lunes, 3 de septiembre de 2012

Tres montes y un destino

ENTRENOS
Ipas (1.120 m) - Bergosa (1.118 m)
Claraco (1.000 m) - Ipas (1.120 m)
Rapitán (1.160 m)
Viernes, 31 de agosto de 2012



Otro día echando la mañana en el monte, al trotín trotando. Esta vez por sitios otras veces recorridos unos, y muy recorridos otros, pero nunca unidos en el mismo circuito.      

Saliendo de Jaca en dirección norte, hay tres montes que nos podemos encontrar a la izquierda hidrográfica del río Aragón (derecha visual). Son el Monte Rapitán, el de Claraco y el de Bergosa. Se trata de unirlos los tres haciendo algunos bucles por collados y fondos de valle.

Afortunadamente, ya se ha retirado esa ola infernal de calor que nos asolaba estos últimos días. Tenemos viento de norte, y fresco, lo que va a aliviar la ruta. Amanecemos en Jaca en torno a 12 grados. Ideal.

Subida al Centro Comercial, luego a Ipas, superando esa pendiente y áspera zona de margas. Primer avituallamiento líquido. Continuamos pista arriba.

– Buenos días.
– Buenos días.
– A sacar las ovejas al monte, no?
– Sí. Con esta mañana tan fresca no sudarás, no.  
– Bueno, ya llevamos un rato sudando, sí.
– Claro, corriendo…

Conversación con un pastor. Eso es lo que dice, lo que no sabemos es lo que piensa. Suponemos que algo parecido a: “miá pa qué tanto correr, habiendo tol día por delante…”. Y tendría razón, claro, si fuera así, pero cada uno “gasta” el día como le parece, ¿no?

Ruinas de la ermita de la Virgen de Ipas
Bueno, una fuerte subida, en la que el trotar es una mera ilusión, cuatro pasos haciéndolo, y cuarenta no. Se pasa por el barranco que aún deja al descubierto lo que queda de la ermita de la Virgen de Ipas, cuyo templo original, del llamado románico rural, data del S XI. Luego, llegada al collado, al que fluye por la izquierda de nuestra marcha la pista por la que deberemos salir al venir de Claraco, pero para eso todavía falta lo suyo.

Una hora desde casa. Seguimos. Estamos en las faldas de poniente del monte Albarún (1.551 m). Un tramo de descenso, en el que sí aprovechamos para correr sin parar. Se pasa una valla, y a los diez minutos del collado, y señalizado por un hito de piedras, sale una discreta senda a mano izquierda, que en otros veinte minutos más nos deja en Bergosa, con las piernas llenas de arañazos de las aliagas, que campan a sus anchas. Hay que estar atentos para pillarla, porque si se te pasa, la pista va ganando y ganando altura camino de otro collado que te aúpa, dando vista al norte, hacia el Albarún, que ya hubiera estado bien haberlo incluido hoy, pero nos han parecido ya muchas guindas para tan poco pastel. Igual lo intentamos otro día.

Mudos testigos en Bergosa
Bergosa (1.118 m), decimos, pueblo deshabitado desde 1966, con la mayor parte de casas hundidas, pero sus antiguos moradores han tenido el detalle de poner en la fachada, en un lugar muy próximo a la puerta, el nombre de la misma. Así, podemos ver, Isidoro, Abadía, y unas cuantas más. Desde 1998, sus antiguos vecinos, vuelven a celebrar el 29 de noviembre la festividad de San Saturnino. La iglesia se le ha apoderado al santo, y sólo ha conseguido mantener en pie, del conjunto original del S XII, las paredes, la torre y el ábside, que no es poco. Junto a este último, que como todos los románicos, mira al este, hay un pequeño corro de tierra que abraza los restos mortales de los cuerpos allí depositados; y en los muros campan algunos huecos que como ojos vacios y resecos, muestran el arrebato y traslado de otros restos humanos. No queda ni el lacrimal. En otros puntos del pueblo, se ve algún rincón arreglado, especialmente una pardina llamada el Fraginal de Iguácel, en las eras bajas, donde aprovechamos para retrotraernos a aquellos tiempos en los que hubiera gentes en sus quehaceres cotidianos, en los que saliera humo de las chimeneas, en los que se vieran mantillas los domingos, en los que hubiera niños llenando de alboroto las calles, en los que, en definitiva, hubiera vida.

Chaminera al viento del norte
Algo parecido pasa ahora, estorban, molestan las minorías, los corpúsculos aislados. Hay una tendencia brutal y despiadada a alinear, y a alienar también, las conciencias. No gustan los personalismos, no gustan las peculiaridades, no gusta el libre pensamiento, no gustan las cabras, con su individualidad, se prefieren ovejas, rebaño, uniformidad, estamos más controlados en un único redil. Estos pensamientos nos hielan el alma; y el viento del norte, el cuerpo. Hay que marchar.

Hay que marchar, decimos, y lo hacemos tomando el sendero que, dando vista al Campo de Jaca, nos deja en el canal de abastecimiento de agua de boca, y en cuatro patadas a Puente Torrijos, Camino de Santiago, que tomamos en dirección a Jaca. Dos horas y cuarto, y en diez minutos más tomamos la pista que nos sube a Claraco (1.000 m) a través de duras rampas de nuevo. Hoy en día, Claraco no es ni la sombra de lo que fue; bueno, no es ni sombra. Hoy en día sólo son montones de piedras, resecas piedras, que no tienen ni qué llorar, lo han llorado todo; parideras arruinadas de un enclave medieval, a la espera de su puesta en valor.

Ruinas de Claraco
Abandonamos este lugar, y sus piedras, para seguir por la loma, con unas fuertes pendientes, hacia el collado de Ipas, por el que ya habíamos pasado hace dos horas. Bajada hacia Ipas, hacia el barranco de Ipas, para encaramarnos al Monte Rapitán (1.160 m) por su loma este, también por un sendero muy pedregoso y cuesta arriba, muy cuesta arriba en algún tramo, pero que al llegar al carrascal, el camino se suaviza y nos ofrece un agradable trote, que se nos hace un poco largo, pues las ganas de terminar este circuito empiezan a pesar en las piernas.

Antenas de telefonía y monstruoso edificio de apartamentos, es lo que rodea la amplia explanada que sirvió de llegada el jueves pasado para una etapa de la Vuelta Ciclista a España, en la que ganó el Purito Rodríguez. Todo ello es lo que nos recibe. Fuerte Rapitán, y descenso por el camino que han habilitado, eludiendo de ese modo las lazadas de la carretera y su asfalto, claro.


            Y poco más. Hospital. Estación de RENFE y a casa. Otra mañana de caco, más ca que co, claro, en la que hemos invertido cuatro horas en hacer en torno a 26 km,  con unos 800 metros de desnivel positivo, 1.600 acumulados, en un continuo rompe piernas. Pero bien, disfrutando.






El reportaje completo de fotos, en:


2 comentarios:

  1. Muy majas las fotos, estas tienen buen color, has retocado algo?

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    1. Gracias, David. No, no he retocado nada, es porque está la atmósfera más limpia que estos días pasados de calimas. Pero los colores siguen saliendo lánguidos, y es ni más ni menos que lo que transmite el paisaje, el entorno, que está seco y languidece. La atmósfera necesita agua, la tierra necesita agua, el paisaje necesita agua... y nosotros, también. A ver si este otoño... Gracias de nuevo.

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