martes, 20 de junio de 2017

Torrecerredo, el techo de Picos de Europa

AQUERAS MONTAÑAS
Torrecerredo (2650 m)
Domingo, 18 de junio de 2017



… “a nuestros pies en el valle desierto, en la hoya profunda, en el hoyo inmenso, tranquilo, solitario; algunos picos perdiéndose en las nubes, rebasándolas otros, y en todas partes el abismo, el precipicio, encarcelándose en aquella roca encantada que había sido virgen por los siglos”.

            Estas palabras de Pedro Pidal coronaban la primera ascensión al Naranjo de Bulnes, o Picu Urriellu, como gusta por aquí llamar… o sencillamente "el Picu", un 5 de agosto de 1904. Mucho ha cambiado el mundo, mucho ha cambiado la vida desde entonces. No tanto estas montañas.

El Picu desde el collado Valleju

El refugio Delgado Úbeda y el Picu, hoy inseparables
            Picos de Europa, esa pequeña, pero grandiosa cordillera cuyos pies están bañados por el bravo Cantábrico, y sus alturas se elevan como grandes y aparentemente inexpugnables macizos que apuntan hacia el infinito, alzándose algunas de sus cimas como 2500 metros sobre sus propios cimientos desde profundos barrancos. Entre picos y jous anda el juego, unos levantan enormes paredones de caliza y los otros profundizan en sus entrañas, habiéndose quedado al descubierto tras la retirada de los glaciares. Tanto unos como otros, geológicamente replegados sobre sí mismos, han sabido guardar los mayores tesoros, los mayores misterios acerca de los orígenes de estas singulares formaciones. Geólogos, geógrafos, topógrafos, y demás especialistas en el medio natural, se afanaron en el siglo XIX en desentrañar esos secretos para la ciencia y el público en general. Pronto, sus alturas llamaron la atención de los precursores. Uno destacado fue Pedro José Pidal, I Marqués de Villaviciosa de Asturias, noble de España, gran político y jurista que no sólo protagonizó la primera ascensión al Naranjo de Bulnes, con Gregorio Pérez el “Cainejo”, sino que impulsó la creación en 1918 del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, germen del actual Parque Nacional de los Picos de Europa, primer espacio natural protegido de España, tan sólo unos meses antes de que hiciera lo propio con el de Ordesa.

Pico de los Cabrones, con su espectacular arista y el último glaciar de Picos

Reino de la caliza. Excesivo
            Considerado como una de las mejores reservas mundiales de los ecosistemas ligados al bosque atlántico, constituye la mayor formación caliza de la Europa Atlántica, lo que le acreditó para que la UNESCO lo declarara Reserva de la Biosfera en 2003. Hablar de estas montañas y de sus gentes es hacerlo de una misma cosa, del amor por su tierra, por sus labores tradicionales, que aun desdibujadas hoy en día por el turismo, todavía conservan ese sabor rancio, auténtico, de ese paisaje recio, profundo, austero que ha marcado el carácter de sus habitantes. Un paisanaje curtido por los soles y los vientos de estas montañas, que han soportado durante millones de años una severa erosión, y que hoy se nos muestran tal y como son, altivas, desafiantes, pero agradecidas si las acaricias.

El sol no se quiere perder la jornada

Picos de Europa. Impresionante
            Y de eso se trata. En esta ocasión, y es un muy buen precedente, el equipo de Montaña del CP Mayencos ha dejado su hábitat natural pirenaico para internarse en este mundo agreste, duro, salvajemente bello, para probar sus mieles y sus hieles, en una cordillera ésta que cosida por multitud de caminos, de viejo algunos, otros para escudriñar todos sus rincones, sabe estar en su sitio, queriendo hacerte ganar tu objetivo. El nuestro, hoy, ha sido el Torrecerredo, que con 2650 metros es su máxima elevación, que no su máxima dificultad, aunque no se puede negar que en menor grado que otros también la tiene, porque aquí no hay monte fácil.

Comiendo en el Duje

De camino al refugio
            Doce mayencos, de distintas procedencias, finalmente recalamos en el restaurante el Duje de Tielve, una perfecta atalaya sobre el profundo tajo que este río renacido en los invernales del Tejo, se rinde al Cares, tras su divinidad de desfiladero, en Puente Poncebos. En este amable lugar nos reunimos en torno a una buena mesa de mediodía, atendidos tan bien como por aquí saben. Las viandas que gustosamente hacemos nuestras, se tornan más hostiles cuando a las tres y media de la tarde, y con un sol de justicia tenemos que comenzar la ruta junto al collado de Pandébano, tras 4,4 km de polvorienta pista desde una pronunciada curva de la CA-1 antes de llegar a Sotres. 

