IXOS MONSPuyas Lanas (2099 m)
Sarasé (2179 m)
A Loba (2047 m)
Martes, 28 de mayo de 2019
“En la naturaleza pirenaica existe una poesía extrema, una armonía de
formas, colores y contrastes que no he visto en ninguna otra parte”
Vincent de Chausenque, topógrafo de
formación, vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX. Su profesión, en
alianza con la época, le llevó a visitar los pirineos franceses para levantar cartas
topográficas, lo que supuso una transformación paulatina de su ser y de su
mirada sobre las montañas. Unas montañas a las que fue aficionándose y que le
inspiraron frases como la perla que traemos hoy, y que bien vale para comenzar
una nueva incursión a los Pirineos, a esos lugares que tanto amaba.
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San Bartolomé de Gavín, que luce con luz propia |
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Sabocos y sus adláteres occidentales |
Por nuestra parte, seguimos por esta
ignota zona que teníamos pendiente y que de la mano de Toño vamos descubriendo.
Una zona que sabes que existe pero que nunca antes la habías visitado, y que
poco a poco vamos haciendo. Es como una habitación de la que jamás has abierto
la puerta, y que cuando lo haces, se abre un maravilloso mundo ante ti, que hay
que abordar con calma, con serenidad, saboreando todo lo que tienes al paso. Un
mundo de montañas sostenidas a sus pies con bosques bien conservados, y allá donde
ya no llegan, de unos puertos con pastos que añoran tiempos mejores. Un mundo,
decimos, que no brinca mucho de los dos mil metros, pero que tiene su grandeza
en su humildad, en su discreción, en su austeridad, en ser, quizá, el telonero
de ese otro mundo pétreo más elevado, más altivo, áspero y rudo, con el que se
complementa, haciendo un todo maravilloso, ese que Chausenque ha sabido resumir
en poco más de veinte palabras.
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Sabocos y el resto de la sierra hacia levante |
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Arranque del camino |
Como ya describimos en una
entrada
anterior, varios son los cordales que actúan de contrafuertes de esta
gran sierra de Tendeñera, como varios son los barrancos entre ellos y que
destilan sus aguas. Hoy nos dirigimos a los dominios de Gavín, segundo núcleo
de población del término municipal de Biescas, y nos acercamos hasta la joya de
su corona, hasta esa ermita de San Bartolomé, del siglo X, del más puro estilo
serrablés. Y para no molestarla de su sueño milenario dejamos el vehículo en un
apartadero unas decenas de metros antes de llegar a ella que, a pesar de su
longevidad está incansable oteando el horizonte y a todo el que se acerque…
también nosotros.
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Muy aparente el banco |
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Punto de apertura y cierre de la circular |
Estamos justo en el cruce del
camino Viejo que une Gavín con su puerto, y es éste el que tomamos, en dirección
al puerto, naturalmente. Comienza vestido de bosque de pino silvestre y bojes,
que va subiendo poco a poco, y en algunos tramos, no tan poco a poco. Cruza la
pista en dos ocasiones. En la segunda sorprende un banco de piedra. Como en una
hora del arranque encontramos una bifurcación, y es donde comenzamos, y
finalizaremos la circular. Tomamos el ramal de la izquierda, que también
muestra su poderío. Desde mucho antes ya se va viendo el primer hito de la
jornada, el Puyas Lanas, que antecede, y oculta al techo de hoy, el Sarasé.
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Zona de erizones |
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Comienzo del corto, pero empinado barranco |
Grandes claros se van abriendo
ya, el bosque va dejando paso a la tasca, que a su vez va siendo devorada por
el erizón. Es la zona de Os Corralones de Gavín. Una pequeña cabaña en mal estado dejamos a nuestra derecha y
continuamos por una zona en la que se desdibuja el sendero. Con la toma de
altura vamos tratando ya de tú al cordal oriental, que es el de Puñero y
Cuchecho, una buena opción para darle vuelta a estos montes, pero hemos elegido
otra. De todos modos, se toma un ancho sendero que hacia allí se dirige, hasta
llegar al barranco de Puyas Lanas, donde permanecemos fieles a nuestra ruta,
aunque nos cueste lo que nos cuesta. Y es ascender unos 140 metros de desnivel
en menos de 200 metros lineales. Una pechada que nos metemos en un cuarto de
hora.
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La Partacua, sobre el Puñero |
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Barranco de la Artica Gayola |
Si se nos venían abriendo las
vistas sobre la Partacua, y su telonero el cordal de la sierra de Limés, con su
máximo exponente, el Burrambalo, todo ello hacia poniente, es sobre levante que
tenemos ahora una espectacular y profunda panorámica sobre el barranco del
Infierno en primer término y esos valles colgados bajo los circos que forman
los enormes paredones calcáreos de la sierra de Tendeñera. Es algo que
acostumbrados de ver estarán las aves que nos sobrevuelan, que no son muchas,
pero de extrema belleza, como un quebrantahuesos, que se solaza con gran
elegancia batiendo sus enormes alas.
