martes, 7 de mayo de 2019

Sescún, el desaparecido poblado bajo la Gabardiella

IXOS MONS
Sescún (1175 m)
Lunes, 6 de abril de 2019



            “En cuanto respecta a la existencia del antiguo pueblo de Sescún, nunca debió estar constituido, juzgando los restos actualmente visibles, por más de media docena de viviendas…”.

            Texto extraído de un trabajo, del que desconocemos su datación, de Adolfo Castán, Carlos Escó y Carlos Goñi  que, junto con otros 6 miembros más del Club Peña Guara de Huesca, descubrieron los restos de la ermita de Nª Sª de Sescún, poniendo todo su empeño en involucrar a las instituciones para ponerlos en valor, incluso implicándose ellos mismos en su limpieza y levantamiento de planos, en torno al año 74 del pasado siglo, algo que el mundo motivado por el medievalismo siempre se lo agradecerá, pero… queda tanto por hacer.

Panel informativo del Camino Natural de la Hoya de Huesca

Campos escarchados
            De nuevo por estas tierras de las Sierras Exteriores del Pirineo, tierras que lo unen al llano, tierras abruptas, no demasiado amables con la presencia humana, reconocida desde hace miles de años, tierras en las que no ha cesado la actividad, tanto para los asentados, como para transitar por ellas, tierras que finalmente, combinadas con otros factores, se han mostrado hostiles a la presencia humana, un exceso que las ha hecho escenario de un largo y descarnado éxodo. Tierras de Guara.


Comenzando la caminata

Las mansas aguas del Guatizalema
            Y es esa soledad, son esos sentimientos encontrados, esas ganas de acompasarte con su ritmo, no sé, quizá algo más, lo que nos atrae, y es por ello que volvemos una y otra vez a acariciar su tiempo, sus caminos, su nostalgia, el terciopelo rasgado de su historia reciente, sus barrancos, sus montañas… Volvemos una y otra vez en busca de aquellas voces silenciadas por los avatares y el tiempo. Volvemos una y otra vez a esas montañas cuna de mitos y leyendas ligadas a la religión y a su larga sombra. Volvemos una y otra vez.

Cruzando el barranco

El Borón
            Sí, y lo hacemos a la zona más occidental de ese Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara, concretamente a ese valle floreciente de Nocito, que lo fue a la sombra del Tozal, máximo exponente de la sierra y de todo el Espacio Natural Protegido. Con reconocida presencia romana, es un enclave privilegiado para posicionarse con el fin de introducirnos en los intrincados caminos de esta sierra. Por poco no llegó a estar deshabitado del todo en la década de los ochenta, ahora sigue luchando por su supervivencia entre dos elementos de alto simbolismo, bajo una montaña y junto al nacimiento de un río, el Guatizalema, de aguas tranquilas, como su topónimo árabe ilustra.

Dolmen de El Palomar

Puente medieval de Nocito
            Cruce de caminos, no en vano coinciden en su casco urbano el Camino Natural de la Hoya de Huesca, que en sus más de 130 km recorre desde Agüero hasta Bierge recorriendo espectaculares paisajes. Y el GR 1 o Sendero Histórico, que cruza gran parte del norte peninsular, y en consecuencia el de Aragón, que con sus casi 300 km, en 17 etapas va en busca de esos lugares monumentales e históricos que son nuestras señas de identidad. Y de un gran panel informativo de ambas cosas partimos hacia el discreto puente medieval para maridarnos con el río. En veinte minutos de pista dejamos a la izquierda el camino de Petrañales y la Pillera, del Tozal, en definitiva.

Tránsito por el bosque

Cruce de la pardina de Orlato
            Cruzamos el barranco del Cajical, donde se comienzan a separar nuestras vidas. Mientras que las nuestras siguen ascendiendo ligeramente la curva de nivel de los 900 metros, la del río, que lo hace siguiendo las leyes naturales, desciende hasta amansar más sus aguas en el embalse de Vadiello, a donde nos dirige un cartel, pero que no le hacemos caso. Quizá algún día. Nosotros a lo nuestro. Tres cuartos de hora hasta aquí.

Matapaños

Aliagas, bellas más para la vista que para las piernas
            Al cabo de otros veinte minutos, y sin ninguna indicación, hay que desviarse unos metros a mano derecha si se quiere visitar el dolmen del Palomar, o lo que queda de él. Nos reincorporamos al sendero, tomando altura sin mucho esfuerzo. Las sierras de Matapaños, Gabardiella y del Fragineto parecen empinarse para no perderse nuestras andanzas, que discurren por florido entorno entre tomillos, romeros, jaras y otras muchas plantas que no identificamos. Al cabo de algo más de dos horas desde el inicio alcanzamos el desvío a Orlato, que tomaremos a la vuelta, porque hemos de seguir en busca de Sescún, ese emplazamiento que tanto esconde bajo las piedras que esperan ser desvelados sus secretos.

