martes, 13 de julio de 2021

Quince años del Gasherbrum II. Parte 3 Regreso por el Gondogoro

AQUERAS MONTAÑAS
GASHERBRUM II
Parte 3
Regreso por el Gondogoro
Del 9 al 26 de julio de 2006

            “Signo de verticalidad, puente entre lo bajo y lo alto, la función de la montaña consiste en comunicar las dimensiones terrestre y celeste”.

Marie-Madeleine Davy – Historiadora y filósofa francesa


D-09.07 (día 16) CB GASHERBRUM (5200 m) – ALÍ CAMP (5000 m) // 10h. 30’

Salida del Campo Base

            Este día del redondo cumpleaños tendría que coincidir con el segundo de descanso en el Campo Base, pero los planes han cambiado, porque parece que se agota el buen tiempo y se quiere ganar uno para el paso por el Gondogoro. El desayuno tampoco es como los otros, este también es el último, y con cántico final, me oigo el cumpleaños feliz. Comienzan las emociones en otro día cargado de ellas. Los petates preparados para que se hagan cargo de ellos los sufridos porteadores, las mochilas dispuestas a ser cargadas en nuestras, también sufridas, espaldas, y abrigados porque hace frío, tenemos que partir, tenemos que dejar una parte de nuestras vidas de estos últimos días. Las caras lo dicen todo, las miradas lo dicen todo. No hace falta, pero hay quien media alguna palabra, engancharte al cuello de todos, sin ser capaz de articularlas es algo que no me había ocurrido jamás. Únicamente consigo, casi sólo por señas, decirle a Kiko que le dejo el cachirulo para que lo pase por la cima. Me dice que allí lo subirá junto con su asturiano.


            La salida es a las 6:30, y a los pocos minutos parada obligada por al lado de la placa. De nuevo emoción sobre emoción. Fotos, abrazos y últimas miradas a donde hemos dejado a nuestros compañeros. Comienza nuestro regreso, no hay más remedio. Hasta que no salimos de los Abruzzos y enderezamos el Alto Baltoro hacia Concordia, nadie dice nada, ni una palabra, ni un murmullo, todo es silencio, el cargado y denso ambiente se puede cortar. Alrededor de las 8 de la mañana perdemos de vista del GI, y se vuelve a producir otro momento de los que te anudan la garganta. Esposa e hijo de Manuel, como si quisieran verlo por última vez, echan la última mirada hacia su enorme gélido y pétreo sarcófago y se funden en un silencioso pero elocuente abrazo.


            Volvemos al glaciar del Baltoro Alto para cruzarlo al otro lado. Es el tramo más espectacular hasta ahora, nos lleva casi 5 horas cruzar los tres tramos de glaciar intercalados por otros dos de detritus. Nunca antes hemos ido tanto tiempo sólo por hielo, subiendo y bajando ingentes masas de este elemento, con pasos verdaderamente arriesgados, hasta para los porteadores. Algo antes de la 1 nos encaramamos sobre la morrena lateral izquierda y junto a unos ibones hacemos un descanso y echamos un bocado. Son 6 horas y media las que llevamos ya andando, y por camino no siempre fácil. Otra jornada ya habríamos llegado o estaríamos haciéndolo, pero ésta, me da que es la más dura y espectacular de las vividas hasta ahora. Tenemos enfrente a la gigantesca pirámide que es el K2, el Broad Peak, y el cuarto de la saga de los Gasherbrum, tenemos enfrente a Concordia, ese inmenso lugar que hace de distribuidor para dirigirse a infinitos y recónditos lugares.





            Tenemos que acometer el cambio de valle, y el camino no es fácil. Para el tránsito del Baltoro al Vigne Ali lo primero que viene es una vertiginosa bajada. Tras salvar unas espectaculares rampas hacia arriba y hacia abajo, por el fondo de todo este caos, hasta las 14:30 no se puede decir que estamos ya plenamente en este enorme glaciar que tenemos que recorrer hasta el final. Es más pequeño que el del Baltoro y plano, aunque se antoja más peligroso. De cualquier modo, entramos en él por su parte derecha y tenemos que llegar hasta la parte izquierda de su cabecera. Con frecuencia tenemos que ir cruzando cursos de agua con sumo cuidado, hasta el punto de que a las 15:45 tenemos que atarnos ante alguno de ellos. A las 16:10 parece que es ya el asalto final, nos reagrupamos porque, de nuevo tenemos que atarnos para cruzar lo que nos queda de glaciar hasta lo que parece ya la base del campamento. Es un terreno plagado de grietas. Fernando cae en una de ellas, y gracias a que está encordado se mete sólo hasta las axilas, de lo contrario hubiera llevado el mismo paso que su sombrero.

        Son finalmente las 5 de la tarde cuando llegamos extenuados, no sé si todos, yo desde luego sí, a lo que es el lugar donde vamos a acampar las dos próximas noches. Se llama Ali Camp, y está encaramado encima de la morrena lateral izquierda del glaciar Vigne Ali, debajo de unas descomunales paredes de granito que te invitan a escalarlas. Son unas terrazas con difícil acomodo. Estamos en el extremo superior del glaciar, justo antes de que confluyan los dos brazos que lo conforman, y que llevan al Chogolisa uno y al Gondogoro el otro. Lo de Ali es en honor a Ali Muhammad Jungugpa, que cruzó el Gondogoro La en 1986.  


            Se sabía dura esta jornada, pero la realidad ha destrozado cualquier previsión, cualquier cosa que se hubiera pensado de ella nada que ver con la consecución de la misma. Solamente la contemplación del paisaje es capaz de combatir la atonía producida por la acumulación del cansancio de tantos días. Nos ofrecen té. Me instalo en mi suite, me cambio de ropa y me recuesto un poco hasta la hora de cenar, que son las 7 y media cuando nos llaman para ello. Mi calvario particular ya se limita a agacharme tan solo una o dos veces por día. A las 9 ya estoy en el saco. Hoy ha sido mi cumpleaños, y no uno cualquiera, sino el de los redondos 50. Como ya hemos dicho antes, esta jornada no estaba planificada así, sino como segundo día de descanso en el Campo Base, pero por querer salir airosos de esta racha de buen tiempo, se ha decidido adelantar un día, y menos mal, porque la etapa del Gondogoro se empieza a las 12 de la noche, y llegar aquí a las cinco de la tarde tras diez horas y media de marcha, no me quiero imaginar lo que hubiera sido empalmar al cabo de tan sólo unas pocas horas para afrontar otra, como mínimo con la dureza de esta última. 




L-10.07 (día 17) ALÍ CAMP (5000 m)

Jornada de descanso

            Hoy día de descanso, a pesar de ello, nos levantamos a las 6:30, para desayunar a las 7:30, y reunirnos para tratar lo de mañana, el día clave, el día que pasamos la cota más alta, el tan esperado día del Gondogoro La. Se plantea el que Fernando salga antes de que lo haga el grueso del grupo, al que nos añadimos Sagrario y yo. El guía, Jan tiene su ayudante, Aqbar, será el que venga con nosotros saliendo como hora y media antes. También se dice que esta tarde bajarán dos de los de la patrulla de rescate que hay arriba, en el collado, así es que también se puede venir uno con nosotros. Pasadas las 8:30 salgo con Javi del recinto y nos dirigimos por el camino que hemos de tomar mañana, a dar vista al valle, glaciar y circo para subir al Gondogoro. Son las 9:30, y hemos pasado por encima de la confluencia de las dos cuencas de recepción, la que baja del Chogolisa y la del Gondogoro, llamada Vigne Occidental, adentrándonos más en esta última. Esto ya no es el Baltoro, pero no por eso deja de ser grandioso, salvaje y bello. La paz, la quietud, la serenidad, el silencio son absolutamente indescriptibles. Son momentos de verdadero arrebato que vivo en toda su extensión e intensidad. 




