viernes, 28 de septiembre de 2012

Circo de Soaso

IXOS MONS
Circo de Soaso (1.750 m)
Jueves, 27 de septiembre de 2012



               Jueves. Desde el domingo por la tarde llueve con ganas en el Pirineo. Unos ratos más que otros. Por unos lugares más que por otros. Pero llueve, que es lo importante. Y eso se nota en los árboles, se nota en los pastos, se nota en el aire, se nota en la luz. Todo te mira de forma diferente. Tras un verano que se ha metido bien en su papel, nos llega un otoño puntual a su cita, y que todos, todos, esperamos que no defraude.

          Vamos, pues, a su encuentro, y lo que vemos es que está anunciando su llegada, comenzando a transformar la paleta cromática visual. Muy incipiente todavía, pero merece la pena, estas aguas han conferido un ambiente especial, un ambiente de belleza tras el inclemente estío. Y de belleza vamos a hablar, porque encontramos el siguiente fragmento:

            “La belleza ejerce un poder tal de fascinación sobre los humanos, que están siempre tentados de acercarse a ella para tocarla, alcanzarla, poseerla. Pero la belleza no puede ser poseída porque por esencia no pertenece al mundo físico. Es por ello que aunque solamente se intente rozarla, se escapa. La belleza es un mundo hecho exclusivamente para la vista, no está destinada ni para la boca, ni para las manos. Le gusta ser observada, pero no soporta que la toquen. Ante seres bellos, ante paisajes bellos, es preciso estar muy atentos para disfrutar de ellos, pero no robarlos. Nuestra felicidad, nuestra inspiración, dependen pues del respeto que manifestemos ante la belleza. Aprendiendo cada día a contemplarla, saboreamos la vida verdadera”.

Pradera de Ordesa
         La composición del paisaje de esta semana es la misma que la de la semana pasada, pero siendo la misma, es distinta, ha renacido, todo está revitalizado. La lluvia ha trabajado sobre las formas, ha cambiado el color, pero su vitalidad lo ha hecho con los elementos que mantienen las formas, que mantienen el color, que mantienen el paisaje, convirtiendo escasez en generosidad, convirtiendo agonía en belleza.

            La vuelta que nos damos por el Cañón de Ordesa eso nos inspira. Desde el principio hasta el fin. Desde la pradera hasta el mismo circo de Soaso. Desde una pradera que evapora su agradecimiento por las vueltas de agua de estos días, hasta un circo que se ve favorecido por la llegada de agua, por esa Cola de Caballo que llena de gozo un entorno agostado en estos últimos meses.

Vamos dejando atrás el Tozal del Mallo, el portero de la finca, ese guardián de este espacio tan singular, y nos vamos adentrando en el bosque para ir subiendo poco a poco por ese camino entre hayas, pinos, abetos, arces, abedules, tilos, serbales, fresnos, tejos, bojes… cada uno a su aire, pero formando todos juntos una enorme armonía. Una vieja imagen de la Virgen del Pilar pivota con el camino que se adentra en Cotatuero.

Paredes del Gallinero
          El río Arazas sigue erosionando el fondo del valle, recorriendo los 450 metros de desnivel desde el circo (1.750 m) hasta la pradera (1.300 m), haciendo precipitar sus aguas por continuos saltos de agua que no nos queremos perder. Arripas, Cueva, Estrecho, Gradas de Soaso… Los contemplamos, los admiramos, queremos ser receptivos ante tanta vitalidad, ante tanta generosidad. Aguas que vienen de lo alto de las montañas y que se entregan al resto de los seres vivientes a través de este estrecho cañón, excavado durante las últimas glaciaciones, tan sólo hace varias decenas de miles de años.

            Enormes paredes del Gallinero, de la Fraucata, con ese mordisco glacial de Cotatuero entre ambas. Faja de Pelay, con el privilegio de ser a quien antes visita este incipiente otoño con sus cambios cromáticos que nos invitan al recogimiento. Y agua, agua por todas partes, en un derroche de generosidad que viene a paliar la situación. La pista se hace sendero a los pies de las Gradas de Soaso, y que hay que superar en unas breves lazadas.

Gradas de Soaso
            Tras superarlas, se abre ante nosotros una singular postal. Son las faldas nevadas de Monte Perdido y el Sum de Ramond, que viene a contrastar con un paisaje veraniego en plena transformación. El camino que nos queda hasta el fondo del circo está plagado pequeños cursos de agua de una pureza indescriptible, que vierten al principal, y que no hace más que nos sintamos dichosos y agradecidos por participar de semejante belleza y riqueza. Conforme nos vamos acercando la montaña se nos va echando encima.

            Finalmente llegamos a los pies de la Cola de Caballo, una cola de caballo desatada, alegre, jubilosa, que se precipita inconmensurable hacia nosotros, y que nos invita a contemplarla. No nos marcharíamos de aquí, pero…

            De regreso, nos recreamos en las Gradas de Soaso, como queriendo atrapar esa enorme vitalidad de la que hacen gala. El escalonado sendero se ensancha en pista, en la que hemos de seguir descendiendo hasta la entrada a los primeros miradores de las cascadas, donde tomamos un desvío para pasar a la margen izquierda del Arazas, a través del puente de Arripas., por donde continúa la pista, hasta alcanzar un punto enfrente a la entrada del barranco de Cotatuero, que se convierte en camino adaptado para discapacitados, y que nos entrega de nuevo a la pradera.

            Siete horas nos ha llevado este extraordinario paseo, para recorrer sus en torno a quince kilómetros. Un tiempo muy dilatado que nos ha permitido disfrutar del entorno, y que nos invita a volver. Y lo haremos. Seguro.



El reportaje completo de fotos, en:




lunes, 24 de septiembre de 2012

VIII Puyada Oturia

CARRERAS MONTAÑA
VIII Puyada Oturia
Domingo, 23 de septiembre de 2012



El incesante tintineo nocturno de las gotas de lluvia en mi ventana anuncian la llegada del otoño, de un otoño que esperamos generoso para que el cielo se reconcilie con la tierra, para que esas aguas que traen vida fertilicen el reseco suelo de estos montes un poco olvidados por esos alborotados frentes, como en general toda la atmósfera, debido a esa conducta humana más empeñada en su propia codicia que en ir de la mano de las Leyes Naturales.

Tarde y noche eléctricas, fuera, pero también dentro, en esos músculos que han soportado el esfuerzo de esta prueba, a la que temíamos, y hemos comprobado que con razón. Hay cosas que no pasan el filtro de lo racional, y que sólo el corazón es capaz de llevarte a ellas, y de equilibrio es buscar el concilio, porque en definitiva, el cuerpo, ese machacado cuerpo, que le pilla en medio, es el gran pagano de las disputas.