Mesón de Sescún

Corrales del mesón
            Caminos de tránsito de estas sierras a la Hoya de Huesca, trasiegos ganaderos y mercantiles que tenían por aquí una gran actividad, y que hoy se encuentran serenos, callados, ofreciendo esa calma y serenidad al viajero que hoy los transita. En un cuarto de hora más llegamos a un collado, el llamado Cuello Salillas, que nos cambia de cuenca, para bajar ya definitivamente hasta nuestro primer objetivo de hoy, el Mesón de Sescún, posiblemente uno de los más transitados de las montañas hasta hace no muchas décadas, rodeado de una vega fértil, que va canibalizando la propia naturaleza, esa naturaleza otrora trabajada, y que si no diriges, ella lo sabe hacer.

En el mesón

Por entre viejos campos
          Gran casa, con corrales en las proximidades, y buena zona de descanso, que aprovechamos para recrear en nuestra mente y en nuestro corazón lo que pudo ser este escenario hace cincuenta años, cien, doscientos… Echamos un bocado. A unas decenas de metros, en su lado norte, una tablilla te indica la dirección de la ermita, la sitúa a 50’. Como todavía estamos en edad y condiciones para mejorarlo, lo hacemos, llegando en 35, a nuestro paso, sin correr, disfrutando de todo cuanto nos rodea. En los primeros compases, el sendero cruza por viejos bancales. Luego cruza algunos pequeños barrancos, llegando a hacer un brusco giro a la derecha, para alcanzar finalmente la ansiada ermita.

Si las paredes hablaran...

Muros de la ermita
            La sensación que da al llegar a ella es que lo estás haciendo a un lugar sagrado, y no solo por lo que albergaba en sus tiempos el edificio en sí, sino por el conjunto del emplazamiento, que no nos cabe duda de que, como habitualmente, no es casual, sino que tiene que obedecer a algún criterio, buscando siempre ese punto de unión entre lo esotérico y lo exotérico. Estamos ante una vieja ermita románica, levantada piedra a piedra hace más de mil años y, como dice la leyenda pegada a uno de sus muros, “… es el ejemplo más meridional del grupo de iglesias de arquitectura serrablesa… de planta rectangular, ábside semicircular decorado exteriormente con siete arcos ciegos, friso con baquetones…”. Iglesia parroquial, que lo fue, del medieval poblado de Sescún, deshabitado desde hace mucho tiempo, quizá diezmado por las guerras, por las enfermedades o por las duras condiciones de vida en estos casi 1200 metros de altitud, bajo las faldas de la Gabardiella. Una intensa campaña arqueológica daría buenos frutos al respecto.

Junto a más de mil años de historia

Ábside original con el postrero campanario
            Un edificio carente ya de cubierta, conserva con gran entereza los muros, incluso los del campanario, construido con posterioridad. Con gran respeto entramos en su interior una, varias veces, la rodeamos, observamos con gran atención esos arcos del ábside, dirigido al sol naciente, como preceptivo en el románico, esos baquetones del friso, y tratamos de imaginar la actividad que ha tenido que desarrollar, a lo largo de un milenio, como centro de la vida de este incipiente emplazamiento del que ya solo montones de piedras quedan.

 
El Fragineto y el Borón
Caminos calzados
            No queda otra que regresar. Y lo hacemos por el mismo sendero hasta el Mesón, posible avanzadilla del poblado para situarlo junto a la vía pecuaria. Continuamos deshaciendo el camino de venir hasta aquí, hasta ese cruce que nos indica ya que hemos de abrir la circular, para regresar por la pardina de Orlato. Hasta el cruce menos de media hora, y desde él, en otra hora y media más, habiendo pasado antes por un extraordinario manantial, llegamos a la carretera del valle, junto a la que se encuentran unas grandes campas, tierras de esa hacienda, cuyo edificio se están tragando las barzas.

Pardina de Orlato

Volviendo a Nocito, bajo el Tozal de Guara
            Aprovechamos para echar otro bocado. Tomamos la carretera en dirección este, para recorrerla unos doscientos metros y toparnos con las indicaciones del Camino Natural de la Hoya de Huesca, en el tramo entre Lúsera y Nocito, y como vamos ya de regreso, las seguimos hasta el mismo pueblo, cruzando la carretera en dos ocasiones más, y llegando a la localidad que nos ha visto partir hace 7h 50’ de tiempo total, del que 5h 50’ han sido en movimiento, habiendo recorrido 22,6 km por estos mágicos lugares, y salvando un desnivel acumulado de en torno a 1200 m D+/-, por unos caminos que descansan recordando lo que fueron.


Más fotos, y el track.

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