La Vuelta del Cielo
(Reino de los Mallos)
Domingo, 10 de noviembre de 2013
Hay duelos en los que los dos
disparan a la vez, o casi. Pocos, pero los hay. Cuando esos abismos te miran fijamente
a los ojos, no tienes más remedio que reaccionar, reaccionar súbito, y hacerlo
para llenarlos de algo, y no precisamente de tus abismos interiores, de tus vacíos,
de tus soledades, de tus miedos, no; lo tienes que hacer de tus esperanzas, de
tus ilusiones, de tus pasiones, de tus abrazos y caricias visuales capaces de
calmarlos. Cuando la mirada se va tan lejos que tarda en volver, cuando lanzas
un grito interno cuyo eco tardas en escuchar, cuando tus dedos se alargan tanto que
ya ni los ves, sabes que estás en esos abismos horizontales, en esos abismos
verticales, en esos abismos.
Las aguas del Gállego |
Así ha sido la jornada de hoy. Pensada
para haber sido de abismos verticales, de nuevo el tiempo y la observancia de
unos mínimos de seguridad, nos han impedido realizar la ferrata de Peña Rueba,
pero lo hemos sustituido por un placentero paseo por los Mallos de Riglos. La
Vuelta del Cielo es como llaman a esta circular completa al Mallo Colorado y al
gran macizo de los Pisón y Visera, que en dirección contra horaria asciende por
entre el primero y el Chichín, otro de los mallos pequeños, para subirnos al
mirador de Bentuso y dejarse engullir visualmente por esa luz infinita, por ese
paisaje infinito, por esa amistad infinita que te da el medio en el que se
desarrolla esta nueva actividad del grupo de montaña de Mayencos, con la
colaboración de Aragón Aventura.
Nuevos carteles. Viejos caminos |
En una mañana con un 100% de
posibilidades de lluvia, según las predicciones meteorológicas, y con menos lobos, Caperucita, en lo real, en
lo de verdad, en lo que se vive, hemos tenido que accionar el plan B para darnos
este vueltorrio, alargándolo un poco desde Murillo de Gállego. Lo cierto es que
sí, ha estado amenazante, y con mucho viento, pero no ha impedido disfrutar de
estos montes y de la visión que nos permite sobre las tierras bajas, sobre las
tierras del sur. Nos ponemos en manos del Camino Natural de la Hoya de Huesca
para bajar al puente de reciente fábrica, desde luego carente de gracia,
jalonado por un mural informativo en el que se confunden los nombres científicos
de la avifauna. Será que el Ministerio de Medio Ambiente está muy ocupado en
proyectar trasvases y pantanos. Que me pierdo.
Abismos |
Los rojos y sabrosos madroños se
nos ofrecen, y les hacemos aprecio. Cruzamos las vías de los recuerdos. Recuerdos
de viejos trenes, de viejas mochilas, de viejas cuerdas y pesados clavos… de
ligera juventud. El pueblo, Riglos, nos recibe con un aire confuso, con un aire
debatiéndose entre la modernidad y ese rancio sabor de las viejas glorias, que
en precario fueron abriendo esas verticales vías de conquista.
Entre floridos romeros vamos
tomando altura por un bien trazado camino al este del mallo Colorado, para ir
subiendo aprovechando cualquier resquicio, cualquier ventana para poder admirar
desde las alturas toda esta prodigiosa verticalidad. En una hora nos
presentamos en el mirador de Bentuso, donde todo se detiene, el espacio, el
tiempo. Todo, menos el viento. Bocado y para abajo, encarando el circo de
verano. Cruce del sendero que hace la histórica travesía Riglos-La Peña por la
Foz de Escalete. El espacio abierto que nos deja la imponente vista de la
vertiente sur del macizo de los mallos al frente, y el desafiante espolón del
Firé a nuestra derecha, es lo único que nos permite respirar visualmente en
este paulatino descenso en el que estas paredes sin parangón se van haciendo más
y más altas.
El Firé y sus cinco puntas |
Llegada al pueblo por la raíz del
Puro. Nueva visita por sus calles para impregnarnos de su egregor y observar a
los herederos de esas viejas glorias colgados por las distintas vías, como los
clik de Famóbil. Y con las mismas, al Refugio de Montaña de Riglos, donde nos
apretamos unos arroces que hacen temblar al mismísimo misterio. Y sin más
misterios, volvemos a encarrilarnos en ese camino natural y su desafortunado
puente. Llegada a Murillo, y con esas pocas gotas de lluvia, para que podamos
decir que hoy ha hecho de todo, besos, abrazos, parabienes, y cada mochuelo a
su olivo.
Una jornada en la que hemos sido
los reyes de este reino… siempre con el permiso de sus verdaderas majestades,
los Mallos.
El reportaje
completo de fotos, en:
qué bonito relato, gracias, Chema!
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