Paso del Sarrio (2.150 m)
Sábado, 15 de septiembre de 2012
Otra salida programada de
Mayencos, tutelada por Aragón Aventura. Es Juan Bazán el que nos guía hoy por
estos empinados senderos que, debido a la morfología de este valle, surcan
siempre estas verticales vertientes de Canfranc Estación.
Vuelve
de nuevo el calor, vuelve de nuevo lo que se llama el buen tiempo, pero que
dadas las circunstancias que rodean a esta pertinaz sequía, lo que realmente
sería buen tiempo es todo lo contrario, es soportar la bendita lluvia durante
varios días seguidos, por no decir durante varias semanas. Todavía tenemos
esperanzas, y el terreno también las tiene.
Arranque de la jornada (F. Sin) |
Masiva
participación en esta convocatoria, para una travesía algo sorprendente dadas
las características de este valle. Hoy uniremos los dos núcleos poblados del
municipio de Canfranc, partiendo del nuevo y terminando en el viejo, saliendo
del que alberga esa estación, cuyo edificio central tiene la misma longitud que
el Titánic, y llegando al milenario, al Campus Francus, dotado de diversos
privilegios a lo largo de su dilatada historia.
Un primer
incendio, en 1617, no fue suficiente para arrasar los restos del importante
patrimonio histórico-arqueológico, que aún se conserva. Los restos del castillo,
de origen medieval y ampliado en el S-XVI,
anclados sobre una roca, junto a la actual carretera, en la parte N del pueblo.
La fachada de la Torre de Aznar Palacín del S-XIV.
La iglesia parroquial de la Asunción, con sus cuatro retablos barrocos. Y el
conjunto monumental de la Trinidad fundado en el siglo XVI. Situado a 1.040
metros de altitud, en el seno de un profundo valle, las características de su
terreno propiciaron que su mayor actividad fuera la del comercio con el país
vecino. En la Edad Media era el lugar donde se pagaban los peajes de paso.
Estación Internacional de Canfranc |
En los
primeros años del S-XX, se comenzó la construcción de la Estación Internacional
de Ferrocarril, en el llamado barrio de la Estación, perteneciente a la partida
de los Arañones, cuyas instalaciones quedaron inauguradas el 18 de julio de
1928 por el rey de España, a la sazón Alfonso XIII. El 24 de abril de 1944, el pueblo viejo sufre otro devastador incendio. En palabras del ya desaparecido Toni, el último
vaquero de Canfranc, salieron chispas de la chimenea de una casa, extendiéndose
el fuego a todo el pueblo, no dejando ni una sola en pie, excepto la que generó la
tragedia. A partir de entonces, gran parte de la población se instaló en el
nuevo barrio, trasladándose incluso el Ayuntamiento y en consecuencia la
capitalidad del municipio, pasándose a llamar desde entonces Canfranc-Estación.
El antiguo pueblo estuvo a punto de quedarse totalmente abandonado. Fue en la
década de los 80 del siglo pasado cuando comenzó a resurgir subiéndose al carro
del turismo de montaña.
Estiviellas |
Pero volvamos
a nuestras montañas. La travesía, la vamos a hacer por el Paso del Sarrio, que
bien podría llamarse del Buitre, por lo aéreo que es. Bien, después de
organizarnos con los coches, nos dejamos engullir por el bosque justo en las
piscinas de Canfranc Estación. Un bosque dormido, que apenas se da cuenta de
nuestra presencia, y que espera que el sol lo caldee para desperezarse, para
mostrarse al visitante tal y como es.
Fuente
del Burro, que a pesar de la sequía que estamos padeciendo, se sigue mostrando
generosa. Por la falta de luz apenas los vemos, pero hay tres o cuatro salidas
del camino que atravesando el barranco a distinta altura enlazan con el camino
de la otra vertiente, el llamado de Secrás, antiguos viveros forestales. Todavía
entre dos luces, pasamos por las ruinas de unos casetones que albergaban a los
obreros que construyeron las defensas anti aludes en los tiempos de la
construcción de la estación ferroviaria, los presos de un régimen que
contribuyeron a esta obra, ejemplo de la ingeniería civil de hace un siglo.
Salimos
del bosque y podemos apreciar cómo el sol empieza a bañar, con sus oblicuos
rayos, la Collarada y sus satélites. También Estiviellas, a cuyas paredes nos
dirigimos pacienzudamente a través de lazadas y más lazadas. Se pasa por el pie
de la Cola de Caballo, con ganas de agradar, con ganas de esparcirse por el
enorme cortado que se despeña, con ganas de refrescar, y no sólo visualmente,
tanto y tanto entorno reseco. Pero no puede. Ya piensa en ello. Pero no puede.
Ganas no le faltan. Pero no puede.
El sol va entrando en los valles |
Una
hora subiendo la empinada cuesta da de sí para ir ganando altura y poder ir
contemplando ese fondo de valle, a cada paso más lejano, y a poder ir tratando
de tú a esas cimas cercanas. Estamos en la llamada Olla de Estiviellas, desde
donde se inicia el descenso por Secrás, y desde donde parte la senda, la
zigzagueante senda, para subir al collado. Pero en esta ocasión no llegamos ni
siquiera a este cruce de caminos, porque unas decenas de metros antes de
llegar, está el desvío que sale a nuestra derecha, y que indica al collado de
Estiviellas y al pico del Águila, y que de forma experimental tomamos en un
intento de eludir esa amplia colección de desoladas zetas. Nuestro camino,
pues, sigue por bosque.
El
serbal de los cazadores, o mejor dicho, su rojo fruto da colorido a esta mañana
que parece terminar ya de desperezarse. Seguimos por este camino que se aleja
del objetivo, pero que le da perspectiva. Así hasta que damos continuidad a una
de las lazadas, sin tomarla, por donde nuestro guía Juan intuye un viejo camino
que tras una larga travesía horizontal por entre los diques defensivos, no sin
antes hacer unos incómodos pasos entre pinos tumbados por aludes, nos entrega
en las últimas curvas, junto a unas modernas defensas metálicas, que han durado
menos que las centenarias de piedra, antes de llegar al collado.
A nuestro paso por las defensas |
Sistema de
defensas de piedra, decimos, en este estrecho valle, que fueron construidas cuando
se tuvo que rellenar el fondo del mismo para dar cabida a la estación
internacional, aprovechando toda la enrona extraída del túnel ferroviario. Por
aquí, tenemos los restos del muro de contención que esa avalancha de toneladas
y toneladas de nieve, el 2 de febrero de 1986 se llevó por delante miles de
árboles en su caída libre por este barranco, y que los gruesos muros de la
iglesia de Nuestra Señora del Pilar no fueron capaces de detener.
Afortunadamente no hubo que lamentar víctimas, pero es una prueba más de que la
naturaleza, de vez en cuando, reclama lo que le pertenece, y que el hombre ha
tomado, en un intento más de domesticarla.
En el collado de la cabaña |
Diez
y veinte de la mañana. Dos horas y media largas de ascensión. Estamos en un
collado a 2.080 metros, a los pies del extremo sur del macizo calizo de
Estiviellas, y donde hay un refugio que bien parece haber sido construido para
albergar a los obreros de tan magna obra de ingeniería. La vista desde aquí es
extraordinaria, sobre el alto valle del Aragón, la Canalroya, la de Izas, el
dominio Ip. El Midi quiere hacer valer su protagonismo, pero hay otros, Anayet,
Raca, Moleta, Tronqueras, Pala de Ip, de Alcañiz, punta Ezcarra, y la madre de
todos, la Collarada. En dirección NE vemos también los Infiernos, con su
característica marmolera. Y la luz. La luz, que pone todo ello en contacto con
nuestras asombradas miradas de admiración. Sí, de admiración ante tanta
belleza.
No
sólo alimentamos nuestro espíritu con la libertad, con la paz, con la armonía
que nuestra vista capta, sino que lo hacemos también de forma menos mística.
Hay que reponer fuerzas, aún queda lo suyo.
