Monte Santa Eugenia
Grosín (1.423 m)
Guasillo - Asieso
Viernes, 7 de Septiembre de 2012
Se empieza a acariciar la
opción de participar en la subida a Oturia, dentro de dos semanas, de modo que
hay que seguir entrenando. Ha vuelto el calor a nuestras vidas, aunque no es lo
de días pasados naturalmente, y las mañanas ya empiezan a ser frescas. Hoy
elegimos los montes, próximos a Jaca también, pero de la margen derecha del río
Aragón. Pero eso sí, sin una idea muy fija del recorrido, del que se pueden
hacer varias combinaciones. Sobre la marcha.
Dejamos el vehículo en la
Tiña de Barrio, nombre que recibe la generosa fuente de la central, próxima al
puente Oliván, o de Grallas, al que llegamos ya al trotín trotando, comenzando subiendo
por la pista de Marcuello. En una de las primeras revueltas a mano izquierda,
creo que la primera, hay a la derecha un cartel forestal, de los de antes, de
los de siempre, de los de la ardillita recordándonos que hay que extremar las
precauciones para que la vida siga siendo eso, vida. Bueno, pues ahí mismo,
junto a esa ardilla, por la que no pasan los años, sale un camino que emboscado
nos lleva a un barranco, seco, reseco, y lo siguiente. Subimos por la otra
margen y nos encontramos ya una senda que va paralela, y por encima de un
camino más ancho. Debajo de él podemos ver a sus anchas los caballos que sirven
de esparcimiento al personal que por aquí se acerca a disfrutar de su monta.
Abducidos por los cables
de alta tensión, pero sin despegar del suelo, incluso se pasa por debajo mismo
de la torre. Vaya yuyu!!!. En seguida, arranca una estrecha senda a nuestra
izquierda que nos mete ya de nuevo en el bosque, y con paciencia, con mucha
paciencia, a ir subiendo ya este monte de Santa Eugenia por su falda oriental,
para solventar los más de 300 metros de desnivel, que se hacen a base de
vueltas y revueltas, lo que llamamos lazadas. Sí, 61 interminables lazadas, 61,
son las que hay que superar para llegar a encañonar el barranco de Serés, por
su parte alta ya, claro, para llegar en breves al collado del paco Serés (1.163
m), y su confluencia de caminos.
Nuestros pies ya han
pensado más que nuestra cabeza y se han anticipado a enfilarse pista arriba,
hacia el Grosín. Veinte minutos más de cuesta hasta llegar a otro cruce de
caminos, el que va a poniente, pudiendo optar luego por bajar al sur por el
barranco de Castelillo al camino que viene de Caniás, ya en la Val Ancha, o por
hacerlo hacia el norte en busca de la pista que va a Borau, en el valle del
Lubierre; la que desde este cruce va al norte es la que acaricia el lomo de la sierra de los Ángeles
en dirección al collado de Borau. Entre estas dos pistas está nuestro objetivo,
el monte Grosín (1.423 m), al que accedemos por el camino de la solana, y qué
solana.
Son las once y veinte, y
tras dos horas pateando estos montes, llegamos a la cima de este pico menor,
pero que debió de tener su importancia estratégica, porque se dice que había un
castillo, que con el de Rapitán jalonaban los dos flancos del río Aragón a su
llegada a Jaca. De todo ello quedan los restos de su aljibe. A cuatro pasos de
él, está el vértice geodésico, desde donde se pueden contemplar cada uno de los
360º de panorámica, incluido el eje pirenaico al norte, claro. Bueno, claro, no
mucho, porque la calima nos está depredando la vista. Habrá que asumirlo, como
esto es tan grande, hay sitio para todos. Hasta para las moscas, que pegan cada bocado que ni te cuento.
Bajamos por el camino que
da al este, al valle principal, en busca de la pista de la sierra de los
Ángeles, con idea de volver de nuevo al cruce de caminos y al collado del paco
Serés, pero… siempre que pasamos por aquí, y van unas cuantas veces, vemos a
nuestra izquierda el barranco de Pichacos, y siempre nos hacemos la misma
pregunta: ¿habrá algún camino para bajar por él, hasta alcanzar ese pequeño
embalse? Estamos seguros de que sí, de hecho lo intentamos por algo parecido a
la entrada de un sendero, y bajamos unas decenas de metros, comprobando que es
difícil seguir por él, la vegetación se lo ha comido. La verdad es que no nos
cae muy bien, y como nosotros tampoco a él, pues para arriba de nuevo y a seguir por la
pista.
Pero no nos rendimos. En
el cruce hay un arranque de pista, muy vestida también, pero pista al fin y al
cabo, por la loma norte del monte de Santa Eugenia, y probamos a ver si nos
baja a Pichacos, pero pronto nos damos cuenta de que no, de que no pierde
altura, es más, la gana, y se dirige hacia el propio monte. Cuál es nuestra
sorpresa que al momento vemos a nuestra derecha, a pocos metros abajo, la pista
por la que tendríamos que haber ido de no hacer tanto ensayo. Pues a ella, y
collado del paco Serés, por fin. Vuelta al monte de Asieso, para llegar a
Guasillo. La pista baja por entre el monte Asieso (1.227 m) y el Alero (1.129
m). Entre ambos hay un barranco, un ancho barranco que da cobijo a restos de
construcciones ganaderas. ¡Cuánta vida!
Doce y media de la
mañana. Un calor sofocante nos trae a Guasillo (930 m). Capucete en la fuente,
y a seguir por el camino hasta Asieso (890 m). Aquí podemos optar por tirar
para abajo, carretera y senda a la central, o hacerlo para arriba, a los
depósitos y parte alta del tubo. Y claro, no vas ir hacia abajo, pudiendo ir
hacia arriba. Pues eso. Poca es la distancia hasta los depósitos, pero la rampa
es brutal. Se continúa por un ancho camino fruto de las obras de conducción de
agua, y se llega a la parte alta del tubo de la central eléctrica.
Hasta aquí llega una
pista, si continuamos por ella damos bastante vuelta, de modo que optamos por
bajar por las escaleras junto al tubo de la central. En torno a 250 escaleras
para hacer la mitad del tubo, que está recién pintado. Seguimos bajando por la
rampa, y al poco se ve a la izquierda una pequeña explanada, con manchas de
pintura verde, por lo que pensamos que los obreros han tenido que llegar hasta
aquí, y que por ello será cómoda. La tomamos, y nos deja en un lugar muy
próximo a la fuente de la Tiña de Barrio, donde tenemos el coche. ¡Qué
alegría!, nos ha salido bien la jugada. Y llegamos, digo tras cuatro horas de
haber salido de aquí, y con unos 1.300 metros de desnivel acumulado en un
auténtico rompepiernas a lo largo de todo el recorrido.
Yo ya las tengo rotas, solo de ver el esfuerzo.
ResponderEliminarGracias, Anónimo. La verdad es que sí, es un continuo subir y bajar. No son cotas altas, pero en cuatro horas no es fácil coger un ritmo. Gracias de nuevo.
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