miércoles, 25 de diciembre de 2019

Sierra de Javierre, entre dos aguas

IXOS MONS
San Antón (1482 m) 
Punta Fajal (1462 m) 
Presín (1430 m) 
Lunes, 23 de diciembre de 2019



            Seguimos dando culto a la España vaciada, al Aragón vaciado, al Alto Aragón vaciado… al Pirineo vaciado. Dos grandes depresiones de terreno, no solo demográficas, y entre ellas una modesta sierra, que merece toda nuestra atención hoy. Dos valles, el del río Matriz, con poblaciones como Aquilué y Caldearenas, entre otras. Y el de la Garona, con Rasal y Bentué de Rasal. Entre ellas, la sierra de Javierre, entre la de Bonés y el propio cauce del Gállego, al que rinden los dos ríos mencionados. Mucho terreno y poca población, en consecuencia poca actividad agropecuaria… pero aún queda.

 
A punto de salir de Caldearenas
Comenzando la Senda de Izarbe
            Hace tiempo que le teníamos echado el ojo a esta larga ruta, pero hasta hoy no se habían dado las condiciones. Con los amigos, Marisa, Toño y Jesús nos dirigimos a Caldearenas, cabeza del municipio homónimo, que alberga a otros diez núcleos de población, de los que en dos ya no humean chamineras, y en otros dos, para calentar a menos de 10 personas entre los dos. En total, poco más de 200 habitantes que luchan por sobrevivir.

Una ruta muy bien señalizada

Por la ribera del Gállego
            Tras mes y medio de ver cómo borrasca tras borrasca llenaba los pantanos y favorecía la sementera, pero nos robaba el buen tiempo para salir al monte, no hemos querido esperar a que se despidiera esta última y con pueril impaciencia lo hemos hecho. Las nueve de la mañana nos dan ya en marcha, dirigiéndonos hacia la Senda de Izarbe, por casi impracticables pistas agrícolas, en algún tramo incluso con restos de la invasión de un Gállego que aún baja con muchos humos. Seguimos las indicaciones de esta senda decorada por la artista Maribel Rey, y con un resultado opinable.

Paso bajo las vías del Canfranero

Junto a uno de los viejos caxicos
            Cruzamos el río Matriz y las vías del Canfranero por debajo. Una muy agradable pista nos va abriendo las vistas hacia el norte, presidido por la Peña Oroel y su solana, que va dejando entrever las nevadas montañas pirenaicas. Una pista, decimos, por entre bojes y grandes caxicos, con algún panel interpretativo de flora y fauna, que nos lleva a la primera paridera habilitada como pequeño museo, que encontramos cerrada. Nos incorporamos a la pista, que al poco sale a otra y que tomamos a la izquierda, donde comienza un duro ascenso que hay que tomarse con tranquilidad.

La Peña Oroel y su solana

En la segunda paridera
            Enseguida nos encontramos con una segunda paridera, acondicionada para el mismo fin, y que tampoco podemos visitar. Media hora escasa por la misma pista y su ascenso, para dejarla y tomar un sendero a mano derecha, que nos hace formar parte más íntima del bosque, que va fagocitando los corros que se adivinan con un pasado productivo. El sendero se empina más y más. También se cierra más y más. A lo lejos, la espesura deja entrever que el horizonte va bajando, pero que nunca llega. Hasta llegar a él, el último tramo nos hace jabalinear un poco, pero finalmente lo alcanzamos. Llegamos a esa línea de horizonte, la tenemos bajo nuestros pies, así como todo el valle que descubre, el de la Garona, ese río que nace en las faldas del Peiró y sin llegar a la juventud vierte toda su tierna infancia en el Gállego, con el que funde sus aguas poco antes de embalsarlas en el pantano de La Peña.

Vestigios de la vieja humanización, convertida en bosque

Primer asome sobre la Garona
            Tras dos horas y tres cuartos, y setecientos metros de desnivel, podemos decir que hemos subido a lomos de esta sierra, por la que vamos a cabalgar en las próximas dos horas y media. Momento fotografía, momento contemplación, momento visual de montes, esos que siempre están ahí, pero que hay que reconocerlos desde distintas perspectivas. Momento, en definitiva, de echar al propio tiempo un bocado para reponernos del esfuerzo y poder seguir adelante.