Puertos de Pandébano

Barranco de Valcosín, con su sendero de Bulnes
            El paisaje a esta altura aún goza del verdor de los puertos, muy colonizados ya por el helecho. Tomamos el PR-PNPE-21 que viene de Sotres, para no dejarlo ya hasta el mismísimo refugio, creado en 1986 con motivo de la ampliación de sus instalaciones. Es un itinerario franco, que ya de entrada te muestra sus cartas, que no son otras que las de subir y subir, no en vano tenemos que hacer 900 metros de desnivel acumulado hasta el pie del Naranjo. Primeramente pasamos por unas majadas, de la Terenosa las llaman, habilitada una de ellas también como refugio.

Picu Urriello. Naranjo de Bulnes

            Vamos tomando altura sobre el profundo tajo que el Valcosín ha labrado entre el Acebuco y la Varera, dos montes menores que albergan un vertiginoso sendero que sube desde Bulnes compartiendo destino, y que afortunadamente sólo lo vemos de lejos, ya tenemos suficiente con el nuestro. Un camino que se agarra y se agarra entre cada uno de los más de treinta grados, y entre cada una de las fabes del Duje. ¡Y qué ricas estaban, xD!

Transformación

Junto al gigante
            Pasamos por el collado Valleju, desde donde damos ya un completo alcance visual a ese pico emblemático enclavado en la Vega de Urriellu, que le da nombre. En dos horas y media de lenta y agónica subida, llegamos al refugio Delgado Úbeda, donde damos reposo a un cuerpo que ha venido vagando durante todo ese tiempo, en la confianza de que mañana será otro día. La cena viene seguida de una deliciosa estancia por los alrededores, contemplando cómo se hace efectivo el nombre de Naranjo por la acción de un sol crepuscular que va llenando de sombra de abajo a arriba estos más de 500 metros de pared ciclópea que quita el hipo. Contemplando cómo va cambiando de tonalidad esa zona de costa, cada cinco minutos que pasan, y que se nos abre al norte, contemplando cómo se va la tarde tan callando. Contemplando.

Reflejos

Subiendo hacia la brecha de los Cazadores
            La noche… de refugio de montaña. Totalmente previsible. Los colores que anoche se fueron desmontando sobre el horizonte marino se organizan para volverse a montar. El espectáculo está servido. La mañana sale venteada y fresca. Son poco más de las siete cuando comenzamos la jornada cruzando esa Vega Urriellu para afrontar el primer puerto puntuable del día, la brecha de los Cazadores. Superada, un gran circo se abre ante nosotros. Roto en mil pedazos, apenas alberga el sendero por el que hemos de circular para subir a la horcada Arenera, bajo las torres del mismo nombre, desde donde vemos que el sol se va haciendo mayor, incidiendo de forma más vertical sobre las aguas del litoral donde se refleja.

Superando la brecha

            Comenzamos a ver el objetivo, pero en segundo horizonte todavía, un Torrecerredo junto a su inseparable pico de los Cabrones. Estamos ante otro de esos grandes y caóticos circos que nos engulle si nos dejamos, que no lo hacemos, y sólo hay una forma de no hacerlo, y es la de recorrerlo. Sí, recorrerlo pero con cuidado, porque se circula sobre grandes patios. Se comienzan a ver los primeros neveros, que salpican el terreno, especialmente en los jous.

Siempre acompañados

Progresando por las chimeneas
            Ya lo vamos viendo más cerca, aunque parapetado tras la Torre Labrouche, que recibe el nombre de otro de los precursores del alpinismo en estas montañas. Poco a poco nos vamos acercando a la base de una montaña aparentemente inexpugnable, pero como las personas, conforme te vas acercando, si lo haces con respeto, con tiento, se van abriendo, te van mostrando sus debilidades que sólo usas para ir superando e ir deslizándote por ellas para mejor conocerlas. Sin apenas transición, la montaña se pone tiesa y hay que comenzar a tratarla como se merece. Poco a poco el sendero se vuelve pared, por la que hay que ir transitando echando manos, y con el casco puesto. Este intratable mar de piedras se va volviendo accesible, intercalándose algún tramo más vertical en forma de amplias chimeneas por las que hay que ir subiendo entre ellas y alguna plataforma que da cuartelillo. Metidos en faena, la figura del vértice geodésico nos sorprende gratamente. ¡Hemos llegado!