Salida y meta, con Sta. Orosia al fondo
Siete y media de la mañana. Autopista de Jaca a Sabiñánigo. El sol, antes de su salida, ya anuncia su llegada, y lo hace con un mágico coloreado de las nubes, con unos tintes amarillentos, anaranjados, rojizos, más propios de ventosos atardeceres. La predicción es de vientos de sur y de tormentas por la tarde. Veremos.

Prueba enmarcada en el Circuito Comarcal del Álto Gállego y del Circuito Trangoword, pero no así este año en campeonatos ni en copas, y eso se nota en la participación. Hablando antes de la salida con un viejo amigo, vinculado durante muchos años a la organización, nos lo confirma.

Antes de la salida
Salimos con Olga, nuestra pareja artística, porque esto es arte, no?, o tortura, como el debate taurino. Personalmente, en ambos casos pienso que es lo segundo, aunque aquí, en este loco mundo de las carreras por montaña, disfrutando, sufriendo, pero disfrutando.

Algo pasadas las ocho y media se da la salida a las tres modalidades de la convocatoria, la Puyada, el Medio Maratón y la Andada. Salida, decimos, de este antiguo cuartel de Gravelinas, desde cuyo patio de armas nos mira por encima del hombro ese Oturia que ya nos aguarda. Vamos a llevarnos bien, pensamos. Un recinto cuartelario hace unos años convertido en reclamo turístico albergando una colección de maquetas de los lugares naturales y monumentos del Pirineo. Todo lo más relevante de nuestra cordillera en Pirenarium.

Museo etnológico (foto serrablo.org)
Ruta turística en pelotón por Puente Sardas, pasando cómo no por el Museo Ángel Orensanz y Artes Populares de Serrablo, que ubicado en Casa Batanero, recoge gran parte de utensilios domésticos y pastoriles, de uso cotidiano, que corresponden tanto a la arquitectura popular como a la religiosa de esos numerosos núcleos rurales del municipio y la comarca, hoy abandonados, cuyas gentes tuvieron que marchar de sus casas, de sus tierras, por desidia y olvido, dejando el alma de los pueblos vagando por el territorio en busca de un nuevo futuro sin comprender el pasado. Y eso se nota cuando los visitas.

Las obras de la nueva autovía, a su paso por el sur de Sabiñánigo, han hecho una pequeña modificación del trazado para acceder a esta sierra sureña, que acometemos sin dilación. Unos trescientos de desnivel y cuatro mil de distancia para llegar al primer avituallamiento, líquido, muy próximo a las ruinas de la ermita de San Pedro (1.120 m), que da nombre a la sierra, y que el cabalgar por su loma, en un continuo sube y baja, nos permite ver al sur, a nuestra derecha, el barranco de Bailín, en cuyo seno se encuentra el vertedero del mismo nombre. Vertedero que, como todos, esconde las vergüenzas de una civilización consumista y derrochadora, que si bien está el separar para reciclar, tenemos que tender ya a la siguiente fase, que es actuar en origen, es reducir el consumo, especialmente en aquellos productos que más envoltorios y peor gestión tienen. No podemos seguir derrochando recursos y luego salir al medio natural a maravillarnos de él. Menos hipocresía y más conciencia y coherencia, cordura, en definitiva.

Olga en el avituallamiento del Basa
Algo hay que ir pensando para que no se nos haga tan largo. Seguimos. Olga ya apunta maneras. Maneras, digo, de ir haciendo su carrera. Así debe ser, cada uno a lo suyo. Kilómetro 5 antes de llegar a lo más alto de esta loma, a Santa Engracia (1.250 m), para ya bajar y bajar, hasta llegar al río Basa (800 m), y decimos río por no privarle del título, porque está agónico. Bueno, aquí tenemos el segundo avituallamiento, que luego, al regreso, hará de séptimo y último antes de meta. Nos atienden con mucha amabilidad, como en todos según iremos comprobando luego. Agua, isotónicas, frutos secos, melón, barritas, geles, todo bueno y abundante.

Un poco de curso de río, de cauce mejor dicho, y luego nos embuten en un tubo para pasar al otro lado de la carretera, ya en dirección a Osán (880 m), donde está el kilómetro 10 a la hora y media de carrera, y desde donde ya hemos podido apreciar el objetivo cimero de hoy, y esos dos paredones que hemos de salvar para conseguirlo.

Santa Orosia, desde San Román
San Román (1.010 m). Tercer avituallamiento de la jornada. Líquidos que no se pueden rechazar. Punto de inflexión para el medio maratón. Ellos regresan y nosotros seguimos. Seguimos, digo, acercándonos a la base de ese conglomerado, formación en cuyo puerto se erige el santuario de Santa Orosia (1.610 m), y al que llegamos tras innumerables lazadas, pasando por el km 15, ya en compañía de Lucas y Marina, dos componentes del 7:45, ese club al frente del cual, su Agustina particular, Eva, da batallas en mil y un territorios. Dos horas veinte minutos de carrera. Y algo tostadicos, ya.

Seguimos con Olga, pero ya por poco tiempo, en esta subida se ha ido yendo poco a poco sin poder hacer nada por mi parte para impedirlo. Es mucho lo que queda todavía y hay que ir dosificando. La val Ancha, que a nuestros pies desemboca, se nos va abriendo y ofreciendo toda su generosidad. También Peña Oroel y San Salvador, al este, unidos ahora por esa figura proteccionista de Paisaje Protegido.

Oturia, desde Sta. Orosia
Finalmente llegamos a poner bajo nuestros pies los pastos del puerto de Santa Orosia, donde sin piedad se presenta ante nosotros la segunda gran subida del día, la del monte Oturia. Una pequeña y suave bajada consigue cambiar el ritmo y nos acerca al siguiente avituallamiento, junto al santuario. Es el cuarto y hay de todo. Junto a él, distinto montaje de avituallas para otra prueba deportiva, ésta es de BTT. Es la Quebrantahuesos en versión montaraz, que se estrena con el Campeonato de España de BTT Maratón, y que nos acompaña por esta pista, que corredores vamos acortando, y que nos desviamos de su recorrido al tomar ya las rampas que nos llevan a la cima del Oturia, una vez pasado el refugio de Sancocoba.

Primeras, segundas, terceras rampas, y finalmente vemos la cima, señalada por un enorme hito de piedras, en donde la organización ha puesto el cartel de kilómetro 20. Estamos a 1.921 metros, y a menos de tres horas y media de carrera. Pregunto cómo vamos y me dicen que bien en tiempo. Y a la pregunta de cuántos llevo por detrás, que siete u ocho. Sólo siete u ocho, pienso.