            En un buen montón de millones de años nada de vida animal, nada de vida vegetal, algún intruso humano y roca y hielo, solo roca y hielo a mi alrededor, 360º de en apariencia inerte caos de enormes masas pétreas nevadas que emergen con sus afiladas aristas hacia el infinito, como queriendo con su imperceptible tasa de vibración, salir de su inmovilismo eterno. A mis pies, glaciar, de nuevo un glaciar en recesión lleno de trampas en forma de grietas, aparentes en un caso y peligrosamente ocultas en otro, que entretejen una maraña de cursos de agua, creciente a lo largo del día y cuyo murmullo llega hasta mis oídos con la respiración contenida por la contemplación de tan bello espectáculo. El penetrante silencio se ve interrumpido, además, con las frecuentes avalanchas de hielo y nieve resquebrajados, que han desistido de su permanente reto desafiando la gravedad pegados a la verticalidad de estas inmensas paredes que tengo delante. Esto es sencillamente de un enorme impacto visual, completamente atemporal, una embriaguez para los sentidos y para las sensaciones. Este es el verdadero Templo, esta es la verdadera Comunión.


            Regresamos al campamento, donde nos ofrecen unos macarrones, como preparación para el esfuerzo de esta noche y mañana. En los postres me sorprenden con la habitual tarta, de la que participan también los guías. No por esperada deja de hacer ilusión. Se anuncia que se va a servir la cena a las 6, es decir, que hasta entonces se puede uno acostar para descansar. Prefiero no hacerlo para guardar intactas las ganas para esta noche, bueno, para el tiempo que sea de esta noche. Después de la comida, como casi todos los días, se ocupa el tiempo jugando a la baraja. A pesar de que parezca lo contrario, el tiempo no se detiene. Llegan las 6 de la tarde y me pillan con pocas ganas, pero hay que cenar y bien, la aventura que se inicia dentro de unas pocas horas, no es ninguna broma, la jornada va a ser de nuevo larga, de nuevo agotadora. Se acuerda que el grueso del pelotón se va a levantar a las 12, para salir a la 1. Entonces, nosotros lo haremos a las 10:30 para salir una hora más tarde.



M-11.07 (día 18) ALÍ CAMP (5000 m) – Pie del Gondogoro (5200 m) – Gondogoro La (5700 m) – XHUSPANG (4700 m) // 14h. 30’

El día clave del paso

            Es algo insólito que la crónica de un día comience la víspera, pero hoy es así, va a ser una jornada tan larga, que para acometerla bien ha de empezar el día de antes. Comenzaremos diciendo que tal y como estaba previsto, los tres que formamos el grupo de avanzadilla nos levantamos a las 10:30 de la noche. Desayunamos lo que podemos, tampoco demasiado, porque vamos pertrechados de barritas para el camino. Pasan ya de las 23:30 cuando nos ponemos a andar los tres, acompañados, y muy bien, por Aqbar y uno de los de la patrulla de rescate que moran en la cara sur de lo alto del collado. La noche está espléndida, absolutamente estrellada y la luna llena alumbrando todo a nuestro paso, aunque los primeros tramos, los de pedrera, aconsejan encender el frontal.



            Pues ya está en marcha esta jornada, en la que hemos tenido puestos los ojos desde hace meses. Hasta ahora solo ha sido andar y andar, durante mucho tiempo y por terreno no siempre fácil, pero solo andar, pero hoy es otra cosa, hoy es la de ascensión real, hoy hay que subir una ladera para alcanzar el cenit de nuestro periplo, el punto álgido del trekking, el paso del collado. Sabedores de todo ello y envueltos del entusiasmo, satisfacción y gozo de vernos triunfadores, pero con la humildad precisa para acometer las grandes empresas, continuamos nuestra marcha nocturna, que da todavía más si cabe, un elemento mágico a todo el conjunto, pasando por donde estuvimos ayer, e impregnado de alguna de las reflexiones que todavía flotan en el ambiente, pero hay que estar a lo que se está, nuestros pasos dejan ya las piedras y comienzan a posar sobre el hielo del glaciar que debemos cruzar hasta su lado sur. Hay que pasar por encima de corrientes de agua que están a punto de despertar de su helado sueño. El de la patrulla de rescate va colocando banderines para el segundo grupo. 




            Algo pasada la 1 recibo la llamada de Luis para indicarme que ya están saliendo de Ali Camp. Sobre nuestra situación, le digo que estamos a punto de terminar de atravesar el glaciar. Apenas hemos empleado los frontales, la noche es auténticamente mágica. Tampoco la luna se lo quiere perder, justo a las 03:02 se produce el plenilunio, aunque en ese preciso momento nos vamos acercando a la pared con su penumbra y se va haciendo necesario el uso de las luminarias, que aun haciendo perder parte del hechizo, también tiene su encanto. Se viven intensamente estas horas de ascensión nocturna, pero iluminada, viendo el tremendo patio que vamos dejando atrás. En un momento determinado nos ponemos los crampones. Pasadas ya las 3 de la madrugada llegamos a las cuerdas fijas, que lo único que hacen es dar confianza, que no es poco. Hace rato ya que nos vienen alcanzando los primeros porteadores, que suben haciendo caso omiso de las cuerdas, y con la única sujeción al suelo que la de los calcetines que llevan por fuera de sus zapatillas de plástico. Una constelación de pequeñas lucecitas se ve serpenteando a su llegada a la pared.




           Continuamos la ascensión, y a pesar de que hay paredes con más de 50º de inclinación, mi progresión sigue siendo buena, me encuentro muy bien de forma y de ánimos. Se termina la pendiente y ya con las primeras luces del alba tenemos enfrente unas paredes verticales que hay que superar para alcanzar el anhelado collado, cuyo perfil vamos viendo bajo el amanecer, sobre las 4:20, cuando, salvo rezagados, ya nos va dando alcance el grueso del grupo. A partir de las 4:30 va llegando gente. Sobre las, 4:45 alcanzo finalmente el collado, cuando la vista, puede bascular hacia la otra vertiente, hacia la cara sur de este paso de los pocos que hay por aquí. Otro momento inenarrable, otro momento álgido, otro momento cargado de emoción y de satisfacción, es… el momento. Es la llave del trekking, aún queda mucho para llegar a los rodantes, pero ahora ya se puede decir que lo hemos culminado, que hemos llegado a lo más alto, que ya hemos alcanzado nuestra cima.









            Estamos casi a 5700 metros, en una terraza abierta a los cuatro costados. Según algunos autores es un balcón único en el mundo, desde el que se divisa el K2, el Broad Peak, los Gasherbrum I, II y IV, el Chogolisa, y un buen puñado de ellos más, con nombres que no conozco o incluso sin ellos todavía. Es absolutamente insólito el que se vean cuatro ocho miles desde un mismo collado. La embriaguez que te da la contemplación del entorno es total y absoluta. Está a punto de llegar el momento mágico de la salida del Astro Rey. La crepuscular luz matutina baña todo lo que nuestros ojos son capaces de ver, que es mucho y muy bello. La aurora, que marca el momento mágico del pase de la noche al día, simboliza el nacimiento a la vida, simboliza el renacer diario, son esas energías renovadas que necesita la parte del planeta donde acontece, para continuar su singladura en el tiempo, para continuar con su vivir y con su latir. Hemos de aprovechar este egregor y unirnos a esta corriente de vida. Por su parte, algún paisano ya lo está haciendo, estableciendo lazos con su Meca.