Seguro que están cerca

Vistas desde el Torrecerredo
            Una vez arriba, la panorámica que se nos abre a la vista es arrebatadora, desborda los sentidos, capaz de mover todos los resortes del alma humana. Sencillamente brutal, una concentración ingente de picos desordenadamente ordenados, austeros, salvajes, alocados, como antenas dirigidas al infinito, pugnando por subir más alto, pugnando por subir más enhiestos, pugnando por un protagonismo en un canto coral cuyo resultado es de una belleza insuperable. Y todo ello a miles de metros por encima de los más profundos barrancos que los ríos que surcan estos macizos han sabido labrar a lo largo de millones de años. Fuera de toda razón. Fuera de toda comprensión. Es auténticamente increíble, y nosotros aquí, sintiéndonos algo… y no lo seremos si al menos no somos capaces de reconocer la grandeza de lugares como éste. El ser humano frente a la montaña, cada uno la suya. No la venceremos si ella no lo quiere, si no nos mostramos humildes, pequeños ante ella, si no vencemos nuestras propias dificultades como lo hacemos con su ascensión.

Más Picos. Infinito

Lugares excesivos, superlativos. Momentos inenarrables.

Lugares. Momentos. Amigos. El aquí y ahora, la gran convergencia.

Lugares mágicos

En pleno descenso
            Doce personas en torno al vértice geodésico de cumbre, en torno a una pancarta de club, que es la verdadera protagonista, porque encarna la unión, encarna la fuerza, encarna la solidaridad, la ayuda, el estar prestos a echar una mano allá donde haga falta, el estar pendientes los unos de los otros… encarna, en definitiva, el haberse visto hoy aupados a esta gran montaña no difícil, pero tampoco fácil. Doce personas, doce sueños, que hoy, aquí, se han hecho uno solo, con los de la montaña. Pero aun habiendo llegado hasta aquí, sólo hemos hecho la mitad del camino, porque la verdadera cumbre está abajo, de modo que hay que bajar de la nube… y de la montaña.

Seguimos

Aprovechando los recursos
            Con un exquisito cuidado hay que desandar lo andado, hay que bajar lo subido, hay que destrepar lo trepado. Estrechas cornisas, pequeñas viras verticales, anchas chimeneas, alguna amplia plataforma para respirar hondo y recomponerte. Roca muy noble para echar manos y pies, pero también piedra suelta en algunos tramos que puede arruinar la jornada… y mucho más. Una hora de tensión positiva y salimos de la pared para seguir recorriendo los circos, los jous, los horcados, de este paisaje lunar salpicado por algún pequeño nevero por el que nos dejamos deslizar. Llegados a la brecha de los Cazadores, máxima atención también para bajarla. Luego, ya más relajaditos sólo queda arribar al refugio, donde nos refrescamos, descansamos y nos recomponemos para continuar hasta Pandébano.

Vega de Urriellu

            Pero no querría marcharme de aquí, del refugio, digo, enclavado en un lugar excepcional bajo la imponente mole del Picu, sin reproducir un fragmento del relato que hizo Pedro Pidal, el impulsor de la primera subida, al ver cumplido su sueño de poner los pies en lo alto de una peña a la que jamás había subido persona alguna:

            «El paisaje que divisábamos, no era otro que el corazón de los Picos de Europa, visto en medio de ellos: glaciares, neveros, peñascales, torres, tiros, agujas, desfiladeros, vertientes, pedrizas, pozos, rebecos empingorotados en alguna punta, o manadas de ellos paciendo a nuestros pies en el valle desierto, en la hoya profunda, en el hoyo inmenso, tranquilo, solitario; algunos picos perdiéndose en las nubes, rebasándolas otros, y en todas partes el abismo, el precipicio, encarcelándose en aquella roca encantada que había sido virgen por los siglos».

La única imagen que hay de El Cainejo, del libro "Por los Picos de Europa desde 1881 a 1924",
del Conde de Saint Saud, editado por Ayalga Ed. en 1985, extraída de la web de Desnivel

            Palabras de asombro de un hombre asombroso, y que nos deja asombrados, que junto a su guía, Gregorio Pérez, el “Cainejo”, un humilde pastor de una humilde aldea, como Caín, que descalzo fue abriendo una vía considerada de V, incluso con algún paso de V+, fueron dirigidas al aire de estas montañas un 5 de agosto de 1904, y reproducidas en el Diario de León el 7 de marzo de 2004, casi cien años después.