Val Ancha, desde el Oturia
Las vistas. Vamos a hablar de las vistas. Este es uno de los puntos dominantes de este reseco, en lo humano, digo, territorio de Sobrepuerto, a caballo entre las cuencas del Gállego y del Ara, a caballo entre las comarcas de Alto Gállego y Sobrarbe. Un territorio que alberga diez o doce pueblos, diez o doce ruinas de pueblos cuyos habitantes nunca lo tuvieron fácil, pero que tampoco se lo pusieron. Unos pueblos a los que rendimos respeto y admiración recordando esas condiciones de vida que marcaron a sus moradores para siempre, dejando por aquí sus raíces, dejando por aquí una parte de su alma, que sigue preguntándose el por qué de muchas cosas. Hoy en día, con medio siglo de por medio, en este aspecto, no han cambiado mucho las cosas.

Al norte tenemos algunas Sierras Interiores del eje pirenaico, encarnadas en la sierra de Partacua y Tendeñera. Y el propio eje pirenaico, con los tresmiles tratando de asomar por encima de las nubes que los asfixian. Al sur, de donde venimos, el inmediato valle del Basa y demás sierras hasta Guara y Monrepós. Y al oeste tenemos la inmensa Val Ancha hasta el Campo de Jaca, que se continúa en la Canal de Berdún. Es la depresión media pirenaica con la que la naturaleza ha querido separar las sierras interiores de las exteriores del Pirineo.

Remanso de humedad, remanso de vida
Larga y fatigosa ha sido la subida, pero no menos va a ser la bajada. Vamos a ello. Y lo hacemos por la ladera W, a mata caballo, desordenadamente, como podemos, en dirección a la entrada (1.550 m) del barranco de Satué, donde nos encontramos el quinto avituallamiento, sólo de líquidos, suficiente. Olga, qué fue de Olga?, marchó. Seguimos con Lucas y Marina, con los que vamos haciendo el descenso por este delicioso barranco, que más lo sería de llevar más agua. Nuestro entretenimiento con las fotos hace que también se vayan marchando estos compañeros.

Iglesia de San Andrés de Satué
Kilómetro 25. Cuatro horas 10 minutos de carrera. De nuevo bosque, que algún claro nos deja respirar y ver. Ver el Güé y una sierra de la Partacua cada vez más enredada en sus nubes. Y de repente, ante nuestra vista, la iglesia de San Andrés de Satué, del románico serrablés avanzado. Pequeña, recogida, austera, con su ábside de siete arcos de medio punto, ciegos, mirando al E, con su friso de baquetones propio de esta arquitectura milenaria y que la Asociación Amigos de Serrablo ha ido poniendo en valor a lo largo de las últimas décadas. Qué rica el agua de la fuente del pueblo.

Salimos a la carretera, y en un par de lazadas de asfalto nos topamos con el sexto avituallamiento, también completo, donde nos reciben con entrega, amabilidad y sonrisas. Que no falten. Bien vienen tras cuatro horas y media de carrera.

Desde luego, a estas alturas ya no nos empiezan a venir bien muchas cosas, pero las incómodas margas, es lo peor. Tras algo más de media hora, llegamos a Isún (980 m), en cuya fuente nos avituallamos. No tan fresca como la de Satué. Por aquí pasa la GR-16 ese sendero de gran recorrido que une pueblos y lugares de este vasto y rico territorio que es el Serrablo.

Borda en Isún
Caminos de circunstancias para llegar al cauce de un barranco, que nos deja en el del Basa. Otra media hora escasa para llegar al séptimo avituallamiento, que fue el segundo a la ida. También completo, y con apoyo sanitario. Quedan 5 kilómetros, pero no plácidos hasta meta precisamente, porque hay que dejarse engullir de nuevo por el bosque de esta sierra de San Pedro, aunque eso sí, por caminos más bajos que los de esta mañana. Cuando creemos que ya lo habíamos visto todo en subidas, nos encontramos con un voluntario en un cruce que nos indica que hay que desviarse a la izquierda, que hay que subir más. Le preguntamos si es una broma, le preguntamos si hay alguna cámara oculta, porque la cara que se nos queda es para ello. Negativa la respuesta a todas las preguntas. Se le ve aburrido de estar ahí toda la mañana, y nosotros de subir y bajar cuestas. A ver si es la última.

Km 35, xD, qué ganas tenía de verte, pero seguimos subiendo. Ya vemos nuestro objetivo, ya vemos ese edificio castrense donde está emplazada la meta. Seguimos, eso sí, bajando ya, pero por un camino directo, sin lazadas, que más parece una trocha de extracción de madera. Las rodillas claman por cuándo se termina esto. En un lugar próximo ya a dar con las obras de la autopista, me alcanza una chica, y muy próximos a ella, otro corredor, acompañado por el hombre escoba. ¡Los siete u ocho del Oturia se han convertido en uno! Viene mal, con fuertes tirones en cuádriceps, pero yo no voy mejor, con muslos como piedras y calambres en tibiales.

Sta. Orosia y depresión del Basa
Llegamos al cruce carretero, y la aproximación a Pirenarium ya no se hace por donde esta mañana, ¡menos mal!, que se hace por el interior del pinar contiguo a la carretera, lo más directo ya a meta. Y estos dos, como si hubieran encontrado en mí un pretexto para no llegar los últimos tiran y tiran. Yo también, pero menos, de modo que acompañado por el escoba, hacemos la entrada en meta algo pasadas las tres de la tarde, con un recibimiento megafónico que me hace sentir como el primero. Aquí está Olga, desde hace como treinta y cinco o cuarenta minutos, y Orosia, que ha venido a formar parte del ambiente. Ya están dando los trofeos a los ganadores. No hay para el último, hasta para eso hubiéramos llegado tarde.

Echamos la mirada al Oturia, que nos guiña el ojo, supongo que felicitándonos por haber terminado. No me importa el puesto. Es hasta una anécdota, no me había pasado nunca. Lo que sí me importa es el haber sido capaz de haber terminado esta octava edición, de una prueba con ganas de haberla hecho desde la primera, pero que siempre la hemos mirado de reojo. No hemos querido dejar pasar más tiempo para ello, ocho años es suficiente, y los próximos ocho no serán como los anteriores.

Sus 4.400 metros de desnivel acumulado, en un ininterrumpido rompe piernas son razones suficientes para calificar la prueba de dura, durísima. Suponemos que lo es, pero que se nos ha hecho más aún. Vamos, para no repetir mañana. Y al año que viene, veremos. Ello no quita para reconocer que la organización es de 10, en todos los aspectos, en señalización del recorrido, en avituallamientos, en controles, en estar pendientes del participante, en amabilidad y entrega. Mi reconocimiento especial a los voluntarios. No alcanzamos a entender por qué no está en los circuitos oficiales autonómicos, nacionales, e incluso internacionales, como en algún tiempo estuvo.