            Nos quitamos los crampones y comemos algo de lo que llevamos. Todo son parabienes todo son felicitaciones, aunque las caras de algunos, en estos primeros momentos, son verdaderos poemas, pronto la felicidad y la dicha nos invaden, abrazos de unos y otros y fotos, muchas fotos al panorámico entorno y a nosotros mismos. No falta la foto con las banderas de España y Asturias. Completamente distinto es el paisaje del lado sur, pero no por eso menos atractivo. Cual granítico jalón del neto valle de Gondogoro, destaca a nuestra vista la afilada y desafiante aguja del Laila Peak (6614 m). Pero no podemos extasiarnos tanto, son las 5 y cuarto de la mañana cuando lanzamos la última mirada al gigantesco y cautivador K2, a la imponente panorámica del lado norte y comenzamos el descenso, la expuesta cara sur nos espera. Aturdido en tanta contemplación me quedo de los últimos en asirme a las cuerdas fijas con que está equipada la pared, aunque no todas dan la misma confianza, ¡las hay de persiana! La caída de piedras hace, si cabe, más peligroso el descenso, que una vez encarado, al poco de salir del collado, pasamos por la guarida del equipo de rescate, aquí se quedan los dos que nos han acompañado, uno en cada grupo. 





            A partir de aquí una vertiginosa pared nos separa de la morrena. Desde luego, los porteadores están curados de espanto, los ves bajar por aquí con su enorme y desestabilizadora carga y es digno de admirar, da auténtico vértigo, da auténtico pánico. ¿Los demás? Pues cada uno como podemos, unos mirando al valle, otros mirando a la pared, a dos patas, a tres, a cuatro, unos con crampones, otros sin ellos. Una vez terminado el tramo de las inestables cuerdas, el itinerario cruza a continuación todo el caos de piedras desparramadas por la ladera. Se trata de una rudimentaria senda que desciende zigzagueando arrastrándose por abrupto e inseguro terreno hasta dar con el fondo del valle, habitado por el descarnado glaciar del Gondogoro. En un punto determinado de este camino, hacemos una parada. El calor que empieza a hacer es asfixiante. Son las 6 de la mañana, y estoy exhausto completamente, el esfuerzo y la tensión ejercida en el descenso han sido demoledores, pero hay que seguir, desde aquí se ve una más que lejana mancha verde en la que dicen vamos a acampar, que se me antoja un paraíso, pero ahora mismo es eso, una lejana mancha verde.




            Este infinito camino nos lleva al glaciar, que parece que no iba a llegar nunca, y tras cruzarlo de bajada un buen rato, nos salimos de él para encaramarnos a la morrena lateral derecha. Esta sí que es interminable, al subir cada duna de piedras tienes la esperanza de que sea la última, y al llegar arriba la decepción es mayúscula, de nuevo otro mar de subidas y de bajadas, y cada vez más calor, cada vez más cansancio. Finalmente, mi destrozado cuerpo sale ya de la morrena, por una curiosa vaguada a la derecha donde está asentado el campamento. Es la mancha verde que llevamos más de 6 horas viendo y que nunca llegaba, pero parece que sí, que esto ya es definitivo. De repente, hasta el pisar se vuelve más amigable, el camino nos baja de esa cabalgadura por la que nos hemos arrastrado las últimas horas y nos lleva a un terreno blando y rodeado de flores, de las que sólo reconozco la Edelweiss. No se lo puede uno creer, no faltará ya ni media hora para llegar al emplazamiento más deseado, donde vamos a poder despojarnos de esta armadura de cintura para abajo, con peto incluido, y que algunos llaman pantalón de gore. 






           Bueno, otro momento memorable. Son alrededor de las 2 de la tarde cuando llegamos a un lugar de ensueño, completamente llano y de suelo arenoso, no muy polvoriento, arenoso, con el cauce de las mansas aguas que se filtran del glaciar a nuestros pies, y muy cerca de un barranco cuyas bravas aguas se precipitan huyendo, como nosotros, de las alturas, buscando mansedumbre, paz y relajo, merecido todo ello tras una jornada de casi 15 horas, 5 horas y cuarto de ascenso, media de contemplación, y cerca de 9 de descenso, que hacen dar con los huesos en el interior de la tienda buscando un mínimo de recuperación, un mínimo de aliento para poder terminar este día y poder afrontar los siguientes, que se antojan más llevaderos. Es ahora cuando nos damos cuenta de lo acertado de la medida que tomamos al adelantar un día la salida del Base. Aunque la jornada de hoy se ha hecho el día previsto, creo que solo ha sido posible después de haber estado ayer de descanso en Alí Camp. De lo contrario, hubiera sido una etapa de 31 horas, con tan solo 6 de descanso entre medio.


            La racha de buen tiempo se termina, el calor que hemos pasado bajando del collado así lo anunciaba, de hecho, ya estamos rodeados de amenazantes nubes que comienzan a descender por debajo de las afiladas cumbres y empiezan a cubrir el valle. Creo que ya tengo las suficientes fuerzas como para salir de la tienda e ir a refrescarme al barranco, a ver si me quito el muermo de encima, no sin antes ir a una tienda que hay en el extremo sur del recinto para rendir el tributo diario, para agacharme y quedarme como un general, con una buena descarga de conciencia. En el barranco hay que ingeniárselas para hacer un buen “lavado de bajos y alerones”, el agua está helada, reacciona todo el cuerpo, parece que se vuelve a la vida. Echo la mirada hacia nuestro camino de llegada aquí y la hierba que nos circunda suaviza la salvaje vista sobre el circo y collado, me parece imposible lo que hemos hecho hoy, pensando, además, que no es el punto más alto del horizonte desde el que venimos, sino que lo hemos hecho desde 700 metros más abajo al otro lado del paso.



            Ángel y Javier intentan conectar vía satélite con el Base para llevarles la noticia de que estamos ya aquí, todos sanos y salvos, pero no se consigue. Comienza a llover, ha llegado el mal tiempo, es como si hubiera esperado nuestra llegada a este lugar, dejando atrás el mayor y más duro hito del trekking. El agua asienta el terreno. Hay que recoger la ropa tendida y refugiarse en la tienda comedor, en la que ya aprovechamos para cenar. Hacemos balance de estas últimas jornadas y departimos sobre las próximas, sobre las ya sólo tres próximas. Y una de las cuestiones que salen a colación es esa, que sobre el papel son tres, pero cabe la posibilidad de acortarlas, la única dificultad es su distribución en el tiempo, porque hay dos cortas y una más larga, pero no se puede pensar en unir las cortas, porque la larga es la central, es poco lo que hay desde aquí hasta Dalzampa, y poco también de Salicho a Hushé, pero la más larga y la que supone una vertiginosa pérdida de altura es la que une, Dalzampa con Salicho


        La mayoría lo vemos bien, tras la descomunal etapa de hoy, la mayoría estamos soñando ya con un asiento que no sea de piedra, con un catre que no sea el suelo, con un techo que no sea de lona, y con una ducha con agua algo menos fría. Aunque realmente hace duelo, porque es dejar todo esto, es dejar el reino de las montañas para volver al reino menos franco del ser humano. No se toma ninguna decisión, acordamos el esperar a mañana, ver qué día sale y ver cómo nos comportamos en el descenso. A dormir, que aún queda lo suyo, pero seguro que mucho más relajado descendiendo y gozando por todo el valle del Gondogoro.



