Estos días atrás, concretamente el 31 de mayo, ha hecho un año desde que Pili, Pilar Val, viera truncado su corto periplo a este lado de la vida. Junto con su padre, Fernando, y otros quince miembros más, entre los que con orgullo me encuentro, formamos parte del grupo que en el otoño de 2010 le dimos la vuelta al macizo de los Annapurnas, en el Himalaya de Nepal.
Nadie lo sabíamos, ella tampoco, pero no fue sola, no anduvo sola por esos empinados caminos e intrincados vericuetos. Un nuevo ser se iba formando en sus entrañas sintiendo lo que ella sentía, viendo lo que ella veía, respirando lo que ella respiraba, admirando lo que ella admiraba, viviendo, en definitiva, lo que ella vivía, y era mucho, porque su juventud no la gastaba en vano, no pasaba de puntillas por la vida, sino con compromiso, con pasión, con intensidad, con mucha intensidad, que contagiaba a los que en unos momentos u otros nos juntábamos con ella en esa gran cantidad de tiempos muertos que las largas caminatas permitían.
Una grave complicación en el alumbramiento se la llevó al otro lado, dejándonos su eterna sonrisa en el rostro de Itzar, esa hermosa niña que hoy vemos de la mano de Iker, su padre, o de Fernando, su abuelo, por las calles de Jaca.
Indudablemente, ahora tendrá otra visión de las montañas. Indudablemente, allí estará, junto a sus sueños.
Nadie lo sabíamos, ella tampoco, pero no fue sola, no anduvo sola por esos empinados caminos e intrincados vericuetos. Un nuevo ser se iba formando en sus entrañas sintiendo lo que ella sentía, viendo lo que ella veía, respirando lo que ella respiraba, admirando lo que ella admiraba, viviendo, en definitiva, lo que ella vivía, y era mucho, porque su juventud no la gastaba en vano, no pasaba de puntillas por la vida, sino con compromiso, con pasión, con intensidad, con mucha intensidad, que contagiaba a los que en unos momentos u otros nos juntábamos con ella en esa gran cantidad de tiempos muertos que las largas caminatas permitían.
Una grave complicación en el alumbramiento se la llevó al otro lado, dejándonos su eterna sonrisa en el rostro de Itzar, esa hermosa niña que hoy vemos de la mano de Iker, su padre, o de Fernando, su abuelo, por las calles de Jaca.
Indudablemente, ahora tendrá otra visión de las montañas. Indudablemente, allí estará, junto a sus sueños.
qué tremendo pobrecilla¡, parecía encantadora.
ResponderEliminarSeguramente algún error de cálculo se le cruzó por el camino.
Como podréis comprender algunos, no ha pasado ni un sólo día que no me haya acordado de esta maravillosa criatura. He viajado mucho, muchísimo y pocas veces he encontrado un compañero como Pilar, para mí era el apoyo perfecto cuando te encontrabas a miles de km de distancia de tu guarida. Sabía infundir un positivismo como nadie ante cualquier adversidad y aunque a veces controvertida su espíritu siempre inundará los siguientes viajes y experiencias que tenga a lo largo de este maltrecho pero aún bello planeta.
EliminarViva por siempre en nuestros corazones el espíritu que ella llevaba consigo. Gracias Chema por haberte acordado.
Luis
Efectivamente, tuvimos la enorme suerte de poder conocerla y aprender de ella. Una parte sigue con nosotros.
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