San Martín dera Bal d'Onsera
Domingo, 24 de noviembre de 2013
Hay lugares de los que hay serias
dudas de que no fueron elegidos al azar. En realidad, no hay ninguna duda de
que no. ¿Qué tendrán esos enclaves, que tanto atraen? Sólo esos primitivos
eremitas lo sabían, y su secreto se lo han llevado a la tumba. Sólo esos
primitivos eremitas, decimos, poseían la sensibilidad necesaria para discernir
unos emplazamientos de otros. Sólo esos primitivos eremitas supieron elegir
aquellos que les aportaban más serenidad, más paz, más fuerza telúrica para el
desarrollo de su trabajo, de su vida contemplativa. Como si necesitaran ese
impulso para sobrevolar estos eternos mallos.
Interior del eremitorio |
Siguiendo la estela de esos
primitivos eremitas, pues, y de ese egregor que construyeron, hemos venido
hasta aquí, dejándonos querer, dejándonos fijar en una de esas ermitas, que
como tantas otras, ha buscado la protección de la roca para recogerse sobre sí
misma, para replegarse hacia el interior de su ser, donde la gorga se hace
oración, el agua se hace canción, y el bronce lo cubre todo con su tañer. San
Martín dera Bal d’Onsera es el lugar, y cinco somos los peregrinos.
Huyendo del mal tiempo que se ha
cebado en el eje pirenaico, andamos en busca de tierras más amables en las que
podamos desarrollar la actividad de hoy. Actividad mayenca, por cierto. Podemos
disimularlo como queramos, pero en el fondo igual es esa pereza de no querer
enfrentarnos ya tan de sopetón al invierno, igual es que se nos ha pasado muy rápido
el fugaz otoño, igual es que queremos seguir disfrutando de él, igual… no se
sabe muy bien, pero lo cierto es que estas tierras pre-pirenaicas también
tienen su encanto, y tan olvidadas que las tenemos bueno es tener alguna excusa
para visitarlas.
Barranco arriba |
De nuevo en la Sierra de Guara,
en ese Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara, para disfrutar de
una de sus muchas rutas, de sus escondidas rutas. Y en esta ocasión, también de
sus míticas y místicas rutas. Una vez en Huesca hay que tomar la vieja
carretera de Barbastro (bueno, de momento no hay otra hasta enganchar la autovía),
para tomar el desvío a Loporzano. Se pasa por Barluenga y San Julián de Banzo,
y un poco más adelante nos metemos por una pista de tierra que sale a la
derecha, que avanzando por entre campos nos deja en un parquin, del que salimos
a diez minutos de dar las once de la mañana, de una muy ventosa mañana.
Seguimos subiendo |
Tomamos el camino hasta el mismo
lecho del barranco de San Martín, y al cabo de una media hora, el sendero lo
abandona para vestirse de bosque, y al mediodía llegamos al punto donde
comienza, y termina, la circular. Es domingo, y la actividad cinegética está en
pleno apogeo a juzgar por los alaridos de los animales, en este caso los de dos
patas. Estamos en un punto, bajo una enorme visera de roca en donde el camino
da dos opciones, y las dos llevan al collado de San Salvador. Por la izquierda se
puede subir, que subimos, a través de las sirgas dera Biñeta; y por la derecha,
que bajamos, por la senda dos Burros.
Fernando encabezando la expedición |
La atenta lectura de una esquela
rupestre, en la que se da cuenta de “…una
desgracia en un barranco inmediato procsimo al camino…”, es el punto de
partida de este sendero amenizado por una vieja barandilla y unas más recientes
sirgas, que si bien no se puede decir que sean necesarias, lo cierto es que dan
confianza y facilitan la progresión. A la hora y media del arranque de la
jornada, llegamos al collado de San Salvador, donde encontramos un panel
informativo de la rica avifauna que anida en las verticales paredes de estos
mallos de conglomerados, verdaderos supervivientes de mares lejanos en el
tiempo. Este cartel no está solo, que lo acompaña otro en el que se llama al
respeto por esas aves, prohibiendo la escalada desde diciembre hasta junio,
ambos inclusive. Siete meses reservados para la reproducción y cría.
Mallos olvidados, mallos perdidos |
Este collado, es un hito a
alcanzar para volver a meternos en las tripas del barranco, ayudados de nuevo
por una más nueva todavía sirga, que en invierno y con el terreno helado sí que
se hace necesaria. Burlamos el fuerte viento, pero conforme nos dejamos
engullir por estas altas paredes vamos notando las humedades y fríos de estas
gorgas en las que penetra poco el sol.
Una vez llegados al lecho del
barranco, hemos de ascender por él hasta dar con este lugar que estamos seguros
de que a nadie deja indiferente. Lo tiene todo. Impresionantes paredes, un
salto de agua que da origen al barranco, el espacio justo para que entre la luz
y el sol, unas rocas que desafían las leyes de la gravedad, y que dan cobijo al
santuario rupestre, cuyos orígenes, como todos de este pelo, se pierden entre
la historia y la leyenda. Y una magia, una magia incontestable.
Sancta sanctorum |
Cuenta la tradición que fue el
señor San Úrbez, que desde luego le cundió mucho en el Pirineo, el que fundó el
lugar con vida eremítica, allá por el siglo VIII, que derivaría posteriormente
en cenobio bajo la advocación de San Martín, obispo de Tours. Hay documentos
que prueban la existencia de monjes antes del siglo XII, bajo la jurisdicción del
obispo de Huesca. En 1110 su abad Pedro, donó el monasterio a la Casa Real de
Jesús Nazareno de Montearagón, convirtiéndose posteriormente en monasterio
femenino de ella dependiente. A lo largo de la historia, muchos reyes y nobles
han acudido a él implorando descendencia, especialmente masculina, siendo todavía
hoy en día lugar de peregrinación en romería de los vecinos de la redolada.
Todavía resuenan sus ecos |
Una pausada visita a lo que queda
de él es lo que le cuesta al sol dejar de calentar y de calentarnos, de modo
que apremiamos la salida para iniciar el regreso, que pasa de nuevo por bajar
el barranco, subir al collado de San Salvador y volver a bajar al barranco,
pero esta vez por el sendero llamado de los Burros, que nos deja en el punto de
cierre de la circular, y ya por el común camino de subida, hasta el parquin.
Algo más de cinco horas, de las que en actividad han sido escasas
cuatro, para recorrer los casi 10 kilómetros, con más de 800 metros de desnivel acumulado positivo, que ha merecido la pena para visitar este lugar tan singular por su ubicación como por su
acceso. Totalmente recomendable.
El reportaje
completo de fotos, en:
Y el track de
Sara, en: