MONS CON NIEU
Col d'Arlet (2098 m)
Miércoles, 22 de mayo de 2019
Agua Tuerta de Ansó. Un lugar en
el que los dioses se recrearon volviendo una y otra vez sobre lo ya creado, añadiendo
siempre algo más, algo mejor… y lo siguen haciendo, de lo contrario no se
explica. No se explica cómo luce ininterrumpidamente un día tras otro, con una
luz, con un color, con un brillo, indescriptibles, que la definen como uno de
los lugares más puros y bellos de los Pirineos. Su poesía trasciende, evocando
momentos, evocando lugares, inimaginables. Tantas veces visitado, remueve todos
los resortes del alma.
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El Aragón Subordán llegando a la Mina |
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Aguas bravas |
Un puerto de montaña ocupado por
el sinuoso discurrir de un Aragón Subordán, lento, calmo, tranquilo, sereno que,
recién nacido, remolonea antes de verse privado de esa libertad horizontal, que
transforma de forma mágica en vertical antes de encorsetarse, antes de precipitarse
en esa burbujeante cascada que esconde entre las entrañas de un congosto, y que
finalmente da lugar a esa vena abierta que recorre Guarrinza, otro paraje de
singular belleza.
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Una luminosa jornada nos espera |
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Hacia nuestro objetivo, con el Acué al fondo |
En el mismísimo corazón del Parque
Natural de los Valles Occidentales, desde la Mina, por encima de la Selva de
Oza, con Marisa, Pepe, Juancho, Joaquín y Miguel, nos disponemos a realizar una circular que enlace una serie de parajes a
cual más bello: Guarrinza, Agua Tuerta, Arlet, Senda de Camille, Chemin de la
Liberté, Puerto del Palo, Camino de Santiago, Barranco de las Foyas, cerrando de nuevo en la Mina.
Pero hete aquí que el invierno no ha abandonado del todo las partes altas de
estos parajes, y nos hemos encontrado con dificultades para llegar al Col d’Arlet,
ya que grandes extensiones de nieve nos han dificultado el paso, pero
finalmente…
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Foyas bajo el Mallo Blanco |
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Cabaña de sarrios |
Estamos en una época del año en
la que las mañanas madrugan más que nosotros, como en esta ocasión, que
preferimos dejarle llegar antes, porque está más presentable, está más hermosa,
luce con mayor esplendor. Como buena fémina le gusta arreglarse, le gusta venir
al mundo para agradar, dándolo todo. Hoy nos fijamos especialmente en ese
resurgir que, de nuevo un año más, la vida le da a las hayas, con esos
incipientes brotes de hace unas semanas, convertidos ya en hojas, capaces de
realizar su función respiratoria y transformadora. ¡Qué maravilla! ¡Cuánto le
debemos a la naturaleza! Es formidable.
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A sus anchas |
Espectáculo que contemplamos
pasando por ese congosto, llamado “Boca del Infierno”, que a nuestro juicio más
se merecería “Puerta del Cielo”, ya que nos abre una oportunidad para estar más
cerca de él, porque a partir de aquí se acentúa, se potencia, más, si cabe, ese
mundo de sensaciones como es la Selva de Oza. Tras superarla, es otro el que se
nos echa encima, el bosque deja paso a unos valles pelados de arbolado, pero
ricos en pastos.
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Acompañando al río |
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Imagen de junio de 2012 |
Llegamos a la Mina, uno de esos
lugares míticos de los Pirineos. Un lugar de paso, de trasiego, a los pies del
casi olvidado hoy en día Puerto del Palo, de gran importancia en el pasado como
referencia de pastores, de peregrinos, de invasores, de contrabandistas, de huidos
de calamidades y guerras… Hoy, mucho más tranquilo, es base de operaciones para
una gran cantidad de excursiones hacia cualquiera de los puntos de la Rosa de
los Vientos. No en vano es cruce de dos ejes principales, el horizontal del GR
11, o Senda Pirenaica, que luce su nueva señalización como Sendero Turístico de
Aragón, y el vertical del GR 65.3.3, o Camino de Santiago por el paso
mencionado, que coincide también con el recientemente marcado como Chemin de la
Liberté, que rescata del olvido las andanzas de nuestros vecinos franceses
huyendo del horror nazi.