Avituallamiento de líquidos y un buen plato de macarrones y migas hacen que nos vayamos más repuestos. A recuperar, de piernas y de cabeza.


El reportaje completo de fotos, en:

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viernes, 21 de septiembre de 2012

Libra


OTOÑO

LIBRA 
(22.sep.12 14:49 a 23.oct.12 00:14)


            Cambiamos de estación. Comienza el otoño. Arranca con el equinoccio, con uno de los dos momentos del año en el que la duración del día es igual que la de la noche. Desde el solsticio de verano, momento de mayor exposición solar, el día va menguando hasta el de invierno. A mitad de recorrido de los solsticios están los equinoccios, que es cuando se iguala. Eso ocurre en nuestras latitudes, en las llamadas zonas intertropicales. De forma que a partir de ahora, la noche irá ganando terreno al día.

La vida es cíclica, y en consecuencia, también todas sus manifestaciones. Si la primavera y el verano son épocas de exteriorización, de expansión, donde todo en la naturaleza fluye, ahora empezamos un periodo de interiorización, de regresión, de reposo, de enlentecimiento de los ritmos vitales, en unas especies más que en otras. En el ser humano, la primavera es la infancia, el verano la juventud, el otoño la edad madura, y el invierno la vejez. Tras la extroversión de la infancia y la juventud, llegan los dorados días de la madurez, la ansiada cosecha, que será consecuencia de nuestra conducta en las anteriores etapas, que será consecuencia de nuestra siembra.

            Las últimas energías de algunos animales se van en la copulación, en el aseguramiento de la especie. En el mundo vegetal, la caída de la hoja es consecuencia de la falta paulatina de fuerza, de energía, que se va replegando hacia las raíces. Los bosques se tiñen de ocres, marrones, rojizos. Es un espectáculo que invita a la reflexión sobre el ciclo de la vida. Sobre el nuestro propio también.

En el ser humano, el desnaturalizado que se ha alejado voluntariamente de la tierra, apenas se producen cambios, o al menos no es consciente de ello. Pero el que sí vibra al son de los ciclos naturales sabe que es tiempo de recogimiento, de tener la leñera llena, como la hormiga, y sopas en el puchero, de ir cerrando puertas y ventanas, para pasar más tiempo en el interior de la casa, junto a la lumbre. Simbólicamente hablando. O no tanto.

           A la entrada de Libra la temperatura desciende, refresca el ambiente. El calendario de la Revolución Francesa denomina este mes de Libra como Vendimiario. No hay mucho que explicar.  El emuntorio del verano, preferentemente, han sido las glándulas sudoríparas, ahora le toca el turno a los riñones, órganos regidos por este signo. Los primeros fríos estimulan la diuresis.

Signo de aire, especialmente aire de montaña, por lo que el ser humano encuentra estímulo en la respiración de aire fresco, lo que activando la función suprarrenal, mejora la circulación e induce a mayor actividad. Esto trae consigo un mayor gasto de oxígeno, aumentando las combustiones orgánicas. Sin duda, el aire es el elemento principal de este mes.

Es interesante prolongar los baños de sol y de aire, con ejercicios. Más intensos y breves los baños de agua. Consumir alimentos crudos, ricos en vitamina C; tisanas diuréticas. Evitar desavenencias y discusiones, en el seno familiar, social, laboral… Ser más armonizador, para proteger a las glándulas suprarrenales (del temor y de la ira).

Libra es el séptimo signo del Zodiaco, y los nacidos bajo este signo están regidos por el planeta Venus, el planeta del amor. El símbolo pictórico es una balanza de dos platillos, que representa la dualidad, el equilibrio. Hacia el año 2000 a.C. la constelación se asoció al juicio final de vivos y muertos, de las religiones babilónicas, en el que Zibanitu, la balanza, pesaba las almas. En el antiguo Egipto se pesaba la cosecha cuando había luna llena en Libra.

Rige los riñones, el sistema urinario, órganos genitales internos, especialmente los de la mujer. Enfermedades en las partes descritas, incluidos los cálculos de vejiga. Diabetes. Especialmente negativa la vida sedentaria, y sobre todo los excesos. Se corresponde con el color verde, y con el viernes. Es masculino, y en consecuencia dador, emisor.

Generalizando no se suele hacer justicia, por eso no se debe de hablar de las virtudes y defectos de los nacidos en cada signo, porque no hay dos personas iguales, ni en el espacio, ni en el tiempo. Pero los aspectos astrológicos de cada signo dan una serie de cualidades o características propias. Cuanto más cerca de ellas nos sintamos, más y mejores personas seremos; y viceversa.

El signo de Libra está asociado, pues, a la armonía, el equilibrio, la belleza, la estética, la justicia, la bondad. Asociaciones, uniones, matrimonios, esposos, amantes, pactos y acuerdos. Inclinaciones hacia el arte y la música. Vida social. Pactos con países extranjeros, acuerdos de cualquier tipo, hasta para ponerse de acuerdo en romper un acuerdo, valga la redundancia.

Bien amig@s, que toméis mucho aire de montaña este mes que comienza, de ese modo, Libra será equitativo, ecuánime, hará justicia con vosotr@s, que es su obligación. Y la cumplirá. Sin duda.



martes, 18 de septiembre de 2012

Paso del Sarrio (Estiviellas)

AQUERAS MONTAÑAS
Paso del Sarrio (2.150 m)
Sábado, 15 de septiembre de 2012



            Otra salida programada de Mayencos, tutelada por Aragón Aventura. Es Juan Bazán el que nos guía hoy por estos empinados senderos que, debido a la morfología de este valle, surcan siempre estas verticales vertientes de Canfranc Estación.

            Vuelve de nuevo el calor, vuelve de nuevo lo que se llama el buen tiempo, pero que dadas las circunstancias que rodean a esta pertinaz sequía, lo que realmente sería buen tiempo es todo lo contrario, es soportar la bendita lluvia durante varios días seguidos, por no decir durante varias semanas. Todavía tenemos esperanzas, y el terreno también las tiene.

Arranque de la jornada (F. Sin)
      Masiva participación en esta convocatoria, para una travesía algo sorprendente dadas las características de este valle. Hoy uniremos los dos núcleos poblados del municipio de Canfranc, partiendo del nuevo y terminando en el viejo, saliendo del que alberga esa estación, cuyo edificio central tiene la misma longitud que el Titánic, y llegando al milenario, al Campus Francus, dotado de diversos privilegios a lo largo de su dilatada historia.

