En este oficio nuestro de recorrer valles y subir montañas, se alternan momentos de auténtico disfrute con otros más penosos, lo que hace que, en ocasiones, nos preguntemos el porqué de ese subir a las montañas, el porqué de ese pasar por momentos menos gratos, el porqué de tantas cosas, y es algo que no sabemos muy bien explicar, solo los grandes maestros lo pueden hacer, y lo hacen con respuestas simples, muy simples, como la que nos dejó el gran Lionel Terray, alpinista y escalador francés, autor de uno de los mejores textos de literatura de montaña, como es el del libro “Conquistadores de lo inútil”. Este legendario montañero también se hacía la misma pregunta, pero la resolvió fácil, decía: ¿Por qué subir montañas? Porque están ahí.
Pues eso, que para aprender no hay mejor cosa que hacerlo de los grandes maestros, y cuando nos preguntamos que porqué subimos a las montañas, quizá haya una explicación más científica, y es la de que los momentos de disfrute ahogan de largo a los otros, la de que es muy fácil acudir al tópico del que montaña es como la vida, y por ello hay que aplicar la misma actitud, y es la de que para tomar la flor hay que pasar antes, y con humildad, por las espinas, la de que todo el esfuerzo se ve ampliamente recompensado con la satisfacción personal de andar los senderos, recorrer los valles, auparse a los collados, subir a las cumbres, en definitiva, porque están ahí, no hay que darle más vueltas que las que les damos a ellas, como ha sido el caso de hoy, con la circular al Musales, subiendo por Ibonciecho y bajando por Respomuso, con unas vistas extraordinarias sobre el entorno.
El tiempo sigue persistiendo en no traer las aguas que el otoño demanda para su ciclo natural. El anticiclón sigue a gusto en nuestras tierras y no lleva visos de marchar, secando arroyos y embalses, pero nos compensa con unas extraordinarias jornadas de montaña, con noches frías, pero con días soleados, muy apetecibles para echarte al monte. Abrimos la circular en el embalse de la Sarra, que amansa las aguas del río Aguas Limpias, y lo abandonamos para meternos por la interminable pista que sube a la caseta del Pastor, bien se vale que hay senderos que atajan las largas lazadas. Un Aguas Limpias al que nos abrazaremos en otro embalse, el de Respomuso, que habita en la impresionante cuenca del circo de Piedrafita, pero para eso aún queda lo suyo.
Pues vamos a ello. Con un termómetro perezoso y una serena luna que comienza su mengua salimos por la pista por el nuevo trazado del GR 11, que abandonamos a los diez minutos para seguir por la pista, que pronto dejamos para ir tomando atajos, que nos suben por el bosque. Al cabo de algo más de una hora, y habiendo salido ya del bosque, tras cruzarla en varias ocasiones, volvemos a salir a la pista para no separarnos ya de ella hasta su término, dejando a nuestra derecha un enorme panel de telecomunicaciones y la caseta del Pastor, también llamada del Ingeniero, aunque ya no hay de esos, ni apenas pastores. Un poco más arriba se alcanza un collado, que da vista al valle del Aguas Limpias. Con casi seiscientos metros de desnivel, hora y veinte minutos hasta aquí, un lugar al que se ha llegado apaciblemente por el último tramo de la pista, que dejamos que termine en instalaciones del complejo hidroeléctrico, porque nosotros tomamos el sendero que, con decisión, sube por la loma.
Por terreno de pasto, el bien definido sendero nos lleva hasta la
cuenca del Ibonciecho, un hito importante en el ascenso, y donde merece la pena parar para tomar resuello y algo de alimento, para afrontar el último tramo de subida hasta el collado, bueno, el penúltimo, que aún quedaría el ascenso a cumbre. Por sendero pedregoso, pero bien definido también y de buen transitar llegamos al
collado de Musales (
Forqueta Ibonciecho en los mapas) que, con sus 2565 msnm, goza de unas espectaculares vistas sobre la
cuenca de Respomuso, coronada por muchos colosos, entre los que destaca su majestad el
Balaitús, el primer tres mil de
los Pirineos por el oeste. Un verdadero disfrute para los sentidos, siempre y cuando no miremos los primeros y vertiginosos pasos del descenso, pero eso lo dejaremos para la vuelta, porque nos queda, ahora sí, ese último tramo para alcanzar la cima de esta montaña.
Es muy poco ya lo que nos separa de ella, los diez minutos para completar las tres horas justas desde el arranque, y los algo más de mil doscientos metros de diferencia de cota. Desde sus 2654 msnm, su aislamiento le permite unas panorámicas sobre el entorno que dan respuesta a la pregunta inicial del porqué subimos montañas. El Palas, que con su dificultad sacia la envidia de no llegar a la cota tres mil, el gigante Balaitús, flanqueado por Frodiellas a un lado y la Cresta del Diablo, que lo une al Cristales, por otro; la extensa cuenca del embalse de Respomuso, que no se habrá visto muchas veces tan bajo como ahora, y todos los demás picos que se aúpan para asomarse en sus aguas; los cercanos picos de la Fondella y de la Forqueta, entre los que reina el Sancha Collons. Y si miramos al sur, la imponente sierra de la Partacua dominando el Valle de Tena. En definitiva, todo un lujo para los sentidos difícil de digerir en un cuarto de hora.
Volvemos sobre nuestros pasos hasta el collado, desde donde nos disponemos ya a cambiar de vertiente para iniciar el regreso, bastante más largo que la subida, pero que merece la pena. Los primeros pasos, como quedaba dicho antes, son muy verticales, lo que hace extremar la precaución, pero pronto el sendero se va calmando, y nos va bajando ya poco a poco hasta incorporarnos al de Campoplano, que tomamos ya hacia la izquierda, en busca de la presa del embalse, que no cruzamos, para bajar por la margen izquierda y darnos otro respiro junto a una caseta. Retomamos la marcha cruzando a la derecha para abrazarnos ya al GR 11 e ir bajando por él, disfrutando del alma de otoño por el bosque. En las dos horas y cuarto hasta la llegada, pasamos por el desvío a los ibones de Arriel, el Llano Cheto, el Paso del Onso y el desvío a los picos de Arriel, y varios barrancos que vigorosos bajan de la vertiente derecha, por la que transitamos. Como media hora antes de llegar, cruzamos el puente de Carlitos Royo, donde si inicia una ruta señalizada recientemente por el Ayuntamiento de Sallent de Gállego, y que nos deja en el puente de las Feixas, donde está el aparcamiento de la Sarra.
Desde aquí, unos minutos hasta el vehículo, donde completamos esta magnífica circular, no solo rodeando el Musales, sino subiendo a él, en la que le hemos dedicado 7 horas y media de nuestra vida, todo porque estaba ahí, regresando con un gran aporte visual y sensorial en general, con un recorrido de 17,6 km, en el que hemos salvado un desnivel acumulado total, de en torno a los 1295 m D+/-.