Martes, 16 de diciembre de 2014
Un punto de vista un poco extraño, ¿verdad?, este
de querer maridar la Jerarquía con la Navidad. Sí, parece un tanto desenfocado,
un ángulo distinto, de cualquier forma. ¿Cómo asociaremos la frialdad de la
jerarquía con la calidez de la Navidad? Vamos a intentarlo. Empezaremos
hablando de justicia, porque lo es el reconocer que todas las civilizaciones,
todas las épocas, especialmente las más oscuras han tenido su faro, su
iniciado, ese ser que sin necesidad de encarnar en este mundo lo ha hecho para
beneficio de la humanidad del momento… y del lugar. Tenemos muchos ejemplos de
ello a lo largo de los últimos milenios. También es sabido que mientras que la
esencia permanece, las formas caducan.
Sí, a lo largo de la historia de la
humanidad ha habido civilizaciones sucesivas, que han nacido, crecido,
mantenido su esplendor, corrompido y extinguido. También se puede aplicar a la
actual occidental nuestra; sin duda. Pero precisamente porque la esencia ha de
pervivir, ha habido grandes maestros, grandes iniciados, que han encarnado en
cualquiera de ellas portando esa esencia, esa sabiduría, ese conocimiento que
adaptado a los tiempos ha sido dado a los humanos como herramienta para
continuar con su evolución. Sabiduría y conocimiento que han sido transmitidos de
forma presencial y que han sido recogidos en “documentos”, bien de forma personal
o a través de sus más fieles seguidores.
Un buen ejemplo de ello lo tenemos en Hermes Trismegisto,
Gran Maestro, que en su Tabla Esmeralda dejó plasmados en la civilización
helena los conocimientos que debían ser salvados de la egipcia en su extinción.
Mucho se ha escrito sobre este personaje, visto de diferentes formas a lo largo
de los tiempos. Pero no nos queremos extender en ello. Solamente queremos
destacar uno de los principios de su mensaje, que es el de que “Lo que es arriba es abajo y lo que es abajo
es arriba”. Y eso nos habla de dos planos fundamentales en la existencia,
el material y el inmaterial, el puramente físico y el de las energías que lo
sustenta.
¿Y por qué queremos hablar de ello? Porque queremos
hacerlo de la Navidad. Se habla de los inventos del ser humano. Por nuestra
parte, consideramos que el ser humano no inventa nada. Está todo inventado. Lo
que hace el ser humano es descubrir, que no es otra que adaptar cualquier cosa
de esas que ya están inventadas, para su propio provecho, con buenas o no tan
buenas intenciones. Y para ello, muchas veces necesita de estructuras. Y también
eso está inventado. Todas las que el ser humano ha ido creando para su
desarrollo, para su organización, son un fiel reflejo de las ya existentes en
los planos superiores, y en el conjunto de la Naturaleza.
En los planos físicos, materiales, que el ser
humano conoce en este planeta, existen esas jerarquías, que no hemos inventado y
que están ahí, y que ya estaban ahí, creadas por la Inteligencia Cósmica para
el buen desarrollo de la Vida y de las especies. Lo vemos en el mundo mineral.
Hay piedras grandes y pequeñas. Para que el reino mineral pueda ser absorbido
por el vegetal, su inmediato seguidor, tiene que ser pulverizado, hecho tierra.
En el vegetal también tenemos distintos grados de evolución, también tenemos
unas especies supeditadas a otras. Igualmente, podemos ver algunas formas de
jerarquía en el animal; sólo hemos de pensar en cómo se organizan algunas de
las especies superiores para protegerse, para cazar, para mantener las manadas,
para el sustento de la vida, en definitiva; sin olvidar el claro y bello
ejemplo de insectos como las abejas. Todo se rige, pues, por una estructura de
jerarquía. Todos los individuos son conscientes de su papel y lo cumplen, y en
las ocasiones en las que lo transgreden, es la Ley de la Naturaleza la que pesa
sobre ellos.
¿De dónde viene tanta sabiduría? Es de la Jerarquía
creada por esa Inteligencia Cósmica para el desarrollo de la Vida, y lo podemos
ver en ese Gran Libro de la Naturaleza Viviente, que refleja el Gran Invento de
la Creación. En las esferas superiores, existe, por tanto, y según la Tabla
Esmeralda de Hermes Trismegisto, esa misma jerarquía. En nuestra cultura
judeo-cristiana está plasmada en las estructuras angelicales, ya descritas en
el Árbol Sefirótico a través de los símbolos cabalísticos, y que han llegado
hasta nuestros días con las figuras de los llamados ángeles, arcángeles, principados,
potestades, virtudes, dominaciones, tronos, querubines y serafines. Nos parezca
infantil o no, no deja de ser una forma de expresar esa jerarquía, ese camino a
recorrer, esa evolución a la que el ser humano está “condenado” y a la que debe
aspirar. Sí, lo que es arriba es abajo y lo que es abajo es arriba.
