viernes, 23 de junio de 2023

El valle de Ordesa, por la ruta de las cascadas

 Año XII. Entrega nº 826


AQUERAS MONTAÑAS
El valle de Ordesa
Jueves, 22 de junio de 2023

            “Ordesa es la maravilla natural más grandiosa de los Pirineos, porque allí se han reunido toda serie de encantos para que el hombre quede admirado y absorto: las graníticas moles, caprichosas y altivas, que rasgan el blanco cendal de las nubes; la fría pureza de las nieves perpetuas; la variada gama verdosa de sus tupidos bosques, sus rientes praderas, el tornasolado fluir de las fuentes, el ronco estruendo de las aguas, espumosas e inquietas cuando se despeñan en cascadas o transparentes en su impetuoso discurrir y en los tersos remansos; el penetrante aroma de las brisas, el azul intenso del cielo, el ardor brillante del sol que pone una neblina sutil sobre el horizonte y la dulzura y la paz del luminoso y dilatado paisaje”. Santiago Broto Aparicio.



            Este gran divulgador de las bellezas de nuestras montañas, nos contaba en este pasaje, encontrado en su libro sobre el Parque Nacional de Ordesa (Ed. Everest 1969), una oda sobre este valle, símbolo del Pirineo aragonés, no en vano fue declarado el segundo espacio natural protegido de España en el año 1918, pocos meses tras el primero, el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga (hoy Parque Nacional de los Picos de Europa). En su retahíla de bondades, aunque no acierte en todas, algunas de ellas porque este más de medio siglo ha hecho mella en el paisaje, no queda empañada su visión sobre el valle, llena de sensibilidad y amor por cada uno de los aspectos que describe. Y en uno de ellos queremos hacer hincapié hoy, porque hemos ido precisamente a verlo, a sentirlo, a vivirlo, a impregnarnos de su fuerza motriz, de su fuerza vital, de ese prana que penetra todo en la naturaleza salvaje de este valle. Hablamos del agua, elemento vital, básico, fundamental para la vida en el planeta, y de cuya conservación y buen uso tenemos la responsabilidad los habitantes llamados racionales. 


            Pues hoy era el día ideal para hacerle una visita a este valle, para contemplar sus cascadas. Días antes, con tormentas; y a partir de mañana solo en bus se puede subir a la pradera, de modo que… sí, hoy es el día, en cuya madrugada dan los últimos coletazos las borrascas que, ininterrumpidamente nos vienen visitando desde hace semanas. Aun así y con todo, nos presentamos en un valle de Ordesa invadido por las nieblas, fruto de la humedad, y con una ligera llovizna, pero con la seguridad de que la fuerza del sol va a cambiar el ambiente que, por otra parte, parece sacado de un cuento de hadas. Allá vamos.



            Salimos por el sendero adaptado para comenzar cruzando el río Arazas por el puente de los Cazadores, al pie de esa otra ruta que nos subiría al mirador de Calzilarruego, para continuar por la Faja de Pelay, que en otras ocasiones hemos recorrido, y que hoy teníamos previsto, pero el temor a que hubiera barrancadas dispuestas a complicarnos el paso, hemos desestimado por prudencia. Seguimos, pues, por ese sendero, que se abre paso entre un impresionante hayedo pletórico de humedad y agradecido por toda la reserva con la que cuenta para enfrentarse al estío. Dejamos a la derecha la llamada “A Piedra d’as Siete Faus”, un conjunto de siete hayas que crecieron entre unas rocas, de las que quedan únicamente dos. En quince minutos llegamos al término del camino pavimentado, que invita a acercarse al mirador que está en línea del barranco de Cotatuero, al otro lado del río pero que, apenas apreciamos al estar nosotros a la altura del río.





           Retomamos el camino bajo espléndidos ejemplares de haya, hasta llegar al puente de Arripas en menos de media hora más. Un puente que nos permite cruzar de nuevo a la margen derecha del río y poder disfrutar por segunda vez de su bravura, de sus prisas por llevar sus esencias a tierras bajas. Al ir dejando atrás el cauce del río el camino se va empinando y, en poco ya llegamos al desvío para visitar la cascada de la Cueva, que tomamos, naturalmente, para volver a tomar contacto con esas atropelladas aguas. De vuelta al sendero, para volvernos a asomar al río, esta vez para contemplar la cascada del Estrecho. Una hora desde el arranque. En cinco minutos nos incorporamos al GR 11, o Senda Pirenaica, que discurre por la pista del fondo del valle, la que nos va a conducir ya hasta el circo de Soaso. Pero vayamos poco a poco, que hay mucho que saborear.



            Seguimos por la pista, regada por algunas escorrentías de la generosa lluvia de estos días. Dejamos atrás el desvío para dar comienzo a la Faja de Canarellos. Justo al pie de las Gradas de Soaso, donde el camino que daba un respiro va a comenzar su ascenso para irlas superando, nos encontramos una placa conmemorativa del Meridiano 0, también llamado Meridiano de Greenwich, establecido en la Conferencia Internacional del Meridiano, convocada en 1884 por Chester Alan Arthur, vigésimo primer presidente de los Estados Unidos, en un afán de unificar los ya establecidos en uno de referencia internacional. Se trata de una línea imaginaria que une los dos polos, pasando por Greenwich, en concreto por el Real Observatorio de este distrito londinense. A diferencia de los paralelos que, como su nombre indica, lo son, los meridianos, al converger todos en ambos polos, no lo son, sino que podríamos imaginarlos como los gajos de una naranja. El principal paralelo es el Ecuador, que delimita la latitud (norte y sur), y el principal meridiano, la longitud (este u oeste). El de Grenwich atraviesa la península ibérica de norte a sur, pasando por Aragón, también de norte a sur. 