Un primer incendio, en 1617, no fue suficiente para arrasar los restos del importante patrimonio histórico-arqueológico, que aún se conserva. Los restos del castillo, de origen medieval y ampliado en el S-XVI, anclados sobre una roca, junto a la actual carretera, en la parte N del pueblo. La fachada de la Torre de Aznar Palacín del S-XIV. La iglesia parroquial de la Asunción, con sus cuatro retablos barrocos. Y el conjunto monumental de la Trinidad fundado en el siglo XVI. Situado a 1.040 metros de altitud, en el seno de un profundo valle, las características de su terreno propiciaron que su mayor actividad fuera la del comercio con el país vecino. En la Edad Media era el lugar donde se pagaban los peajes de paso.

Estación Internacional de Canfranc
En los primeros años del S-XX, se comenzó la construcción de la Estación Internacional de Ferrocarril, en el llamado barrio de la Estación, perteneciente a la partida de los Arañones, cuyas instalaciones quedaron inauguradas el 18 de julio de 1928 por el rey de España, a la sazón Alfonso XIII. El 24 de abril de 1944, el pueblo viejo sufre otro devastador incendio. En palabras del ya desaparecido Toni, el último vaquero de Canfranc, salieron chispas de la chimenea de una casa, extendiéndose el fuego a todo el pueblo, no dejando ni una sola en pie, excepto la que generó la tragedia. A partir de entonces, gran parte de la población se instaló en el nuevo barrio, trasladándose incluso el Ayuntamiento y en consecuencia la capitalidad del municipio, pasándose a llamar desde entonces Canfranc-Estación. El antiguo pueblo estuvo a punto de quedarse totalmente abandonado. Fue en la década de los 80 del siglo pasado cuando comenzó a resurgir subiéndose al carro del turismo de montaña.

Estiviellas
Pero volvamos a nuestras montañas. La travesía, la vamos a hacer por el Paso del Sarrio, que bien podría llamarse del Buitre, por lo aéreo que es. Bien, después de organizarnos con los coches, nos dejamos engullir por el bosque justo en las piscinas de Canfranc Estación. Un bosque dormido, que apenas se da cuenta de nuestra presencia, y que espera que el sol lo caldee para desperezarse, para mostrarse al visitante tal y como es.

            Fuente del Burro, que a pesar de la sequía que estamos padeciendo, se sigue mostrando generosa. Por la falta de luz apenas los vemos, pero hay tres o cuatro salidas del camino que atravesando el barranco a distinta altura enlazan con el camino de la otra vertiente, el llamado de Secrás, antiguos viveros forestales. Todavía entre dos luces, pasamos por las ruinas de unos casetones que albergaban a los obreros que construyeron las defensas anti aludes en los tiempos de la construcción de la estación ferroviaria, los presos de un régimen que contribuyeron a esta obra, ejemplo de la ingeniería civil de hace un siglo.

            Salimos del bosque y podemos apreciar cómo el sol empieza a bañar, con sus oblicuos rayos, la Collarada y sus satélites. También Estiviellas, a cuyas paredes nos dirigimos pacienzudamente a través de lazadas y más lazadas. Se pasa por el pie de la Cola de Caballo, con ganas de agradar, con ganas de esparcirse por el enorme cortado que se despeña, con ganas de refrescar, y no sólo visualmente, tanto y tanto entorno reseco. Pero no puede. Ya piensa en ello. Pero no puede. Ganas no le faltan. Pero no puede.

El sol va entrando en los valles
            Una hora subiendo la empinada cuesta da de sí para ir ganando altura y poder ir contemplando ese fondo de valle, a cada paso más lejano, y a poder ir tratando de tú a esas cimas cercanas. Estamos en la llamada Olla de Estiviellas, desde donde se inicia el descenso por Secrás, y desde donde parte la senda, la zigzagueante senda, para subir al collado. Pero en esta ocasión no llegamos ni siquiera a este cruce de caminos, porque unas decenas de metros antes de llegar, está el desvío que sale a nuestra derecha, y que indica al collado de Estiviellas y al pico del Águila, y que de forma experimental tomamos en un intento de eludir esa amplia colección de desoladas zetas. Nuestro camino, pues, sigue por bosque.

            El serbal de los cazadores, o mejor dicho, su rojo fruto da colorido a esta mañana que parece terminar ya de desperezarse. Seguimos por este camino que se aleja del objetivo, pero que le da perspectiva. Así hasta que damos continuidad a una de las lazadas, sin tomarla, por donde nuestro guía Juan intuye un viejo camino que tras una larga travesía horizontal por entre los diques defensivos, no sin antes hacer unos incómodos pasos entre pinos tumbados por aludes, nos entrega en las últimas curvas, junto a unas modernas defensas metálicas, que han durado menos que las centenarias de piedra, antes de llegar al collado.

A nuestro paso por las defensas
Sistema de defensas de piedra, decimos, en este estrecho valle, que fueron construidas cuando se tuvo que rellenar el fondo del mismo para dar cabida a la estación internacional, aprovechando toda la enrona extraída del túnel ferroviario. Por aquí, tenemos los restos del muro de contención que esa avalancha de toneladas y toneladas de nieve, el 2 de febrero de 1986 se llevó por delante miles de árboles en su caída libre por este barranco, y que los gruesos muros de la iglesia de Nuestra Señora del Pilar no fueron capaces de detener. Afortunadamente no hubo que lamentar víctimas, pero es una prueba más de que la naturaleza, de vez en cuando, reclama lo que le pertenece, y que el hombre ha tomado, en un intento más de domesticarla.

En el collado de la cabaña
            Diez y veinte de la mañana. Dos horas y media largas de ascensión. Estamos en un collado a 2.080 metros, a los pies del extremo sur del macizo calizo de Estiviellas, y donde hay un refugio que bien parece haber sido construido para albergar a los obreros de tan magna obra de ingeniería. La vista desde aquí es extraordinaria, sobre el alto valle del Aragón, la Canalroya, la de Izas, el dominio Ip. El Midi quiere hacer valer su protagonismo, pero hay otros, Anayet, Raca, Moleta, Tronqueras, Pala de Ip, de Alcañiz, punta Ezcarra, y la madre de todos, la Collarada. En dirección NE vemos también los Infiernos, con su característica marmolera. Y la luz. La luz, que pone todo ello en contacto con nuestras asombradas miradas de admiración. Sí, de admiración ante tanta belleza.

            No sólo alimentamos nuestro espíritu con la libertad, con la paz, con la armonía que nuestra vista capta, sino que lo hacemos también de forma menos mística. Hay que reponer fuerzas, aún queda lo suyo.

Canalroya y Midi
Aunque no todo son elementos naturales, también hay varias construcciones modernas, como grandes bombonas blancas, que bien pudieran tener que ver con el laboratorio de astrofísica que hay en las entrañas de estas tierras, uno de los pocos de Europa, emplazado bajo el monte Tobazo, a 850 metros de profundidad, y en donde se dedican a la investigación y a la búsqueda de materia oscura. También hay unos enormes cañones, que impiden que se acumule gran cantidad de nieve, y de ese modo disminuye el riesgo de avalanchas sobre la boca del túnel carretero. Estamos en la vertical, vertiginosa vertical, de la entrada española de ese túnel.