Se dice que el origen de la Creación fue el Verbo,
ese pensamiento dirigido, hablado, manifestado, ordenado. Hoy en día,
entendemos como verbo ese elemento gramatical que denota acción, que
conjugándose de muy diversas maneras, tiene la virtud de abarcar pasado,
presente y futuro, pero que tiene también una forma muy especial, y es la del
imperativo. Ese “hágase”, a través del que se fue materializando ese
pensamiento primigenio. La tradición cuenta que el mundo (léase el Cosmos), fue
creado en siete días. Siete eones de tiempo, inconclusos todavía, a través de
los cuales la evolución lleva su camino. Y lo primero que se creó fue la Luz,
porque sin ella nada podría haberse creado anteriormente, y la que, por tanto,
ya existía cuando se han ido creando el resto de elementos. Esto nos lleva a la
idea de que todo existe en la Luz y por la Luz. En ese “invento” de la
Creación, ha sido asignada a la Luz la tarea, la inmensa tarea de alumbrar
todo, de acoger todo. Hablamos del Principio Crístico. Y aquí entroncamos con
nuestra tradición de la Navidad.
Antes hablábamos de que a lo largo de la historia
de la humanidad ha habido seres, grandes seres, que sin necesidad para sí de
encarnar, se han ocupado de transmitir esa esencia, de que no se perdiera esa
Luz en la conciencia colectiva. Estamos hablando, por tanto, de una mutación,
de un traspaso, de un paso… de una Pascua, en definitiva. Estamos hablando de
ese Sagrado Oficio de transmitir esa esencia desde una forma que se extingue a
otra que renace. Lo que alrededor de eso ha ido construyendo el ser humano para
beneficio propio no nos corresponde juzgar. Lo que se ha querido ir
transmitiendo y cómo, y lo que no se ha querido ir transmitiendo, es algo de lo
que los que se han ido erigiendo padres de los distintos movimientos, de los
distintos mensajes, tendrán de responsabilidad y por tanto, responder por ello.
Lo que sí nos interesa destacar es el hecho objetivo de la existencia de esa
Pascua, que con mayores o menores dimensiones está instalada en nuestras vidas.
Sí, todos sabemos que la vida es cíclica, que hay
día y noche, y una pascua, un paso entre ellos. Que hay estaciones, y una
pascua, un paso entre ellas. Un juego de palabras que nos lleva a la actual
definición y empleo del término pascua en la actualidad. Se habla de la Pascua
de Pentecostés, en la que la tradición judía celebra la entrega de las Tablas
de la Ley. Se habla de la Pascua Judía, conmemorando esa liberación de la
esclavitud de Egipto. Se habla de Pascua en Semana Santa. Se habla de Pascua en
Navidad. Ahí estamos. Esa pascua, ese paso, ese cambio de estación que se
produce en estas fechas, cuando el sol agota su tránsito por Sagitario, y
“pasa” a Capricornio, el primer signo de invierno, y no por casualidad cuando
los días, cuando la luz, comienzan a crecer .
Ese triunfo de la Luz sobre la Oscuridad está
representado, en nuestra tradición más cercana, por la llegada de Jesús, ese
hombre revestido de la Luz, revestido del Principio Crístico, ese Jesucristo,
ese Jesús el Cristo, que vino a encarnar esa Pascua, esa transmisión de
conocimiento, de sabiduría, de esencia en definitiva, entre una civilización y
otra. Fue nuevamente el Cristo, como en tantas y tantas ocasiones
anteriormente, el encargado de materializar una Pascua de esencia de una forma
a otra.
Bien, amig@s, a lo largo de nuestra vida vamos
encarando nuevas formas, y así debe ser, porque la materia está condenada a su
permanente revisión, pero también debemos tener esa Luz para saber discernir lo
que es la Esencia, esa que nunca debe mutar, esa que siempre debe pervivir, y a
la que nos debemos aferrar para el buen transcurso de nuestra evolución. Esos
son los mejores deseos que podemos ofrecer para esta Pascua, para esta NAVIDAD.
Que sepamos “enchufarnos” a esa renovación cósmica que se produce estos días y
que nos hagamos merecedores de todos nuestros mejores deseos para el año que comienza.
Imágenes extraidas de diversas Web
Entrada relacionada: http://chematapia.blogspot.com.es/2012/12/pascua-de-navidad.html
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