Canalroya y Midi |
Aunque no todo
son elementos naturales, también hay varias construcciones modernas, como
grandes bombonas blancas, que bien pudieran tener que ver con el laboratorio de
astrofísica que hay en las entrañas de estas tierras, uno de los pocos de
Europa, emplazado bajo el monte Tobazo, a 850 metros de profundidad, y en donde se
dedican a la investigación y a la búsqueda de materia oscura. También hay unos
enormes cañones, que impiden que se acumule gran cantidad de nieve, y de ese
modo disminuye el riesgo de avalanchas sobre la boca del túnel carretero. Estamos
en la vertical, vertiginosa vertical, de la entrada española de ese túnel.
Chimenea para el paso del Sarrio |
Ante nosotros,
en dirección S, se adivina a lo lejos ese Paso del Sarrio, que es una hendidura que hace la Peña Blanca, y del que nos separa
una expuesta travesía horizontal. Acometemos con sumo cuidado esta travesía, hay muchas piedras sueltas
que deben permanecer donde están. Una chimenea, que el camino deja a nuestra
izquierda, es la solución que da el terreno para ascender los pocos metros que
nos quedan ya hasta el calcáreo collado, al que llegamos a las tres horas y
media de haber comenzado a andar. Son las once y diez de la mañana, y estamos a
unos 2.150 metros de altitud, casi mil metros más que en origen.
Gruta de Lecherines (F. Sin) |
Un forato de
medianas dimensiones llama nuestra atención. Son frecuentes en este tipo de
roca. Una parte del grupo se dirige por la cresta a recorrer espacios fuera de
ruta. El resto de personal comenzamos la bajada, que pasa por la entrada a un
pequeño valle que alberga la Gruta Helada de Lecherines, donde nos reagrupamos
de nuevo.
Un poco más de
incómoda pedrera, y luego tasca, que nos conduce a un abrevadero donde paramos
a echar el bocado central del día, y donde las risas se enredan con las gotas
de agua que toman el aire para entre unos y otros refrescar el tórrido momento.
Estamos en el dominio Lecherines, y pronto somos testigos del estado en el que
ha quedado una de las cabañas de la majada baja, parcialmente pasto de las
llamas hace unos días.
Con ganas ya
de entrar en el bosque, en el reseco bosque, que nos deja en Gabardito, y de
nuevo por bosque nos topamos con la fuente de los Abetazos. Aguanta, no te
duermas, aguanta, le decimos. Cansada, ya da poco de sí. Al poco ya, el desvío
para entrar en la senda que descendiendo por el barranco de los Meses, nos
lleva a Canfranc, al filo de las tres de la tarde.
Casi
siete horas y media de duración. Unos 2.000 metros de desnivel acumulado. Y
ganas, muchas ganas de armonizarnos con el entorno, han llenado esta mañana en
estos parajes del alto valle del Aragón. Como siempre, gracias a todos y a
todo.
El reportaje completo de fotos, en:
Y si queréis ver el álbum de Astrid, en:
https://picasaweb.google.com/109078681035512963538/PASODELSARRIO?authkey=Gv1sRgCO24mJ-IiqOB7gE&feat=email
Y si queréis ver el de Fernando Sín, en:
muy buena crónica, la de cosas que se pueden hilar en nuestros valles, cómo los admiramos y disfrutamos , no se que son más liricos, si ellos, o nosotros al mirarlos.gracias Chema, no hay un bardo como tú.
ResponderEliminarGracias, Cacatúa. Así es, para poder reconocer la belleza de nuestros valles algo de ella ya llevamos dentro. Están ahí, y disfrutan de nosotros tanto como nosotros de ellos. El Veni, Vidi, Vincit de Julio César debe ser nuestro lema cada vez que abordamos la montaña. Llegamos, vemos y vencemos. Vencemos con nuestras miradas, con nuestros reconocimientos, y con nuestros agradecimientos, por todo lo que nos aportan tanto a nivel físico como psíquico, tanto a nuestro cuerpo como a nuestra alma. Y el paisaje, el alma del paisaje lo percibe. Por cierto, para lo de bardo, me quedo con la primera acepción del Diccionario de la RAE, porque el segundo se las trae... Gracias de nuevo.
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