lunes, 3 de agosto de 2020

Ibón de Ip, de cuerpo turquesa y alma serena



IXOS MONS
Ibón de Ip (2115 m)
Domingo, 2 de agosto de 2020



            Acostumbramos a decir que un río nunca es igual, porque siempre lleva distinta agua, o que un paisaje tampoco lo es, porque tiene distinta luz. Lo mismo se puede decir de un paraje, que por mucho que lo visitemos, siempre nos recibe de modo distinto. No sé, será su luz, será su ambiente, será su carga de energía, tan volátil siempre… también somos cada uno, que no siempre estamos igual. Y es agradable ver como escritores de la talla de Marcel Proust, que transitó en la Francia de los siglos XIX y XX, nos lo dejó en esta frase: “El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos”. Es lo que nos ocurre al llegar a lugares recónditos y llenos de belleza como el ibón de Ip, siempre igual, siempre distinto. Más de una docena de veces visitado, pero siempre nuevo, siempre sorprendente, siempre como la primera vez. ¿Será el ibón? ¿Será el entorno? ¿Será el ambiente, la compañía? ¿Será uno mismo? El caso es que de nuevo, aquí estamos, para disfrutar de la novedad.

Por el camino de la Besera

Progresando por el bosque
            Con seis miembros de Andarines del Club Atletismo Jaca, comenzamos una nueva salida a la montaña, abrimos un nuevo capítulo de esta nuestra relación con la montaña. Relación estrecha, entrañable, de mutua confianza. Puente de Arriba de Canfranc. Siete y media de la mañana, una mañana fresca, de ello se encarga la gabacha que ha inundado los valles abiertos al norte, y que deja pasar el frío viento, pero nosotros a lo nuestro. Al abrigo del bosque y de las primeras rampas, pronto nos ponemos a tono. Al cabo de media hora dejamos a la derecha el desvío para el ascenso a Collarada por la vía Russell, un tanto picantona para acceder a la joya de la corona de este extraordinario macizo a cuyo seno pretendemos llegar hoy.

Cabaña en los campos de la Besera

Un alto en el camino
            La frondosidad del bosque impide ver nuestra  progresión, pero no dura mucho, porque en otra media hora nos permite apreciar que ya estamos metidos en el ancho y profundo barranco, de cuyas dimensiones nos da una idea los grandes paredones de enfrente, por encima de los cuales discurre el sendero de la solana. Pasamos por los campos de la Besera, custodiados por esa cabaña de cúpula circular, y proseguimos la marcha con un ascenso cuándo tendido, cuándo más pendiente, lo que nos permite ir tomando perspectiva sobre las montañas del otro lado del valle del Aragón, Rigüelo, Mallos de Lecherines, el propio Lecherín

Paredones que sostienen el camino de la Solana

Junto a las majadas
            En menos de dos horas y media cruzamos el barranco y nos aupamos al terreno de las majadas, y en poco más alcanzamos la cuenca en la que ese gran ser de cuerpo turquesa y alma serena nos ofrece todo de sí mismo, nos hace partícipes de su frescura, nos deja fundirnos con su entorno, en el que nos integramos. Un entorno habitado por grandes cumbres de esta corona abierta al oeste para el desagüe de sus aguas, que rinden al Aragón. En el flanco norte tenemos la Moleta, las Tronqueras y la Pala de Ip, con sus dos cumbres. Por el este cierra el circo Punta Escarra, el Hombro de Escarra, los Campaniles de Ip, la Punta del Águila, la Pala de Alcañiz o Pico Bucuesa y los desafiantes Cuchillares. Y por el sur, Somolas, Peña Nevera, Pico del Fraile, Collaradeta, y la madre de todos, Collarada y sus Campaniles. Aunque no todos se asoman para reflejarse en las turquesas aguas, a todos les gustaría hacerlo.

Collarada, y al fondo los Cuchillares

A orillas del ibón
            Y como a nosotros también nos gustaría, no nos cuesta nada acercarnos a sus orillas, y con gran respeto para no profanar lo sagrado del momento y del lugar, disfrutamos de la cercanía de sus aguas y de un bocado, observando los brillos de la superficie, algo que nos lleva como tres cuartos de hora, al cabo de los cuales emprendemos el regreso. Y lo hacemos desandando los últimos compases para tomar la pista, que altiva discurre tomando perspectiva sobre el barranco, y que abrazados a la curva de nivel de los dos mil metros, tardamos casi una hora en recorrer. Una pista que sirvió en su momento para transportar toda la maquinaria que hizo posible la contención de las aguas del ibón y la construcción de toda la infraestructura para el aprovechamiento de las mismas, y que fue subida a piezas desde Canfranc Estación por el Carretón que acompaña a la tubería.

En un momento del tránsito por la pista

Sierra de la Magdalena, Rigüelo, Mallos de Lecherines,
Lecherín, Tortiellas, Borreguil de la Cuca, Pico del Águila
            Pues aquí estamos ahora, en el terminal superior de ese carretón, a más de ochocientos metros en vertical sobre la población, y que hemos de salvar a través de las interminables y juguetonas curvas. Pero antes, nos permitimos unos minutos para disfrutar de las vistas que se nos ofrecen sobre los grandes espacios, tanto sobre el valle del Aragón, como sobre el barranco de Ip, unos metros más abajo. Después de esa expansión de la vista y del alma no queda más que asumir la decisión de bajar ya sin la menor dilación, concentrándose los primeros compases en el empinado terreno, que nos brinda alguna ayuda en forma de grapas para poderlo salvar.

En un asome sobre el barranco de Ip

En pleno descenso
            Al cabo de una hora, una oquedad en la roca nos permite cambiar de margen sobre la tubería y las vías del carretón, y en otra media hora más alcanzamos la pista del Paseo de los Melancólicos, que en cinco minutos, pasando por ese búnker de la “Línea P” habilitado para visitas, llegamos a la central. Forzamos la marcha para pasar esos cientos de metros junto al nudo carretero, y alcanzar el túnel y su posterior descenso a la base de la presa del pequeño embalse. Nos integramos en el agradable tramo del Camino de Santiago, cuyo tránsito por el bosque recorremos en poco más de media hora hasta el punto de partida, a donde llegamos antes de las dos y media.

Corredor de los Militares, entre Collarada y sus Campaniles

            Menos de siete horas, por tanto, de tiempo total, del que en torno a cinco han sido en movimiento, para recorrer 18 kilómetros y salvar un desnivel acumulado total de 1240 metros D+/-, en una mañana que nos ha ofrecido lo mejor de sí misma, y que lo hemos sabido aprovechar en buena compañía.


Las fotos y el track

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