X-12.07 (día 19) XHUSPANG (4700 m) – Dalzampa  (4300 m) – SALICHO (3650 m) // 6 h. 45’

Salida del glaciar

            Finalmente se decide no acampar en Dalzampa, sino solamente descansar un rato para seguir hasta Salicho. La mañana sale lluviosa, en la mente de todos está que hemos cruzado el temible collado justo el último día de buen tiempo, un collado que no todos los años el estado de la montaña permite su paso. Me levanto temprano, para no variar, el primero, y me doy una vuelta por el barranco a asearme y a hacer alguna foto del campamento y de sus alrededores, hasta los cocineros en su cocina. El ambiente lluvioso todo lo impregna y da por doquier un ambiente especial, todo tiene su belleza. La fina, pero persistente, lluvia nos da la despedida de este cómodo y sin parangón emplazamiento al abrigo de los hielos. Las nubes están bajas y no nos permiten ver las cumbres que seguramente han recibido esta lluvia en forma de nieve. Son las 8 de la mañana cuando partimos para encaramarnos de nuevo a la morrena del glaciar del Gondogoro, que nos va a acompañar en casi toda la etapa de hoy. 





            La andadura por el glaciar es bastante cómoda, no tiene grandes altibajos y lógicamente es descendente. La única excepción son los cursos de agua y las grietas, que las hay peligrosas y debemos extremar la precaución. Se va viendo ya algún rebaño de yaks con su pastor. Como tenemos que cruzar el glaciar, no de golpe, pero sí paulatinamente, del lado derecho al izquierdo, inevitablemente tenemos que sortear los ya despiertos cursos de agua. A eso de las 9:30 el camino ya nos lleva por la morrena lateral izquierda, hay momentos en los que ya nos vamos acercando incluso a la pared. Es cuando salimos definitivamente del glaciar, cuando se va abriendo ante nuestros ojos los impresionantes ríos helados, las faldas de los glaciares que bajan de lo que, debido a las nubes, adivinamos que es el Masherbrum. Tras cruzar más grietas y algún subibaja que otro, el valle va haciendo un giro hacia el este y estamos ya en las proximidades de Dalzampa, teórico final de etapa de hoy. Estamos a unos 4300 metros y son las 10:50 cuando llegamos. 





          Hay alguna tienda pequeña montada. Se trata de un lugar muy similar al anterior de Xhuspang, un apartado entre la morrena y la pared, en forma de pradera, un lugar ideal para acampar, pero hay que decidir qué se hace. Es una atalaya formidable para contemplar todos los contrafuertes y glaciares que bajan del Masherbrum. Las sensaciones son muy buenas, físicamente está siendo un paseo; aunque sigue amenazante, la lluvia ha quedado atrás, al menos de momento. Tras una breve deliberación, no unánimemente, pero sí por inmensa mayoría, y pensando también en el tiempo climatológico, se decide continuar hasta Salicho, haciendo allí el descanso previo a la última etapa y entrada triunfal en Hushé. Los que más se alegran son los porteadores, que por la misma paga van a regresar un día antes a casa.




            Una vez tomada la decisión de no montar el campamento, los cocineros nos ofrecen algo de comer. Se montan las mesas y nos sirven. La estampa que tenemos en estos momentos sí que es la auténtica colonial inglesa, es imposible no verlo así. La diferencia es que aquellos eran esclavos, y a estos les pagamos, pero bueno, aun así, no se siente uno del todo a gusto, pero hay que tratar de disfrutar del momento. La contemplación adquiere unos tintes nostálgicos al pensar que estás perdiendo ya los majestuosos paisajes de la alta montaña, que aunque se tuviera ganas de llegar a las partes bajas de los valles, se va a dejar atrás lo que tanto nos ha estado llenando durante estos últimos días. Sobre las 11:50 continuamos nuestro descenso por caminos por unos tramos bien trazados y por otros, al estar en vertientes muy inclinadas hay que adivinarlos. Seguimos por momentos el curso de un barranco lateral y paralelo al glaciar, pero es la una de la tarde cuando tenemos que cruzar el primer barranco serio. Los guías y cocineros no dudan en descalzarse y meterse en el agua para ayudarnos. Las aguas de las últimas horas se ve que lo han embravecido. Es bastante ancho, hay que pasarlo por tramos, y en uno de ellos, unidos por unas lianas casi desatadas, hay tres o cuatro troncos que los guías aprietan con las manos en ambos extremos para que no se desparramen al pasar la gente.







            Sobre las 13:25 pasamos por uno de esos terrenos arenosos en los que no es difícil imaginar el instalar un campamento. Es posible que se trate de Atoser, un paradisíaco lugar que parece sacado de una estampa alpina. Seguimos teniendo que cruzar los barrancos que nos llegan de las inmensas moles que vamos dejando a nuestra izquierda. En uno de ellos, a pesar de ser mucho más pequeño que el descrito con anterioridad, no parece que haya la misma facilidad para pasarlo y caigo al agua, mojándome casi entero. No son las dos de la tarde aun cuando vamos ya dejando el hostil mundo de la roca y del hielo y nuestros pies, parece que ya definitivamente, empiezan a agradecer el pisar más blando. Tras tantos días “disfrutando” del mundo mineral, la llegada a terrenos más amigables y apacibles, se toma con agrado. De hecho, son ya sobre las 14:15 cuando sobrepasamos y dejamos atrás lo que sería la lengua del glaciar. Finalmente, salimos de este mundo, en apariencia inerte, para adentrarnos en otro más civilizado. Es en este momento cuando echamos la vista atrás para fijar en nuestras retinas, como queriendo atrapar, como queriendo aprehender esa última instantánea de este extraordinario glaciar y valle del Gondogoro que ha sido nuestro hogar a lo largo de esta suave etapa de hoy y la dura de ayer.




            El trazado sigue discurriendo por camino fácil y amenizado por permanente vegetación a uno y otro lado. A nuestra derecha, el desaparecido glaciar ha dejado paso a los derrubios, toneladas y toneladas de rocas llenan el cauce de este todavía gran valle que rinde al de Husé. A nuestra izquierda, abajo, unos terrenos llanos y muy vegetados albergan ya distintas casetas de campo. Hay que descender una vertiginosa pendiente que nos lleva ya a Salicho, un pequeño Jardín del Edén, con árboles centenarios, flores, agua, en fin manifestaciones de vida más cercana y compatible con la nuestra. Son las 14:45 y estamos en torno a los 3650 metros de altitud. Un lugar que alberga otras acampadas, pero no tenemos problemas para colocarnos. A las 3 ya estamos instalados y nos acercamos al brazo de río a asearnos un poco. En el garito de los paisanos ofrecen huevos y patatas fritas que, aunque estén hechas por paisanos, en cocina de paisanos, con utensilios de paisanos y con mugre de paisanos, es algo que nunca se debe hacer en el trayecto de ida, pero que para lo que nos queda, no dudamos ni un momento el tener este encuentro con algo tan familiar.



            Sobre las siete acudimos a cenar a nuestra tienda comedor. En los postres, Jan nos anuncia la juerguecita de esta noche. Al ser la primera pernoctada fuera del glaciar, igual que a la entrada en Payju, los baltís vuelven a hacer otra fiesta, en este caso como acción de gracias por el paso del Gondogoro sin incidente alguno. Ahora nos explicamos el que a lo largo de la tarde hemos visto cómo se aseaban, peinaban y ponían ropas limpias, pero no sabíamos de qué se trataba. Nos dice Jan que es una descortesía no asistir, así es que allá que vamos. De nuevo todos esos bailes y cánticos que ya conocemos. Se empeñan en sacarnos a bailar, especialmente, claro está, a las mujeres, que con sus permanentes risas no dejan de asombrar a los paisanos. Bailes y cánticos entre los que surge la andorrana “Palomica”, por deseo expreso de Jan.



Han sido dos jornadas en una, aunque no han llegado a 7 horas de caminata, que salvo algunos tramos más comprometidos, ha sido muy agradable. Estamos apenas a 3 horas de Hushé, la última etapa, la más deseada tras el cansancio acumulado, pero como todas las monedas, esta también tiene dos caras, lo más doloroso es tener que desprenderte de todo este maravilloso entorno. Reflexiones que vienen solas a partir de las 9 de la noche, ya dentro del saco.



J-13.07 (día 20) SALICHO (3650 m) – HUSHÉ (3200 m) // 2 h. 30’

Fin del trekking. Llegada a Hushé

            No ha parado de llover en toda la noche, y lo sigue haciendo, lo que origina un poco de caos a la hora de salir de las tiendas y de ir aviándonos para la marcha. Nos levantamos a las 7, nos aseamos y vamos a desayunar seguidamente, pensamos que será la última vez que nos cobije esta tienda comedor. Jan corre la voz de que llevemos a mano las sandalias, porque con esta lluvia, es posible que tengamos que emplearlas para cruzar algún barranco. Después de todo lo que hemos pasado, casi me lo tomo a broma, a no ser porque veo que él las lleva colgando de su mochila. Todo tiene un aire de fin. A las 8 ya está lista la comitiva para salir. La zona de acampada está en la margen derecha, y pronto pasamos un rudimentario puente para cruzar a la izquierda. El río es potente, y baja crecido. Ya se puede decir que estamos de lleno en el valle del Hushé, caminando bajo la incesante lluvia hasta el pueblo del mismo nombre. Con bastones y paraguas se hace complicado el manejo de la cámara de fotos, pero hay que ingeniárselas para no dejar escapar algunas instantáneas. Sigue habiendo grandes barrancos que rinden por la derecha, tan grandes que se adivina glaciar en sus cabeceras.




            Sigue lloviendo, el cielo está muy cerrado. A medida que vamos perdiendo altura se va ganando en verdor. Sobre las 9 de la mañana pasamos por unas casetas de piedra a modo de establos, en cuyo porche hay refugiados tres melancólicos burros, que con la mirada perdida ven nuestro paso con la más absoluta de las indiferencias. Una estampa que recuerda los poblados palestinos que te muestran en las películas de los tiempos de Jesucristo. El paisaje se suaviza más y más, ya se ven fértiles vegas junto al río, ya se ve la pequeña aldea de nuestra meta final en lo alto de un altozano, ya se ven los campos de cultivo que hemos de atravesar para llegar hasta ella. Todo habla pues de la cercanía de un núcleo poblado, el primero desde Askole, que dejamos ya hace 13 días. Tras atravesar unos corrales, casetas, y campos lindantes, finalmente hay que subir una corona que es donde se encuentra Hushé, la última aldea de este valle, que alberga a menos de un millar de personas en unas arcaicas casas rodeadas de un vergel de campos de cereal que parecen fosforecer bajo unos rayos de sol furtivos. Estamos a 3200 metros de altitud, y tras algo más de dos horas y media, son las 10:30 del día 13 de Julio cuando damos por terminado el trekking, comenzado a las 7:10 del día 1.









            En las afueras de la aldea hay unas grandes carpas en las que se alojan algunas familias. No cabe imaginar que en un lugar tan tercermundista, en la última aldea de un valle, también haya chabolismo, parece mentira, pero así es, los muy pobres entre los muy pobres. Salen a recibirnos los chicos de estas familias y otros más del pueblo, a cada paso que das vienen más y más críos. No ha dejado de llover ni un solo momento. Nos adentramos entre las calles en busca del campamento. Se trata de un corral cerrado que tiene dos pequeños y austeros edificios, que se emplean para cocina y comedor, ya no vamos a ver más las tiendas a tal efecto. Los responsables de los porteadores están montando las tiendas en medio de la lluvia reinante. A pesar de los paraguas llegamos mojados, y el petate también; además se agrava con que las tiendas están mojadas y nos dicen que no metamos nada dentro porque están secándolas con los butanos que hemos empleado hasta ahora para iluminar las mesas de comedor durante las cenas. 



            Así es que el final no es el más agradable que se podía esperar, pero bueno aquí estamos ya, aunque dadas las circunstancias hubiera preferido coger ya los sufridos Toyotas y no esperar hasta mañana con esta mojadina. Nos dan té y galletas. Como parece poco, se les ocurre a las mujeres que la cena sea como más spanish, y proponen hacer tortillas de patata, y que si no las saben hacer los cocineros, que las harán ellas... Pasado el mediodía se liquida con los porteadores, es también el final de su andadura, aunque todavía les queda llegar a sus casas. Vuelve a ser otro momento emotivo para nosotros, todo está llegando a su término. Para ellos es su momento crematístico, el fruto pecuniario de tantos y tantos días acompañándonos para acarrear nuestros enseres. Para nosotros, un aire de melancolía tiñe el momento de verles marchar contando los billetes, son caras amigas que se van, otro desgarro más de todo esto que se desvanece ante nuestros ojos.





           Acompañados de frío, humedades y un buen puñado de críos pasamos la tarde por las calles de la aldea, Como es fácil de comprender, somos la atracción del día. Es curioso cómo tan pequeños y ya hay una brutal diferencia entre los chicos y las chicas. Mientras que a los primeros les gusta ser fotografiados, ellas se esconden, no les gusta dar la cara. Sigue lloviendo, esta gente vive instalada en la más absoluta miseria, no en vano hay una fundación que financia un proyecto de cooperación español con la participación de RTVE, Al Filo de lo Imposible, el Gobierno de Aragón, la MAZ y la ONG Sarabastall, de Caspe, con intervenciones en Educación, Sanidad, Agricultura, Selvicultura y construcción de un Refugio-Hotel. Hushé es un pueblo pequeño rodeado de campos sin mucha variedad de cultivos y que es de lo poco que vive esta gente por aquí, en estos estrechos valles en torno a montañas agrestes y desérticas. La carretera llegó en 1980, recibiendo entonces, con gran asombro, el primer vehículo a motor.



            Por las orillas de sus estrechos callejones discurren pequeños cursos de aguas fecales. Una maraña de críos, que no de crías, van saliendo a nuestro paso. Ellas se van escondiendo por las casas, por decir algo, porque es espeluznante ver el patio de alguna que tiene la puerta abierta, cuántos cochinos vivirán en menos porquería en sus granjas de nuestra tierra. La facha de estos críos no es ajena a tanta mugre, si se hace el esfuerzo de adivinar su cara limpia detrás de todo ese velo pastoso, aparece ante tus ojos un bello rostro de facciones duras y de intensa mirada. Los adultos se concentran en torno al “centro comercial”, un par de garitos en los que se vende de todo. En uno de ellos, el sonriente y limpio tendero se arregla un poco más y nos pide que le hagamos una foto. Entramos en su establecimiento ante el asombro de los paisanos.





            Se sabía la llegada de Sebastián Álvaro, de Al Filo, que lo hacía acompañado de Juanito Oyarzábal, Edurne Pasabán y Esther Sabadell, así como Antonio Perezgrueso, a la sazón cámara y Subdirector de Al Filo. Sobre las cinco de la tarde una algarabía de críos llama nuestra atención en un punto cercano a donde estamos. Son los chicos de la escuela, que con su maestro están ultimando una bienvenida a los benefactores locales. Hacen lo que saben, cantar y bailar. A los pocos minutos llega la comitiva. Por aquí no creo que conozcan a los Reyes Magos, pero los reciben como si lo fueran. En ambos grupos, hay viejos conocidos, lo que hace que nos fundamos en un solo grupo. Nos cuentan que vienen dar vuelta por la fundación y a rodar algo en valles menores, pero con el encanto de no ser nada frecuentados. Sus anfitriones nos invitan a todos a pasar a tomar un té al comedor de sus instalaciones, que es un lugar similar y pegado al nuestro. Hablamos de todo un poco, de sus trabajos, de nuestro trekking, de los compañeros de la expedición, etc. De que en Islamabad hace un calor insoportable, y que en España también, se habla no sin cierta pesadumbre del retroceso imparable de estos glaciares. 




            Son cerca de las 6 de la tarde cuando nos pasamos a cenar a nuestro garito. Al ser la última noche invitamos a Jan a cenar con nosotros, y se presta encantado y agradecido. Al término, en los postre, los cocineros traen la tarta para Isabel, que también cumple años. De nuevo, aires de jota en esta última cena en la montaña, aunque no es fácil a 3200 metros, ni por la emoción. Salimos del comedor sobre las 9 de la noche y ya ha parado de llover. Los jeeps que nos tienen que llevar mañana hasta Skardú ya están preparados en el interior del recinto. Las tiendas ya se han secado. Nos metemos en el saco para disfrutar de la última noche de campaña, y por ello se agolpan más si cabe los recuerdos y las reflexiones. 


Haciendo un ligero balance, el trekking ha durado 13 días, 3 horas y 20 minutos exactamente, desde que empezamos a andar hasta que hemos parado. Como ha habido 3 de descanso, de los 10 días hábiles restantes salen 243 horas en total, de las que hemos estado andando 72, casi el 30% del tiempo, sencillamente brutal.



V-14.07 (día 21) HUSHÉ (3200 m) – SKARDÚ (2200 m) // 4 h. 45’

Salimos de la montaña

            La costumbre de madrugar no cesa. Los paisanos, siempre hombres, van y vienen. Tras las borrascas de ayer, el paisaje está con un ambiente especial. Hay enfrente mismo una de las casas de la aldea, y al igual que las del próximo valle de Askole, no deja de ser curiosa su estructura, son casas levantadas gracias a una combinación de piedra y adobes, con tejados planos cargados de leña. Siento curiosidad por conocer su distribución interior, pero me tengo que quedar con solo imaginarme que será de una sola pieza o, como mucho, de dos. Pasadas las 8 se acercan Sebas y Esther a despedirse de nosotros. No sólo ellos han venido, que también hay un grupo de chicos pulcros y repeinados y con ropa uniformada, para curiosear entre los muros. Finalmente, a eso de las 8:15 parte nuestra caravana, compuesta por cuatro jeeps para el pasaje y otro para la carga. De nuevo más elementos del trekking que van quedando atrás, esto poco a poco va llegando a su fin.




El recorrido valle abajo es precioso, pero la pista es infernal. El río Hushé baja tumultuoso, se encargan de ello todos los valles de la cara sur del Masherbrum. Unas fuertes pendientes para ganar altura y nos encontramos ante la primera dificultad de la mañana, hay que pasar un bravísimo barranco cuyas aguas llevan mucha prisa por apaciguarse un poco tras su vertido en el principal del valle, y hay que hacerlo a través de un puente en el que unos paisanos han parado al primer vehículo para ver si podían sacar tajada. La gente aquí sabe que se puede sacar dinero por todo y siempre lo están intentando, algo que se soluciona negociando. Vamos pasando ya por otras aldeas más o menos importantes, eso se nota ya no sólo por el tamaño, sino también por la cantidad de mezquitas que tienen. El terreno, el paisaje, el clima, todo se va dulcificando poco a poco, ya vamos viendo más campos de cultivo, en algunos vemos gente junto a unas gavillas; ya va saliendo a nuestro encuentro la chavalería ofreciendo alberges. El valle se va cubriendo de vida más avanzada.


            A eso de las 10:30, y con un horizonte mucho más abierto, llegamos a dejar la pista de tierra para coger una carretera que, aunque estrecha, está asfaltada. Salimos a un valle mayor, creo que es el de Shyok, a su paso por Khapulu, antigua capital del mayor principado de los que formaban el Baltistán. Pasamos un puente sobre el río del mismo nombre, que rinde al Indo. El paisaje es verdaderamente lunar, bien es cierto que está salpicado de oasis donde se concentra la población. Al poco rato pasamos por otro control policial. Pasamos también algún que otro puente y finalmente llegamos a la gran anchura, a ese gran estuario que hace el Indo a su paso por Skardú, sobre la 1 del mediodía, con una imagen auténticamente bella y placentera, y su luz cautivadora. Han sido 4h 45’ para recorrer los 145 km que nos han separado de Hushé.


            El no acampar en Dalzampa, ha hecho que adelantáramos una jornada, es decir que tengamos que pernoctar dos noches en Skardú. La única que estaba previsto hacer era en el Hotel K2, pero eso será la noche de mañana, que la de hoy está ocupado, y tenemos que acudir al Concordia, igual que a la ida, una noche en cada hotel. Acudimos directamente a este último, y es Jaffer, al que no veíamos desde el Base, el que nos da la bienvenida. Le preguntamos por si sabe algo del porteador herido que atendimos y acogimos en Goro II, y nos dice que vive como a hora y media de aquí, y que está restableciéndose bien, que si queremos ir a visitarle, que nos puede acompañar. Descargamos el equipaje y lo acomodamos en las habitaciones, e inmediatamente al comedor, porque traemos un hambre, casi, casi, como si hubiéramos venido andando. Luego, la esperada ducha y arreglo personal para salir a dar una vuelta.


           Tras varias idas y venidas por este boulevard donde se funden todos los colores, todos los olores, todas las sensaciones y pocas esperanzas, acudimos a las 8 a cenar, donde inevitablemente, se habla del regreso, porque está la opción de hacerlo por la KKH o en avión, aunque esto último está siempre al albur del tiempo en torno al Nanga, que por allí pasa la ruta, y no solo el del día, sino el de los anteriores, porque si no hay vuelo tiene preferencia la lista de espera. Mañana se tomará la decisión. Seguidamente, a partir de las 9, otro acto protocolario, la despedida del staff, que está compuesto por los dos guías, Jan y Albaq, por el joven sirdar que está ejerciendo desde el Base, y por el cocinero y sus dos ayudantes. Aunque estos nada que ver con los porteadores en cuanto a aseo y presencia, vienen más arregladitos todavía, parecen otros. Fotos, despedidas, buenos deseos y buena propina. Otra parte del trekking que se va, apenas ya nada queda de él, sólo Jan, que nos acompañará hasta Islamabad, la flor está ya casi deshojada. 


Esto llega a su fin. Sensación agridulce que envuelve el ver que se termina el ciclo, aunque se coge pero que muy a gusto el verte entre colchón y techo. Un barullo de recuerdos y reflexiones se agolpan en la mente, que se van desvaneciendo poco a poco con la llegada de Morfeo.



S-15.07 (día 22) SKARDÚ (2200 m)

Merecido descanso

            Día de descanso. El despertar sobre las 6, que indica que los ciclos vitales vuelven también a la normalidad, causa una extraña sensación al no ser el duro suelo el que te mande levantar. No se resiste la tentación de asomarse al valle, a este río cuyo egregor todo lo envuelve, todo lo impregna, es una de las grandes venas de esta árida tierra y tosca gente. Vamos a desayunar, los ánimos parece que han dado un giro, la gente está más relajadita, estamos asistiendo al descanso del guerrero. Alrededor de las 10 cargamos un jeep con los bultos para trasladarlos al K2, donde nos acomodamos de nuevo. Pero un mazazo rompe ese relax, se trata de que han asesinado a un clérigo chií en un atentado en Karachi, que está todo el comercio cerrado y que puede haber altercados por las calles del pueblo, por lo que nos conminan a permanecer en el hotel, al menos hasta el mediodía, a ver cómo evolucionan las cosas. Otro contratiempo es que hoy tampoco sale vuelo, y aunque lo haga mañana, tras varios días sin hacerlo, la lista de espera será larga.


            Seguimos con el confinamiento. Sobre las 13:30 acudimos al comedor. Se sabía que un miembro del grupo de expedición, José María Castán había tenido problemas bronquiales en el Base, que tomó la decisión de volverse, y estamos estos días esperando a ver si nos alcanza a tiempo para regresar con nosotros. Y es en este preciso momento, en la comida, cuando se presenta cargado con su equipaje. Se le ve con bastante vitalidad, parece ser que desde que ha salido de allí se ha ido recuperando a pesar de todas las peripecias vividas en la bajada. Se pilló tres porteadores y la ha hecho por el Baltoro en cuatro días, y por lo visto no se lo han puesto fácil, ya se sabe, por aquí quieren sacar tajada de todo. Lógica expectación general ante el relato de la aventura del tocayo. Sobre la reclusión sí que no hay novedades, dice Jan que es aconsejable seguir en el hotel, aunque propone salir a las 6 de la tarde todos en grupo, escoltados por él y por Jaffer, a un locutorio que ha encontrado. Regresamos al K2 a las 19:30, porque a las 20 h se sirve la cena, y en los postres otra tarta, aunque ahora no se trata de un cumpleaños, sino del ascenso de Javi a capitán. Bueno, pequeñas y agradables cosas que llenan el tiempo que gastamos por aquí y que parece que ya no nos corresponde. Otra noche más, la última en la capital del Baltistán y su espléndido río.


D-16.07 (día 23) SKARDÚ (2200 m) –  CHILAS (1150 m) // 8 h. 30’

De vuelta a la KKH

            No mucho más que contar ya, es todo un continuo cerrar y cerrar todas las capas que estas mismas jornadas, pero en dirección inversa, tuvimos que ir abriendo. Visita obligada, la última, al jardín, a querer volverme a empapar, como si quisiera no perderme esto jamás, como si quisiera no olvidarme nunca de esta impresionante vista. En este deambular por los pasillos, una de las cosas que hacemos es volver sobre el panel de las expediciones de este año y añadir alguna cosa más como para dejar constancia también del trekking. Como previsto, a las 8:30 se desayuna, y luego ya a sacar todos los bultos a la calle para subirlos a la baca del autobús y partir a las 9:30 de este recóndito lugar del mundo, malogradamente echado a perder por la religión, por el sector más fanático de la religión, sea cual fuere, y que con la conciencia única anula cualquier atisbo de individualidad, cualquier atisbo de libre pensamiento, cualquier atisbo, en definitiva, de crecimiento personal y de desarrollo humano y espiritual.


            En marcha. Rodeamos de vuelta todo el gran estuario natural con el que el Indo contribuye a este magnífico paisaje. Sobre las 12 pasamos por aquel tétrico lugar de Stak Nala (1780 m), donde se incubaron esas malas compañías gastrointestinales, pero que esquivamos al estar ya operativo el albergue del PTDC que no lo estaba en el viaje de ida, y en el que entramos para disfrutar de la novedad, en la que destaca la limpieza, aunque en la comida no hay variación, el chapati, el arroz, los guisos, todo sabe igual, todo huele igual. Salimos a las 13:30 de nuevo a esta carretera, que a pesar de los pesares, no nos está tratando nada mal. Al cabo de dos horas llegamos al paso del puente para incorporarnos ya a la KKH. Unas horas más, y a las 6 de la tarde llegamos, aún de día, al Hotel Shangrila de Chilas. A las 8 se cena, y a las 10:15 a dormir. Otro día más y otro día menos.



L--17.07 (día 24) CHILAS (1.150 m) –  ISLAMABAD (500 m) // 14 h. 30’

Llegada a Islamabad

         Último día movidito. Nos levantamos a las 5 de la mañana, a las 5:30 desayunamos en este más variado buffet, y a las 6 ya estamos todos prestos para concluir esta pesadilla que es la KKH, pero que como se ve, los tiempos de bajada son sensiblemente inferiores a los de subida, de todos modos, no es nada despreciable el estar más de 14 horas, después de otro día de otras más de 8, por estas inquietantes carreteras de estos bellos parajes. Al mediodía llegamos a Besham, una populosa localidad por cuyas calles se agolpan los peatones, siempre hombres, animales, coches, furgonetas y todo tipo de vehículos con todo tipo de mercancías, incluidas las humanas. Detiene el chófer el autobús y lo mete en una especie de pasillo interior de un edificio, un lugar estrechísimo. Se trata del Hotel Continental, con esta pompa se da nombre a un establecimiento al que subimos para echar el bocado de comer. En un amplio comedor, que comparte espacio con pequeñas tiendas, está servido el bufet que va hacer que repongamos fuerzas para llegar hasta la capital.



        Salimos sobre las 13:15 soportando ya los rigores del sofocante y húmedo calor que hace y del que, intuimos, no vamos ya a librarnos. Sobre las dos de la tarde llegamos a Thakot Pont, que representa la salida de este extraordinario valle, para dirigirnos ya por los lugares más azotados por ese terremoto del año pasado, hacia la capital, por una KKH cada vez más transitada, que si bien es cierto que hemos dejado atrás los peligros inherentes al trazado, ahora vienen los derivados de las “buenas prácticas” al volante que tienen por aquí. Efectivamente, a las 3 de la tarde pasamos por Bettagram, y a las 17:30 llegamos a Abbottabad, donde nos metemos en el patio interior del Hotel Sarbam y el chófer se reencuentra con su familia. Esta ciudad se hizo posteriormente célebre el 1 de mayo de 2011 por el asesinato del líder de la organización terrorista Al Qaeda Bin Laden. Son las 18:10 cuando salimos para incorporarnos a ese flujo, más suicida conforme más te vas acercando a Islamabad, que es por aquí la KKH, a cuyo término llegamos a las 19:30, aunque tardaríamos una hora más en llegar al Envoy Hotel Continental, en el que tenemos que acomodarnos sin la ayuda ya de los porteadores.




            A las 21:30 a cenar, de nuevo en autobús, aunque apetecía más ir andando. Recalamos en la pizzería Pappasallis, donde nos damos un opíparo homenaje. Nos acompañan dos o tres de la agencia local, que parecen sacados de una película de la mafia siciliana. Estamos aquí hasta las 11:10, que de nuevo el autobús, nos deja en la puerta del hotel. Es aquí, a las 11:30 donde se siente que se cierra la última puerta del trekking, es en este lugar y a esta hora donde posamos con el chófer y con Jan, que nos dice que mañana vuelve a la misma ruta con otro grupo. Brutal. Siempre sonriendo, siempre de buen humor, poco trato he tenido con él, el idioma lo ha impedido, pero sí que me ha dejado una impronta, y es la que dejan los hombres sencillos y buenos, es la de la honradez y la paciencia, la de la responsabilidad y la del buen hacer. 


Sólo nos queda ya un día entero de estar por aquí, un día que dedicaremos a desaclimatarnos, si se puede llamar así, y a las últimas compras. Con la despedida del último vestigio del trekking no se cierra la última etapa de éste, pero quizá sí la que te vincula a rudos hombres y salvajes paisajes. 


M-18.07 (día 25) ISLAMABAD (500 m)

De turismo y compras

            Día de trámite y calor. Día de paseos y compras, mientras Ángel y Fernando se van a la Embajada a por los pasaportes y a Turismo, a hacer el debriefing, donde han comentado el incidente habido con el porteador en Goro II, pero qué le importa a nadie. A la hora de comer acudimos a la pizzería donde cenamos una noche recién llegados aquí, desde cuyos ventanales se puede observar la actuación de una peculiar banda de música. Como estamos muy cerca del hotel, y el calor es sofocante, nos acercamos a él para descansar un poco, y por la tarde de nuevo a la calle. A eso de las 8 de la tarde acudimos a cenar al mismo lugar que anoche, que no está mal, con sus ensaladitas para la espera de la pizza, que tampoco está nada mal. Luego, a eso de las 10, el autobús nos deja en el hotel, a pasar la última noche por estas tierras.


X-19.07 (día 26) ISLAMABAD –  LONDRES – MADRID – ZARAGOZA

De vuelta al hogar

            Hoy no sólo se nos va a hacer el día más largo, sino que también va a serlo, y ello debido a la diferencia horaria. Nos levantamos a las 4 de una húmeda y calurosa mañana, la última que nos va a pillar por aquí. Desayunamos y al aeropuerto. Es en este momento cuando perdemos ya todo contacto con la agencia local, aquí termina su responsabilidad sobre nosotros, creo que el trato ha sido impecable. Facturamos el petate, con el consiguiente temor por el peso, pero parece ser que globalmente se compensa. A las 6:15 ya estamos despachados y esperando, porque es lo que hay que hacer hasta las 7:50, que es la hora del embarque. Ya vine a este país con pelos y barbas, pero ahora salgo de él con más, yo no sé si por eso o qué, pero que el registro de la mochila y del bolso de mano es bastante minucioso, y no soy el único. Con 35 minutos de retraso sobre el horario previsto, son las 8:50 locales cuando, finalmente, el avión se mueve hacia la pista de aterrizaje, poniendo rumbo ya a la antigua metrópoli.


            Llegamos a la T4 de Heathrow a las 12:40, formando parte del vuelo BA 128, a bordo de un Boeing 747-400. Tras aterrizar, nos cuesta más de una hora salir del avión, de modo que llegamos a la terminal sobre las 13:45, hora del embarque en nuestro enlace a Madrid. Es el momento en el que se rompe el apacible regreso, a partir de aquí la carrera es continua por dentro de las diversas terminales en busca siempre de la dirección correcta. A las 14:40, con 35 minutos de retraso, salimos en el vuelo BA 460 a bordo de un Boeing 757-200/300 camino de la T4 de Barajas, que nos va a acercar un poquico más a nuestras casas. La inestabilidad atmosférica que nos encontramos llegando es importante, tenemos que atravesar bancos de densas y amenazantes nubes antes de aterrizar, pero finalmente, son las 17:50, hora local, cuando dejamos de oír ese rugido en nuestros oídos y en nuestras cabezas, ese ruido que todo lo ha empañado a lo largo de esta jornada. Se apagan los motores del avión y como una completa liberación nos sale una involuntaria exhalación, pero no debemos relajarnos todavía, que aún nos queda camino que recorrer.



            Con la tranquilidad que te da ya el estar tan sólo a poco más de 300 km. de casa, salimos ordenadamente del avión y ya en la flamante terminal nuestros pasos se encaminan a través de innumerables pasillos, escaleras mecánicas, incluso trenes subterráneos, hacia las cintas para recoger los petates, y cuál es nuestra sorpresa cuando teniéndolas a la vista, un poco antes de llegar a ellas, oímos nuestros nombres por megafonía. Nos comunican que los equipajes se han quedado en Londres, por lo visto no han corrido tanto como nosotros y no han hecho el enlace. Son las 18:50 cuando podríamos estar ya saliendo de Barajas hacia Zaragoza, pero nos entretenemos con los trámites. A las 19:15 se produce el encuentro con los que han venido a buscarnos, familiares de algunos del grupo, que nos obsequian con una buena merendola ya en ruta. Sobre las 9 de la noche, ya a media luz salimos en caravana con el pensamiento puesto en que solo nos quedan un puñado de kilómetros, y que después de todo lo pasado hoy desde las 4 de la mañana de allí, va a ser muy poco. Resistir es ganar, y aunque tenemos un ligero percance en la carretera, son las 00:30 cuando llegamos a Zaragoza, donde me espera la familia al completo. Tras casi 24 horas en pie, por fin se puede decir que ha terminado la aventura. En mi casa, en mi cama, el último recuerdo es para los compañeros de expedición.



EPÍLOGO

Atrás han quedado esos límpidos cielos, esos puros aires, esas aguas gélidas y transparentes, y  esas grandes masas de hielo y piedra. Atrás han quedado estas tierras de la alta montaña baltí donde la noche y la soledad se apresuran. Atrás, también, esas gentes y esas tierras que nos han acogido durante casi un mes de nuestras vidas. Por allí se ha quedado un trocito de nuestras mentes y de nuestros corazones. No ha sido una aventura, sino el comienzo de una aventura. No ha sido un camino, sino el comienzo de un camino. No ha sido un conocimiento, sino el despertar. Por nuestra parte, bien empleado está. Ya nada será igual. 



La redacción de este diario ha servido para revivir igual de intensamente todo lo que se vivió sobre el terreno. Detrás de las imágenes y de las palabras ha habido caras que se han vuelto a ver, voces que se han vuelto a oír, emociones que han renacido y pensamientos que han asaltado. Es todo un inmenso barullo al que conviene poner orden y que no es posible más que bajo el sereno prisma de un sincero respeto, admiración y agradecimiento hacia todo y hacia todos. Es de lo que está necesitada nuestra especie, de Fe en ella misma, de Esperanza en un mundo mejor y de Amor hacia todo lo creado, incluido al propio ser humano. Para ello pedimos Luz para nuestro intelecto, Calor para nuestro corazón y Vida para nuestra voluntad.

Ahora sí que podemos decir definitivamente As-Salaam-Aleikum. Que la Paz sea contigo.

Las imágenes son una selección de las tomadas por los miembros del grupo de trekking.



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