martes, 18 de septiembre de 2012

Vía Ferrata Mirador de los Buitres

VÍAS FERRATAS
Vía Ferrata 
Mirador de los Buitres
Riglos (Huesca)
Viernes, 14 de septiembre de 2012



Siempre hay cosas que se pueden hacer en esos días tontos. Qué mejor que emplear el de hoy en hacer una ferrata, la del Mirador de los Buitres de Riglos. Y con quién mejor hacerla que con tu hijo. Pues eso, que para allá nos vamos.

Centro de Interpretación ARCAZ
Es el último día de una cuña ciclónica que nos está barriendo literalmente, el viento de norte es muy fuerte, y poco caliente. Llegamos a Riglos a las 9 de la mañana, marcando 6º el termómetro del coche, y con un viento, como decimos, fortísimo. No sé, un poco hostil, un poco enfadado nos recibe. Dejamos el coche en el pueblo, porque llevamos idea de hacer luego una de las vueltas a los mallos. Veremos. Nos dirigimos hacia el Centro ARCAZ, de interpretación de las rapaces del Reino de los Mallos, para continuar por la pista hasta el desvío del camino que sale a la derecha, y que nos lleva en una hora a la base de la pared, donde da la sombra, pero no el viento.

Vivos enlaces entre dos mundos
Comenzamos una solitaria y plácida ascensión. Un tramo vertical, para meternos en una amplia chimenea con un árbol en su base. A todo ello, le siguen unos cuantos pasos de monte, algo expuestos y sin opción a asegurarte, que te llevan a la base de otra pared vertical, con clavijas y una grapa. Finalmente, en algo más de media hora se terminan los tinglados metálicos, y otros pocos pasos más de monte te dejan en el mirador, que nos espera con un fuerte viento, pero soleado. Entretenida vía en la que se echan en falta más grapas, que sustituyan a los resbaladizos pinchos.

Reino de los Mallos
Hasta aquí se puede acceder también por una pista transitable para vehículos, que se toma en Sarsamarcuello. Hay un refugio desde donde se puede avistar el plácido planeo de los buitres, que en las paredes de enfrente tienen garantizada su actividad al estar prohibida la escalada. De esta colonia no se puede decir que sea próspera, pero sí, al menos, estable el número de ejemplares que la componen.

Este lugar es privilegiado, y no solamente en términos ornitológicos, sino también paisajísticos. Las vistas desde aquí son para acariciarlas con nuestra mirada, lenta, dulcemente, con agradecimiento y admiración. Nos hacen pequeños, hay que reconocerlo. Los Mallos de Riglos, los de Peña Rueba, los de Agüero, vigilantes eternos del cauce y vega del Gállego, ese río tan regulado y que para algunos no lo está lo suficiente. Pero son los tiempos, es la desnaturalización, el amansamiento de todo bicho viviente, desde el ser humano hasta los ríos, las montañas, los paisajes. Es triste. Es así. Nos tenemos que hacer a la idea. Pero la inmensa belleza del entorno pugna siempre por prevalecer sobre las continuas agresiones que le infringimos. La vida siempre se abre paso, y eso es algo que bien sabe el terreno, pasto de un pavoroso incendio hace once años, y que arrasó más de cuatro mil hectáreas. Algo más de las que ardieron en las faldas del Moncayo, Monte Cayo, Dios del Viento, que también desde aquí divisamos.

Inicio de la Olla de Huesca.
Al fondo, el Moncayo.
Bien estamos, pero hay que marchar. Hacia el N sale un sendero que nos lleva a iniciar el descenso. Como se puede llegar hasta aquí en coche, existe la opción de hacer primero el camino de descenso y subir la ferrata, para cerrar el circuito. Como no es nuestro caso, tenemos que bajar para concluir el nuestro. El camino va perdiendo altura a marchas forzadas, y al cabo de quince o veinte minutos nos deja en la pared, que aunque los bojes nos eviten la visión de tan magno patio, lo cierto es que ahí está, y conviene asegurarse a la sirga puesta a tal efecto.

El Tornillo
Poco a poco nos va echando y dirigiendo hacia el Tornillo, otro mallo menor, de esbelto porte, y hasta el que pasamos auxiliados por unas cadenas para salvar un corto tramo, que se nos haría difícil si no. Un congosto paso y el descenso de unas escalas nos deja ya en los compases finales de la sirga. Seguimos bajando, hasta dar salida ya a la vertiente N, donde nos asombra una enorme chimenea que nos muestra las entrañas de este espectacular conglomerado.

Un poco más de sendero, para alcanzar el de subida, que nos deja de nuevo en la pista. Dadas las horas que son desistimos en la vuelta a los mallos, por lo que vamos directamente al pueblo, al coche, que nos marca 26º, "sólo" veinte más que hace cuatro horas.

Y decimos adiós a este bello paraje que nunca deja de sorprendernos.


El reportaje completo de fotos, en:



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