A TUCAS ALBARS
Mesola (2.177 m)
Sábado, 13 de diciembre de 2014
Unos cielos grises, plomizos se
atisban en el horizonte que vamos a conquistar. Horizontes rasgados por
montañas que como pliegues del terreno, como pliegues del tiempo, se alzaron
hace tiempo para provecho y delicia del ser humano. Unas montañas en las que ha
encontrado protección, paz, asueto y modo de vida. Y nosotros, ¿qué buscamos en
ellas? Son los cuatro puntos cardinales. Son los cuatro elementos de la
materia. Son donde se asientan los cuatro reinos de la vida de este planeta. Y
en esos pliegues nos queremos deslizar, precisamente en busca de esa
regeneración que de ellas emana y que nos impulsa a mejorarnos y mejorar
nuestro entorno. Todo. Todo queremos buscar.
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Cielos desde Mesola |
Unos cielos grises, decíamos,
quizá dictados, quizá guiados, por esas predicciones que desde hace una semana
nos aconsejaban quedarnos en casa, en el confort del hogar. Pero lo que no
saben esas predicciones es que las montañas también son nuestro hogar, y a
ellas acudimos en busca de ese otro confort, de esas sensaciones que como a
ellas, y junto a ellas, nos hacen volar. Hoy toca visitar de nuevo al Mesola,
punto culminante de la Sierra de la Estiva, que se alza entre los valles de
Aragüés del Puerto y Aísa, y cuyo cordal emerge desafiante desde sus dos
cabeceras, Lizara y la bicéfala Napazal/Rigüelo, hacia un sur más amable,
dejando atrás unos espléndidos circos asentados bajo la protección de otro
cordal. Superior cordal, perpendicular cordal, que tiene en Bisaurín, Fetás,
Bernera, Llena del Bozo, Llena de la Garganta y Aspe sus máximas expresiones.
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Nuestro objetivo |
Y como casi siempre, confiamos en
el tiempo, que raramente nos defrauda, porque es una confianza mutua,
recíproca. Hay veces que nos tratamos de igual a igual, y por eso nos hace un
guiño y nos obsequia con una tregua que nos permite acercarnos más a él y
visitar las montañas. En esta ocasión, siguiendo la tradición del Club, aupamos
el Belén Montañero hasta esa cima del Mesola, rodeada por un mar de belleza,
por unos espacios abiertos, donde los sarrios campan a sus anchas, porque
también es su casa; donde los leonados buitres campan a sus anchas, porque
también es su casa. Y donde gran parte de la vida hiberna, a la espera de la
cíclica bonanza. Donde el aire purificado se nos echa encima conforme vamos
subiendo y subiendo.
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Empinadas cuestas de arranque |
Nueve componentes del Club
Pirineísta Mayencos nos hemos reunido en esta ocasión para no dejar solo a este
monte. Nada más dejar los coches a pie de carretera, un empinado, y a veces,
muy empinado, tramo de bosque nos lleva a unas zetas más asumibles. Es una
trocha de saca de madera, que ante su inactividad en esos oficios, va tomando
venganza y se va vistiendo de tupido paso, cobrando lo que es suyo, haciendo el
bosque más bosque. Media hora acompañando a los pinos en su estancia y salimos
a un claro presidido por un refugio forestal sin posibilidades de ejercer. Está
cerrado. Aquí ya vamos recogiendo el fruto de los casi trescientos metros de
desnivel que llevamos. Este claro ya nos permite tener unas vistas sobre los
grandes del circo, y sobre las tierras bajas, presididas por nuestra Peña
Oroel.
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Los hombres de las montañas |
Claros como éste, y otros menores
que también están al abrigo, acogen unos corros de nieve prieta, dura, que
hemos de atravesar para continuar nuestro camino. Cruzamos algún barranco, y
nos metemos en el tramo más bonito de todo el itinerario. Un sereno sendero por
entre el bosque que finalmente nos desampara para comenzar las zetas finales y
nevadas hasta el siguiente refugio, el llamado Mallata de Petrito, situado
junto a una gran raya de terreno que hace de atalaya asomándose sobre este
circo bicéfalo que constituye la cabecera del valle de Aísa, donde las ocultas
aguas de estos calcáreos macizos ven la luz y fueron bautizadas como Estarrún por
los hombres de antaño.
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Bisaurín, el rey de Lizara |
Algunas cimas están intratables,
pero por más que se escondan las reconocemos, igual que lo hacen ellas con
nosotros. Contemplación y bocado. Primeros copos de nieve, que de forma furtiva
se intercalan entre nosotros. Y para que corra la voz entre ellos, les decimos
que no nos van a intimidar. Nos quedan trescientos metros de desnivel.
Seguimos, y lo hacemos por una incómoda ladera donde las piedras quieren
reinar, pero que no lo consiguen del todo. Una incómoda ladera que sin senderos
muy definidos, vamos amansando diseñando amplias lazadas.
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Cordal y Llenas |
En menos de dos horas y media
llegamos a esta cumbre, orgullosa de serlo, y que se ve amueblada por un acomodo
semicircular de piedras que algo indica. Liviana protección, pero protección al
fin y al cabo, de la furia de los vientos. Y es ahí donde colocamos ese portal,
al abrigo de las nortadas, y encarado hacia el que pondremos el próximo domingo
en la Peña Oroel, estableciendo de ese modo, y como todos los años, un eje de
nacimiento, un eje de regeneración, un eje de resurgir entre nuestro
emblemático monte y otro elegido en el entorno pirenaico. Un eje para el que
las montañas siempre están dispuestas.
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Bajando |
Unas montañas que no entienden de
navidades, pero sí de ciclos biológicos, de las que forman parte. En unos días,
el sol dejará su tránsito por Sagitario y comenzará el de Capricornio,
inaugurando así el invierno. Un signo de tierra, un signo que ampara las
grutas, las cuevas, también el simbólico establo que estamos colocando, los
mundos ocultos como los que no podemos ver, pero que intuimos, bajo las
calcáreas moles que tenemos delante, donde las destiladas aguas se preparan
para su salida al mundo. Unas montañas que, sin embargo, se notan tristes, un
poco contrariadas, porque se han visto desprovistas del manto nivoso con el que
se habían ido adornando estos días. El fiero viento se lo ha ido llevando, pero
las queremos igual. Para nosotros siempre están estupendas.
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Buen marco para una foto |
Y un poco tristes también
nosotros, porque es momento de abandonar este lugar. Y lo hacemos algo pasado
el mediodía, desandando lo andado hasta el refugio de abajo, donde algunas
castigadas rodillas dictan bajar por el sendero en busca de la amplitud de la
pista, y donde las prisas de otros dictan hacerlo por el itinerario de subida,
que el eslalon por entre los pinos consigue que lo hagamos en la mitad de
tiempo.
En el registro de hoy han salido
poco más de 8 kilómetros, recorridos en 4h 45’ de tiempo total, con 2h 55’ de
actividad. Poca tregua nos ha dado el terreno, de los 820 metros de desnivel,
hemos hecho en torno a 880 acumulados. Una buena mañana entre amigos.