Las vistas que nos ofrecía el collado sobre el lado oeste, con el Agüerri, Costatiza y su valle intermedio, se completan con las de la cara norte, con las Arrallas en primer plano, el propio Secús, Castillo de Acher… Al fondo, rompiendo el horizonte, los grandes de Ansó, Mesa de los Tres Reyes, Petrachema y sus Agujas, Sobarcal, Mallo de Acherito, los Gamuetas, Gorretas, sin dejarnos Anie, Countendé, Billares… Y al oeste, la trilogía del Aspe, macizo de Collarada, y el resto de los Pirineos más cercanos. El horizonte sur está dominado por el Bisaurín, con su atractivo corredor Norte, y la prominente punta de Fetás, con el visible forao y su, no tan visible desde aquí, perenne depósito de nieve.
La gabacha en su sitio, asfixiando los valles, pero dejando respirar a las punteras. Tras un decidido amago por el puerto de Bernera, ha comprendido que no nos podía privar de las vistas hacia el barranco de los Castillones. Al norte, y de forma inmediata, sobre el terreno tenemos el Puntal de Secús Norte, más alineado con el cordal a recorrer. Descendemos cien metros para bajar a la collada del Bozo por una incipiente y empinada traza más bien hacia el este, para subir esta segunda cota. En las próximas cuatro horas y media, lo único que va a cambiar de las vistas a ambos lados es la perspectiva. Por delante, todo un desafiante cordal con prominencias no demasiado aparentes para subirlas. Veremos. De momento, todas por debajo de nuestra vista, sin embargo, hay que subir para alcanzarlas. Un verdadero rompe piernas.
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En el Puntal de Secús, con Bisaurín al fondo |
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En el Puntal de Secús Norte, con el Puntal y Bisaurín detrás |
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Fetás y Bisaurín |
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Puntal de Secús Oriental |
El primero que nos encontramos, también de la familia, es el Puntal de Secús Oriental, al que accedemos tras bajar otro cuello unos ochenta metros y subir otros cincuenta para alcanzarlo, bajo la atenta mirada de decenas de sarrios que ven amenazada su tranquilidad. Salimos del sector Secús para entrar en el de la Portaza, comenzando por bajar a su collada, tras la que nos encontramos unos enhiestos mallos que entendemos forman parte de las Puntas de la Portaza. El ancho segundo ya vamos viendo que tiene mala cara, pero con el primero sí que nos atrevemos. Accedemos a él tras una breve travesía de pasos delicados echando manos y superando una, también delicada chimenea muy descompuesta. La estancia arriba no es muy cómoda, foto, y para abajo por la misma chimenea, con tremendo cuidado por la cantidad de piedras que se desprenden.
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En el Mallo sin Nombre |
De nuevo una más larga travesía que hay que hacer con paciencia y cuidado, el patio es amplio, para llegar a la Brecha de Secús, esta sí, con paso de norte a sur… o viceversa. Otra chimenea, aunque más abierta y menos vertical, para ir subiendo al pico de la Portaza, y seguidamente a su hermano mayor, el Alto de la Portaza, con el ibón de Orna a nuestros pies por el norte, y Mistresa por el sur. Las nieblas se mecen a merced de los vientos, y en un acto de generosidad se abren para dejarnos ver la belleza del valle de Agua Tuerta, por donde plácidas y sinuosas discurren esas aguas del Aragón Subordán, recién nacidas en el barranco de la Roya, entre el propio pico de Secús, el Ñateras y Marcantón. Si echamos la vista atrás, podemos tomar perspectiva de todo lo que ya llevamos haciendo, pero aún queda… sí, aún queda lo suyo, aunque algo menos de la mitad de esta gran sierra.
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Ibón de Orna |
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Plana Mistresa |
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Valle de agua Tuerta |
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Pico de la Portaza |
La travesía siguiente vuelve a ser delicada, hasta llegar al más desafiante, a la Cúpula de Secús, que ya nos tiene en su radar desde hace tiempo y ve cómo nos acercamos con el ánimo de abordarla. Para ello hay que hacerlo por la puerta trasera, rodeándola por sus faldas, para subirla por otra pequeña pero delicada chimenea. La bajada por el mismo sitio, y luego seguir el cordal para llegar al collado y acometer el último arreón de la jornada, el Liouviella, ya que, a pesar de estar viéndolo toda la mañana por debajo de nosotros, ahora hay que subirlo, aunque se deja bien, no como otros, eso sí, la llegada se hace de rogar, porque se trata de una loma bastante tumbada, y hay que recorrerla hasta el final. Un final que deja otra cota escorada al norte, sin nombre en los mapas y con no muy buena pinta para acceder a ella, y como llevamos hoy ya muy buena ración, la dejamos ahí, aislada, como ella ha querido estar.
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Puerto de Bernera e ibón Biello |
EL DESCENSO Y REGRESO
El estar en el extremo oriental de la sierra permite asomarnos al valle de los Sarrios, otra maravilla fruto de la retirada de los glaciares. Volvemos sobre nuestros pasos unas decenas de metros hasta encontrar un sitio más viable para bajar hasta el nuevo trazado del GR 11 que, innecesariamente tomamos hacia la izquierda, pero solo hasta alcanzar el cercano puerto de Bernera, donde departimos con un grupo de veteranos montañeros del país vecino. Desde allí le hacemos la siempre grata visita al ibón Biello, en el circo y bajo el pico homónimos. Nos incorporamos al GR, que ya no abandonamos hasta Lizara, pasando por Mistresa, donde cerramos la circular, y recorriendo el más transitado ya sendero del barranco.
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Junto al ibón Biello |
Una ruta, no sin cierta dificultad, tanto por sus pasos como por su duración, que nos ha sorprendido muy gratamente a todos, y cuya travesía colgados por las alturas ha representado un auténtico disfrute sensorial. Un tránsito por lo más alto de esta sierra siempre presente en nuestras andanzas por estos lares, pero que nunca nos había dado por auparnos a ella, y que, como casi todo tiene solución, hoy se la hemos dado, quedando encantados, esperando que ella también lo esté, porque intuimos que no estará muy visitada.
La distancia no ha sido mucha, 15,8 km, pero al ser por un terreno muy entretenido, le hemos metido 9h 30’, salvando un desnivel acumulado de en torno a los 1450 m D+/-.
Bravo Chema. Reflejas muy bien lo que es la crestería, sin tapujos.
ResponderEliminarMuchas gracias, pero me gustaría saber quién me lo dice...
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