Ginebrosa (892m)
Miércoles, 31 de mayo de 2017
Yo no supe dónde entraba,
pero cuando allí me vi
sin saber dónde me estaba
grandes cosas entendí
no diré lo que sentí
que me quedé no sabiendo
toda ciencia trascendiendo.
Ermita de San Joaquín |
Estos versos de San Juan de la
Cruz valgan como introducción de esta ruta de hoy, porque habiendo podido ser algo
más corta, algo más directa, hemos preferido alargarla un poco para visitar ese
Convento del Desierto de Calanda, un imponente edificio en ruinas, originario
del siglo XVI/XVII, con la llegada de la Orden de Carmelitas Descalzos a Teruel. Aunque
está en el término de Calanda, la ruta parte y concluye en Torrevelilla, concretamente en la ermita de San Joaquín, y cuenta
a lo largo de la misma con otros puntos de interés. Vamos.
Comienzo de la ruta |
Entre almendros y olivos |
Efectivamente, junto a la ermita encontramos ya la
señalización del PR-TE 14 como Sendero Turístico de Aragón, y por él que nos
vamos. Circula por una pista agrícola entre cultivo netamente mediterráneo,
donde destaca algún gran ejemplar de carrasca. Al cabo de cincuenta minutos pasamos
por el cruce de Lo Salt, y aunque intuimos que estará seco no nos resistimos a
entrar. En los cinco minutos que nos cuesta llegar hasta él, el sendero circula
por el fondo de un estrecho barranco aterrazado, que suponemos habrá sido productivo
en otros tiempos. Como sospechábamos, no baja gota de agua, pero merece la pena
entrar para ver las formaciones que, cuando baja, va dejando en la roca.
Lo Salt |
Grandes seres |
Salimos a la pista, y al cabo de diez
minutos más llegamos al cruce del convento, que tampoco nos queremos perder. La
pista es un auténtico sube y baja, en uno de ellos abandonamos el término de
Torrevelilla para entrar en el de Calanda. Pronto avistamos ese gran edificio
en ruinas que capitalizaba la vida de este valle. Entramos en el camino de los
Gramenales Altos, que va sobre el seco barranco de la Zahoyera. Un poco antes
de llegar al descomunal edificio, nos adentramos a nuestra derecha a unos
grandes bancales en busca de la fuente de Santa Quiteria, que sólo encontramos
en el mapa.
Imponente edificio del monasterio |
Fachada del monasterio |
La llegada al edificio causa una
sensación entre respeto y admiración, a la par que abrumadora. Es silencio, e
inspira silencio. Es recogimiento, e inspira recogimiento. Es paz, e inspira
paz. Aunque no sería ni silencio, ni recogimiento, ni paz lo que flotara en el
ambiente en el momento de su abandono con motivo de las desamortizaciones del
siglo XIX. Continuamos como diez minutos más de pista en busca de la fuente de
El Moré, que al contrario que la anterior, no está en los mapas, pero que ya conocíamos.
Aunque de pequeñas dimensiones, es un verdadero oasis lo que genera. Bajo una
morera, y no con mucho caudal ahora, sirve para saciar nuestra sed y
refrescarnos un poco.
Fuente del Moré |
Pista que va al compás de la loma |
Volvemos sobre nuestros pasos.
Convento, y al cruce, para continuar por la pista que traíamos, que se va
complicando un poco ya para rodantes. Va tomando más inclinación y se muestra
deteriorada por el agua. Llueve poco por aquí, pero cuando lo hace… Se agarra
un poco, pero finalmente llegamos ya a la pista que surca la loma en el cruce
de La Ginebrosa, y de nuevo un sube y baja constante. Pasamos por otro cruce,
el de Torrevelilla, con marcas de Camino de Santiago, y al rato se pasa por el vértice geodésico, que está a pie
de pista. Seguimos un poco más, y otro cruce, el que va a La Cañada de Verich.
Y ahí mismo ya la entrada al mirador de El Pilón, hasta el que nos llegamos.
Está dotado de una irregular columna cuadrada, con un soporte que alberga el
buzón de cumbre, que encontramos con el libro en su interior. También un mural
interpretativo, y algo apartado, el verdadero mirador, desde donde se alcanza a
ver seguramente más de lo que hoy nos muestra, debido a la calima reinante. Una verdadera atalaya sobre la cuenca del Mezquín.
Mirador de El Pilón |
Vistas desde el mirador |
De vuelta, antes de salir a la pista encontramos la entrada al sendero que en mucho menos
tiempo que nos ha costado subir, nos va a bajar hasta Torrevelilla. Si llevamos
hasta aquí como tres horas y media, el cartel nos indica 35’, pero al
entretenernos entrando en el pozo del Fraile primero, y en el balcón de
Torrevelilla después, ese tiempo se convierte en tres cuartos de hora. Un
tiempo que se nos va por el sendero entre bosque, que luego se convierte en pista agrícola, y que nos lleva hasta la ermita del Calvario, y después son los
peirones de las estaciones del Vía Crucis los que jalonan la entrada al pueblo. Eras, trasera
del cementerio y ya estamos en la ermita de San Joaquín, donde comenzamos la
circular.
Ermita del Calvario |
Una ruta en la que hemos
disfrutado en completa soledad humana, recorriendo lugares del Aragón profundo,
incluso sacros en otros tiempos. Una ruta, decimos, que nos ha salido de 16,5
km, a la que le hemos metido 4h 25’ de tiempo total, del que 3h 35’ han sido en
movimiento, salvando un desnivel acumulado +/- de 830 metros, bajo unos cielos
que se iban cubriendo a medida que iba transcurriendo la mañana.