AQUERAS MONTAÑASPequeño Astazu (3015 m)Gran Astazu (3071 m)Jueves, 30 de julio de 2020
Dogen Zenji, maestro Zen del siglo XIII, y fundador de la Escuela Soto, la mayor del budismo japonés, a lo largo de más de
veinte de sus cincuenta y tres años de vida, dejó un legado contenido en casi
100 libros, en los que recogía sus reflexiones y recomendaciones para una
correcta vida monacal zen. Traemos hoy una de sus numerosas frases: “La mente no es otra cosa que montañas y
ríos y la amplia tierra, el sol, la luna y las estrellas”. Y nos recuerda
esa otra de Hermes Trismegisto,
creador y precursor del hermetismo, que
nos dejó en su Tabla Esmeralda: “Lo que es arriba es abajo, y lo que es
abajo es arriba”. Y así es, porque la estructura del universo está en
nuestro interior, y a través de nuestra mente podemos tener acceso a ella,
aunque sea de forma inconsciente. Si nos pasamos el tiempo pensando en cosas
banales, hablando de cosas banales, deseando cosas banales, seremos arrastrados
hacia la banalidad. Sin embargo, si pensamos en asuntos más sustanciales, si
los sentimos, si hablamos de ello, si nos dirigimos a ello, estaremos
enriqueciéndonos.
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Hacia lo grande |
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Grandes espacios para expandir nuestra mirada y nuestra mente |
Y como se trata de eso, de
enriquecernos, permanentemente estamos buscando en nuestra mente la forma de
hacerlo, y en ese ejercicio, son las montañas las que ocupan gran parte de
nuestro tiempo y espacio, porque son ellas las que nos elevan, y no solamente
de forma presencial. Son ellas las que nos conquistan, permitiendo que
contemplemos la vida desde las alturas. Son ellas las que hacen que elevemos
nuestra conciencia y nos observemos allí abajo, en el valle, esperando que nos
alumbre el sol y viéndolo desaparecer a media tarde, cuando aquí arriba, tanto el físico como el psíquico, luce
muchas más horas, y con ese enriquecimiento bajamos de nuevo al valle, al
espacio mundano… aunque más protegidos.
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Espuguettes, el pueblo de Gavarnie en el fondo del valle y el nevado Vignemale |
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Lago Helado de Marboré y brecha Tucarroya |
Hay montañas cercanas y montañas
lejanas. Las hay fáciles de subir y otras no tanto. Las hay más amigables y
otras más duras. Hoy hemos elegido unas en las que se combinan varios de esos
factores. Por una vertiente están más cercanas, pero son más altivas; y por la
otra son más accesibles, pero están más lejanas. Por el primero de los lados,
la cara norte, se asoman de forma altiva al espacio Espuguettes, que rinde al bellísimo y majestuoso circo de Gavarnie; y por la sur a los
inmensos espacios de Marboré, con su
lago Helado y su vasta morrena,
testigo de un pasado glaciar que conformó el valle de Pineta, de donde partimos hoy para dejarnos conquistar por
los lejanos Astazus.
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En el Cul de Pineta, listos pata partir |
LA LARGA APROXIMACIÓN
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En elpuente, sobre las primeras aguas del Cinca |
Una aproximación que, si se nos
permite comenzaba con la salida en rodantes de Jaca a las cinco de la mañana.
Dos horas para llegar al Cul de Pineta, entendiendo como tal
la parte baja del gran circo que forma este valle de origen glaciar. Al filo de
las siete, pues, comenzamos plácidamente subiendo por la pista, pensando que
vamos a tardar entre 9 y 10 horas en volver cansados, pero más plácidamente
todavía. En poco menos de media hora, nos dejamos mecer por los aires y la
proximidad de las aguas de un recién nacido río Cinca, que con prisas pasan por debajo de un puente despeñadas
unas cuantas decenas de metros tras haber salido del útero. Nos introducimos en
el sendero, que de forma seria nos va a ir subiendo y subiendo… ¿hemos dicho
subiendo? Pues sí, y mucho. Vamos
dejando atrás varios desvíos, el de los llanos
de Lalarri a la derecha, el de la faja
Tormosa a la izquierda, y el del puerto
de la Lera y Estaubé a la
derecha de nuevo.
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Último paredón a superar para llegar al Balcón de Pineta |
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Valle de Pineta, desde el balcón |
Dejamos a la izquierda los
grandes paredones y nos incorporamos a las interminables zetas del camino,
hasta alcanzar el Balcón de Pineta,
un lugar privilegiado desde donde se puede contemplar el valle de Pineta en
todo su esplendor, una ancha cuenca en forma de “U” que las épocas glaciares
han sabido crear. Casi tres horas hasta aquí merecen respiro, bocado y trago.
