ESCALADA
Arista de los Murciélagos (D-)
Domingo, 29 de agosto de 2021
Ya hemos hablado en alguna ocasión de la tiranía de la inmediatez en los tiempos actuales, con su exigencia de resultados rápidos. Jean-Baptiste Poquelin, más conocido como Molière, actor y poeta, pero sobre todo dramaturgo, francés del siglo XVII, uno de los mejores de la historia, nos dejó dicho eso de: Los árboles que tardan en crecer llevan la mejor fruta, y es una reflexión que se puede aplicar a cualquier materia de la vida, al vino, a la cocina tradicional, a los grandes proyectos, a las amistades verdaderas… pero especialmente a las ilusiones, a los sueños, cocinados a fuego lento a la espera del mejor momento para ser digeridos en el mundo real, aunque no más que el de los propios sueños. O los persigues o te persiguen.
Ha habido que esperar pacientemente a que se diera esa conjunción de circunstancias que abriera las puertas del mundo onírico a este proyecto largamente acariciado. Finalmente se han alineado los astros para hacerlo posible. José, amigo de Jesús, el heredero menor, y este, han sido esos astros de la escalada quienes nos han acompañado, con sus artes, con su paciencia, con su saber estar, en la realización de esa ilusión que, lejos de arrinconarse en la mente, cada vez resurgía con más fuerza. La Arista de los Murciélagos, una clásica del valle del Aragón, ha estado algún tiempo en algunas personas, y lo sigue estando actualmente en otras, en ese almacén onírico dispuesta al afloramiento al mundo real, como también lo estaría en aquellos grandes precursores que fueron el gran Alberto Rabadá, Luis Alcalde, Manuel Ansón y Julián Vicente, los aperturistas que lo hicieron realidad un 22 de septiembre de 1962, tras haber pernoctado en el refugio de Santa Cristina (Montañeros de Aragón) de Candanchú, desde donde acometían el ascenso.
Todo un lujo e infinito agradecimiento el haber podido seguir sus pasos, aunque no se sabe muy bien si exactamente, ya que no hay un único itinerario, existiendo alguna variante, aunque sin perder la esencia de cabalgar por esa mítica cresta. La Arista de los Murciélagos al Aspe, es muy característica porque rompe el horizonte al este del macizo. Se la considera como una vía de escalada de D-, que correspondería a un IVº con pasos de Vº, y que salva un desnivel de unos 325 metros muy entretenidos, entre chimeneas, aristas, gendarmes y placas, un mundo de roca suelta a tramos, pero con gran adherencia, en el que hay que ir con el manual de contorsionista bien aprendido. Una vía que mantiene todavía aquellos primeros clavos de la escalada clásica, pero en la que hay que ir colocando elementos intermedios para asegurar bien la progresión.
Llegamos a
La Cleta, término de la carretera de
Aísa en su valle, antes que el reloj a las siete, y con las primeras luces comenzamos la aproximación, en principio por el itinerario normal de ascenso al
Aspe. Dejamos atrás el desvío de
El Chorrotal, y antes de llegar al cruce del
GR 11.1, nos desviamos a la derecha para incorporarnos a él durante un breve tramo, hasta que lo dejamos que vaya a su aire para acometer ya la subida al
Paso de la Garganta de Aísa, en un principio más llevadera pero que, al encajonarse, su inclinación la hace más cansina hasta llegar al collado, que da vista al
mundo Candanchú-Tortiellas. Se han salvado 850 metros de desnivel en dos horas justas. Estamos en una gran brecha, con el
Aspe al oeste y el
pico de la Garganta de Aísa al este, dos tremendos macizos que abruman solo de mirarlos, y que contemplamos mientras echamos un bocado y nos pertrechamos debidamente. Un
Aspe, de 2640 msnm, al que solo los 2670 msnm del
Bisaurín le hacen sombra hasta el Cantábrico, nos aguarda por una de las clásicas de esta zona.
A las nueve y media de una espléndida mañana, y sin aire, dejamos de emplear solo los pies para llegar hasta aquí, para darle juego, y mucho a las manos. La falta de experiencia en este tipo de actividades nos priva de soltura en la descripción de la ruta, pero podemos decir que el arranque te hace ponerte las pilas, porque aquello comienza ya empinado, con trepadicas molonas en las que tienes que ir tanteando, y mucho los puntos de tracción y apoyo. Los primeros largos se alternan con algún tramo más tumbado que se puede hacer en ensamble. Hay dos gendarmes muy remarcados en la arista, el llamado por Rabadá, Dondestastú, que exige destrepe o rápel, y el Dondestanestos a continuación, que también hay que rapelar hasta una cómoda brecha.
Por delante el gran muro de la ante cima, que admite alguna ligera variante, y que una vez superada nos espera la última sorpresa, que es destrepar unos pocos pasos para tomar el sendero que, como un paseo triunfal te sube ya a la cima del Aspe, tras haber estado cuatro horas cabalgando por la bonita arista, con grandes patios a ambos lados y en un espectacular ambiente de Alta Montaña, cumpliendo con creces todas las expectativas en una mañana con muy buena compañía y que ha ayudado a cumplir un viejo sueño. Realmente nos ha conquistado esta codiciada Arista de los Murciélagos, que se verá ya de distinta forma a partir de ahora. Cima del Aspe, en la que la euforia se entremezcla con el repaso de las montañas que la rodean, con un merecido descanso y un reponer fuerzas, que nos queda el largo descenso por la vía normal, y que se hace incómodo por el largo lapiaz que se atraviesa, pero que aun con todo hacemos en hora y tres cuartos.
Una actividad, que consideramos excepcional, realizada de la mano de dos grandes maestros, ha supuesto un tiempo total de 9h 20’, para recorrer 9,2 km, y salvar un desnivel acumulado de 1160 m D+/-.
Enhorabuena Chema.
ResponderEliminarSin duda una bonita actividad, cuando se va con gente preparada, todo resulta más sencillo.
Un saludo
Gracias, Eduardo. Por mi parte, de no ser así, imposible.
Eliminar