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En el puente de los Chitanos |
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GR 11 Sendero Turístico de Aragón |
El elegido hoy, parte hacia ese
sol que nos alumbra y nos da calor, hacia el este. Emprendemos la marcha
siguiendo las marcas de ese GR 11 por la margen derecha del Aragón Subordán,
que trae las esencias de esa Agua Tuerta que conoce ya nuestra próxima visita.
Un gran cabezo se interpone entre nosotros y el río, es el Mallo Blanco que, junto
a sus foyas, lo dejamos a nuestra derecha, llegando al puente de los Chitanos
en poco más de hora y media. No es difícil dejarse arrebatar por la intensa
vibración de las bravas aguas que deja pasar bajo sus pies. Unas aguas que en
gran abundancia nos han hecho cruzar ya varios barrancos y que inundan zonas de
turbera.
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Su timidez queda al descubierto |
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Restos milenarios |
Pronto llegamos a un punto en el
que se nos abre la vista a esa tímida cascada, que se repliega sobre sí misma
como si tuviera algo que esconder, pero que hoy no puede, porque ese enorme
caudal de agua se lo impide, quiere hacerse visible al mundo, y lo hace en
forma espumeante y atomizada, reflejando en cada gota ese sol que nos acompaña.
A punto estamos ya de converger con la pista cuando pasamos junto a uno de los muchos
vestigios megalíticos de estas montañas, señal inequívoca de que ya eran de
gusto a nuestros antepasados de hace cinco mil años. Un enorme montón de piedras, dicho de modo
poco digno, dispuestas en forma circular, albergando una gran roca plana y
tumbada, que nos sugiere ser la parte superior de un dolmen.
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Alcanzando la pista |
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La primera impresión es la que cuenta... pero habrá más |
Salimos a la pista y la cruzamos
siguiendo el sendero, que ya se empieza a empinar más y más, atravesándola de nuevo
otra vez más, hasta llegar al achar de Agua Tuerta, habitado por el espíritu de
estos lugares y por un refugio forestal en sorprendente buen estado de
habitabilidad, y para el que hacemos un llamamiento de que continúe así. Poco más
de dos horas hasta aquí se merece un descanso. Sí, descanso, bocado y admiración,
porque el paisaje se torna más alpino, los jadeos del último tramo de ascenso
se calman ante lo que la vista alcanza. En medio de abruptas montañas Alguien
pensó que el cuerpo y el alma debían reposar en este calmo lugar que tenemos
ante nosotros, y que aún no vemos en toda su extensión, pero que no vamos a
tardar en remediar.
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En el refugio del achar de Agua Tuerta |
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Dolmen de Agua Tuerta... y su patio de recreo |
Abandonamos aquí ese GR 11, que
va o viene, según le dé, a ese otro paraje de singular belleza como es el ibón de
Estanés, y del que nos hemos ocupado en otras muchas ocasiones, aunque nunca lo
suficiente. Bajamos hacia esas aguas mágicas, a punto ya de precipitarse por
ese salto que la naturaleza le brinda para salvar el desnivel y dejarse
deslizar ya por Guarrinza. Bajamos, decimos, y el camino nos lleva a visitar
otro de esos monumentos funerarios de la antigüedad, el dolmen de Agua Tuerta,
que estoico la ve pasar soportando vientos y soles. Buscamos el mejor paso del
sinuoso discurrir del agua, y continuamos por el lecho del valle, buscando los
puntos altos, ya que la gran profusión de agua inunda las zonas cercanas al
cauce.
