AQUERAS MONTAÑAS
Liena de la Garganta (2599 m)Liena del Bozo (2566 m)
Domingo, 16 de agosto de 2020
“Y allí arriba, en la soledad de la cumbre, entre los enhiestos y duros
peñascos, un silencio divino, un silencio recreador. Silencio al fin y al cabo”.
Pico Garganta de Aísa, Sombrero, Mallos de Lecherines y Rigüelo, que también participan del circo de Aísa; y en medio de ellos el pico Lecherín, algo más retirado |
Esta frase del controvertido Miguel de Unamuno nos viene al pelo
para iniciar el recorrido de hoy, porque cumple todos y cada uno de sus términos.
Hemos pasado entre duros y enhiestos peñascos para llegar allí arriba, a cumbres
solitarias, que hemos compartido con un silencio divino y recreador. Porque
hemos dejado a un lado la cumbre principal, más codiciada, más visitada, más
masificada, para dar culto a las secundarias, pero por eso no menos
importantes, buscando en ellas esa soledad, esa divinidad recreadora, ese
silencio, al fin y al cabo. Hoy hemos dejado al Aspe disponible para el visitante, y como nos consideramos de casa,
hemos acompañado en su soledad a las Lienas,
de la Garganta y del Bozo que, con algo menos de altitud, se
yerguen cerrando el circo de Aísa.
Una más amplia panorámica, que acoge a la Peña Mediodía, Ruabe Bernera y O l'Ibón, a la izquierda |
Pico de Aspe, desde la Liena de la Garganta |
De nuevo en la Cleta, al final de la carretera
de Aísa que sube hasta su circo. De nuevo en estos bellos parajes para
dejarnos conquistar por sus montañas. Unas montañas que altivas se alzan sobre
el paisaje, pero que si las tratas, si las recorres, si acaricias sus lomas, si
te adhieres a sus paredes, si entras en su juego, se les bajan los humos y te
acogen con su corazón puro y limpio. Hoy visitamos de nuevo estas montañas,
pero de una forma diferente, porque si siempre lo habíamos hecho de forma
individual, hoy el corazón de ambas ha estado más cerca, porque con el nuestro
lo hemos unido en uno solo. Liena de la Garganta,
por su flanco este, para bajar por una escurridiza chimenea hasta la brecha Wallon. Liena del Bozo, también por su flanco este, para bajar por el mismo
y continuar por ese pequeño valle colgado donde conviven las calizas y las
areniscas en perfecta armonía.
Con Juan y Miguel iniciamos nuestra particular singladura |
APROXIMACIÓN Y PRIMERA ASCENSIÓN
El inevitable embudo se torna más cercano desde el abrevadero |
Tomamos el sendero que sube a la
normal del Aspe. Dejamos atrás el desvío a la surgencia de El Chorrotal, cruzamos el GR 11.1, nos topamos con un
seco abrevadero, y enseguida saludamos a un gran peñasco, por el que vamos a
aparecer a la vuelta. Ese gran embudo entre el mallo Peñarueba y las
estribaciones del Aspe, nos tenía echado el ojo desde nuestros primeros pasos. Pues
aquí estamos, tras una hora desde el comienzo. Con paciencia lo vamos subiendo
para llegar a la antesala de ese misterioso mundo del karst, con sus tramposas
formaciones, pero mágicas al fin y al cabo.
El infinito mundo del karst |
Miguel superando la pequeña trepada |
Nada más entrar, nuestros caminos
se dividen. Los del Aspe, porque no hay solo uno, discurren por la derecha. El
nuestro toma una deriva hacia la izquierda, para ir en busca de las visibles areniscas,
y que al llegar a ellas gira bruscamente hacia poniente en una larga travesía
horizontal, en la que, las piedras rojizas dan paso al canchal. Todo ello nos
conduce a una corta chimenea que obliga a echar manos. Giro brusco hacia el norte,
y en media hora, cuando con traza de sendero, cuando con hitos, se llega a lo más
alto de esta Liana de la Garganta, descubriendo unos espacios infinitos hacia
el norte. A nuestros pies, Esper,
ese bajante de todo el macizo, que vierte en el país vecino. Al término de este
ancho barranco, una Chorrota del Aspe
duerme bajo la gabacha.