Llegando al refugio

Sendero de regreso. Collado Valleju al fondo
            Sí, ahora sí. Después de rendir pleitesía a esa raza de precursores, nos podemos marchar de este mágico, de este mítico y místico lugar para llegarnos hasta los vehículos en casi la mitad de tiempo que nos costó la agónica subida. Parada obligatoria en el Duje para echar la merecida caña, y con qué mejor que con un buen queso de cabrales, servido por amables manos. A partir de aquí, cada mochuelo a su olivo. Isabel a Madrid. Julio, Rafa, Carlos y María a sus distintos orígenes del País Vasco. Paco, Elena, Arturo, Olga, Carlos, Toño y servidor picapedrero a Jaca. Una gran tirada de viaje, pero que ha merecido la pena porque todos nos vamos con la satisfacción de haber visitado una tierra sorprendentemente bella, salvajemente bella. Sólo queda agradecer el esfuerzo realizado por todos para sacar esto adelante, especialmente a Julio, que nos ha sabido llevar por el buen camino.

De vuelta en el Duje

            Como la ascensión se ha hecho en dos medias jornadas, mediadas por la noche en el refugio, los datos parciales son:
Pandébano – Refugio Urriellu: 6,1 km, con 2h 40’ de tiempo total, del que 2h 10’ ha sido en movimiento, para salvar un desnivel acumulado de 900 D+ y 70 D-.
Refugio – Torrecerredo – Refugio: 9,5 km, con 6h 30’ de tiempo total, del que 3h 40’ ha sido en movimiento, para salvar un desnivel acumulado de 1130 D+-.
Refugio – Pandébano: 6,1 km, con 1h 25’ de tiempo total, del que 1h 15’ ha sido en movimiento, para salvar un desnivel acumulado de 100 D+ y 935 D-.
El circuito completo sale en 21,7 km, en 10h 35’, de las que 7h 5’ han sido en movimiento, para salvar un desnivel acumulado total en torno a los 2135 D+/-.




jueves, 15 de junio de 2017

Villarroya, el rey del Sollavientos

IXOS MONS
Villarroya (1897 m)
Lunes, 12 de junio de 2017



A la tierra dura y viva,
de donde gente marchó
y que sueñan que algún día,
vuelvan los niños al sol.

           Con esta estrofa del Romance de Ciego de Ernesto Jartillo comenzamos otra jornada por tierras turolenses. En esta ocasión visitamos los confines de la comarca del Maestrazgo. Sus puertos, sus paisajes, sus cielos, sus montes, todo nos conduce a su historia masovera a más de mil quinientos metros sobre el nivel del mar, en la que la supervivencia era la prioridad número uno de unas gentes pegadas al territorio, y que hoy se va desgajando en la memoria. Hoy visitamos Allepuz, desde donde parte la ruta para llegarnos al Villarroya, que con sus 1897 metros de altitud, es el techo de la comarca. Un monte sencillo, como todo lo que le rodea, un monte humilde, como todo lo que le rodea, un monte callado, como todo lo que le rodea. Un monte… que no sale en todos los mapas, para el que no hay apenas reseñas ni caminos. Un monte, en el que aparentemente pocos se fijan, pero que nosotros lo hemos hecho, y no nos ha defraudado. Con el apoyo logístico del amigo Diego, y con mucha humildad, hemos mirado por encima del hombro a esta bella comarca del Maestrazgo… y a la contigua de Teruel también.

Ermita del Loreto, en Allepuz

Arrancamos en las eras de Allepuz
            La ruta es larga, pero variada. Comenzamos en Allepuz, una población quizá más conocida en este mundo senderista por estar asociada a ese “Camino de los Pilones”, un tramo del antiguo camino real entre Teruel y Levante, bien conservado entre esta localidad y la de Villarroya de los Pinares. Pero eso será para otro día. Hoy comenzamos junto al PR-TE 78, llamado también “Vuelta a Sollavientos”, un PR de reciente señalización que acompañaremos durante poco más de una hora abrazados a este río que le da la espalda al Ebro y que sin dejar de ser mediterráneo ha decidido rendir cuentas al Turia. Pero no se lo tenemos en cuenta. Nuestro camino arranca en torno a unas eras en la parte alta de la población, para bajar a la carretera no sin antes dejar abajo, a nuestra derecha, un par de curiosas formaciones rocosas, que llaman chimeneas, por la forma en la que han quedado debido a la erosión.

Las "chimeneas"

Área recreativa
            Salimos a la carretera, que recorremos menos de trescientos metros hasta la entrada a la derecha al camino. Vamos bajando hacia el río, y al poco nos encontramos con el desvío a la fuente los Berros, por la que no se pasa, pero que merece la pena entrar a verla. Son tan sólo diez minutos lo que se tarda. Hay que pasar por un área recreativa y el puente del río, junto al que se encuentra esta curiosa surgencia en el mismo suelo.

