Rapitán (1.087 m)
y Albarún (1.551 m)
Jueves, 25 de diciembre de 2014
Deben ser cosas del amor. Hay
días en los que te levantas con un pensamiento fijo en la cabeza, y aunque se
interpongan cosas en el camino, es tan fuerte que se abre paso con una
facilidad asombrosa. Y eso está bien, verdad? Lo malo es que te arrastra, es
que se te lleva, es que aunque no tengas ganas, no importa, él va a lo suyo,
pone en movimiento a todo el cuerpo de una forma tal que ni uno mismo sería
capaz. Lo que son los pensamientos, eh? Sí, será el amor. El amor por las
montañas lo que lo provoca. Llevan ahí un lío entre los dos que hay que temerse
lo peor cuando se enzarzan.
Pues sí, hoy ha sido uno de esos
días, en los que quieras o no quieras, hay alguien, algo, que hace planes por
uno, y hete aquí que hoy nos hemos levantado con la idea fija de visitar el
Albarún, que con sus 1.551 metros de altitud, es la mayor cota de la sierra de
Baraguás, esa cuyas faldas reparte entre la Balancha al sur y la Garcipollera al
norte; esa, creemos ya curada de las heridas de gaseoprospecciones de hace
décadas, y cuya vegetación se va ya abriendo paso por ambas vertientes. Una
vegetación que llegó a asfixiar a esta humilde cumbre, pero que con las
recientes limpias respira Pirineo… como nosotros, que hemos ido a comprobarlo.
Jaca y Oroel.. Oroel y Jaca |
Bien, salimos directamente de
casa, y para ir calentando nos subimos a Rapitán por ese sendero que va
burlando la sinuosa carretera. Un sendero que discurre entre pinos y robles,
que van dando los buenos días a esta nueva jornada, de las primeras en alargar.
Una vez llegados al fuerte, la parada es obligatoria para admirar el llamado
Campo de Jaca, donde el río Aragón hace un codo y comienza ya tímidamente a
despedirse de tierras a las que da nombre, para volver sobre ellas de la mano
ya, confundido ya, con las aguas de su padre Ebro. Una Jaca que ha sabido
crecer a la sombra del Monte Oroel, como dice su himno. Oroel y Jaca, un
binomio indestructible en el tiempo desde que se creó.
Cielos de Sabiñánigo |
Abandonamos estas espectaculares
vistas para por su lado oeste rodear el fuerte. Una nueva visión nos aguarda,
quizá la más salvaje, quizá la más hermosa, quizá la más auténtica, la de los
montes que hacen frontera orográfica entre una vertiente sur, la nuestra, más
cálida y seca, y la francesa norte más húmeda y fresca. Unos montes, estos,
huérfanos, que languidecen entre un otoño que se fue y un invierno que no ha
venido. Sin padre ni madre, tristes, escurridos, casi desnudos, con el alma
encogida, aguardando quién los apadrine para que les traiga sus mejores trajes
blancos, inmaculados, con los que protegerse del frío invierno. Este espacio ha sido para no
describir ese esperpento de edificio por el que pasamos, y sus antenas anejas,
que evitamos por un mal trazado sendero que mira al norte, y que nos deja en
ese mirador que los viejos del lugar van amueblando poco a poco para eso, para
mirar, para admirar ese norte.
Gran norte |
Confluimos con el sendero de este
bosque tan especial, por el que siempre pasamos casi, casi, conteniendo la
respiración. Asomados ya a la vertiente oriental, el barranco de Refinaruelo se
abre a nuestra vista. Al otro lado, Ipas, luchando por sobrevivir. Bajamos
hasta el fondo y nos incorporamos a la pista que nos lleva hasta el collado, por
el que podríamos bajar por la loma de Claraco, pero no, seguimos por nuestra
derecha. Hora cincuenta hasta aquí. Este tramo es de lo más húmedo y frío.
Barranco de la Selva y de Fusata, los dos cruzamos antes de llegar a la entrada
del sendero que nos lleva directos a Bergosa. Pero no, tampoco vamos por ahí.
Seguimos por la pista, que se empina hasta llegar a un collado donde se abre de
nuevo la vista al gran norte.
Llegando a cumbre |
Brusco giro a la derecha y
empinada cuesta de nuevo. Muy empinada. Soleada, hasta que la pista se mete de
nuevo en el bosque para rodear la cima, que se ha visto muy cercana, pero que
la pasamos de largo para eso, para rodearla. Nos deja en la pista que
pellizcando la loma de esta sierra viene de la Contienda, una de esas
explanadas gasopetroleras, y antes de Villanovilla en la vertiente de
Garcipollera y de Baraguás, en la solana de la Balancha. Otra durísima
pendiente, pero corta, eso sí, para alcanzar ya la cima. Una cima agradecida
porque la generosa limpia forestal la ha dejado respirar y admirar el entorno.
Al norte, el Campo de Jaca, dominado por el barco varado de Oroel; al oeste el
valle del Aragón; y al norte esa divisoria que viene de lejos y se va lejos,
cuyo centro visual, la Collarada, se yergue orgullosa reivindicando su espacio.
A partir de aquí, caminos imposibles |
Mediodía de reloj. Bocado y
trago. Y a desandar lo andado. Las duras rampas de subida se hacen rápidas
bajando. En llegando al cruce de donde veníamos, seguimos rectos. La idea es
llegarnos hasta Bergosa. En una brusca revuelta de la pista hacia la derecha,
vemos que sale una recta más estrecha, como recién limpia también. La seguimos,
y por un sendero muy indefinido, entre tocones de bojes, nos lleva a su fin,
estando rodeados de este arbusto y de pinos. Antes de echar marcha atrás
miramos el mapa del GPS y nos dice que estamos en un camino. Nos metemos por
entre la maleza, que cada vez se cierra más, se cierra más, se cierra más…
haciendo casi imposible el paso hasta para los bichos. Pero el GPS insiste, y
nosotros también, claro, no vamos a ser menos, especialmente al ver que nos
dejará en uno mejor.
Y así es. Y ¿cuál es ese mejor?
Pues el que está encima de Bergosa, yendo a salir justo a tomar contacto visual
con este viejo enclave, abandonado igual que lo fueron los cuatro pueblos de la
Garcipollera. Lo atravesamos y bajamos ya por el sendero habitual, que nos
lleva hasta el canal, y puente Torrijos. Ya en el Camino de Santiago, no
tenemos más que seguirlo hasta Jaca.
La emboscada nos ha hecho perder
como media hora. Así y con todo, nos han salido 24,6 km, que hemos recorrido en
cuatro horas y media, de las que cuatro han sido de actividad. Los 750 metros
de desnivel máximo, con tanto subir y bajar han sacado como 1.400 de desnivel
acumulado. Un verdadero rompepiernas. Pues eso, celebrando la Navidad en el monte. Poco bien…
Vértice geodésico: ftp://ftp.geodesia.ign.es/Red_Geodesica/Hoja0177/017706.pdf
El track, en: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=8505965
Menuda jornada!!. No parais, el mismo día de Navidad... Nosotros (solo 2) nos atrevimos ayer a desafiar a la dama de los vientos heladores y nos fuimos por La Rioja baja; Villarroya a subir al Gatun y al Valdelavía. Disfrutamos de la exploración entre abruptos barrancos, conglomerados caprichosos y pinares, abetos, jaras. Una delicia.
ResponderEliminarFeliz salida de año y mejor entrada.
Isidro
Gracias Isidro por tus deseos, que te los devuelvo acrecentados. Anda que... tú tampoco paras.
Eliminar