Chimenea para el paso del Sarrio
Ante nosotros, en dirección S, se adivina a lo lejos ese Paso del Sarrio, que es una hendidura que hace la Peña Blanca, y del que nos separa una expuesta travesía horizontal. Acometemos con sumo cuidado esta travesía, hay muchas piedras sueltas que deben permanecer donde están. Una chimenea, que el camino deja a nuestra izquierda, es la solución que da el terreno para ascender los pocos metros que nos quedan ya hasta el calcáreo collado, al que llegamos a las tres horas y media de haber comenzado a andar. Son las once y diez de la mañana, y estamos a unos 2.150 metros de altitud, casi mil metros más que en origen.

Gruta de Lecherines (F. Sin)
Un forato de medianas dimensiones llama nuestra atención. Son frecuentes en este tipo de roca. Una parte del grupo se dirige por la cresta a recorrer espacios fuera de ruta. El resto de personal comenzamos la bajada, que pasa por la entrada a un pequeño valle que alberga la Gruta Helada de Lecherines, donde nos reagrupamos de nuevo.

Un poco más de incómoda pedrera, y luego tasca, que nos conduce a un abrevadero donde paramos a echar el bocado central del día, y donde las risas se enredan con las gotas de agua que toman el aire para entre unos y otros refrescar el tórrido momento. Estamos en el dominio Lecherines, y pronto somos testigos del estado en el que ha quedado una de las cabañas de la majada baja, parcialmente pasto de las llamas hace unos días.

Con ganas ya de entrar en el bosque, en el reseco bosque, que nos deja en Gabardito, y de nuevo por bosque nos topamos con la fuente de los Abetazos. Aguanta, no te duermas, aguanta, le decimos. Cansada, ya da poco de sí. Al poco ya, el desvío para entrar en la senda que descendiendo por el barranco de los Meses, nos lleva a Canfranc, al filo de las tres de la tarde.

            Casi siete horas y media de duración. Unos 2.000 metros de desnivel acumulado. Y ganas, muchas ganas de armonizarnos con el entorno, han llenado esta mañana en estos parajes del alto valle del Aragón. Como siempre, gracias a todos y a todo.


El reportaje completo de fotos, en:

Y si queréis ver el álbum de Astrid, en:
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Y si queréis ver el de Fernando Sín, en:

Vía Ferrata Mirador de los Buitres

VÍAS FERRATAS
Vía Ferrata 
Mirador de los Buitres
Riglos (Huesca)
Viernes, 14 de septiembre de 2012



Siempre hay cosas que se pueden hacer en esos días tontos. Qué mejor que emplear el de hoy en hacer una ferrata, la del Mirador de los Buitres de Riglos. Y con quién mejor hacerla que con tu hijo. Pues eso, que para allá nos vamos.

Centro de Interpretación ARCAZ
Es el último día de una cuña ciclónica que nos está barriendo literalmente, el viento de norte es muy fuerte, y poco caliente. Llegamos a Riglos a las 9 de la mañana, marcando 6º el termómetro del coche, y con un viento, como decimos, fortísimo. No sé, un poco hostil, un poco enfadado nos recibe. Dejamos el coche en el pueblo, porque llevamos idea de hacer luego una de las vueltas a los mallos. Veremos. Nos dirigimos hacia el Centro ARCAZ, de interpretación de las rapaces del Reino de los Mallos, para continuar por la pista hasta el desvío del camino que sale a la derecha, y que nos lleva en una hora a la base de la pared, donde da la sombra, pero no el viento.

Vivos enlaces entre dos mundos
Comenzamos una solitaria y plácida ascensión. Un tramo vertical, para meternos en una amplia chimenea con un árbol en su base. A todo ello, le siguen unos cuantos pasos de monte, algo expuestos y sin opción a asegurarte, que te llevan a la base de otra pared vertical, con clavijas y una grapa. Finalmente, en algo más de media hora se terminan los tinglados metálicos, y otros pocos pasos más de monte te dejan en el mirador, que nos espera con un fuerte viento, pero soleado. Entretenida vía en la que se echan en falta más grapas, que sustituyan a los resbaladizos pinchos.

Reino de los Mallos
Hasta aquí se puede acceder también por una pista transitable para vehículos, que se toma en Sarsamarcuello. Hay un refugio desde donde se puede avistar el plácido planeo de los buitres, que en las paredes de enfrente tienen garantizada su actividad al estar prohibida la escalada. De esta colonia no se puede decir que sea próspera, pero sí, al menos, estable el número de ejemplares que la componen.

Este lugar es privilegiado, y no solamente en términos ornitológicos, sino también paisajísticos. Las vistas desde aquí son para acariciarlas con nuestra mirada, lenta, dulcemente, con agradecimiento y admiración. Nos hacen pequeños, hay que reconocerlo. Los Mallos de Riglos, los de Peña Rueba, los de Agüero, vigilantes eternos del cauce y vega del Gállego, ese río tan regulado y que para algunos no lo está lo suficiente. Pero son los tiempos, es la desnaturalización, el amansamiento de todo bicho viviente, desde el ser humano hasta los ríos, las montañas, los paisajes. Es triste. Es así. Nos tenemos que hacer a la idea. Pero la inmensa belleza del entorno pugna siempre por prevalecer sobre las continuas agresiones que le infringimos. La vida siempre se abre paso, y eso es algo que bien sabe el terreno, pasto de un pavoroso incendio hace once años, y que arrasó más de cuatro mil hectáreas. Algo más de las que ardieron en las faldas del Moncayo, Monte Cayo, Dios del Viento, que también desde aquí divisamos.

Inicio de la Olla de Huesca.
Al fondo, el Moncayo.
Bien estamos, pero hay que marchar. Hacia el N sale un sendero que nos lleva a iniciar el descenso. Como se puede llegar hasta aquí en coche, existe la opción de hacer primero el camino de descenso y subir la ferrata, para cerrar el circuito. Como no es nuestro caso, tenemos que bajar para concluir el nuestro. El camino va perdiendo altura a marchas forzadas, y al cabo de quince o veinte minutos nos deja en la pared, que aunque los bojes nos eviten la visión de tan magno patio, lo cierto es que ahí está, y conviene asegurarse a la sirga puesta a tal efecto.

El Tornillo
Poco a poco nos va echando y dirigiendo hacia el Tornillo, otro mallo menor, de esbelto porte, y hasta el que pasamos auxiliados por unas cadenas para salvar un corto tramo, que se nos haría difícil si no. Un congosto paso y el descenso de unas escalas nos deja ya en los compases finales de la sirga. Seguimos bajando, hasta dar salida ya a la vertiente N, donde nos asombra una enorme chimenea que nos muestra las entrañas de este espectacular conglomerado.

