viernes, 26 de diciembre de 2014

De caco por Rapitán y Albarún

ENTRENOS
Rapitán (1.087 m)
y Albarún (1.551 m)
Jueves, 25 de diciembre de 2014



            Deben ser cosas del amor. Hay días en los que te levantas con un pensamiento fijo en la cabeza, y aunque se interpongan cosas en el camino, es tan fuerte que se abre paso con una facilidad asombrosa. Y eso está bien, verdad? Lo malo es que te arrastra, es que se te lleva, es que aunque no tengas ganas, no importa, él va a lo suyo, pone en movimiento a todo el cuerpo de una forma tal que ni uno mismo sería capaz. Lo que son los pensamientos, eh? Sí, será el amor. El amor por las montañas lo que lo provoca. Llevan ahí un lío entre los dos que hay que temerse lo peor cuando se enzarzan.

            Pues sí, hoy ha sido uno de esos días, en los que quieras o no quieras, hay alguien, algo, que hace planes por uno, y hete aquí que hoy nos hemos levantado con la idea fija de visitar el Albarún, que con sus 1.551 metros de altitud, es la mayor cota de la sierra de Baraguás, esa cuyas faldas reparte entre la Balancha al sur y la Garcipollera al norte; esa, creemos ya curada de las heridas de gaseoprospecciones de hace décadas, y cuya vegetación se va ya abriendo paso por ambas vertientes. Una vegetación que llegó a asfixiar a esta humilde cumbre, pero que con las recientes limpias respira Pirineo… como nosotros, que hemos ido a comprobarlo.


Jaca y Oroel.. Oroel y Jaca
            Bien, salimos directamente de casa, y para ir calentando nos subimos a Rapitán por ese sendero que va burlando la sinuosa carretera. Un sendero que discurre entre pinos y robles, que van dando los buenos días a esta nueva jornada, de las primeras en alargar. Una vez llegados al fuerte, la parada es obligatoria para admirar el llamado Campo de Jaca, donde el río Aragón hace un codo y comienza ya tímidamente a despedirse de tierras a las que da nombre, para volver sobre ellas de la mano ya, confundido ya, con las aguas de su padre Ebro. Una Jaca que ha sabido crecer a la sombra del Monte Oroel, como dice su himno. Oroel y Jaca, un binomio indestructible en el tiempo desde que se creó.

Cielos de Sabiñánigo
            Abandonamos estas espectaculares vistas para por su lado oeste rodear el fuerte. Una nueva visión nos aguarda, quizá la más salvaje, quizá la más hermosa, quizá la más auténtica, la de los montes que hacen frontera orográfica entre una vertiente sur, la nuestra, más cálida y seca, y la francesa norte más húmeda y fresca. Unos montes, estos, huérfanos, que languidecen entre un otoño que se fue y un invierno que no ha venido. Sin padre ni madre, tristes, escurridos, casi desnudos, con el alma encogida, aguardando quién los apadrine para que les traiga sus mejores trajes blancos, inmaculados, con los que protegerse del frío invierno.                   Este espacio ha sido para no describir ese esperpento de edificio por el que pasamos, y sus antenas anejas, que evitamos por un mal trazado sendero que mira al norte, y que nos deja en ese mirador que los viejos del lugar van amueblando poco a poco para eso, para mirar, para admirar ese norte.

Gran norte
            Confluimos con el sendero de este bosque tan especial, por el que siempre pasamos casi, casi, conteniendo la respiración. Asomados ya a la vertiente oriental, el barranco de Refinaruelo se abre a nuestra vista. Al otro lado, Ipas, luchando por sobrevivir. Bajamos hasta el fondo y nos incorporamos a la pista que nos lleva hasta el collado, por el que podríamos bajar por la loma de Claraco, pero no, seguimos por nuestra derecha. Hora cincuenta hasta aquí. Este tramo es de lo más húmedo y frío. Barranco de la Selva y de Fusata, los dos cruzamos antes de llegar a la entrada del sendero que nos lleva directos a Bergosa. Pero no, tampoco vamos por ahí. Seguimos por la pista, que se empina hasta llegar a un collado donde se abre de nuevo la vista al gran norte.

Llegando a cumbre
            Brusco giro a la derecha y empinada cuesta de nuevo. Muy empinada. Soleada, hasta que la pista se mete de nuevo en el bosque para rodear la cima, que se ha visto muy cercana, pero que la pasamos de largo para eso, para rodearla. Nos deja en la pista que pellizcando la loma de esta sierra viene de la Contienda, una de esas explanadas gasopetroleras, y antes de Villanovilla en la vertiente de Garcipollera y de Baraguás, en la solana de la Balancha. Otra durísima pendiente, pero corta, eso sí, para alcanzar ya la cima. Una cima agradecida porque la generosa limpia forestal la ha dejado respirar y admirar el entorno. Al norte, el Campo de Jaca, dominado por el barco varado de Oroel; al oeste el valle del Aragón; y al norte esa divisoria que viene de lejos y se va lejos, cuyo centro visual, la Collarada, se yergue orgullosa reivindicando su espacio.

A partir de aquí, caminos imposibles
            Mediodía de reloj. Bocado y trago. Y a desandar lo andado. Las duras rampas de subida se hacen rápidas bajando. En llegando al cruce de donde veníamos, seguimos rectos. La idea es llegarnos hasta Bergosa. En una brusca revuelta de la pista hacia la derecha, vemos que sale una recta más estrecha, como recién limpia también. La seguimos, y por un sendero muy indefinido, entre tocones de bojes, nos lleva a su fin, estando rodeados de este arbusto y de pinos. Antes de echar marcha atrás miramos el mapa del GPS y nos dice que estamos en un camino. Nos metemos por entre la maleza, que cada vez se cierra más, se cierra más, se cierra más… haciendo casi imposible el paso hasta para los bichos. Pero el GPS insiste, y nosotros también, claro, no vamos a ser menos, especialmente al ver que nos dejará en uno mejor.



            Y así es. Y ¿cuál es ese mejor? Pues el que está encima de Bergosa, yendo a salir justo a tomar contacto visual con este viejo enclave, abandonado igual que lo fueron los cuatro pueblos de la Garcipollera. Lo atravesamos y bajamos ya por el sendero habitual, que nos lleva hasta el canal, y puente Torrijos. Ya en el Camino de Santiago, no tenemos más que seguirlo hasta Jaca.

            La emboscada nos ha hecho perder como media hora. Así y con todo, nos han salido 24,6 km, que hemos recorrido en cuatro horas y media, de las que cuatro han sido de actividad. Los 750 metros de desnivel máximo, con tanto subir y bajar han sacado como 1.400 de desnivel acumulado. Un verdadero rompepiernas. Pues eso, celebrando la Navidad en el monte. Poco bien… 






2 comentarios:

  1. Menuda jornada!!. No parais, el mismo día de Navidad... Nosotros (solo 2) nos atrevimos ayer a desafiar a la dama de los vientos heladores y nos fuimos por La Rioja baja; Villarroya a subir al Gatun y al Valdelavía. Disfrutamos de la exploración entre abruptos barrancos, conglomerados caprichosos y pinares, abetos, jaras. Una delicia.
    Feliz salida de año y mejor entrada.
    Isidro

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    1. Gracias Isidro por tus deseos, que te los devuelvo acrecentados. Anda que... tú tampoco paras.

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