Rapitán, Ipas, Bergosa
Jueves, 17 de abril de 2014
Para que no se nos olvide el
oficio de trotar, hoy toca quedarnos por la redolada. Viejos amigos, viejos
montes, buena compañía. Ya lo tenemos todo. Adelante.
Salimos de Membrilleras por el
sitio más cercano por el que nuestros pies no pisan asfalto. Subimos a la
corona de los Cuervos. Cruzamos unas vías de tren que añoran tiempos pasados, y
que claman mejor futuro. Variante, rotondas de la fuente de la Mora,
urbanización del hospital, y ya nos encontramos al pie de la carretera que sube
a Rapitán, a
285 metros de desnivel por debajo de él. Un desnivel que nos
disponemos a solucionar subiendo por el sendero que va haciéndole guiños a las
lazadas de esa carretera, y que en menos de veinte minutos vestidos de bosque
nos deja en la caseta que alberga nuevas imágenes de viejos momentos, unas
imágenes que rememoran diversos pasajes de la construcción de este fuerte de
Rapitán, hace poco más de un siglo con vocación de refuerzo a la Ciudadela.
Campo de Jaca |
Respiramos el aire fresco. La luz
pone en contacto el Campo de Jaca con nuestras ávidas miradas que escudriñan el
espacio buscando referencias que identifiquen el territorio, un territorio que
tejemos de arriba abajo y de derecha a izquierda. Por donde el sol se va damos
la vuelta al fuerte, para dar vista a ese valle del Aragón, que los hielos
cuaternarios han hecho bello y profundo.
Viejas casas en Bergosa |
Un siempre delicioso trote por el
quejigar, acariciando la loma del monte, nos asoma al barranco de Ipas, a cuyo
seno bajamos, para volver a subir inmisericordemente, por entre duras y
durísimas rampas, hasta el collado, donde acariciamos la tentadora idea de
tomar la loma de Claraco como vía de escape, pero nos hacemos los fuertes y
seguimos por la pista que faldea el Albarún hasta dar con el sendero que
abandonando la vocación trepadora de aquella, continúa hasta Bergosa ya sin
apenas desnivel.
Bergosa. Qué decir que no hayamos
dicho ya. Qué decir de uno de los cientos despoblados con los que estas
montañas cargan a sus espaldas. Pesada carga. Visita obligada es a la fuente, y
a lo que queda de la iglesia, que en sus tiempos rezaba a San Saturnino, y que
lo sigue haciendo, pero tan sólo una vez al año, cuando los hijos del pueblo vienen
a decirle al santo que aún se acuerdan de él.
Altar mayor de la iglesia |
Tomamos el sendero que nos baja
hasta el canal, las vías del tren y el Camino de Santiago, al que llegamos a la
altura de Bergosilla. Puente Torrijos y seguimos por esa cabañera ruta jacobea,
que nos lleva ya hasta Jaca, pasando por la ermita de San Cristóbal, y su
precioso puente de piedra. Cuestarrón hasta llegar al banco de la Salud, en un
extremo de la Cantera, ese emblemático paseo de la casi milenaria ciudad de
Jaca, balcón del valle, de un valle dominado por la Collarada, que aún luce las
blancas galas que el invierno le ha regalado.
Casi cuatro horas de unos
estimados entre 16 y 18 kilómetros, entre los que hemos subido y bajado montes,
y hemos contemplado la luz entre unos y otros. Unos montes deseosos de habernos
acogido, y nosotros también de serlo por ellos. Volveremos. Sin duda.
El reportaje completo de fotos,
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