            En estos momentos, se podría decir que vamos casi perpendiculares a él, con rumbo NE. No estamos hablando injustamente de esas aguas que se precipitan por las gradas, y creemos que es momento de hacerlo. Para empezar, acudiremos a la toponimia. En el libro Ordesa, álbum ilustrado, naturaleza y cultura popular, escrito por Luis Miguel Bajén e ilustrado por Chema Agustín (Prames 2022), leemos: “Las gradas son escalones en el terreno, generalmente de estratos rocosos. Estas Gradas de O Suaso son formadas por el río Arazas en la Val de Arazas, conocida actualmente como valle de Ordesa”, y continúa: “Los suasos o soasos son zonas de yerba fina y de calidad que se reservan para engordar a los corderos y las suasas, las ovejas destinadas a la venta. Hay dos famosos suasos: O suaso de Linars, en Linás de Broto, y O Suaso d’Arazas, en Torla, cuyo uso es mancomunado con Vallivió, y donde están estas famosas gradas”. Pues ya tenemos el significado, de gradas, que estaba más o menos claro, y de saso, que igual no tanto, y que le da nombre a la porción alta del río, y a su espléndido circo, famoso por la cascada de la Cola de Caballo, a la que nos dirigimos.




            Cuando se cumplen dos horas desde el comienzo, ya damos por superadas las gradas, abriéndose a nuestra vista y espíritu ese saso de tasca fina, como mencionábamos, por el que discurrimos por un camino pavimentado artificialmente para que el personal no se salga de él, preservando de ese modo esos suelos tan ricos en nutrientes para el ganado, y más en las condiciones en las que están, henchidos de agua que, a su término, nos hace desviarnos del camino en alguna ocasión para evitarla. Finalmente llegamos al fondo del valle, al circo formado por Tobacor al NW y la sierra Custodia al SE. Al excepcional estado del río y de los barrancos que lo alimentan, se une el que nos encontramos auténticamente solos ante esta maravilla de paisaje, cuyas dimensiones y belleza nos abruman, así como lo hace también esa famosa cascada, cuya cantidad de agua se amontona precipitadamente impidiendo mostrar, en toda su amplitud el significado de su nombre. Colica de burro la hemos llamado cariñosamente en las ocasiones en las que apenas ofrecía agua, pero ahora, que recuerda esos momentos, nos ofrece orgullosa todo su poderío dándonos una lección diciéndonos aquello de “nunca dudes de mí”. Pues eso haremos, no dudar nunca de ella.


            Gran parte de los tres cuartos de hora que estamos contemplándola, los pasamos solos, lo cual añade un plus a la generosidad que estas montañas han derramado sobre nosotros hoy, último día de acceso a la Pradera en vehículo propio, ya que mañana comienza la campaña del bus. Todos los astros, pues, se han alineado para ofrecernos una jornada realmente histórica. La tierra mojada, la abundante agua, el aire puro, y la luz… la luz que lo cubre todo, que lo ilumina todo, justo en las horas, casi minutos, previos al tránsito de la primavera al verano, de Géminis a Cáncer, signos de aire y agua respectivamente, justo de lo que estamos rodeados hoy. También de personal, que comienza a hacer acto de presencia, invitándonos a marchar, aunque con duelo, pero con agradecimiento.



            Tres horas y veinte minutos, justo lo que, luego vimos, nos costaría llegar al punto de arranque en la Pradera. El regreso, que estaba pensado hacerlo por la ruta normal, se adaptaría a un cambio de última hora, al paso por el desvío para la Faja de Canarellos, huyendo del gentío que nos íbamos cruzando. Al contrario, por este sendero, apenas unas pocas gentes de marcado perfil montañero vs turista. Hora y veinte hasta terminar la faja en el puente del barranco de Cotatuero, habiendo pasado por hayedos primero y bajo los roquedos después. Este barranco, quizá el de más aporte al río Arazas, no era ajeno al estado general del valle, con un impresionante caudal que salpicaba al paso por el puente. Naturaleza en estado puro. Enseguida nos incorporamos al sendero que va, o viene, según le dé, de la Faja de Racón, y más arriba, de las famosas clavijas de Cotatuero, y ya en franco descenso, en cincuenta minutos más nos incorporamos a la pista de Soaso y su GR 11, a la altura del peirón de la Virgen del Pilar, restando tan solo unos minutos hasta terminar esta preciosa ruta en el punto de arranque.







            Una preciosa ruta, como decimos, enriquecida por una gran presencia de agua como hacía mucho, mucho tiempo que no sucedía, y que ha venido a paliar una pertinaz sequía que auguraba un más seco verano. Hemos recorrido el valle de principio a fin, hemos disfrutado con sus cascadas, hemos discurrido junto al río, y también nos hemos aupado más de mil metros sobre él, recorriendo 18 km en 6 horas y 40 minutos, salvando un desnivel acumulado total de en torno a los 1300 m D+/-.


Bibliografía:

El Parque Nacional de Ordesa. Santiago Broto Aparicio. Editorial Everest (1969)

Ordesa. Luis Miguel Bajén y Chema Agustín. Prames (2022)

Web:

Senderos FAM 

Enjoy Zaragoza  

Wikipedia 

Wikiloc  

RAE 

IGN  

Geamap  

Hijo de la Tierra 

El Pirineo no se vende 





Las fotos siguen sin salir como a uno le gustaría

El track tampoco se ajusta a la realidad ni en el perfil ni en los desniveles



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