El circo d’Anéou es un amplio espacio en la vertiente francesa del Portalet, divisoria entre los valles del Gállego (de hecho, nace allí mismo, en el puerto), y la Gave d’Ossau (que también nace allí, alimentado por varios torrentes), divisoria, que lo es también, de aguas mediterráneas y atlánticas, respectivamente, pero dejemos que una pluma infinitamente más autorizada que esta, como es la de José Miguel Navarro, nos lo describa: “… es una amplia depresión a los pies del mítico Midi d’Ossau. Ampliamente antropizado, desde la prehistoria ha sido lugar de paso, sus pastos han alimentado a millones de cabezas de ganado mientras los pastores construían cabañas para refugiarse o crómlech para incinerar a sus muertos. Ambas estructuras todavía permanecen salpicando los rellanos herbosos”.
Del libro Un año en el Pirineo, de José Miguel Navarro, editado por Prames (2021)
Pues sí, estáis en lo cierto, esta introducción ya nos da una pista sobre la actividad de hoy. Este escenario y autor componen una perfecta simbiosis para hacernos depositarios de los conocimientos que imparte José Miguel Navarro, naturalista y educador ambiental, autor de 14 libros y numerosas publicaciones en diversos medios de comunicación. Sí, estáis en lo cierto, una vez más. Hoy toca aula en la naturaleza a los pies del volcán, con un intérprete de la luz, con un intérprete del tiempo, con un intérprete de esas pequeñas cosas que ocurren y las razones que las sustentan, con una persona que te cambia el concepto de mirar sin ver al de ver mirando. Todo un lujo.
Ocho y media de la mañana. Espacio Portalet. El ambiente meteorológico que ni pintado. El Midi d’Ossau sacando pecho, rasgando el horizonte como solo él sabe hacer desde hace millones de años, con sus, hoy, 2884 msnm, emergido de las más profundas entrañas de la tierra. Dando continuidad al programa de actividades de la Sección de Montaña del CP Mayencos, veinte integrantes van a ocupar el aula en la naturaleza, arremolinados en torno al profe, que ha venido acompañado de Cris, con sus cámaras fotográficas en las que quiere “llevarse” esas huellas que el mundo natural ofrece a todos los seres humanos, pero que solo unos privilegiados, como ella, saben captar. Primeras presentaciones, breve guion de en lo que va a consistir la jornada, y al turrón…
Los diferentes reinos en los que los humanos distinguimos la naturaleza, mineral, vegetal y animal, no solo no hay que verlos como tales, o peor aún, como entes diferenciados y estancos, aislados entre sí, sino todo lo contrario, ya que forman parte de un todo en perfecto equilibrio, y nos atreveríamos a decir que, incluso interactuando en la cadena trófica, teniendo el sustento en el ser inferior, del que depende. Empecemos pues por lo más básico, por lo mineral, por lo que se ve y por lo que no se ve. La primera parada se emplea en explicar la formación de los Pirineos, un auténtico ejercicio de síntesis para contar en unos minutos lo ocurrido con nuestras montañas en 350 MM de años, con básicamente dos movimientos tectónicos, el ciclo geológico hercínico o varisco (300 MM años), y la Orogenia Alpina (65 MM de años), causante de la actual fisionomía, no solo de los Pirineos, sino de otras muy diversas cordilleras del continente Euroasiático.
SURGENCIA DE BROUSET
Nos adentramos por el arroyo del Portalet, y en las dos horas que nos cuesta llegar hasta la surgencia de Brouset, se van sucediendo las paradas en aquellos lugares en los que se nos podía mostrar algo de interés, como por ejemplo una dolina (forau, diríamos por estas tierras), muy característica de terreno calizo; o un gran ejemplar de enebro rastrero, que alberga otras especies; o líquenes (combinación de algas y hongos, en la que las primeras ejercen la fotosíntesis, y los segundos aportan protección en forma de humedad, lo que se denomina simbiosis liquénica) y musgos colonizando una roca; o lo que bien puede ser un dolmen colmatado debajo de un montículo de tierra. Diversas manifestaciones de la biodiversidad o de la historia de nuestros ancestros, que va surgiendo sobre la marcha y a falta de una verdadera explosión botánica debido al pertinaz sequero.