Un poco más de sendero, para alcanzar el de subida, que nos deja de nuevo en la pista. Dadas las horas que son desistimos en la vuelta a los mallos, por lo que vamos directamente al pueblo, al coche, que nos marca 26º, "sólo" veinte más que hace cuatro horas.

Y decimos adiós a este bello paraje que nunca deja de sorprendernos.


El reportaje completo de fotos, en:



lunes, 10 de septiembre de 2012

Cresta Este cabecera del Osia

IXOS MONS
Pico del Cuello del Bozo (2.019 m)
Napazal (2.128 m)
Mesola (2.177 m)
Cucuruzuelo (1.990 m)
Domingo, 9 de septiembre de 2012



Estrenamos prueba. Me gusta estrenar. Presentaciones: Estamos ante la I Marcha Senderista Lizara, organizada por el Refugio de Lizara, en la cabecera del valle de Aragüés del Puerto, por Xaro concretamente, y un buen puñado de colaboradores con ganas de agradar, y lo consiguen. Partiendo del refugio, se trata de encaramarnos al cordal E del valle y tras hacer 4 altos de en torno a los dos mil metros, bajar a Jasa y Aragüés (dos únicas poblaciones del valle), y retornar al refugio ascendiendo progresivamente por deliciosos caminos de fondo de valle.

Bisaurín, con los primeros rayos de sol
Lizara, lejos y pronto, hay que madrugar, pero de camino, la menguante y perezosa luna nos acompaña, ella sí que sale cada día más tarde. Cercana y caprichosa luna, que todo desbaratas, pero fiel a caminantes, a hortelanos, a vinateros, madereros, navegantes… en fin, a todos los que confiamos en la naturaleza de tierra y cielo, donde te encuentras. También reflejo para los amantes. Un poco de todo ello tenemos, y de la locura, bendita locura, y seducción que de ti emana como buena fémina. A su alrededor, y por toda la bóveda celeste esas estrellas, esos soles lejanos, que como nosotros, al poco de arrancar la prueba, se quedan deslumbrados por el nuestro, que cercano ya al equinoccio, también va de mengua, se le va acortando el trabajo por esta parte del planeta.

Cabecera del valle de Napazal
Estas reflexiones, y alguna otra, nos van entreteniendo mientras salvamos, por el barranco de Articuso, los casi quinientos metros de desnivel hasta el collado del Bozo (2.019 m), a donde llegamos pasados de vueltas, en tres cuartos de hora, tras haber dado la salida sobre las siete. Y esto es algo que nos temíamos, porque el poner a Olga de cabeza de la marcha es lo que tiene, que si queremos seguirla, esto no va a ser una andada, sino un caco en toda regla. La prueba es que hacemos este tramo en menos de la mitad del tiempo de libro. Y pensar que hoy nos lo íbamos a tomar como un día de descanso… Resignación, y a no descuidarse. Le acompaña Felipe, otro paisano. Vaya pareja. A duras penas los alcanzamos al llegar al collado, y aquí ya vemos que hay otros dos participantes, que van a tirar endiabladamente, un señor de cierta edad, que ya nos dice que va a seguir corriendo (¡!!¿??), y Ángel, otro paisano, que dice que no corre, pero que anda deprisa. Efectivamente, deprisa, muy deprisa.


Valle de las Foyas de Aragüés
Bien. Como decimos, estamos en el collado del Bozo, que nos da vista a Napazal, la cabecera del Estarrún, que riega el valle de Aísa. Desde aquí contemplamos, entre otras cosas, el collado de la Magdalena, unido al que estamos por la GR-11.1, una variante de la GR-11, que acerca La Mina, en Oza, a Canfranc, en el valle del Aragón, y que pasa por debajo de este gran macizo que componen el Aspe, y las Llanas de la Garganta y del Bozo. Este macizo y el de Bernera, más al W, están quebrados por un solitario y recóndito valle llamado las Foyas de Aragüés, con paso al valle de los Sarrios y a la chorrota del Aspe. El sol, que viene a estrenar este nuevo día comienza a enredarse por entre las cumbres, confiriendo caprichosos juegos de luces y sombras en los valles.

Aquí da comienzo el recorrido por el cordal E de la cabecera del Osia, que junto a los valles de Ansó, Hecho, Aísa y Borau, conforman el Parque Natural de los Valles Occidentales, de reciente creación, y que viene a salvaguardar toda la extraordinaria riqueza natural de este territorio.

Cima del Napazal. Al fondo, Mesola
Seguimos con nuestra ruta. Desde aquí, con José Mª Gallego, el capo de Os Andarines d’Aragón, y coordinador del calendario anual de todas las andadas que los distintos clubes, incluso el de él, organizan a lo largo y ancho de toda la geografía aragonesa durante todo el año, y del que ya no nos vamos a separar hasta la llegada al refugio. Los dos, tratamos de seguir el ritmo de Olga y Felipe, que no es poco. Por delante, y a cada momento más lejos, los dos que se han escapado en el collado. Por detrás, y a cada momento también más lejos, el resto de participantes, en torno a unos treinta más. También llevamos, en ocasiones, al nº 1, dorsal que lleva otro participante y que va haciendo la goma con nosotros. O nosotros con él. No sé.

Por delante, pues, el pico del Cuello del Bozo (2.085 m), y Napazal (2.128 m), dos cumbres menores, con piso de tasca, y que nos dan paso al Mesola (2.177 m), cúpula calcárea cimera que se alza altiva como máximo exponente del cordal. Ocho y media de la mañana, a hora y media de haber salido del refugio. No está mal la cabalgada.

Forca, Agüerri, Bisaurín y Fetás
Desde aquí, la vista sobre todo el cordal norte es excepcional, sobre esas calizas sierras interiores del eje pirenaico, y paralelas a él, desde Collarada hasta Forca, pasando por Rigüelo, Lecherines, Aspe, Llanas de Garganta y Bozo, Bernera, Fetás, Bisaurín, Secús, Agüerris, Lenito. Todos quieren tener su protagonismo. Todos lo tienen. Nos queremos recrear como para evadirnos de lo que nos queda por delante, que es mucho todavía, y lo peor, la tremenda bajada que tenemos hasta Jasa, más de mil doscientos metros del ala. A por ellos.

El descenso al Cucuruzuelo se hace por empinadas laderas de esta sierra de la Estiba, dando cara a Napazal. Se alcanza ya esta última cota, de 1.990 metros, que nos invita a perder vertiginosamente altura, para ser engullidos por el fondo del valle, pasando primero por un avituallamiento, en la Fuen Nueva (1.770 m). Quizá este tramo sea el único un poco escaso de cintas de la prueba. El resto, muy bien. Aprovechamos las viandas, especialmente la sandía, ¡xD, cómo está de rica!

