Vía Ferrata
Mirador de los Buitres
Riglos (Huesca)
Viernes, 14 de septiembre de 2012
Siempre hay cosas que se
pueden hacer en esos días tontos. Qué mejor que emplear el de hoy en hacer una
ferrata, la del Mirador de los Buitres de Riglos. Y con quién mejor hacerla que
con tu hijo. Pues eso, que para allá nos vamos.
Centro de Interpretación ARCAZ |
Es el último día de una
cuña ciclónica que nos está barriendo literalmente, el viento de norte es muy
fuerte, y poco caliente. Llegamos a Riglos a las 9 de la mañana, marcando 6º el
termómetro del coche, y con un viento, como decimos, fortísimo. No sé, un poco
hostil, un poco enfadado nos recibe. Dejamos el coche en el pueblo, porque
llevamos idea de hacer luego una de las vueltas a los mallos. Veremos. Nos
dirigimos hacia el Centro ARCAZ, de interpretación de las rapaces del Reino de
los Mallos, para continuar por la pista hasta el desvío del camino que sale a
la derecha, y que nos lleva en una hora a la base de la pared, donde da la
sombra, pero no el viento.
Vivos enlaces entre dos mundos |
Comenzamos una solitaria
y plácida ascensión. Un tramo vertical, para meternos en una amplia chimenea con
un árbol en su base. A todo ello, le siguen unos cuantos pasos de monte, algo
expuestos y sin opción a asegurarte, que te llevan a la base de otra pared
vertical, con clavijas y una grapa. Finalmente, en algo más de media hora se
terminan los tinglados metálicos, y otros pocos pasos más de monte te dejan en
el mirador, que nos espera con un fuerte viento, pero soleado. Entretenida vía en la que se echan en falta más grapas, que sustituyan a los resbaladizos pinchos.
Reino de los Mallos |
Hasta aquí se puede
acceder también por una pista transitable para vehículos, que se toma en
Sarsamarcuello. Hay un refugio desde donde se puede avistar el plácido planeo
de los buitres, que en las paredes de enfrente tienen garantizada su actividad al
estar prohibida la escalada. De esta colonia no se puede decir que sea
próspera, pero sí, al menos, estable el número de ejemplares que la componen.
Este lugar es
privilegiado, y no solamente en términos ornitológicos, sino también paisajísticos.
Las vistas desde aquí son para acariciarlas con nuestra mirada, lenta,
dulcemente, con agradecimiento y admiración. Nos hacen pequeños, hay que
reconocerlo. Los Mallos de Riglos, los de Peña Rueba, los de Agüero, vigilantes
eternos del cauce y vega del Gállego, ese río tan regulado y que para algunos
no lo está lo suficiente. Pero son los tiempos, es la desnaturalización, el
amansamiento de todo bicho viviente, desde el ser humano hasta los ríos, las
montañas, los paisajes. Es triste. Es así. Nos tenemos que hacer a la idea.
Pero la inmensa belleza del entorno pugna siempre por prevalecer sobre las
continuas agresiones que le infringimos. La vida siempre se abre paso, y eso es
algo que bien sabe el terreno, pasto de un pavoroso incendio hace once años, y
que arrasó más de cuatro mil hectáreas. Algo más de las que ardieron en las
faldas del Moncayo, Monte Cayo, Dios del Viento, que también desde aquí
divisamos.
Inicio de la Olla de Huesca. Al fondo, el Moncayo. |
Bien estamos, pero hay
que marchar. Hacia el N sale un sendero que nos lleva a iniciar el descenso.
Como se puede llegar hasta aquí en coche, existe la opción de hacer primero el
camino de descenso y subir la ferrata, para cerrar el circuito. Como no es
nuestro caso, tenemos que bajar para concluir el nuestro. El camino va
perdiendo altura a marchas forzadas, y al cabo de quince o veinte minutos nos
deja en la pared, que aunque los bojes nos eviten la visión de tan magno patio,
lo cierto es que ahí está, y conviene asegurarse a la sirga puesta a tal efecto.
El Tornillo |
Poco a poco nos va
echando y dirigiendo hacia el Tornillo, otro mallo menor, de esbelto porte, y
hasta el que pasamos auxiliados por unas cadenas para salvar un corto tramo,
que se nos haría difícil si no. Un congosto paso y el descenso de unas escalas
nos deja ya en los compases finales de la sirga. Seguimos bajando, hasta dar
salida ya a la vertiente N, donde nos asombra una enorme chimenea que nos
muestra las entrañas de este espectacular conglomerado.
Un poco más de sendero,
para alcanzar el de subida, que nos deja de nuevo en la pista. Dadas las horas
que son desistimos en la vuelta a los mallos, por lo que vamos directamente al
pueblo, al coche, que nos marca 26º, "sólo" veinte más que hace cuatro horas.
Y decimos adiós a este
bello paraje que nunca deja de sorprendernos.
El reportaje completo de fotos, en:
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