domingo, 7 de mayo de 2017

El Picón de Guara, el rey del abismo

IXOS MONS
El Picón de Guara (1418 m)
Sábado, 6 de mayo de 2017



            No tenemos mucha documentación sobre si los tiempos comenzaron al principio o antes, pero asistido por los vientos, soles y mares, una vez que el Hacedor de los Montes terminó su faena les fue preguntando uno a uno por qué nombre querrían ser reconocidos, qué vocación tenían, qué querían ser de mayores. El nuestro, que sabía que su pasado le lastraba, que no fue agraciado por su altitud, lo tenía claro desde el principio. Desde chicorrón ya apuntaba maneras. Quizá esa escasez de altura la quería suplir con más gallardía, con más altivez, con ese auparse, con ese mirar por encima del hombro a otros muchos montes a kilómetros de distancia. Y no quería que lo conocieran por pico, no; quería ser algo más, quería ser el Picón, el Picón de Guara. Pero es que además siguió pidiendo, y pidió un segundo nombre… y lo obtuvo, Peña Mediodía. Y aún no se conformó con todo ello que desafiando las más básicas leyes de la óptica, pidió algo que también consiguió, que se viera de lejos, desde muy lejos, pero no de cerca, sólo desde muy cerca. Ese es nuestro monte de hoy… y a él vamos.

Dispuestos para salir

Corral rupestre
            Seis mayencos, deseosos de saber cuánto hay de verdad en todo eso, nos disponemos a marchar sobre él por una ruta, si no la única, sí la única que conocemos. Nuestro monte de hoy es casi inexpugnable. San Julián de Banzo es un pueblo con dos barrios, separados por un barranco, que tras pasarlo, en una cerrada curva, sale una pista a mano derecha. Una vez en ella, tras dejar a la derecha un desvío que nos llevaría al arranque para visitar la ermita rupestre de San Martín de la Val d’Onsera, llegamos a nuestro destino rodante. Desde aquí, las indicaciones del parque hacia Amán, San Miguel y Picón ya nos meten de lleno en la bajada al barranco antes mencionado de San Martín, no sin antes pasar por un aprisco con la ayuda natural de un gran extraplomo de la roca, que al ser arenisca conserva unas curiosas formaciones, los taffoni, que según la Madre Wikipedia son “… una forma en cavidad o hueco redondeado, de un tamaño desde varios decímetros a varios metros, tallada por la erosión en rocas cristalinas o arenisca, en climas secos…”. Los especialistas no se ponen de acuerdo en su origen, que sí parece ser por erosión.

Taffonis

Bajando al barranco de la Cobeta
            Bien, cruzado el barranco, del que se dice que lleva más agua por debajo que por encima, toca subir. Y lo hacemos por un camino bien definido, incluso empedrado, a modo de calzada, para llegar a un tramo donde se suaviza la pendiente, encontrando campas verdes, que afogadas por la vegetación gritan que un día fueron cultivadas, las ruinas del corral no engañan. Dejamos atrás el desvío a la peña de Amán, y seguimos dirección a las crestas de la Cobeta, para despistarlas por la izquierda y cruzar su barranco, que a poco de volver a tomar altura se nos abre una panorámica de la Hoya de Huesca realmente asombrosa. Todo este somontano dejándose caer suavemente hacia los verdes campos es una imagen que nos inspira muchas cosas, pero se pueden resumir en una sola: agradecimiento. Seguimos subiendo, y al llegar a un pequeño collado, la desafiante figura del Picón se nos viene encima. Ya nos tiene en su radar, sólo queda ya cumplir.

Hoya de Huesca

Últimas rampas antes de la cadena
            Aún queda lejos, hay que seguir avanzando, y el camino comienza ya a dar lo que prometía, una cuesta, incluso con una pequeña trepada, que hay que ir abordando con paciencia para arrimarse a la pared. Cuando eso ocurre, no hay que seguir la evidente traza que te tira a la izquierda, sino estar atentos a los hitos, que por sendero menos evidente te llevan a la derecha, hasta convertirse en vacío, pero que ayudados por una cadena podemos cruzar sin mayor problema. A partir de aquí, el sendero se vuelve a hacer presente, y más empinado si cabe, nos sube ya a la cumbre, señalizada por un montón de piedras.

En plena faena ferretera

Peñas de Amán y San Miguel
            Es difícil de describir lo que aquí se ve y se siente. Estos montes, lo que no tienen de altura lo tienen de bravura, con una recompensa que no se mide con números. A poniente el gran tajo que el río Flumen (redundancia, por cierto), ha ido labrando en milenios, escoltado por las peñas de Amán y San Miguel; visualmente, por encima, ese Gratal, vigía de la Hoya de Huesca. Al norte, el barranco de las Gorgas, las crestas de Valleclusa y los montes del Monrepós, que también tienen algo por encima, y es ese Gran Norte, beneficiado por las nieves de esta última noche. Por el este, el barranco del Reguero del Águila, y la ermita rupestre de San Martín de la Val d’Onsera, que el Matapaños no hace visible porque la guarda celosamente en sus entrañas. Y al sur, un extenso mediodía, una solana ocupada en sus cultivos cerealistas.

Vista hacia el Gran Norte, con las crestas de Valleclusa al pie

Matapaños y el Tozal de Guara al fondo, entre nubes
            Para verlo mejor, nos asomamos al extremo sur de este monte que cae a tajo sobre el Flumen, como si se hubiera olvidado de crear ladera por esa vertiente. Con intención de guarecernos un poco de aire, que campa a sus anchas, nos acercamos hasta la loma oriental para echar un bocado. Justo encima de donde arranca el sendero para bajar por este lado, ayudados por unas clavijas. Pero nosotros volvemos sobre nuestros pasos y regresamos por el mismo sitio… o parecido, porque no hay sólo una traza. Llegamos a las cadenas, y continuamos, hasta alcanzar el barranco de la Cobeta, a partir del cual se pacifica el camino. Luego el de San Martín, y en poco ya llegamos a los vehículos tras haber tomado la decisión de no alargar hasta la peña de Amán, que haremos junto con su hermana la de San Miguel en otra jornada.
 
De regreso, con la faena hecha 
          Bueno, pues al final, lo que iba a ser una medio circular se ha quedado en lineal. Aun así y con todo, hemos recorrido 10 km, en 4h 40’ de tiempo total, del que 3h 20’ han sido en movimiento, para salvar un desnivel acumulado +/- de 915 metros. Sin duda, otra mañana diez, disfrutando de la primavera y sus ansias de agradar, y en buena compañía.






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