La parte occidental del valle, con la Garona basculando hacia La Peña

Ya se van viendo los puntales de la sierra
            A partir de aquí, y ya a dos aguas, nuestro deambular por lo más alto de la sierra nos permite no perder ojo sobre ambas vertientes, con el fin de saborear visualmente todo lo que nuestra vista alcanza, que es mucho… hasta el nevado Moncayo se deja ver. Al cabo de una hora disfrutando de ese placer, llegamos al primero de los tres puntales de esta sierra, el de San Antón, donde nos encontramos vestigios de lo que pudo ser un abrigo pastoril. Media hora más, y en la zona del Fajal, alcanzamos su Puntal, con la misma historia en piedra. Otra media hora para llegar al Presín, con su vértice geodésico.

Dos buenos amigos, con el valle que se dirige a Arguis, y el Peiró que lo vigila

Cuidada senda de regreso
            Seguimos como un cuarto de hora más hasta que tenemos que abandonar las extraordinarias vistas sobre el valle de nuestra derecha, que pronto bascula hacia el este, regado por el Isuela, que alimenta al pantano de Arguis, el más antiguo de Aragón. Descabalgamos, pues, de lomos de esta sierra para tomar una senda que luce ancha y limpia, seguramente para que discurra esa Traschinepro, la prueba de trail por montaña que organiza el ayuntamiento de Caldearenas, de hecho, al cabo de media hora encontramos la tablilla del km 15, que ya por la del 10 habíamos pasado tras el San Antón.

Pozo nevero

Entrada de la Cueva de la Mora
            Un cartel de pozo nevero nos hace desviarnos unos minutos para visitarlo. Está en buen estado y vallado. Volvemos sobre nuestra senda y el barranco nos brinda un gran espectáculo al ofrecer una gran caída inclinada de agua abierta a los cielos y a la mirada de los transeúntes. Siempre baja con agua, pero nunca con tanta. Al poco, otro desvío sale a nuestro paso, el de la Cueva de la Mora, que también visitamos, aunque esta vez más alejada del sendero. Nos lleva al mismo seno del barranco y lo que nos encontramos es una gran tosquera con una pequeña entrada por la que se accede a rastro a un interior mucho más amplio, pero que sabemos por oídas.

Ermita y casa contigua, de la Virgen de los Ríos

Fuente bajo la ermita
            De regreso al sendero, al cabo de un cuarto de hora, nuestro sendero rinde a la pista de la ermita de la Virgen de los Ríos, a la que también nos desviamos para su visita, aunque nos toca mojarnos los pies, ya que el vado de acceso está bozao y pasa medio palmo de agua por encima. De robusta factura, fue construida en el siglo XVIII, y lo fue en un lugar un tanto peculiar. Su origen fue bastante común al resto de ermitas o lugares santificados, ya que fue un pastor quien encontró una imagen de la Virgen, alzando allí el santuario, y el conflicto vino porque estamos en la confluencia de los términos de Javierrelatre y Aquilué, lo que hizo que a los primeros se les llamara furtasantos. Tanta fue la discordia que en el siglo XIX se tuvieron que constituir los estatutos de la Virgen de los Ríos, que marcaban el reparto de los lugares para comer el día de la romería. Ermita y otra casa en buen estado constituyen la arquitectura del lugar. Una fuente debajo completa el conjunto.

Peirón compartido

Llegando al cierre de la circular
            De vuelta a la pista, de vuelta al vado, de vuelta a la mojadina. Continuamos por la ancha pista camino ya de Caldearenas. A los diez minutos, un peirón marca el desvío para un sendero a mano izquierda, que nos acerca ya al punto de origen. Al cabo de media hora pasamos las vías de nuevo por debajo y al poco rato cerramos la circular, estando ya muy cerca de la población, a la que llegamos al filo de las cinco de la tarde, habiendo recorrido 21,3 km, en ocho horas de tiempo total, del que 6h 15’ han sido en movimiento, para salvar un desnivel acumulado de 1000 m D+/-, en una ruta auténticamente recomendable para dar culto a una sierra olvidada, así como sus usos tradicionales.



Más fotos, y el track

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