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Cruzando el cauce |
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Primeras manchas de nieve |
Cruzamos el barranco de Acué, que
de las faldas de esa montaña viene y nos acercamos ya al pie de la pendiente que vamos
subiendo con tranquilidad, ya que es fuerte y así lo exige. Lo vamos
subiendo por su margen izquierda, hasta llegar a los 1780 metros, donde
encontramos una gran mancha de nieve, preludio de lo que nos espera. Lo
volvemos a cruzar y ya de forma intermitente, barro, nieve, barro, nieve,
continuamos nuestra ascensión. En los momentos que nos lo permite la progresión,
podemos ir contemplando esa Agua Tuerta sobre la que vamos tomando perspectiva,
así como de una enorme cabaña de sarrios que huyen de nuestra presencia.
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Dos vigías rezagados no nos pierden de vista |
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Cruzando una de las muchas coladas de nieve |
Al cabo de algo más de una hora
de penoso discurrir, alcanzamos lo que sería el punto más alto de nuestra ruta
de hoy, en la muga con Francia, el Col d’Arlet, que toma el nombre de los dominios
al alcance ya de nuestra vista, con su pico que domina la zona del refugio de
montaña y el ibón, que dormita bajo el hielo. Ya veníamos comentando en el
ascenso que si tanta nieve había en el solano, más habría en el paco, y así se
ve, desaconsejando continuar, así que la opción es volver sobre nuestros pasos,
aun con todo lo que hemos pasado, pero presumiblemente sería peor la vuelta por
el lado francés. En llegando al refugio hubiéramos tomado la Senda de Camille
hasta el Puerto del Palo, desde el que descenderíamos por el barranco de las
Foyas hasta la Mina, pero es un sendero que va muy alto y el estado de la
montaña lo desaconseja totalmente.
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Nevados dominios de Arlet |
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Montes de Guarrinza, con el Castillo d'Acher |
Pues digerir esto y el
bocado que nos echamos bien merece un descanso, afrontando ahora el mayor “problema”
que se nos presenta, y es el de no saber hacia qué lado apostarte. Hacia el
norte, los ya mencionados nevados dominios de Arlet, bajo la lejana mirada del
omnipresente Midi d’Ossau; y hacia el sur, el paisaje que nos ha ido
acompañando en el ascenso, y que ahora se nos muestra en toda su plenitud, ese
fondo de valle glacial, convertido en un escenario idóneo para que el Agua
Tuerta se retuerza solazándose con gran disfrute antes de su precipitación.
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El Agua Tuerta |
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Bajando a los cielos |
Mucho es, pero a poco sabe. Tres
cuartos de hora, son los que pasamos cambiando la mirada de horizonte, y con la
decisión tomada y madurada comenzamos el descenso que intuimos más peligroso
que el ascenso, pero que con cuidado vamos realizando. En otros tantos tres cuartos de hora nos
presentamos ya en el cruce del barranco de Acué, tras lo cual pasamos por esa
primera mancha de nieve, que ahora será la última. Alcanzar el lecho herboso se
hace rápido. Nos acercamos hasta el punto en el que hemos hecho el cruce en la
subida para hacerlo de nuevo. Lo siguiente es pasar junto a ese dolmen
milenario y subir hasta el achar, desde donde nos despedimos de este paraje de
ensueño, con la firme promesa de volver.
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Reflejos |
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Peña Forca, Rincón de Alanos, Chipetas, se asoman |
En poco más de otra hora y media
desandamos lo andado, bajar a cruzar la pista, puente de los Chitanos y
continuar por el GR 11 a través del pastizal hasta llegar a los vehículos, en
una jornada que no ha resultado ser lo que se diseñó, pero que sí nos ha
permitido alcanzar su punto más alto y disfrutar doblemente de ese gran
escenario, para el que se nos han agotado los epítetos. No ha sido una travesía
transfronteriza, pero sí una gran ruta por bellos parajes del Parque Natural de
los Valles Occidentales, que ha conseguido que disfrutáramos durante 8h 20’ de
tiempo total, del que 6h 5’ han sido en movimiento, para recorrer 20,2 km
netos, y salvar un desnivel acumulado total de en torno a los 1200 m D+/-.