Bajante de Esper, con la Chorrota de Aspe inmersa en las nieblas |
Mientras vemos agolparse gente y
más gente en la cima del vecino Aspe, disfrutamos de la soledad de esta montaña,
sin dejar de echar el ojo a la otra vecina, la Liena del Bozo, que ya espera
nuestra llegada. Tanto en una como en otras, las nieblas que hemos dejado en el
fondo de los valles, con gran envidia van subiendo más etéreamente que
nosotros, hasta estas cumbres, que no las dejan fijarse para mayor disfrute
nuestro.
Desde la Liena de la Garganta, macizo de la Liena del Bozo, con su sinclinal |
En la cumbre de la Liena de la Garganta |
LA TRAVESÍA Y SEGUNDA ASCENSIÓN
Delicado tramo de hierba antes de entrar en la chimenea |
El descenso se toma por su lado norte,
para ir virando enseguida hacia poniente. En poco tiempo el arrime a la cornisa
te va llevando hacia el bajante. De nuevo giro hacia el norte, para situarnos
al comienzo de una pequeña mancha herbosa, que hay que atravesar con sumo
cuidado y lo más pegado posible a la pared, porque es muy expuesta. Antes de
hacerlo, su desagüe natural se traga la mirada en un descenso aparentemente
imposible, pero conforme se va cruzando ese tramo de hierba, se van apareciendo
las posibilidades de hacerlo. Es una chimenea muy inclinada, más amiga de ser
subida, y que hay que destrepar con
cuidado, tanteando bien los apoyos de pies y manos.
La chimenea que nos engulle |
Pequeño sarrio en busca de sus progenitores |
Una vez liberados de la tensión
del momento, nos recreamos en los movimientos de un pequeño sarrio que ágilmente
va en busca de sus progenitores, que no le quitan ojo de encima desde un
altozano. Respetamos sus tiempos y tomamos el camino que, por canchal, nos va
bajando hasta la brecha Wallon. Otro punto emblemático de la ruta, porque desde
él se puede optar por continuar el descenso o alzarse hasta la Liena del Bozo,
que es lo que decidimos tras un breve titubeo que no dejamos crecer.
Brecha Wallon |
Comienzo del ascenso a la Liena del Bozo |
Un cuarto de hora empleamos en ir
aproximándonos hasta la roca del propio macizo, y poco más de media hora más en
llegar a cumbre, atravesando variados tramos empinados, en los que hay que
echar manos en alguno de ellos. Una vez arriba, es fácil intercambiar la mirada
que desde la montaña anterior teníamos sobre esta, creando así ese vínculo
afectivo que une estos dos grandes macizos con nuestra propia voluntad de
hacerlo. Desde aquí, las vistas no son muy diferentes, pero sí toman otra
perspectiva, al menos sobre el barranco
de Igüer y los cercanos Peña Mediodía,
Bernera y Bisaurín.
Espectacular valle colgado entre la Peña Mediodía y la Ruabe Bernera con el Bernera al fondo, y encima el Bisaurín y el Puntal de Secús |
EL DESCENSO
Desde la Liena del Bozo, la de la Garganta, y detrás el Aspe |
Por el mismo trazado realizamos
el descenso hasta la brecha Wallon, para continuar por el fondo de este pequeño
valle colgado, hasta su mismo desagüe, donde da comienzo un canchal en el que
la pérdida de desnivel se hace más fácil que cómoda, llegando finalmente a
terreno herboso, dejando atrás ese tirano mundo mineral. En breves se llega a
esa gran peña que hemos nombrado al comienzo, donde damos por cerrada la
circular, desandando desde aquí el camino de subida. Abrevadero, cruce de GR
11.1, desvío de El Chorrotal y cruce del recién nacido Estarrún, y que
sobrevive a duras penas.
La incómoda pedrera, con la vista puesta en el más cómodo manto herboso |
La unión de estas dos montañas, y
el disfrute de su soledad, han dado como resultado una extraordinaria jornada, a
la que le hemos dedicado 7h 30’ de tiempo total, del que 4h 10’ han sido en
movimiento, para recorrer 10,8 km, con un desnivel acumulado total de 1415 m D+/-
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