domingo, 12 de junio de 2016

Las Peñas de Herrera y La Tonda, la diadema de Talamantes

IXOS MONS
Peñas de Herrera
Del Camino (1.542 m)
Alto del Picarrón (1.591 m)
La Tonda (1.498 m)
Sábado, 11 de junio de 2016







El más sombrío y triste
de los páramos cruza;
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.

Las Peñas de Herrera nos aguardan
            Acertadas rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, que bien pueden definir estos páramos donde los dioses anduvieron listos para poner cada cosa en su sitio, donde el azul, el verde, el marrón y el blanco hacen girar las estaciones en derredor de ese monte cano, de ese Moncayo. Tierras mágicas sin duda, que atraen al visitante, y que no ponen resistencia a mostrar sus encantos, todos sus encantos, sólo si con gran respeto y admiración se está dispuesto a escudriñar. Y esa es la actitud que hemos querido tener hoy frente a este paisaje, austero pero lleno de riqueza, tosco pero amable, sobrio pero ebrio de belleza, callado pero elocuente en su mirar. Paso a paso, verso a verso, nos hemos acercado a una de sus manifestaciones más virulentas, más salvajes, más llenas de rasmia, de poderío. Sí, de vosotras hablamos, de las Peñas de Herrera, grandes muelas en las encías de estos montes. Con los amigos de la Asociación Senderista de La Huecha las hemos visitado, y como La Tonda nos miraba de reojo, también la hemos contentado.


Un alto en el camino
            Talamantes. Siete de la mañana. En nuestro llegar a ese lugar y a esa hora ya hemos visto la cumbre del Moncayo auparse para dejarse ver sobre un espeso manto de brumas, al propio tiempo que los cielos no vaticinaban una jornada soleada. Preparativos para salir del pueblo. Un ambiente rosáceo envuelve esas peñas, nuestro destino de hoy. Partimos por el GR 90.1, que nos mete por el barranco de Valdeherrera, o Fuendeherrera. Aquél no le es fiel a éste, y nosotros sí. Pero se da cuenta y sale a nuestro encuentro al mismo tiempo que nosotros del barranco. Breve parada para agruparnos, y con las peñas desnudas ya ante nuestra vista nos vamos acercando a ellas describiendo las zetas que marca el sendero.

Moncayo y barranco de los Moros
            Peñas de Herrera. Son varias. Cuatro las mayores. Amigas, hermanas todas, pero les gusta marcar distancias. De SW a NE, de izquierda a derecha de nuestra vista, van de más alta a menos, y ante la escasa toponimia oficial unificada, se denominan con los números romanos, del I al IV. Hay quien les pone nombres: Alto del Picarrón, del Camino, del Medio, y de la Gotera, por ese orden. Todas asumibles sin ningún problema, excepto la del Camino, la más grande, que no la más alta, y que para acceder a ella hay que superar una chimenea muy estrecha con algún bloque empotrado, provista de una cuerda con mejores anclajes, para superar el II+/III- de dificultad y poder auparse a lo más alto. Eso es lo que hacemos un reducido grupo de cinco personas tras superar el collado que, entre la II y la III da vista al Moncayo, con el barranco de los Moros en primer término.


Sorprendente planicie cimera
            Mientras el gran grupo sigue el sendero, nosotros nos salimos de él para tomar un no sendero que acompaña nuestro jadeo para arrimarnos a la pared. Enseguida se nos muestra esa desafiante chimenea, que sólo con decisión hay que acometer. “Si me quieres superar, por aquí has de pasar”, sentimos todos en lo más íntimo. Tras superar una pequeña zapata rocosa nos metemos ya de lleno en ella, y ayudados por la cuerda y sus nudos vamos trepando por oposición para alcanzar la salida, que nos ofrece un sorprendente altiplano donde la vegetación se pace a sí misma. Felicitaciones, contemplación y visión amenazante sobre el Alto del Picarrón, esa Peña I de Herrera, que ostenta la mayor altura de todas.

           Y con esa intención bajamos con sumo cuidado asiéndonos a la cuerda. Flanqueamos por lo más corto el espacio interdental de una a otra muela. Le damos la vuelta, y por su cara más SW encontramos una herbosa y cómoda subida, que se le supone artificial para dar acceso a ese castillo de Ferrera, que da nombre al entorno. Tierras fronterizas, tierras de batallas, de conquistas, de disputas por la fe y el territorio.


            Bajamos de nuestras particulares disputas con la roca, la fe y el territorio, y nos incorporamos al grupo, que dándoles la espalda a estas imponentes peñas, tenemos ya frente a nosotros el siguiente objetivo, La Tonda, a la que vamos accediendo por ancha pista, con excelentes vistas a dos aguas… o más. El día parece que se ha olvidado de sus amenazas mañaneras y nos va acompañando amablemente. Llegamos a un cruce de caminos, donde hay que vencer alguna tentación, porque nos muestra uno directo a Talamantes. Se vence. Un poco más adelante, se incorpora el ascenso de la Calcenada de Primavera, ya andado en otra ocasión. Un camino que viene de Calcena por Valdeplata.


Duras rampas para subir a La Tonda
            Unas duras rampas, como la paciencia que tenemos que ir ablandando, nos separan de esta nueva cumbre que no tardamos en hollar, tanto como media hora. El nombre de Tonda nos sugiere redonda. Así es este monte, en cuyo alto convive un vértice geodésico y una pequeña caseta con gran antena y placa solar. Y algo más, un decorado cuadrilátero de blancas piedras, con el nombre de Eva en su interior y un crucifijo, nos hace suponer que es lo que parece.

Talamantes a la vista
            Al margen de todo ello, fotos, alegría, y para abajo, dirección ya Talamantes, al que tardamos como hora y media en llegar. Por pista primero, y por sendero después, adentrándonos en otro de los bellos y fecundos barrancos, el de Valdetreviño, que confluye en este pueblo que heroicamente aún resiste en esta montaña. Un pueblo que vamos viendo ya según bajamos para incorporarnos de nuevo al GR 90, que abandonamos parcialmente para seguir por sendero entre silencioso bosque, donde nos encontramos una menos silenciosa fuente, la del Boticario.

            A la entrada ya en Talamantes encontramos la ermita de San Miguel, de origen románico tardío (siglo XIII), llegando al pueblo por el GR 260, sobre la una de la tarde, habiendo cubierto 18,1 km, con 5h 40’ de tiempo total, del que 4h 25’ han sido en movimiento, y con en torno a 1.200 metros de desnivel positivo acumulado. Una generosa vuelta por estos montes, en buena compañía. Muchas gracias a todos.
  

  

El track, en:           http://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=13652098

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