Aragüés del Puerto
Seguimos perdiendo altura por una ladera plagada de caminos bien señalizados. Loma de Cotín (1.360 m). Refugio de la Peñeta (1.260 m). Ya avistamos Aragüés y Jasa. El primero está más a mano, pero, claro, hay que ir a los dos, las almas gemelas del valle. Obligado es. Finalmente, el sendero nos deja en una pista, que al trote gorrinero nos lleva a Jasa (944 m), con una fuente en sus calles, que al estar conectada a la red, pierde nuestro interés, bueno, sólo el mío.

Bello rincón en Jasa
Preciosos rincones de una población que aún conserva ese ambiente pastoril montañés, hoy desdibujado por el sector terciario. Todavía en pie, la casa natal de Gil Berges (1834-1920), ministro durante la I República española. Si levantara la cabeza. Iglesia de la Asunción, con raíces en el S-XIII. Ermita de San Pedro, con su museo etnológico. A destacar, también, la enorme plaza, inusual en pueblos de montaña por su gran extensión. Aquí, en la plaza, los paisanos nos esperan con otro avituallamiento sólido (… y con sandía!!! Qué acierto). Buen puñado de frutos secos, regado con un buen trago de vino de Felipe, que camina con tres botas. No lo sabía. Anda que no saben estos de lo lugar. Diez y cuarto de la mañana. A tres horas y cuarto de la salida. ¿Cuánto nos quedará, tres horas largas? Veremos.

Aquí se toma el GR-15, esa senda paralela a la GR-11, eje pirenaico, pero a menor cota, para llegar a Aragüés del Puerto, a través de una deliciosa vereda entre campos, primero. Luego, puente sobre el Osia, y carretera. Y no tan deliciosa subida por una espectacular escalera de piedra para alcanzar los 970 metros de la población. No sé cuántos peldaños. O respiraba o contaba. No había opción.

Avituallamiento en Jasa
También aquí se esmeran los paisanos, ofreciendo mini bocatas de chicha. Único núcleo habitado del valle, junto con Jasa, con el que comparte no sólo mancomunidad sino características propias de localidades de montaña, con sus enormes casonas, algunas fortificadas, en pie desde el S-XVI. Iglesia de Nª Sª del Rosario, de la segunda mitad del S-XVII, edificada sobre la anterior del Salvador, que fue pasto de las llamas en un incendio que arrasó la localidad en 1601.

Pero bueno, dejemos el turismo a un lado, que nos queda todavía recorrer el valle por su fondo. Ya para empezar, lo menos agradable, asfalto, pero poco, porque dejando a nuestra derecha ese complejo de ocio de La Molina, en cinco minutos llegamos a la finca de los Jesuitas, que se queda a la izquierda. Vadear el río (en algunos momentos, río, sí), y tras subir una incómoda, pero corta trocha, meternos ya de lleno en un magnífico sendero de sotobosque que, alternando falsos llanos y fuertes pendientes, nos lleva a otro avituallamiento, justo a pie de la carretera que sube al refugio, un poco más arriba de la casa forestal de Labati. Creo que es el camino de Batestata el que hemos traído hasta aquí, que me corrijan si no. Desde el comienzo del mismo, el fuerte ritmo infringido por Olga y Felipe (más fuerte, digo) para neutralizar a Ángel, hace que me quede solo con mi tocayo, y si en algún momento aflojamos un poco, también con el nº 1.

Los Corralones
Avituallamiento, decimos, y también con sandía!!! Qué rica. Nos dicen que vamos muy bien de tiempo, y que a nuestra marcha nos quedan como tres cuartos de hora a los Corralones, y otro tanto hasta el refugio. Unos metros de asfalto en descenso, para cruzar un puente y tomar una medio pista a mano derecha. Pendiente, pedregosa, incómoda… Es que ya hace mucho calor, y se nota. Afortunadamente, se convierte en emboscado sendero, que nos lleva a los Corralones (1.300 m). Treinta y cinco minutos.

Doscientos cuarenta metros de altura nos quedan por salvar hasta el refugio. Nos tememos que va a ser brutal. Acertamos. Un poco de asfalto al principio, y luego a meterse por la senda que va a la Cueva del Oso, y sigue hasta el refugio, al que llegamos en otros treinta y cinco minutos, con una rampa final de espanto.

Por fin, el refugio.
Una menos diez. En menos de seis horas, cuando pensábamos hacerla en siete; con dos y media desde Jasa, cuando pensábamos en tres largas. Una locura. Pero contentos, muy contentos por haber visitado lugares desconocidos y por haber compartido camino y experiencias con un ilustre de los caminos y de las experiencias, con el que nos hemos metido entre pecho y espalda más de 2.800 metros de desnivel acumulado, en los 27 kilómetros de recorrido. La reflexión que nos hacemos es que si en lugar de ser Marcha Senderista, hubiera sido Carrera de Montaña, no hubiéramos llegado mucho antes, ni mucho más cansados.

¿Olga y Felipe? Ya llevan casi media hora en el refugio. No han conseguido dar caza a Ángel, aunque por muy poco. Si es que no corren, dicen, sólo andan… Con estos paisanos no hay quien pueda. Desde luego.

Buen refrescón de bajos y alerones, y a comer esa magnífica paella que nos han preparado en el refugio. A mandíbula batiente, coincidimos con los machacas de la prueba. Ángel, Olga, Felipe. Qué lujo. A ver si se nos pega algo.

La paella que compensa el esfuerzo
El sofocante calor de las últimas horas ha formado nubes de evolución, que desde la vertical del Bisaurín, rey indiscutible de este reino, van dejando caer una lluvia de tronada ante la atónita mirada de un sol que, como siempre a estas horas, entra de sur, y que comparte esta extraña, pero preciosa atmósfera. Lluvia que tanta, tantísima falta hace a estos secos montes, y a todo lo que dan cobijo, a estos resecos cauces de superficie, y a los agotados acuíferos que alimentan las agostadas fuentes. A ver si este otoño es generoso. A ver. No queremos otra cosa.

Párrafo final para agradecer al refugio, a Xaro y a su cuadrilla de voluntarios la currada que se han pegado para tener todo a punto a lo largo del recorrido, por lo pendientes que han estado del participante en todo momento, por esos avituallamientos, esas cintas en los caminos, y por esa botella de vino y esa cuña de queso que hará que, cuando les demos buen paso, nos acordemos de los momentos vividos en este extraordinario valle. Se rumorea que al año que viene, el circuito irá por el otro cordal del valle. Si es así, volveremos. Si no, quizás también.


El reportaje completo de fotos, en: