Cayetano Enríquez de Salamanca, en su libro Por el Pirineo Aragonés, rutas del Sobrarbe y La Ribagorza (editado por el propio autor en 1974), recogía unas palabras de Mallada referidas al valle de Benasque, con las que no podemos por menos que estar de acuerdo: “… la sección central del valle no cede en belleza y frondosidad a los mejores sitios de Tena y Gistáin…”, añadiendo de su cosecha que “… en efecto, el valle, por esta parte, tiene características propiamente suizas”.
Y, desde luego, las tiene. Solo hay que dejar el fondo del valle y auparse a cualquiera de sus atalayas. Y una de ellas, privilegiada, sin duda, es esta impresionante sierra que divide, o une, según se mire, las dos comarcas del norte de Huesca más orientales, la de Sobrarbe y la de La Ribagorza. La sierra de Chía cubre una enorme extensión que se reparte en cuatro municipios, Plan y San Juan de Plan, en la primera, y Seira y el propio Chía en la segunda. Omnipresente, se deja ver por los cuatro costados, y a gran distancia. Hoy nos hemos propuesto recorrer una buena parte de ella por su extremo norte, desde la pista que llega al puerto de Sahún hasta el pico de la Brecha, pasando por las faldas del cerro Marradeta y por el pico Cazanía, más conocido como Cabo Pientes, donde confluyen los cuatros términos municipales mencionados.
Salimos, pues, de enfrente al desvío para la entrada al refugio de Marradetas, muy próximo al collado de Sahún, tras haber recorrido 13 km de pista desde Plan, en buen estado. Justo enfrente de la entrada al refugio, en una curva de la pista sale el camino, que de principio no se muestra muy amigable por la cantidad de piedras sueltas que lleva, pero pronto se vuelve sendero que entra en el bosque, volviéndose más amable. A los veinte minutos se sale del arbolado, continuando por terreno de tasca, y ya se nos ofrece a la vista el primer objetivo, el Cabo Pientes, que alcanzamos en algo más de media hora, de modo que una hora desde el arranque. La panorámica a los cuatro costados es realmente impactante. No solo sobre los dos grandes valles que se alza este cordal, Gistaín/Chistau y Benasque/Benás, sino sobre una parte importante de las montañas que se alzan en sus entornos.
Por un lado, a poniente, otro de los grandes macizos con personalidad propia, el de Cotiella. Al sur, la montaña mágica por excelencia, el Turbón. Al norte tenemos los Eristes, sobre los ibones de Barbarisa, que no se ven, pero sí lo hace el barranco Surri, por el que desaguan. Más hacia levante el grandioso cordal de Maladetas-Aneto; y a nuestros pies el enorme valle glaciar de Benasque. Es en este monte, pico Cazarías, o más conocido como Cabo Pientes, donde se pueden apreciar restos de lo que fueron trincheras de la guerra civil. Encontramos en la red de redes: “La posición ocupada por fuerzas de la 102 BM del Ejército Popular de la República era privilegiada, ya que dominaba las dos vertientes de la cresta entre Cerro Marradetas y Cabo Pientes: a un lado el acceso desde el valle del Ésera, al otro lado la vaguada de Barbaruens, y detrás el valle del Cinqueta”. La 43 División Republicana resistía hasta agotar la munición, siendo conquistado el puesto por las tropas rebeldes, en la primavera de 1938, dando inicio al amargo episodio conocido como “La Bolsa de Bielsa”.
Momentos amargos de nuestra historia cercana que han quedado inscritos en el espíritu de estas montañas, y que trataremos de soslayar para continuar disfrutando de nuestra ruta. Seguimos por pastizal, en un ligero descenso muy cercanos a la cornisa, que cae sobre las interminables faldas orientales de este gran macizo. Tras culminar otra pequeña cota, nos dirigimos ya hacia el roquedo, donde se queda atrás la tasca para comenzar la subida por sendero de piedras, para dar comienzo, tras un abrigo, a la cresta, por la que circulamos con sumo cuidado y que nos lleva hasta el pico de la Brecha que, con sus 2452 msnm es el techo de nuestra ruta de hoy, porque lo que nos encontramos es eso, una brecha que, para continuar hasta el pico de Chía, se nos antoja que se precisaría de material técnico, del que no disponemos, sobre todo para volver.
Pues hasta aquí hemos llegado. El aislamiento de las grandes montañas, que permite los grandes espacios entre ellas y nosotros, nos facilita unas excepcionales vistas sobre cada uno de los 360º, y que nos hacen contener la respiración mientras las contemplamos. Pero hay que seguir respirando, y con dolor de corazón regresar por donde hemos venido. Cuidado con la cresta, terminar el roquedo y bajar a la tasca, para volver a subir al Cabo Pientes y despedirnos ya del extraordinario regalo que nos ha dado la jornada, pero aún queda disfrutar de lo que queda de descenso. Por el pastizal primero y por el bosque después, hasta llegar al punto de inicio, en una ruta para visitar a uno de los grandes, largamente anhelado, y que hoy, por fin, hemos podido tratar de tú con el máximo respeto.
Una vuelta por el siempre placentero collado de Sahún, nos invita a acercarnos a contemplar los crómlech, que permanecen como testigos de la presencia humana en el Neolítico.
Una ruta, al menos hasta el inicio del roquedo, apta para todos los públicos, y a la que le hemos dedicado 3 horas, recorriendo 5,7 km y salvado un desnivel acumulado en torno a los 510 m D+/-.
Bibliografía:
Por el Pirineo Aragonés, rutas del Sobrarbe y La Ribagorza. Cayetano Enríquez de Salamanca. El propio autor (1974)
Webs:
Fotoscarlosky
Hijo de la Tierra
Las fotos y el track
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