Fuente los Berros

Camino por el soto
            De nuevo al camino para ir acompañando a este río que nos aporta frescura, entre otras cosas. Un poco más adelante, en otro desvío, está la fuente de la Salud, a la que sólo le queda el nombre. Está seca, y el entorno no merece su visita. Seguimos por este sendero fluvial durante algún tiempo más. Llegados a un punto determinado hay que estar muy atento a las escasas indicaciones para dejar el soto y subir a unas fajas para continuar el camino, un caluroso camino alejado ya de la frescura del río. Se pasa junto al molino Tomagal. A continuación podemos deleitarnos con la vista a la otra vertiente en la que hay un extenso y espeso avellanar. Pero aún nos espera otra sorpresa, y es la de unas enormes moles de arenisca por entre las que tenemos que pasar. Impresionante.

El camino se estrecha entre las areniscas

Cañada
            En poco más de una hora llegamos a este extremo del PR-TE 78, que dejamos que vuelva a Allepuz, pero nosotros seguimos. Aquí nos espera Diego, para indicarnos la continuidad del camino, que cruzando la carretera toma una algo desdibujada cañada para subir a un pequeño collado, habiendo dejado a nuestra derecha el mas de la Vegatilla. En este collado comienza un tramo de unos 4 km que, debido a las más que calurosas horas, y el buen estado de la pista, nos recoge Diego para recorrerlos en vehículo. La pista discurre por una loma a dos aguas, la mayor parte por la linde municipal con Villarroya de los Pinares, con unas vistas excelentes sobre los puertos a uno y otro lado.

Veredas

Fuente Sancho
            Al salir a la carretera echamos de nuevo pie a tierra para seguir nuestro camino. Pasamos junto a tapiales entre las masías del Palomar a nuestra derecha, y del Gravieso a la izquierda, desde donde sale un sendero más directo para llegar al mas de la Hoya Vela pasando por la majada de la Cuerda, pero no sabemos en qué condiciones estará, además que siguiendo por la pista pasaremos por la fuente Sancho, que le da alegría y frescor al ambiente, en el que nos incluimos.

Majada de la Cuerda y mas de Hoya Vela

Aspecto de la loma cimera
            Pasada la majada Chorrador, el camino toma orientación sur, y al recobrar la norte se enfrenta a un tramo de brusco ascenso que hay que tomarse con paciencia. Al cabo del mismo, se llega a una amplia collada en la que encontramos, iniciado un proceso de ruina, ese mas de la Hoya Vela, donde nos dirigimos ya sin vacilación hacia nuestro objetivo de hoy. Un objetivo que hemos venido viendo durante gran parte del recorrido como un ancho tozal que pasaba inadvertido entre otros tantos que hay en esta sierra de Sollavientos, y que debido a lo agreste de esta vertiente nos obliga a darle la vuelta para subirlo por su domesticada loma. Es algo que hacemos al llegar a otra amplia collada, entre él y otro montículo a la derecha.

Próximos a la cima

Cuenca del Sollavientos
            Estamos recorriendo una vasta planicie, que se nos antoja azotada por los vientos, y en la que habitan el pino negro y la sabina rastrera fundamentalmente. No se ve camino para subir a lo más alto de este Villarroya. Cuando vemos que la pista que llevamos comienza a bajar, la dejamos, orientando nuestros pasos monte a través hacia lo que nos parece más alto, un punto sin la menor señalización, pero que lo es. A los humanos nos cuesta más esfuerzo que a los pájaros llegar hasta aquí para obtener la misma vista, pero merece la pena. Sierras largas, anchas, calladas, llenas de soledad y hastío, pero que cada primavera dan lo mejor de sí sin importarles para qué ni para quién. Un hondo y pavoroso silencio se adueña del momento, un momento sin tiempo, un lugar sin acomodo, unas viejas páginas de un ya empolvado libro olvidado en las estanterías de la frágil memoria.

Hacia el Morrón

            Este monte tiene una prolongación hacia el NW, que nos decidimos a visitar, llegando al Morrón, en el límite ya con Villarroya de los Pinares. Volvemos a ese punto en el que hemos dejado la pista, donde ya nos espera Diego, dando por concluida esta larga pero interesante ruta por las sierras calladas del Maestrazgo, que hemos querido hacer así para acompañar a ese Sollavientos y su frescura, combinando así el río con el monte, los mases con la dehesa, el cielo con la tierra.

El Villarroya desde el Morrón

            El camino, tan sólo de ida, nos ha supuesto 14,5 km, recorridos en un tiempo total de 3h 50’, del que 2h 40’ han sido en movimiento. De haberlo hecho andando en su totalidad, hubiéramos empleado como 45’ más. El desnivel acumulado que nos ha salido ha sido de 730 D+  y 330 D-.





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