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Sarasé, desde Puyas Lanas |
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Gencianas |
Ya estamos aupados al cordal. En
diez minutos, al sur, tenemos la cima del Puyas Lanas, y como siempre nos gusta
sacarle punta a esto de los nombres, este también nos lo pone fácil, si “puyar” en
aragonés significa subir, y se hace a un lugar del puerto de Gavín, donde
seguro habría miles de ovejas en el estío… pues eso, fácil. Bueno, primera cima
que nos conquista. Volvemos sobre nuestros pasos hasta el pequeño collado para
seguir por el cordal hacia la segunda, y techo de la jornada, el Sarasé, que
alcanzamos en otro cuarto de hora. Nos encontramos una losa pintada con el
nombre de Punta Puñero, sin saber si es por reivindicación o por ignorancia.
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Sierras de Pelopín y Erata. Canciás. Oturia y Santa Orosia. Y Guara al fondo |
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Punta Cuchecho, Güe y Oroel al fondo |
La mañana, aunque soleada, está
fresca. La gabacha que va entrando por las sierras madre arrastra un viento no
muy fuerte, pero fino, fino. Echamos un bocado mientras pasamos lista a los
montes, el pasatiempo favorito cuando subes al estrado y ves a los alumnos…
aunque no sé por qué decimos eso, porque en realidad son ellos los maestros y
nosotros los que debemos aprender. Bueno, seguimos, que queda tajo, y aún no
hemos terminado de recorrer el cordal. Lo bajamos con más intuición que camino.
Nos dirigimos hacia una cabaña con tejado de chapa que se ve a lo lejos, en los
dominios ya del paso A Loba, y es que así se llama, A Caseta Loba, otro topónimo
para el que no hay que estrujarse demasiado las neuronas y entender qué especie
se movía por estos pagos, entre los barrancos más noroccidentales que vierten
al del Infierno, y el de l’Asieso, que lo hace directamente al Gállego bajo
Santa Elena.
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Barranco de l'Asieso, con sus agujas. Al fondo, Burrambalo y Partacua |
Esta caseta, también en ruinas,
domina lo que fuera un amplio corral, y está bajo la última prominencia del
cordal que nos venimos trabajando que, aunque no culminamos por pocos metros, sí
que nos gusta incluir en la cabecera para darle su importancia. La faldeamos
por poniente, como decimos, a pocos metros de su cumbre, para acercarnos a ese
cuello que forma con el bajante ya de la Peña Sabocos, una zona descarnada,
poco amigable, y que presenta un panorama, menos amigable todavía, para descender
a ese barranco de l’Asieso, formado entre el extremo occidental de la Sierra de
Tendeñera, cuando baja a beber al Gállego, y esta sierra del sur, con el Puñero
y la Cubileta.
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Aspecto del descenso del paso A Loba al barranco de l'Asieso |
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Viejo abrevadero junto al manantial |
Tras dar varias vueltas por la
zona en busca del mejor paso, volvemos sobre los nuestros, y por no seguir
hasta un cuello entre A Loba y Sarasé en busca de un sendero evidente, desde este
otro cuello más alto nos tiramos hacia levante, por un barranco más al norte
que el de la Lema, tratando de encontrar los pasos más cómodos dentro de un
considerable desnivel. Un desnivel con el que no tienen ningún problema,
incluso subiendo, una buena manada de sarrios que los hemos hecho salir de su
zona de confort, y lo sentimos.
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Vertiginoso descenso hasta el refugio. Al fondo, el barranco Artica Gayola |
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Refugio |
Finalmente, al tiempo de cruzar a
la izquierda el barranco nos encontramos con el sendero que más cómodamente
hubiéramos tomado para bajar, y que hemos evitado por no retroceder tanto. Lo
seguimos en su itinerario de ir acompañando al circo, hasta que deja visible el
refugio d'a Fueba, momento en el que lo abandonamos para dirigirnos a él de forma más
directa. Casi hora y cuarto para más de cuatrocientos metros de descenso. Otro
hito de ese descenso, que aporta calma. Tomamos la pista que hasta él llega,
vestidos ya las jóvenes hojas de las hayas. Al poco, en una brusca curva de la
pista a la izquierda, en el mismo codo, y con la única señalización que un hito
de piedras, sale un sendero que, faldeando el monte y cruzando varios barrancos,
en poco menos de una hora llegamos a cerrar la circular.
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El verdor reciente de las hayas se sobrepone al viejo de los pinos |
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Pelopín sobre el campo de Yésero |
En cuarenta minutos más
conseguimos desandar el camino de la mañana y llegar al vehículo, habiendo
completado una extraordinaria ruta de media montaña tirando a alta, en la que
hemos disfrutado más de siete horas, completando una distancia superior a los 16
km, y con un nada despreciable desnivel acumulado rondando los 1500 metros
D+/-, en una jornada en la que los hados, de nuevo una vez más, se han aliado
para saborear los placeres de la primavera sobre estas floridas montañas.
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