También las curvas de nivel nos dan ese respiro, al menos hasta el Lago Helado de Marboré, que no recordamos haberlo visto nunca sin banquisas de hielo… mantendremos el nombre, al menos. Casi media
hora por unos muy amplios escenarios, bajo la atenta mirada del lánguido
glaciar de Monte Perdido.
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En el Balcón de Pineta, con el telón de fondo del glaciar de Monte Perdido y el Cilindro de Marboré |
LAS ASCENSIONES
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En el Lago Helado de Marboré, con la brecha de Tucarroya al fondo |
Alcanzamos el ibón, con su
característica Brecha de Tucarroya
enfrente, que hace un tajo entre el pico homónimo y el de Pineta. Seguimos
hacia nuestros objetivos. Hora y veinte minutos para recorrer la zona kárstica
junto a la inmensa morrena que ha dejado el glaciar al retirarse, y ascender
hasta el collado de Astazus. Una morrena que nos recordaba nuestro tránsito por
el glaciar del Baltoro, con la
diferencia de que lo que aquí ha sido poco más de una hora, allí fueron dos
semanas, y con el glaciar por debajo de los derrubios, algo que aquí ha
desaparecido.
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Circo de Gavarnie |
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En el Pequeño Astazu |
El asome a este collado nos da
vista al mencionado espacio Espuguettes, con su refugio, y al grandioso circo
de Gavarnie, bajo los enormes paredones que forma el mundo Marboré. El ascenso
a esta primera cota, el pequeño de los Astazus, es cómodo, llegando en un pis
pas. Nos ofrece lo mismo, o un poco más, que el collado, unas vistas
impresionantes sobre el valle francés, incluida su población, que sabe mucho de
los precursores pirineístas y sus andanzas por estas montañas. Nos llegamos
hasta el final de la arista para valorar el paso al Gran Astazu, y parece que no le gusta que lo miremos por encima del
hombro, de modo que optamos por ceder y bajar hasta las proximidades del
collado, para dirigirnos hacia su base y subir al collado Swan, que alcanzamos por terreno poco consistente en 15
minutos, seguido de bonito cresteo en
otros 25.
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Descendiendo del pequeño |
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El Vignemale |
La cima de esta montaña, aunque
algo ancha, es una enorme quilla lanzada a más de tres mil metros sobre el nivel
del mar, desde donde ella sabrá, pero desde luego, desde algún lugar de las profundidades de
esos mares, y que se nos muestra como una enorme ralla, exponiendo sus estratos con sumo orgullo. Nos sentimos
pequeños ante la idea de los enormes movimientos orogénicos que han logrado
todo ello, y que han hecho posible que estemos, millones de años después,
subidos a lomos de esta singular montaña, admirando, además, los vestigios
de esas épocas glaciares, de hace menos tiempo, apenas unos segundos comparado
con las primeras, en las que los hielos cubrían y modelaban todo cuanto vemos,
y que se han quedado reducidos al agónico glaciar de Monte Perdido, que adorna
la cara norte de la tercera cumbre pirenaica.
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El Gran Astazu, desde el collado Swan |
EL DESCENSO
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Lago Helado de Marboré, Norte del Perdido y del Cilindro de Marboré |
La bajada se hace inminente. Vamos
buscando alguna vira para tratar de escorarnos a nuestra izquierda, con el fin
de ir recortando terreno. Como una hora hasta el lago, y otra más hasta el Balcón
de Pineta. Dejamos atrás todo este terreno caótico, pero en continuo
movimiento, aunque imperceptible ante nuestra mirada y nuestra mente. Última
mirada, y pensamiento también, a los grandes macizos que presiden este gran
espacio, porque hemos de dirigirlos hacia nuestros siguientes pasos, que han de
discurrir por las interminables zetas para descender de este bello lugar, al
que le hemos metido tres horas para subir y dos para bajar.
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El viejo Astazu |
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Últimas zetas para el Balcón de Pineta |
El calor aprieta en la bajada, y
la llegada al bosque se hace de rogar. Pronto a la cómoda pista, que se coge
con agrado después de más de diez horas de pateo. Como pensábamos en los
comienzos del ascenso, el tránsito hasta los vehículos es un auténtico paseo
triunfal, llegando cargados de muy buenas sensaciones, aportadas por habernos
dejado conquistar por unas montañas de altura, ubicadas en lo más profundo de
un circo otrora habitado por los hielos eternos… hasta no hace mucho tiempo.
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El Lago Helado de Marboré y su vieja presa |
Ha sido una larga e intensa
jornada de Alta Montaña, por uno de los sectores del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, a la que le hemos
dedicado 10h 40’ de tiempo total, del que 7h 20’ han sido en movimiento, para
recorrer 20,2 km, y salvar un desnivel acumulado total de 1875 metros D+/-… así,
resumido en cuatro líneas. Y quince horas de puerta a puerta, que también cuenta.
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