famosa saga de guardas y montañeros del parque, construida tras el desprendimiento que hubo en abril de 2012 en la zona conocida como “La Madama de la Huertona”, cerca de Culiembro, donde una gran mole de piedra de más de mil toneladas hizo desaparecer ese tramo de sendero. La reparación se consideró de prioridad absoluta, y en menos de tres meses se hizo posible la construcción de la pasarela, que posibilitaba la continuidad de un camino transitado por más de 200.000 personas al año.

La típica imagen del puente de Los Rebecos

Por una de las ventanas de los últimos túneles
            Un puente metálico con una fuente aledaña, y el de Los Rebecos, se cruzan para aproximarse ya al destino, pasando por una serie de túneles antes de llegar a la represa del río, a los pies ya de Caín, una pequeña población que ha sabido maridarse con la creciente afición al senderismo de las últimas décadas, ofreciendo al visitante todo tipo de servicios. Uno de ellos, el de restauración, es objeto de nuestro reposo momentáneo, echando un bocado en torno a unas merecidas cervezas, que a gusto repetiríamos de no ser porque nos queda la vuelta.

Refrescante imagen de un ensanche del canal

Pasarela de los Martínez
            Si el trayecto de ida nos cuesta más de tres horas, el de vuelta algo más de dos, alcanzando el aparcamiento en torno a las dos de la tarde, habiendo cubierto los casi 24 km del doble recorrido, en 6h 5’ de tiempo total, del que 5h 20’ han sido en movimiento, con un desnivel acumulado total de 460 metros D+/-, completando de ese modo esta segunda jornada de montaña por estas lejanas tierras, para nosotros, pero con las que vamos contrayendo fuertes vínculos que nos animarán a volver. Sin duda.


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