Una vez llegados a la surgencia de Brouset (1845 msnm), son cuarenta minutos los que empleamos en este singular lugar, echando un bocado y turnándonos para entrar unos metros en la oscura concavidad cuya apariencia exterior es rabiosamente simbólica, al ver esa formación y las aguas que salen de su interior a semejanza del “rompe aguas” que anuncia el nacimiento de un nuevo ser del útero materno. El medio natural nos habla a través del Gran Libro de la Naturaleza Viviente con claras analogías, siempre dispuestas a hacernos reflexionar, interiorizar y hacer vida.
CRÓMLECH DE SENESCAU
Justo al norte de donde nos situamos, y a tan solo 100 metros más alto, se halla el segundo gran hito a visitar hoy, el crómlech de Senescau (1950 msnm) que, debido a la orografía, nos exige un rodeo por el oeste para no tomarlo tan a pecho, pero no es en vano, porque José Miguel, que además de mirar ve, sigue encontrando elementos del mundo natural que le llaman la atención y que quiere compartir con nosotros, como una piedra que alberga yesos cristalizados; o esa avispa excavadora, animal parásito, pero que seguro habrá una razón para ello que se nos escapa; o, al paso por un riachuelo, de los pocos que se mantienen, esas plantas acuícolas que bien lucen junto a ellos. Finalmente llegamos al crómlech.
De época posterior a la de los dólmenes, construidos entre el Neolítico y la Edad de Bronce (entre 6000 y 3000 años atrás aprox), los crómlech, que lo fueron en el Calcolítico (3000 y 2000 años atrás aprox), representan un vestigio megalítico con un cambio cultural brusco, porque se pasa de la inhumación a la cremación, es decir, de enterrar a los muertos en el seno de la tierra, a quemar los cadáveres, con la consiguiente elevación del fuego, o dicho de otra manera, de trabajar con la tierra, el elemento más denso, a hacerlo con la luz, el más sutil. En el caso que nos ocupa, se trata de unas veinticinco piedras, que se cree estuvieran de pie aunque ahora se encuentran tumbadas, y que los estudiosos afirman que, entre medio de ellas, habría intercaladas alguna de mayor tamaña, por lo que están en la creencia de que su posición tuviera relación directa con la posición de los astros en el firmamento.
POMBIE
Lo previsto aquí era volver sobre nuestros pasos, algo escorados al oeste, para pasar por el lugar por el que se cuelan las aguas para salir a la surgencia visitada antes, pero se plantea otra opción, y es la de llegarnos a Pombie, dada la cercanía, para lo cual ascendemos unos metros en busca del camino que une el col de L’iou con el de Pombie, para integrarnos, desde este último, en la romería de gente que va y viene de este bello lugar al pie del Midi d’Ossau que, ascendido ya tres veces, creemos que tenemos el cupo lleno… pero nunca se sabe. Aprovechamos para descansar y echar otro bocado, antes de regresar. La silueta del Midi, que se refleja en el lago, se muestra altiva, enhiesta, disfrutando de esta nueva era que le toca vivir tras eones de tiempo sumergido en las calderas del planeta.
Y poco más, con gran dolor de corazón abandonamos este magnético lugar repitiendo itinerario hasta el col de Pombie, para bajar, ya por el sendero habitual hasta la base del circo d’Anéou, y subir hasta el Espacio Portalet, de donde habíamos partido 7 horas y 20 minutos antes, tiempo en el que hemos recorrido 11,3 km, y salvado un desnivel acumulado total de en torno a los 605 m D+/-. Tiempo, decimos, en el que hemos vivido y convivido en pleno medio natural, más pegados a su intimidad, gracias a los conocimientos transmitidos por José Miguel Navarro.
Bibliografía:
Un año en el Pirineo. José Miguel Navarro. Prames (2021)
Webs:
Espacio Portalet
Geoparque Sobrarbe-Pirineos
Club Pirineísta Mayencos
Hijo de la Tierra
Las fotos y el vídeo de Pedro Marco (muy interesante)
Beautiful, absolutely beautiful! Wish I could join you.
ResponderEliminarGracias!!!
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